Erguido como los estoicos, incendiado en la misma raíz del nervio humano, con un alfiler de muerto atravesado, me desgrano en
terrones calcinados, soportando el sol de la ventana.
Sangro y quemo y me salen de la boca exuberantes plantas persistentes, altas y frescas ellas, en sus razonamientos.
Remuerdo el grito de extinción por mi filosofa porque, sacando a cuentas, sí eramos demasiados y felices.
Como los estoicos, renuncio completamente a todo. Que se lo lleve el viento. No como el cervato bello de patas infantiles que contempla fascinado mi flaco cuerpo que crepita con ojos de niña puritana.
Published on April 11, 2020 13:32