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Paperback
First published January 1, 1964
“…no es el material sino la manera de vender el artículo lo que cuenta”El material se puede contar en pocas líneas. Alistair Berg, que se hace llamar Greb, fue “Un niño difícil y enfermizo que anhelaba ser aceptado por los demás, por quienes estaban sanos, fuertes, se pavoneaban engalanados con brillantina en el pelo”. Solo tenía a su sobreprotectora madre, a quién su marido abandonó siendo Berg muy pequeño. Vivían con estrecheces, aunque Berg siempre tuvo grandes sueños y la esperanza de cumplirlos algún día.
“Los puños y el cuello de tu camisa manchados y roídos, el trasero remendado, tus zapatos chapoteando en el barro. Pero una vez a solas, cuando mandabas con la bestia y la flor a zancadas por las colinas, amparado por un orden natural, una sensualidad pausada que el sol envolví, cabalgaba el viento a través de los herbosos bosques, entonces nada importaba, porque todo comprendía tu relevancia"Era de los que creían que podía dominar su destino. Ahora trabaja como vendedor de pelucas y tónico capilar y ha sabido por pura casualidad del paradero de su padre, a quién odia profundamente y le hace responsable de su patética vida. Es el momento de aniquilar el mundo antiguo y renacer en el nuevo: va a matar a su padre.
“El sentido trágico del destino es inherente a todo hombre; pero yo desafío al hado, yo soy el único responsable de cada acción, de cada escena; desde mi nada crearé la idea, contemplaré lo que he imaginado y solo de ahí brotará la totalidad de mis actos”Pero esto, con ser atrayente, no es ni mucho menos lo que hace grande a esta novela. El texto es tortuoso, poético, duro, sórdido a la vez que hermoso, repleto de situaciones cómicas, algunas patéticas, también erótico y hasta violento, vanguardista, simbólico, muchas veces críptico y con numerosas claves (para mí) ocultas (algunas son explicadas por los traductores, a los que desde aquí felicito por su labor, pero apostaría algo a que ni de lejos agotaron todas las referencias). Una tercera persona que rápidamente vira hacia la corriente de conciencia y que incluye diálogos en un curso continuo que no hace distingos, “pensamientos y sueños que escapan juntos y forman un todo, un universo entero que conformo yo solo”, una mente delirante propensa a la paranoia que se desarrolla entre lo grotesco y lo macabro en una historia edípica, fáustica, shakesperiana, freudiana con algo de tragedia griega, seriamente absurda y divertidísima. Todo esto en una primera novela que la autora escribió con tan solo 28 años, corría el año 1964.
“Alistair Berg, alias Greb, viajante de comercio, vendedor de pelucas, de tónico capilar, amante paranoico, ¿se declara culpable? Sí. Culpable de todo aquello que la condición humana trae consigo; culpable de entregarme en exceso; culpable de defenderme; de defraudar a otros; culpable de amor; de amar demasiado, o no lo suficiente; culpable de actos provincianos, de cumplir deseos universales; de martirio consciente; de masoquismo inconsciente”Llegué a este libro porque el vendedor de segunda mano de Hotel Splendid tenía este en su catálogo, me pareció interesante y, de paso, me permitía amortizar los gastos de envío. Hay veces que los libros le eligen a uno en lugar de ser al revés. Cuanto me alegro de que este me escogiera.
Quin was an avant-garde British writer, working class, art school. Berg was the novel in which Quin put to work, in a very British way, her homage to the Nouveau Roman novelists she admired - with the bonus of humour and a ventriloquist's dummy that comes to a sticky end. Berg exported its oedipal themes and new literary grammar to seedy 60s Brighton in a vision that Hitchcock would have relished.At times the novel feels a little too self-consciously experimental, and, when Quin switches to the more lyrical of her registers, somewhat artificial. But a vivid, intense and disturbing work, one that lingers after the page has been turned. and one worthy of the re-attention Quin’s novels are now receiving. 3.5 stars rounded up to 4.
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Fingers scratching the partition. Two beasts emerging, somewhere between head and belly; substantial food for only one, the third lingering, then leaps and devours everything, the remaining two face each other, which will die, the one above, or the one below? There I've lost interest in being the ring master, but shall I remain the impassive observer? Berg pressed himself against the partition, until it shuddered, and he thought someone coughed the other side, a rasping sound that - why yes unmistakable - and yet?