Campos de Castilla es una obra clave de la poesía española del siglo un sentido homenaje a España y a sus gentes que marcó un antes y un después en la carrera literaria de Antonio Machado. Tanto es así que en estos términos se expresaba en La Vanguardia en 1912 el intelectual Bernardo G. de «Nos hallamos ante un caso de transformación artística (…). Es decir que Antonio Machado, el de antes, no es más que un homónimo de el de ahora». De hecho, el texto de Machado indagaba en nuevos terrenos poéticos, históricos y sociales y se convirtió en un éxito de crítica y público que se ha extendido hasta el día de hoy. A través de una sensibilidad única y de una creatividad desbordante, David de las Heras ilustra este poemario para que cobre nueva vida frente a los ojos de los lectores actuales. Para ello recurre a una gama cromática amplia, distintos géneros artísticos y referencias pictóricas que remiten al Siglo de Oro, pero que resultan sorprendentemente cercanas. La literatura y el arte se hermanan en una sucesión de versos e imágenes que arrojan una luz inédita sobre un clásico inmortal.
Artista plástico e ilustrador. Licenciado en Bellas Artes por la Universidad del País Vasco, y graduado en el ciclo de Ilustración de la Escola Massana. Su trabajo como pintor ha sido expuesto en diferentes países como Alemania y Portugal; así como en diferentes galerías de muchas ciudades del país. Como ilustrador ha publicado varios libros.
Machado es superior a cualquier calificación o estrellitas de Goodreads así que no me molestaré en defender su maestría. David de las Heras, por su parte, hace un brillante trabajo con las ilustraciones, que acompañan y suman al poema en todos los aspectos (en particular, he flipado con el color y las texturas).
Si algo echo en falta de la edición es un buen prólogo que introduzca el poemario. Pero tampoco es un problema grandísimo, el libro ya es una obra de arte por sí sola.
El poemario más sólido que he leído hasta la fecha. A veces solo soy 1 xico de campo y me emociona una poesía dedicada a una encina que, anodina y parda, no puede hacer sombra a las coloridas flores, y que por encima, tiene el castigo de vivir más que ellas, viendo como su unico papel es ser testigo de lo exuberante, sin participar nunca de ello (por algun motivo casi lloro). Con sus más y sus menos (Antonio Machado es un señor de principios del siglo XX y se pone pesadísimo con cosas como Dios, que lo tiene hasta en la sopa) la obra resulta refrescante en lo clásico. Lo bucólico se impregna de desesperación, los paisajes realmente lloran la muerte de su esposa Leonor y la debacle española (por fin un patriotismo de verdad y no de banderita). Como recopilación, hay algunos que me interpelan más y otros menos, pero el libro en general ha despertado en mí muchas emociones que no sabía que podían sacar los poemas.
Los que me conocen saben que no soy ni de puntuar ni mucho menos, reseñar, pero es que esta edición se quedará en mi corazón mucho tiempo.
No es novedad llamar a Machado un genio así que seré breve. El ritmo de cada poema crea una canción en tu cabeza, a la que se empieza, no se puede parar. Un torbellino de pompas de jabón, por citar al autor.
No conocía a David de las Heras antes de esta obra y me ha dejado boquiabierta. Cada ilustración casa a la perfección con su poema, el uso del color y la textura simplemente magistral. Quizá peco de sentimentaloide por mi vínculo personal con la tierra, pero me ha transportado al fluir del Duero, la pasividad de los campos de castilla, la fuerza de las tierras numantinas y la eternidad de los muros de la Laguna Negra y los pinares altos en cada página.
La edición, impecable, cada detalle de la maquetación está cuidado.
En fin, después de este libro, si vuelvo a Soria será para no volver.