Biografía de personaje: Alexander Grambrinus (Pathfinder)
Raza: Humano
Alineamiento: Caótico Bueno
Clase: Alquimista
Arquetipo: Fermentador
Deidad: Cayden Cailean
Nacido en un pueblo del Mar Interior (Inner Sea) cuyo nombre se mantiene solo en su memoria. Alexander creció en el seno de una familia de maestros cerveceros. Dueño de una taberna y experto en aquel arte, Ferdinand Gambrinus le traspasó su hijo Alexander sus conocimientos en la fabricación de aquella bebida y lo instruyó en el credo de Cayden Cailean «the lucky drunk» para que encomendara su bebida al dios que valoraba la libertad de vivir y beber cerveza.
Un día llegó al pueblo un forastero misterioso y se instaló a las afueras en una cabaña, evadiendo a los habitantes de la zona como si de un ermitaño se tratase. Rumores corrieron entre los locales sobre aquel hombre. Se decía que era un brujo o un mago, que cultivaba hierbas misteriosas para fabricar venenos y brebajes misteriosos e incluso se decía que por las noches invocaba demonios desde lo más profundo del abismo. A pesar de los rumores que circulaban, nadie molestó a aquel hombre y lo dejaron en su soledad, con excepción de los niños traviesos que cada cierto tiempo iban a lanzar piedras y gritar cosas a su casa.
Fue una tarde lluviosa en que Isolda Gambrinus, la madre de Alexander, sufriera un desmayo repentino mientras atendía las mesas en un día de juerga en la taberna. Ardiendo en fiebre y con repentinos espasmos, la llevaron a su habitación para atenderla. El clérigo del pueblo acudió en su ayuda, también una curandera, mas el esfuerzo de ambos parecía insuficiente, pues la fiebre no bajaba y su estado era cada vez más delicado. Mientras Ferdinand y los sanadores intentaban salvarla, Alexander; en su desesperación, tuvo una idea y acudió a la cabaña del ermitaño. El sujeto lo echó de allí, pues no quería saber nada del pueblo y de su gente, pero al ver a Alexander suplicar con ojos llorosos y voz quebrada, su corazón se ablandó. Dentro de la cabaña, a rebozar de viales con líquidos extraños, libros polvorientos y hierbas aromáticas que excitaban la imaginación del joven, el ermitaño preparó en un caldero lo que parecía ser una poción. Le entregó el vial al muchacho e instruyó que su madre la bebiera. De vuelta en su casa, subió donde su madre y le dio el brebaje sin que su padre pudiese detenerlo. Como por arte de magia, la mujer recobró el color y la consciencia. Una semana después la mejoría era total; la gente comenzó a llamarlo un milagro.
Alexander, sin poder creerlo, acudió donde el ermitaño para agradecerle y, sin pensarlo mucho, pidió que le enseñara. El ermitaño lo miró incrédulo, pero al ver que hablaba en serio, algo en su interior lo convenció, esbozó una sonrisa y aceptó. Así fue como Theodor Pyrexian inició a Alexander Gambrinus en el camino para convertirse en Alquimista.
El joven Alexander creció y maduró como persona. Ayudaba a sus padres en la taberna y cervecería, disfrutando las canciones de los bardos cuyas historias de héroes excitaban su imaginación. El resto del tiempo aprendía el ancestral arte que Theodor le transfería. Era un maestro implacable y estricto, pero también amable y sabio. Aprendió sobre hierbas y venenos, sobre magia e historia y por supuesto sobre los brebajes que hacían conocidos a los alquimistas. Creaba magia en forma de filtros y pócimas burbujeantes en la misma medida que crecía como persona. Su natural curiosidad y si inteligencia afilada agradaban a su maestro y facilitaban su comprensión de la alquimia; parecía haber nacido para aquella profesión.
Todo esto duró poco, pues un día y sin previo aviso, un grupo de Hellknights llegó al pueblo bajo el mando de un paralictor llamado Hildegard Thopo. Sus escudos mostraban su pertenencia a la «Order of the Rack». El ataque fue rápido, las casas comenzaron a arder y los gritos fueron la nueva música del pueblo. El miedo paralizó a Alexander aquel día, aquello resurge cada noche en sus pesadillas para recordarle su culpa, pero también su deseo de venganza. Vio la taberna caer producto de las llamas. Vio a Hildegard decapitar a su padre sin un atisbo de duda. Solo atinó a huir donde su maestro. Al llegar, Theodor parecía estar buscando algo alterado. «Vienen por mí» pronunció «esto es culpa mía, pensé que no me encontrarían»
Alexander lo miró sin comprender, pero sin alcanzar a cuestionarse que ocurría; en parte por la conmoción que estaba viviendo, recibió un objeto extraño por parte de su maestro y luego le ordenó huir y esconderse de aquellos sujetos. Obedeció, como una marioneta, aun incapaz de reaccionar o pensar por si mismo; su acostumbrada astucia de había evaporado, dominada por el miedo y el dolor. Sin alcanzar a huir, una figura encapuchada surgió en el portal de la puerta. La capa tapaba su cuerpo y una máscara tapaba su rostro bajo la capucha, pero un símbolo era visible en su pecho: un candado con glifos misteriosos y rodeado de cadenas negras.
Un grito de Theodor le volvió a ordenar que huyese. Una voz femenina salió como un susurro tras la máscara y un muro de fuego surgió para impedir su huida, pero un frasco de líquido azulado cayó en su interior y las llamas se apagaron con el surgir de una helada ventisca que emitió humo y vapor. Alexander huyó sin mirar atrás, solo sintió las explosiones detrás suyo. No supo cuanto tiempo estuvo huyendo, pues temía encontrarse con aquella orden de sádicos si se detenía. Una columna de humo surgía desde lo lejos y como si se tratase de las almas de sus habitantes.
Alexander se detuvo a descansar, su cuerpo ya no daba más, por lo que se escondió entre los árboles que había a su alrededor y contempló por primera vez la naturaleza de lo que Theodor le había entregado. Era un prisma de cristal brillante, entre rojizo y púrpura, grabado con extraños glifos de origen desconocido. Parecía emitir un aura mágica, nada que hubiese sentido antes. Era un objeto de gran poder, pero al mismo tiempo de función desconocida; solo sabía que no podía permitir que los Hellknights colocasen sus garras sobre él. Muchos habían muerto por ello y nada los detendría de seguir matando para lograr sus fines.
Juró ante Cayden Caylen, ante el recuerdo de su familia y de su maestro: tomaría venganza contra quienes habían hecho eso, pero no solo por odio; sino también porque era lo correcto. Aquellos caballeros representaban lo opuesto a sus valores. Lucharía por la libertad de aquellos sometidos, llevaría cerveza a los corazones tristes y lucharía contra las injusticias con el poder heredado por su maestro.


