Susana Calvo's Blog

Mi compañero de trabajo, al que le preparé las citas si recordáis el post anterior, volvió muy contento. Disfrutaron de todos los lugares que escogí.

Hace mucho que no los visito y creo que voy a volver sola, con mi copa de vino y aún sin gatos.

Y en eso consiste escribir; en afrontar en soledad tus propias historias, las que plasmas en el papel y las que no. Porque el alma de un escritor está hecha de sueños, anhelos, soledad y mucho trabajo, el mismo que da preparar tantas citas.

Y ese es el fin último; preparar una cita con el lector para que se enamore y adore cada una de tus letras y las viva como si la cita fuera suya mientras te vuelves a poner la máscara de Cyrano.


PD. Sus citas fueron muy bien de verdad.

Estuve ayudando a preparar las citas con su novia a un compañero de trabajo. Le sugerí cafés acordes con los gustos de ella, restaurantes con buenas cartas de cervezas para una gran catadora y planes originales con o sin lluvia.

Ella vive fuera y vendrá a pasar unos días. Me pregunto si él será capaz de preparar citas sin ayuda, también me pregunto si me cedería una de sus citas, me encantaría hablarle del amor con el que hice cada elección. No, no quiero supervisar la cita como hacía Cyrano de Bergerac, yo quiero ser su cita y que comprenda que soy parte de su relación, aunque sea de otro planeta...

Y ahora que seguro que estás pensando que la cosa se está poniendo algo rara, quiero decirte que, en realidad, se está poniendo bizarra. Y así es como un día descubres que llevas un tiempo escribiendo en este género, el bizarro, sin saberlo.

Probablemente alguien o algo hizo de Cyrano para el bizarro en mi vida y le dictó situaciones absurdas, ingenuas o peligrosas que forjaron a esta bizarra anónima.

¿Y tú? ¿Descubriste algún género nuevo en tus escritos?

PD. Lo de ayudarle con las citas es cierto.

Ojalá alguien me diese un abrazo y me dijese: todo va a salir bien.

Pero como no ocurre, te acostumbras a vivir sin ello, a traficar con la soledad del alma, alimentándola con letras e ilusiones.

Y escribir se parece un poco a esto, a la soledad del corredor de fondo al que todos quieren ver llegar a la meta, pero al que nadie abrazaría si se cae.

Y ahí estás tú con tu folio en blanco, tu alma desnuda y tu carrera por terminar. Y, sí, ojalá alguien te diese un abrazo al terminar tu libro y te dijese: todo va a salir bien. Pero al igual que en la vida, eso casi nunca ocurre, pero ahí sigues frente al oleaje. No lo olvides.

Me enamoré de un proyecto, le puse título a otro y lo llené de letras, aún inconclusas.

Déjate llevar, en serio, no seas loca, pero deja que el viento levante tus pasiones.

Y escribe como si amaras sin remedio y ama como si estuvieras escribiendo la única historia importante.

¡Qué comience la danza de las letras!

Siempre he pensado que las escritoras somos reinas con coronas invisibles.

Tenemos momentos muy buenos en los que amamos la escena que acabamos de escribir y otros en los que nos sentimos mendigas de las letras porque no sabemos hacia dónde van nuestras creaciones y si alguien las leerá alguna vez. Y, créeme, es difícil mantener una afición así, con tanta incertidumbre.

Pero hoy he puesto un título: Los gusanos del invierno, y eso significa que un nuevo mundo empieza a caminar. Así que hoy me siento como una reina que ha tomado posesión de su trono aunque nadie vea mi corona.

Una vez hice un guión de cómic por encargo. Fue un sueño hecho realidad. Al principio el tema no me entusiasmaba, pero ahora estoy deseando verlo en papel.

Era un encargo, sí, ya lo he dicho, pero decidieron abandonarlo. Ellos, yo no. Desde el cajón me hablaba, realmente estaba y estoy muy orgullosa de ese texto y toda la planificación y secuenciación que ideé para él.

Y como los buenos vinos, cada vez tomaba más cuerpo y mejor sabor. El reposo en el cajón de los casi olvidados le había sentado muy bien. En efecto, estaba enamorada de él.

Llamé al dibujante y le dije que no iba a rendirme, que si quería que continuáramos sin apoyo institucional. Me dijo que sí. No lo voy a llamar propósito, lo voy a llamar ilusión del 2005.

Pues eso, no dejéis de soñar, pero sobre todo no permitáis que los sueños se conviertan en una carga.

53 libros. Sí, solo 53 en un año de cambios bastante profundos en mi vida. No son la media de 70 o 80 que solía leer. Espera, eso creo que solo lo hice un par de años.

En fin, solo son números. Números personales que a mí me obsesionan por el perfeccionismo de cerrar rutinas perfectas.

El caso es que no voy a marcarme una meta superior a lo conseguida este año y ese es un paso importante para mí.

Disfrutad de las lecturas y buscad la belleza, tal vez es lo único que importe.

¡Feliz 2025!