San Fernando. Última parada podría ser una novela de terror. Lo más terrorífico es que no lo es.
En este libro se cuenta la historia de una pequeña ciudad, con una terminal de autobuses en la que desaparecen los pasajeros. La mayoría son hombres jóvenes que viajan a Estados Unidos en busca de un mejor futuro. Van ligeros de equipaje y de dinero. Cada amanecer, cuando un camión llega a la parada, son bajados por la fuerza, llevados a brechas y asesinados. Por error, por capricho, porque sí. Porque los asesinos tienen permiso. Luego son arrojados a fosas clandestinas. Cuando en 2011 se descubrieron las tumbas, el gobierno reconoció los restos de 193 personas. Y los volvió a ocultar. Culpó a Los Zetas de las matanzas, pero no investigó las complicidades.
Este libro es un relato coral de esas masacres; en sus páginas hablan las víctimas, familiares, testigos, funcionarios; la autora nos conduce, como el Virgilio de Dante, por los círculos del horror y la desdicha, pero también de la esperanza y la alegría cuandolas familias recuperan el cuerpo del ser querido ausente o se unen contra la maquinaria que desaparece personas. La obra nos guía por un sitio tomado por la delincuencia organizada que actúa a la luz del día, con autoridades que los encubren o que voltean a otro lado para acentuar el silencio que deja la impunidad.
En este país, nos dice Marcela Turati, la política de Estado es la simulación, el ocultamiento. San Fernando es el epicentro de una lógica criminal que la periodista una población en el desamparo donde los crímenes son autorizados y las consecuencias de la “guerra contra el narco” cobran cientos de víctimas. Al desnudo quedan los mecanismos de la impunidad que permiten el horror que continúa hasta ahora.
En un país tan grande sorprende que pocas personas estén haciendo el periodismo de Marcela Turati. En un país con tantos desaparecidos sorprende que pocas personas hagan investigaciones como las de Marcela Turati. San Fernando no es solo un trabajo juicioso y agotador de más de una década sino la memoria de un pequeño pueblo que es símbolo del horror, el ocultamiento y la dignidad de las víctimas. Ojalá, repito, este fuera un camino que inspirara muchos más profesionales que trabajan sobre un tema que en México parece soprender a pocos.
Lo único que lamento es la digramación del libro: la materia prima con el que Turati lo construyó son los testimonios, pero el estilo de la letra y demás asuntos de diseño juegan en contra del lector. Una lástima.
Mientras escribo esto también pienso: ¿Hasta qué punto es suficiente el relato del horror? ¿Es necesario repetir tres, cuatro, cinco veces el mensaje en una misma investigación? ¿No se hace necesario a veces hacer uso de los recursos literarios para elevar la calidad del relato?
Marcela revela un México con heridas profundas y aun abiertas por el crimen organizado. Este México que ha sido formado por familias que buscan a sus seres queridos, ahora desaparecidos, y a quienes el Estado mexicano les ha fallado por su incompetencia institucional.
Este libro es un llamado a honrar la memoria de cada persona que ha desaparecido, así como a exigir mecanismos para mejorar la rendición de cuentas en cada caso que sigue sin ser resuelto.
Por todas las familias buscadoras, mi más sincero reconocimiento y acompañamiento. Estamos juntos.
No suelo leer libros de este estilo, y la verdad no esperaba que me atrapara; pero creo que Marcela tiene una manera de presentar este reportaje completamente acertada: no deja de lado la humanidad y sensibilidad pero definitivamente expone con la crudeza necesaria esta realidad. Así es como hace que un tema TAN incómodo y doloroso te genere curiosidad y ganas de leerlo.
Además de eso, al descubrir tantas injusticias te nace un instinto de “altruismo” y siento que la mejor forma de brindar apoyo a la causa es informarte e informar a los demás. Es un tema del que evidentemente no podemos esperar transparencia por parte del gobierno, y para mi (limitado) criterio, esta es una de las fuentes en las que más podemos confiar: testimonios e información de todo tipo de personas y fuentes, ya sean del gobierno, de criminales capturados, víctimas, familias de desaparecidxs, etc.
Realmente espero que este tipo de periodismo se abra paso en el mar de propaganda política,,, vale mucho más la pena :)
Para quienes somos periodistas, una de las más grandes incógnitas es como cubrir violaciones a derechos humano de forma ética. En este libro, quizás sin planteárselo, Marcela logra enseñarnos cómo. es obligación de todas y todos quienes habitamos este país, quienes vivimos en este infierno, leer este libro, no sólo como una forma de acceso a la verdad y la Justicia, sino también para honrar a las víctimas y a sus familiares que han abierto un camino, una lucha, para darle luz a uno de los crímenes más atroces de la humanidad: las desapariciones.
Un libro doloroso y necesario. Primeramente expone el horror al que estuvo expuesto San Fernando una década atrás bajo el yugo de los zetas y después da voz a víctimas y familiares de desaparecidos que expresan la doble tortura de ver a sus hijos desaparecer y después sufrir por la burocracia mexicana. Aprecio mucho la diversidad de voces del libro y la decisión de la autora de conducir a través de los testimonios de sobrevivientes, testigos, víctimas e informes. Teje una historia muy difícil de procesar, pero que debe quedar como testimonio de la criminal complicidad del Estado mexicano.
Asombroso, brutal—me ha impactado mucho. Yo pasé por esa carretera en marzo de 2011, y aunque a mí no me pasó nada, llevo más de una década tratando de entender lo que pasó a los centenares de víctimas. Leer este libro revela lo que pasó tanto a los desaparecidos como a sus parientes y cómo los mismos gobiernos ocultaron los acontecimientos grotescos e impensables de esos años. Demuestra también lo crítico que es el periodismo en la lucha contra la impunidad.
Triste realidad de México, en donde los crimenes de los carteles de la droga no se entendería sin la complicidad del Gobierno mexicano, sea del partido q sea, es un problema estructural por desgracia de sus ciudadanos y de los migrantes q por desgracia tienen q pasar por allí para ir en busca de una vida mejor q la q nunca tendrán en sus países y dar un futuro a sus familias.Esta periodista en el libro da voz a los q tristemente ya no pueden hablar
Un excelente libro que narra los acontecimientos alrededor de la masacre de San Fernando, desde los posibles origenes de los secuestros de autobuses hasta las ultimas consecuencias para las víctimas de la ineptitud e impunidad de las autoridades. Un libro fuerte y necesario que me rompió en varias ocasiones.
Lectura desgarradora… historias que lastiman, pero peor aún conocer detalles de un gobierno omiso, cómplice y “valemadrista”. Solo espero q este trabajo contribuya a salir del infierno q vive nuestro país.
Un libro crudo pero a la vez muy humano. Marcela Turati es increíble, porque transmite el dolor, el miedo, la zozobra mientras muestra los hechos y expone al crimen organizado. .
Es fácil perderse en este libro. Es fácil horrorizarse y querer rendirse pero nunca hubo un ejemplo más vivo de lo importante que es saber la verdad a pesar de todo.
En San Fernando: Última parada, Marcela Turati nos da una cronología de la evolución de la violencia en el noreste de México. La división entre el Cartel del Golfo y los Zetas por la ventilación de Osiel Cardenas como informante del gobierno para un mejor trato, hizo de toda esta parte del país un infierno, entre estos pueblos destaca San Fernando, a nada del entronque en el que la carretera te puede llevar a Reynosa o Matamoros, principales ciudades para contrabandear droga e inmigrantes.
San Fernando fue conocida en ese tiempo como el lugar en donde 72 migrantes fueron asesinados y enterrados en fosas, pero solo fue la punta del iceberg, los Zetas se ensañaron con todos los hombres que pasaban con dirección a la frontera, preocupados porque fueran aliados del Cártel del Golfo, los asesinaban o reclutaban para mermar las fuerzas de sus rivales.
En medio de esto quedaban los sanfernandenses que sufrieron los estragos de la violencia física, psicológica, económica de los Zetas, quienes desaparecían, golpeaban y asesinaban a quienes querían o necesitaban para su beneficio.
Marcela Turati se involucro en estas situaciones desde la noticia del 2011 de los migrantes desaparecidos pero al visitar el pueblo se encontró con más información, durante varios años era casi una sentencia de muerte el querer cruzar por esa zona ya fuera uno tamaulipeco, mexicano o centroamericano, esta misma violencia se ampliaba a los familiares de los desaparecidos/reclutados las autoridades decían desconocer este tipo de acciones por los Zetas, y cuando estalló la burbuja en dos años consecutivos el mismo Estado generó un bloqueo de información tanto a medios como a los familiares.
Las consecuencias del Estado y sus acciones fue una segunda y tercera desaparición, tanto en los procesos necesarios para llevar los cuerpos a su identificación así como con sus familiares, darles un duelo correcto y necesario para entender las muertes de sus seres queridos.
Durante la primera fase de la guerra contra el narco el país vivió un sinnúmero de episodios negros para los mexicanos y todos los migrantes que recorrían el país para llegar a EUA, el valor de una vida se redujo demasiado ya sea para defender un sistema de extracción como los carteles o ser desaparecido para “facilitar” los negocios al cartel dominante, el valor de estas investigaciones es fundamental para una memoria histórica de los horrores vividos así como de entablar nuevas formas de relacionarnos y comprender los desastres de las diversas estrategias que el Estado plantea en la defensa de un Capital ajeno a la mayoría de la población del Norte y Centro de América.