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358 pages, Paperback
First published January 1, 1991
-¡Por nosotras!
Nos miramos con cierta emoción. Después de todo, no se encuentran en cada esquina cuatro mujeres que se quieran. Hicimos chocar nuestras copas en silencio. Entonces María, siempre reacia a los sentimientos evidentes interrumpió:
-¡Por nuestra nueva democracia!
-¡Por la nueva era! -dijo Sara.
-¡Por las mujeres del mundo! -agregué riendo-. Y por nosotras cuatro, dignas representantes de ellas.
Parece que los hombres viven las relaciones y son las mujeres las que las piensan (p.199).
Sara se enojaba—. ¿Por qué las mujeres pagan todos los platos rotos?
—Es un problema que tiene que ver con la identidad, Sara —le contesto, tratando a mi vez de comprender—. ¿Por qué a las mujeres no se les da la posibilidad de la identidad global? La identidad de Isabel está desdibujada porque su hijo ha fallado. Es básicamente su «ser madre» lo que la identifica, así como a ti te sucede con el trabajo y a María con el amor. Parcelas, Sara, siempre parcelas.
No sabían cómo insultar a las mujeres si no era a través de su sexo: la forma sagrada de agresión. El silencio era sepulcral, la ira de este hombre dominándolo todo. Nunca antes María había sido insultada. Su silencio no era tanto de cobardía, sino de estupor. No abrió la boca. No se movió.