Un día, camino del trabajo, me perdí. Ocurrió después de veinte años recorriendo la misma ruta. Me sabía de memoria calles y autobuses, metros y semáforos. Un reloj de cuco, con todos sus engranajes y mecanismos perfectamente sincronizados, no habría sido más fiable que yo, mañana a mañana. Había olvidado que nunca hay dos amaneceres iguales, dos momentos repetidos. Tuvo que venir el niño que fui a recordármelo. Alguien había abandonado un oso de peluche gigante en una papelera. Era tan...
Published on May 01, 2020 05:35