Un ingeniero belga llega a Chile a colaborar en el desarrollo del ferrocarril al sur. Durante una década escribe un diario sobre sus vivencias en nuestro país, que se ha constituído en una obra que maravilla por la descripción de un mundo pasado lleno de costumbres y tradiciones enfrentando a la modernidad.
Termino de leer la primera edición de Diez Años en Araucanía de Gustave Verniory. Es un 24 de diciembre en mi pueblo natal, un lugar que Verniory no alcanzó a conocer, no estaba ni siquiera en los mapas cuando él llegó a buscar su destino en Chile hace más de 100 años.
Es impresionante terminar una obra que recopila las memorias de una década de un ingeniero belga que a sus 24 años llega a bordo del barco Potosí a Sudamérica, y que terminó convirtiéndose en un chileno más. No extrañaba las comidas de su pueblo a costa de los diferentes platos que siempre lograban satisfacer su paladar.
Fue tal la descripción que logró de chilenos, mapuches, ciudades jóvenes en proceso de construcción, el ambiente cosmopolita y la moral de los colonos que llegaron a utilizar tierras robadas a costa del progreso, donde Verniory fue pieza clave con la introducción de la llegada del tren y la vía férrea. El método que utiliza para escribir, que mezcla su rol de ingeniero con su vida diaria, sin olvidar el pulso del acontecer nacional, lo vuelven un testimonio único, primero para regresar a los primeros años de esta región anexada a Chile, así para entender muchas cosas que quizás no nos damos cuenta y que nos cuesta dimensionar, la idea de valorar nuestra identidad chilena y sobre la identidad cultural de este territorio. Gustave Verniory no fue una persona perfecta, era consciente de su responsabilidad al ser uno de los encargados de traer la modernidad a estos pueblos, que hoy en 2024 lucen tan estancados, perdidos o empobrecidos. En sus relatos, Verniory ve como en algún minuto La Araucanía fue un territorio que atrajo a muchos extranjeros a costa de sus riquezas, cómo fueron saqueándolas, los diferentes negocios donde el belga participó de cordillera a costa. Dentro de todo este contexto, pueblos mapuches sometidos, nuevas ciudades, avances tecnológicos, Verniory es un ser muy responsable con la descripción de su entorno. Aprende el idioma español, logra comunicarse en mapudungún en diferentes territorios, es responsable con sus trabajadores, se encarga de negociar con ellos o con las comunidades en conflicto, y un largo etcétera.
Sin duda, es una obra fundamental que toda persona de La Araucanía debería leer y que debería difundirse para todos los públicos.
Verniory sin duda amó esta tierra, aprendió a quererla y cultivó con ello un relato que estuvo mucho tiempo escondido, y que agradecemos que se haya traducido en la década de los 70. A través de los ojos de Verniory podemos entender la cuantiosa flora y fauna que nos rodea (me pregunto qué pensará él sobre los pinos y eucaliptos), las diferentes nacionalidades que transitaron por el lugar, el comportamiento del mapuche, la belleza natural que se fue destruyendo. Cuando digo que no era perfecto es porque a través del diario también demuestra una honestidad brutal cuando, por culpa de sus acciones al robar un chemamull de un cementerio, es asesinado otra persona. Ese ejemplo es una de las tantas veces que se mantuvo cerca del peligro, en su busca por la odisea presente.
Creo que Diez Años en Araucanía están guardados los secretos de la formación de ciudades como Victoria, Lautaro o Temuco, y se vuelve imperante que muchos más los lean. Este libro merece un cómic, que investiguemos más sobre este personaje, volver a su pueblo en Bélgica y buscar si hay más diarios de sus aventuras por el mundo.
Fue un a revelación. Tomar conciencia, nuevamente, el racismo clasista europeo de aquellos tiempos; cómo esa mentalidad cambió tanto en Europa y permanece en nuestro propio país. Muy interesante visitar los mismos sitios, 110 años después
Extraordinario relato de vida y trabajo en el sur de Chile, de primera fuente y sin sesgos ni políticos ni de ningún tipo. La exacta realidad del esfuerzo, recursos, tenacidad, problemas y cómo se llevó a cabo los trabajos de penetración del ferrocarril para descubrir y conectar otras zonas del país aportando progreso, obras y gobierno. Se desmitifica con bastante realidad lo que era en ese momento el pueblo araucano (posteriormente llamado mapuche...) Agrupaciones aisladas, sin mucha organización jerárquica, una cultura propia más bien pobre, muy aficionados a las bebidas alcohólicas, mas bien cazadores y recolectores, no muy aficionados al trabajo y ni a la agricultura... Excelente fotografía del Chile de fines del siglo 19....
Es uno de los tres mejores libros que he leído en mi vida. La bitácora que llevó G. Verniory fue rescatada y traducida y publicada por la Universidad de Chile más de 70 años después de escrita. Relato fascinante e imperdible, para quienes vivimos en Araucanía. La incursión de la “civilización”, con el ferrocarril como eje conductor, en La Araucanía, y la rápida articulación de colonos inmigrantes en un territorio desconocido.