Aloma Rodríguez retrata con brillante mordacidad e ironía su vida y la de toda una generación.
Puro glamour construye una suerte de biografía, hilarante y profunda al mismo tiempo, nunca convencional. La protagonista debe lidiar con el voraz sector inmobiliario, el regreso a Zaragoza –su ciudad natal– después de casi una década de vida en Madrid y hacer frente al trabajo creativo y el prosaico, encajar las actividades extraescolares de sus hijos y cumplir con su papel como autora-esclava de cuentos infantiles para ellos.
Puro glamour se lee como una serie de televisión de la que uno desea consumir un capítulo tras otro, de manera compulsiva. La prosa mordaz e insultantemente viva de Aloma Rodríguez examina lo cotidiano y lo esencial de su vida y transforma la de sus lectores.
Casi todo lo narrado está dentro de la cotidianidad, casi todo es divertido y mucho te va a ser cercano si tu vida está lejos de esa perfección que nos pretenden inculcar o hacer que simulemos. Lectura rápida y muy amena, algunas historias ya las conocerás si sigues a Aloma en la radio, por mi parte es lo primero que leo de ella y sin duda no va a ser lo último.
Reconozco que no tenía ni idea de quien es Aloma Rodríguez antes de leerme este libro, así que no tenía ninguna idea preestablecida sobre su literatura ni su trabajo radiofónico. Eso que podría haber sido un problema, para meterme en una novelita autobiográfica, en realidad no lo ha sido, porque la escritora te lleva muy bien desde las calles de Madrid hasta su Zaragoza natal.
Muchas de las cosas que hace Aloma Rodríguez las podríamos hacer cualquiera, como ir a un concierto de los hermanos Cubero, Rodrigo Cuevas o Rigoberta. Aunque a veces se parece más a nuestras madres, porque es como de otra época, por el hecho de tener tres hijos e incluso por el deseo (por parte de su marido) de tener alguno más. Y encima en tiempos de pandemia.
Las anécdotas que cuenta la autora son sencillas, nada del otro mundo, e incluso se frustra cuando va a hacer una gestión burocrática y no le pasa nada de interés literario. Pero ese no encontrar nada lo convierte en un bonito texto, escrito con bastante encanto.
La autora peca de pedantería con sus elecciones cinematográficas y lectoras, pero ella misma es consciente y se burla de ello cuando unos parientes le ponen a sus hijas una peli familiar de Santiago Segura para "normalizarla".
Este libro esconde tanto en su aparente simpleza. Sobre todo por las referencias literarias (te encanta Natalia Ginzburg y Annie Ernaux, queda claro) y cinematográficas (las musicales no tanto, Aloma, lo siento) y por la mala leche y ese humor que tiene la autora, que cómo no te vas a reír.
Relatos cortitos que te transportan a la vida misma. La sencillez. La cotidianidad. Es como una serie escrita que puede ir leyéndose poco a poco y disfrutándola con lentitud.
La parte que más me interesa de ‘Puro glamour’, el dietario de Aloma Rodríguez, es la que se refiere a su oficio de crítica, o como ella dice eufemísticamente, de reseñista. Por los libros que llegan (cinco una semana floja), los favores del cartero, que ya sabe que los libros son para ti sin más y se apiada y te los trae a casa si no caben por el buzón, por la obligación autoimpuesta de leerlos enteros aunque sean malos y aunque los demás sólo lean dosieres de prensa y en diagonal, por elegir los más finos (250 páginas ya no compensan los menos de 100 euros que se pagan), por las pilas y las mudanzas, por la falta de valentía en criticar a alguien conocido, por el ensañamiento con los principiantes, por la información en cascada: un libro es bueno porque ya se ha decidido que lo es y nadie se atreve a decir lo contrario, sobre todo si casi nadie lo lee. Cita Aloma a Orwell: “Hasta que uno desarrolla una especie de relación profesional con los libros, no descubre lo malos que son la mayoría”.
I really enjoyed this book but I suspect that there will be people who dislike it for exactly the same reason that I liked it.
In the past I used to read a car magazine and, in that magazine, there was a section called disconnected jottings. That phrase perfectly describes this book. The events are almost non events - walking the kids to school, losing prescription sunglasses while splashing about in a river, reading a book, forgetting to order a mattress and so on. And there's almost nothing apart from similar, commonplace, events.
I suppose it went nowhere but I, for one, enjoyed the journey immensely.
Una sucesión de hechos cotidianos sin sustancia, los mismos en los que estamos inmersos el resto de las personas de este mundo. Hay quienes saben relatarlos de manera más o menos atrayentes y hay quienes los transmiten dejando en sus lectoras/es una sensación de "ni fu ni fa". Este libro pertenece al segundo grupo aunque reconozco que hubo algunas páginas, no muchas, que si me resultaron atractivas, por eso lo dejo en ⭐⭐⭐.
Relato generacional de lo cotidiano, de la vida corriente, de los días normales («los asesinos del amor», que dice Karmelo Iribarren). El estilo de Aloma Rodríguez es ágil, divertido y se lee francamente bien.
Además, en un par de párrafos recuerda a Sergio Algora y en otro par a Rafael Berrio. ¿Qué más pedir?
Un libro-diario que parece ligero pero te pone sobre la mesa temas para reflexionar. Desde el miedo a conducir, la maternidad, la precariedad, la búsqueda de una casa que te puedas permitir. Volver a tu ciudad, estar cerca de la familia. Alona es divertida, y real, cero poses en este mundo de social media.
Vivir mientras escribes, escribir mientras vives. Sencillo y natural, me ha gustado. Te quedas a vivir en ese mundo que forma Aloma con su pareja y tres hijos, la madre, la familia, sus excursiones y sus pequeños dramas.
Nadie como Aloma para contar de una forma divertida y a la vez interesante el día a día, la rutina, las reuniones familiares y con amigos. Un viaje al que Aloma nos deja asomarnos haciéndonos sentir parte de sus vivencias.
"Para eso sirven los álbumes, los vídeos de los eventos, para ver cómo éramos, cómo fuimos. (...) Para eso sirven también los documentos: para saber qué olvidamos".
Una mezcla de cotidianidad, humor, ternura y lucidez.
Un libro-memoria que, además, es un placer leer en pijama, con la casa aún por limpiar, mientras las lecturas se acumulan en mil torres polvorientas y el niño te pide merendar chuches. Ese glamour.