Biografía de personaje: Azzlenga (Pathfinder)
Raza: Kobold
Alineamiento: Caótico Maligno
Clase: Warpriest
Arquetipo: Cult Leader
Deidad: Lamashtu
Dominio: Evil
Sub-Dominio: Cannibalism
Azzlenga, una hembra Kobold cuyos orígenes son difíciles de determinar. Nació como resultado de un experimento. Sus progenitores a su vez eran resultado de un experimento. Las tribus y clanes que dieron origen al linaje de Kobolds que vivían en uno de los laboratorios de la Technic League se perdía en el tiempo, pues la liga no era selectiva al momento de tomar esclavos.
Azzlenga creció en una jaula, viendo nacer y morir a cientos como ella. Siendo sometida a experimentos inhumanos que la dejaban al borde de la muerte, pero con una resiliencia antinatural que le permitía sobrevivir sin importar las torturas a las que era sometida por sus amos. El líder científico, un mago-alquimista de la liga, llamado Jeremías Blackthorn, sorprendido por su naturaleza, la cruzó con otros Kobold con la esperanza de mejorar la genética de aquellas criaturas y obtener mejores esclavos para sus fines oscuros.
Inseminada artificialmente, sometida a cesáreas y repitiendo el proceso una y otra vez para obtener crías más fuertes sin éxito fueron parte de este programa, pero el secreto de Azzlenga no estaba en su sangre, sino en su fe. A lo largo de generaciones, la mayor parte de la cultura y supersticiones de los distintos Kobolds había desaparecido, pero una creencia había perdurado a lo largo de las generaciones. Una chispa de religiosidad que había ido creciendo en el corazón de Azzlenga a través de visiones en sus sueños y alimentada por su penosa vida: la creencia en la señora de las bestias Lamashtu. La fe en la deidad demoniaca fue creciendo poco a poco dentro de ella, hasta convertirse en fanatismo religioso.
Un día, llegó una orden de los altos mandos de la Technic League. En esta se informaba que los experimentos de Jeremías no recibirían más financiamiento por ser considerados poco provechosos. Enojado, el científico abandonó las instalaciones junto a sus subalternos, dejando a los Kobolds; incluida Azzlenga y su progenie, encerrados en aquel lugar. Pasaron días, semanas e incluso meses. Muchos comenzaron a morir de hambre, los más débiles e insignificantes. Azzlenga perduró, la voz de Lamashtu le dio fuerzas: «aliméntate» pronunciaba como un susurro. La moribunda y debil progenie de la matriarca Kobold era la única fuente de energía, por lo que Azzlenga obedeció y la carne de sus hijos le permitió sobrevivir hasta la llegada de nuevos miembros de la liga que se encontraron con la sorpresa de que aquella criatura enloquecida era la única sobreviviente.
Fue vendida como esclava a una ciudad con un coliseo. Encerrada en barracas durante el día junto a otras criaturas olvidadas por los dioses autoproclamados como buenos y obligados a luchar por las noches entre ellos para entretener a un público sediento de sangre. Goblins, Kobolds, Hobgoblins, Mites y otras criaturas similares convivían en aquel lugar. La desesperanza en sus corazones y la muerte en combate como única alternativa a su libertad era todo lo que poseían. Y Azzlenga comenzó a hablar. Primero con timidez, luego con fervor y finalmente con un fanatismo contagioso. En secreto y cada día en un lugar difetente, la matriarca Kobold comenzó a hablarles de Lamashtu y como esta guiaría a sus fieles devotos a la libertad que merecían. Los guiaría en combate, en la guerra y en el derramamiento de sangre de aquellos que escondían su barbarie bajo una máscara de civilizados.
Un día, el encargado de las barracas apareció. Querían un nuevo combate, solo que esta vez lucharían las bestias contra soldados armados por el reino. La idea era que fuese una masacre, un baño de sangre para satisfacer a las masas sedientas de esta y sorprender al rey que visitaba la ciudad para ver un espectáculo. Las criaturas era fáciles de reemplazar y para él tenían menos valor que el aire que respiraban. Salieron todos al sol, era primera vez que luchaban en el día. Algunas criaturas se encandilaron por la presencia del astro rey en el cielo. Los soldados fuertemente armados sonreían con sádico placer. Las bestias, antaño temibles, apenas podían controlar su miedo ante lo que parecía una muerte segura. El rey miraba, también el señor del coliseo. Todo fue un caos. Los soldados se abalanzaron sobre los esclavos que trataban de huir despavoridos, sin deseos de combatir. Azzlenga sintió rabia. Un enojo que brotaba a borbotones como sangre caliente. Provenía de sus años como esclava, de su abandono para morir, de su obligada lucha para entretener a seres despreciables. Una chispa brilló en su interior. Una luz divina diferente a la que había sentido antes. Era Lamashtu entregándole su magia divina a su fiel sirviente. Canalizó esta fuerza y los soldados a su alrededor murieron. Un fervor llenó el corazón de las demás bestias: su diosa respondía a su llamado. La balanza cambió de lado, los soldados se volvieron víctimas. Nadie sabía lo que ocurría. El caos dominó el coliseo y cuando las bestias comenzaron a atacar al público y amenazaban con llegar al mismo rey; el lugar se convirtió en un colmenar ruidoso. Azzlenga se camufló en el caos, aquello era su elemento. Se abalanzó sobre el líder del coliseo que escoltaba al rey para que huyera. Su sangre era tibia, su carne fue un placer que llenó de poder el cuerpo de la matriarca Kobold. El rey no tuvo oportunidad, las bestias inundaron la ciudad y las casas ardieron.
Varias ciudades unieron sus ejercitos para erradicar a las bestias que gobernaban las ruinas de lo que había sido una ciudad. Fue una masacre en la que ningún antiguo esclavo sobrevivió. Sin embargo, Azzlenga ya no estaba allí. Había dejado aquel lugar para llevar la palabra de Lamashtu a todos los rincones del mundo. Castigaría a sus enemigos, devoraría la carne de sus antiguos torturadores y llevaría el culto de Lamashtu a su apogeo.
Ella es Azzlenga. La gran matriarca Kobold y portadora del poder de Lamashtu.


