Bioeconomía ¿una alternativa real para Chile?
El mundo actual se enfrenta a enormes desafíos. Por un lado, el cambio climático ha provocado una crisis medioambiental a nivel global, afectando tanto a la biodiversidad como a los sectores agroalimentarios. Si consideramos el aumento de la población y con ello el incremento en la demanda de recursos, nos vemos en una encrucijada en la que debemos ampliar la producción para sustentar esta demanda, pero al mismo tiempo disminuir nuestras emisiones de carbono y de otros contaminantes que están llevando el planeta al límite. El agotamiento del agua y el suelo, sumado a la vulnerabilidad de algunas regiones frente a estos cambios, ponen en riesgo la seguridad alimentaria global. Ante todas estas incertidumbres, surge lo que se conoce como Bioeconomía. Esta disciplina aprovecha los avances tecnológicos para innovar y permitir el avance hacía un desarrollo sostenible, reestructurando el papel de los recursos biológicos en la economía.
El concepto de Bioeconomía es algo que suena muy nuevo, pero lo cierto que fue introducido en la década de 1970 por la necesidad de juntar las disciplinas económicas, biológicas, biofísicas y sociales. En las últimas dos décadas ha ganado importancia como una alternativa hacía el desarrollo sustentable uniendo dos conceptos fundamentales: el uso renovable de los recursos y el uso de la biotecnología en los procesos productivos. Al día de hoy se ha hecho parte de las últimas revoluciones que buscan disminuir el impacto ambiental en áreas como la textil o la agroalimentaria.
Se define como la economía donde la fuente para producir materiales, químicos y energía provienen de recursos biológicos renovables. La bioeconomía es un proceso de transformación social y económico, dinámico y complejo, que requiere una visión política de largo plazo. Su función es recordarnos el origen biológico del proceso económico y destacar el problema de la existencia humana en un mundo con recursos limitados y distribuidos de forma desigual. Se refiere también al conjunto de actividades económicas relacionadas con la invención, desarrollo, producción y uso de productos y procesos biológicos. Esto está muy relacionado con una economía del conocimiento donde la constante transformación de este nos permite la obtención de productos nuevos, sostenibles, ecoeficientes y competitivos en el mercado actual. Hacer realidad la bioeconomía requiere múltiples tecnologías de conversión, la creación de conocimiento, la investigación, desarrollo e innovación como sus principales piedras angulares. A fin de cuentas, lo que busca la bioeconomía es sustituir fuentes de energía intensivas en CO2 y aprovechar la biomasa para el diseño y producción de nuevas líneas de productos y servicios de consumo final. Además, es importante indicar que la bioeconomía no se limita a un producto final en particular, sino al desarrollo de una matriz diversificada.
Existen postulados que nos indican que más del 90% de los combustibles fósiles pueden ser reemplazados por alternativas de base biológica. Algunas proyecciones nos muestran que, para el año 2030, un 33% de los materiales y productos químicos van a tener un origen biológico y en el caso de los fármacos esta cifra llegaría al 50%. Esta reducción de la dependencia de combustibles fósiles y otras fuentes de recursos no renovables, se alzan como una ventaja competitiva para la bioeconomía, pues estos recursos no solo amenazan con agotarse, sino también se ven afectados por los conflictos geopolíticos como la guerra Rusia-Ucrania o el conflicto Israel-Palestina. También influyen eventos catastróficos globales como lo fue la pandemia del COVID-19, que perjudicó toda la línea logística mundial, provocando que países no productores de estos recursos, se vieran particularmente afectados por estos eventos. La bioeconomía entonces, no solo se posiciona como una alternativa sostenible y eficaz para combatir la crisis climática, sino también como una fuente de recursos estratégicos que pueden amortiguar los efectos producidos por la contingencia mundial del momento.
Dentro de los productos de origen biológico de mayor prioridad, destacan los biocombustibles. Estos se obtienen a través de la biomasa de origen agrícola donde ciertos cultivos y residuos agroindustriales pueden ser utilizados para la obtención de bioetanol y biogás como productos energéticos. Es importante también señalar los biomateriales que han ido surgiendo de los desechos agroindustriales para sustituir plásticos de un solo uso y otros materiales de elevada huella de carbono. Destaca también la propuesta de empresas como Spora Biotech donde inventaron un sustituto del cuero mediante el uso de micelios de hongos como una alternativa sustentable dentro de la industria textil. También es importante señalar el tratamiento biológico de aguas residuales para la obtención de productos como el biogás y el digestato, pero también alternativas que han ido surgiendo en distintos centros de investigación que buscan recuperar insumos desde las aguas grises, por ejemplo, la dra Dafne Crutchik de la universidad Adolfo Ibáñez que busca recuperar fósforo y otros nutrientes desde la orina mediante la precipitación de estruvita con agua de mar, una sal compleja que puede ser utilizada como fertilizante y que busca ser una alternativa a los fertilizantes tradicionales que provienen de piedras fosfatadas (no renovable) y que por lo tanto tienen riesgo de agotarse. Por otro lado, la biotecnología agrícola destaca con herramientas como la agricultura de precisión, bioinsumos y los cultivos transgénicos, estos últimos un tema polémico a nivel mundial, pero que se hace necesario estudiar, pues permiten una mayor producción de alimentos, un menor uso de pesticidas y fertilizantes, todo esto sumado a un menor uso de suelo y agua. Destaca también la química verde con procesos alternativos a los tradicionales que permiten disminuir la huella de carbono y obtener nuevos productos que no podrían ser producidos de diferente manera (biofármacos, aditivos, alimentos funcionales, etc).
Desarrollar la bioeconomía y comenzar una transición hacía esta requiere, no solo de la iniciativa privada, sino también tomar un rol activo desde los gobiernos, a través de políticas públicas estratégicas relacionadas a la ciencia y la innovación, para dar incentivos hacía el sector privado de invertir en innovación e involucrar a los consumidores y las partes interesadas del área medioambiental que puedan verse beneficiadas por ello. Una alternativa para fomentar las biociencias aplicadas a la bioeconomía, consiste en una cooperación Estado-Empresa-Universidad donde exista una transferencia tecnológica entre los participantes y proyectos conjuntos. Una buena forma de llevar a cabo esto es a través de parques tecnológicos para formar un ecosistema con empresas, centros de investigación e incubadoras de empresas. Es interesante lo que se está haciendo en Puerto Varas y toda la cuenca del Lago Llanquihue, pues en los últimos años se ha ido convirtiendo en un polo de empresas y Startup biotecnológicas, como Kura Biotech, que ha comenzado a atraer capital avanzado desde Santiago y dentro de la misma región. De forma más reciente, estás empresas se han comenzado a agrupar y reunir en torno a Patagonia Biotech HUB que busca desarrollar la zona y convertirla en un polo de innovación y emprendimiento biotecnológico. A esto podemos sumarle que la cuenca del Lago Llanquihue destaca por 2 grandes rubros: el agrícola-ganadero y la piscicultura; ambos rubros son fundamentales en la transición a una bioeconomía, pues producen la biomasa (feedstock) requerida en este tipo de sistema productivo. Si se aprovecha este impulso y se suma la capacidad productiva histórica de la región, la cuenca del lago Llanquihue puede convertirse en referente mundial para la bioeconomía. La universidad de Wageningen en Países Bajos y la universidad de Hohenheim en Alemania han sido pioneras en el desarrollo de la bioeconomía en sus respectivas regiones, convirtiéndolas en verdaderos parques tecnológicos ligados al sector agroalimentario y la bioeconomía. Si tomamos estos ejemplos como referentes, podemos entender la importancia de las universidades en torno a este tipo de iniciativas. Cabe preguntarse si es necesario que surja una institución dentro de la cuenca del Llanquihue para que esto resulte exitoso o si con las condiciones preexistentes ya es suficiente para lograr el objetivo.
El estado también puede cooperar con alianzas internacionales para que empresas extranjeras se establezcan en estos parques y se pueda generar una red de intercambios académicos y becas de estudio en torno a la bioeconomía. En Europa existe la European Bioeconomy University, que agrupa 8 universidades de diferentes países del continente y cuyo objetivo es cooperar en la capacitación e investigación en bioeconomía. Otro tipo de políticas públicas se relacionan con los impuestos y subsidios, dependiendo de lo que se quiera conseguir con ello. Subsidiar ciertas tecnologías emergentes con el fin de potenciarlas y que a la larga sean autosostenibles, pero también ofrecer estímulos fiscales a las empresas que inviertan en I+D o que apliquen algún proceso “verde” relacionado a la bioeconomía, esto con el fin de incentivar a las empresas de que ingresen a esta transición. Por otro lado, están también los impuestos verdes con el fin de fomentar una transición hacía tecnologías más sustentables. Algunos de estos pueden ser los impuestos al carbono, impuestos a los residuos e impuesto a los plásticos de un solo uso. Finalmente, todo esto debe ir acompañado de una política de monitoreo por parte del estado para fiscalizar el cumplimiento y se pueda estudiar sus efectos.
A grandes rasgos, pareciera que la transición a una bioeconomía trae más problemas que beneficios en lo que se refiere a la economía, pues muchos de sus beneficios no tienen un valor económico per se. Esto puede ser cierto en un principio, sobre todo para los biocombustibles, donde todavía no existe una alternativa que sea económicamente más rentable que los combustibles fósiles. Por otra parte, los cultivos que son utilizados para producirlo son principalmente maíz y raps, lo que ha provocado un incremento considerable de sus precios, perjudicando a los consumidores de este tipo de alimentos y planteando cuestiones éticas, mas no todo son problemas. El sector agrícola es uno de los más beneficiados con este tipo de desarrollos, pues tras la pandemia y la guerra en Ucrania, los precios de los fertilizantes aumentaron de forma drástica, poniendo en riesgo el negocio agroalimentario, quienes se vieron obligados a reducir el uso de este tipo de agroquímicos. Por otro lado, muchos de los fertilizantes provienen de fuentes minerales que amenazan con agotarse en algunas décadas, dejando totalmente vulnerable a este sector. Aquí entran los bioinsumos que surgen como una respuesta más económica a los fertilizantes tradicionales, amortiguando los efectos de las crisis mundiales. Si sumamos a esto los cultivos transgénicos y la agricultura de precisión; los beneficios económicos para el sector agrícola son notorios, pues permite una mayor producción y un menor gasto, permitiendo números positivos para este estratégico sector. No es menor la innovación y el surgimiento de nuevos productos que trae la revolución bioeconómica, pues al mejorar los procesos para obtener sustancias químicas y tener acceso a nuevas tecnologías de genética molecular e ingeniería enzimática, surgen biofármacos y aditivos alternativos, formándose un nuevo nicho de empresas en este rubro mayormente caracterizado por oligopolios. Respecto a las políticas donde el estado es un participante activo del ecosistema empresa-universidad-estado, funciona como un subsidio para el emprendimiento tecnológico y la innovación donde la devolución a la sociedad se ve reflejada en un aumento del empleo, producto de las nuevas empresas que surgen. También, en conjunto con becas e intercambios académicos, se produce un aumento del capital humano avanzado. Todos estos factores, no solo aceleran la transición a una bioeconomía, sino también mejoran el rendimiento de la economía debido al aumento de empleos, empresas invirtiendo y la producción de nuevos productos, reflejándose en una mejora de los índices macroeconómicos. Al menos en la teoría.
Para concluir, podemos decir que la bioeconomía es algo relativamente reciente y que por lo mismo todavía está en desarrollo, sin embargo, se alza como una alternativa prometedora para enfrentar la crisis climática, pues las nuevas tecnologías y productos que nos entrega pueden resultar competitivos en la economía global y representan un recurso estratégico ante los problemas que surgen de la interconexión entre los países del mundo. Pero también enfrenta desafíos económicos que deben ser abordados con políticas públicas eficientes. Los impuestos verdes pueden servir para disminuir el uso de aquellos productos y materiales que representan un riesgo para el medioambiente, pero si no es complementado con una política de subsidios y de desarrollo tecnológico, el costo social y económico puede provocar problemas que pueden hacer fracasar la transición.
Bibliografíahttps://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0959652619308595http://www.scielo.org.bo/scielo.php?pid=S2409-16182020000200015&script=sci_arttexthttps://www.annualreviews.org/doi/pdf/10.1146/annurev-resource-100516-053701https://periodicos.unespar.edu.br/index.php/raei/article/view/7012/5261


