Escritor, pintor y político ecuatoriano, de marcada tendencia liberal y amigo del presidente Eloy Alfaro. Entre los cargos públicos que ocupó se cuentan Diputado al Congreso Nacional por la Provincia de Tungurahua, Gobernador de la misma provincia y Subsecretario del Ministerio de Instrucción Pública. En el ámbito literario, es considerado el iniciador del realismo en el país. En la pintura fue uno de los pocos pintores romanticistas y de los primeros costumbristas que enriquecieron las artes plásticas durante las primeras décadas republicanas.
Es mi libro ecuatoriano favorito, lo leí en distintas etapas de mi vida, y cada vez he descubierto cosas nuevas en el libro. Como retrata el regionalismo (que aún existe en la actualidad) y las ideologías política de aquella época en una historia que involucra amistad y amor te despierta un gran interés en la historia ecuatoriana, y entiendes el por qué algunas actitudes todavía siguen vigentes en el país.
Nuestro Ecuador tropical está atravesado por la Cordillera de los Andes, lo que produce una variedad de climas, alturas y vegetación, aún más, provoca una gama diversa de costumbres, acentos, y tradiciones. Aunque Ecuador posea 4 regiones naturales, la Costa y la Sierra se llevan (injustamente) la preponderancia; a lo largo de la historia republicana, un marcado regionalismo ha dividido el país entorpeciendo proyectos políticos, sociales y/o de desarrollo. Los conglomerados económicos y sus alianzas familiares y clientelares sumieron al país, por décadas, en una lucha por la hegemonía entre los hacendados conservadores de la Sierra y los latifundistas comerciantes liberales de la Costa. La escaramuza entre militaristas, conservadores y liberales se extendió desde el origen de la República en 1830, hasta los inicios del Siglo XX, cuando nuevas fuerzas políticas y movimientos sociales e ideológicos emergieron en la arenga pública; en esta etapa histórica surgieron algunos de los nombres y personajes más célebres de la historia ecuatoriana como Gabriel García Moreno, Eloy Alfaro, Juan Montalvo o Juan León Mera, y se escribieron algunas de las obras literarias más representativas del canon de la literatura clásica ecuatoriana, como esta novela: “A la Costa, Costumbres ecuatorianas” del ambateño, Luis A. Martínez. Publicada en 1904, es una obra bisagra que representa una ruptura con el romanticismo precedente, y que siembra las bases realistas que sostienen el auge de la literatura del realismo social de la Generación del 30. Por supuesto, “A La Costa” no es una obra perfecta, sin embargo, sus méritos le asignan un lugar privilegiado en la historia de la literatura ecuatoriana, veamos sus pormenores.
Además de escritor, el ambateño Luis Alfredo Martínez, fue pintor, agricultor, montañista y político de corte liberal, ocupó varios cargos públicos y administrativos bajo la tutela de Eloy Alfaro, entre los que destacan Teniente político de Mulalillo, Ministro de Instrucción Pública y Administrador del Ingenio Valdez en Milagro. Su estadía en la región litoral le permitió conocer de primera mano la situación de los montuvios, algunas de sus costumbres y formas de vida; pero no pudo reflejarlas en su complejidad en la novela debido a su corta mirada clasista/regionalista. En este periodo enfermó de polineuritis malaria (como Salvador, protagonista de A la Costa), quedó paralizado y postrado en una cama; sin embargo pudo recuperarse gracias a los cuidados de su esposa, Rosario Mera Iturralde, hija de su primo Juan León Mera, a quien dicto la novela “A la Costa”, durante la convalecencia.
La trama de “A la Costa” sigue la vida de Salvador Ramírez, serrano empobrecido después de la muerte de su padre y que, sin perspectivas de futuro, emprende el viaje a la región litoral para trabajar en una cacaotera hasta encontrar una felicidad efímera en los brazos de su joven esposa Consuelo. La novela está dividida en dos partes: la primera, la parte serrana, narrada en tono costumbrista, es muy crítica con la religión, relata la niñez, adolescencia y juventud de Salvador en su seno familiar: un hogar conservador ultra-católico que mira con desdén los desafíos políticos del nuevo Siglo y que prohíbe a sus hijos, Salvador y Mariana, las relaciones con Luciano, joven liberal amigo del muchacho, que se convirtió en el primer amor de la hija. El carácter y el atractivo voluptuoso de Mariana no pudieron encerrarse en los dogmas y rosarios, escapó violenta para entregarse, antes de misa, a Luciano el prohibido; quién dudó, pero al final rasgó la membrana. Deshonrada frente a una sociedad machista, la muchacha se refugió en Rosaura, vieja alcahueta que detrás del disfraz de beata, ocultaba sus intenciones embusteras: organizar encuentros sexuales entre sacerdotes y jovencitas. Mariana quedó atrapada con el célibe Justiniano, con el buen pastor que no dudó un instante en desafiar todo orden espiritual para violar a la pequeña, a la rosa tierna que quedó marchita. Después de la muerte de su padre, humillada, rota, perdida, Mariana siguió el camino, denostado por el autor, de la prostitución; Salvador por su parte, luego de enlistarse, fracasar y decepcionarse del ejército conservador, desertó para tomar el rumbo “A la Costa”.
En esta primera parte, luce a primera vista una de las virtudes del autor: su ira, su coraje para visibilizar y denunciar las injusticias que percibía a su alrededor. “Estamos ante algo que nunca hubo [en la novela ecuatoriana previa a Martínez]: indignación y pasión; cólera […] En Martínez la cólera se hace novela. He aquí la novedad. […] La cólera hará que esta novela sea precursora del relato ecuatoriano del Siglo XX: el realismo social” (Rodríguez Castelo, 1984). Una cólera que lo lleva a escribir: “La religión y la libertad, dos fantasmas engañosos que han tragado generaciones mil, sin haber podido nunca, ni la una ni la otra, enjugar las lágrimas de la humanidad”. Por supuesto, esta indignación surge desde su perspectiva liberal, por tanto, la iglesia católica es atacada, al igual que sus ministros, oficiantes y practicantes. Aunque Martínez buscó distanciarse de sus predecesores románticos, a través de un lenguaje directo, incluso violento evitando el lenguaje poético, no lo consiguió del todo debido a que el narrador de su novela regresa una y otra vez al romanticismo, al detallar y describir, no, al pintar los paisajes de la sierra y de la costa con palabras. Si bien la trama amorosa de la primera parte es un pretexto para desatar su rabia y criticar al “trasnochado romanticismo”, no postuló nada novedoso en torno a la mujer; al igual que en el romanticismo, la redujo a una criatura sin profundidad que se debate entre la santidad y la perdición, entre la virtud y el pecado, entre la pureza y el arrebato: una visión machista que dicta cómo se debe comportar una mujer y que condena a quien se sale de la norma, aún más, que estigmatiza la perdida de la virginidad femenina como el peor de los tropiezos. Por eso Martínez se quedó en la bisagra del romanticismo/realismo, por su visión machista/conservadora de la mujer y porque en su faceta de pintor, fue uno de los pocos exponentes del romanticismo pictórico ecuatoriano. Martínez no fue un escritor que pintaba, fue un pintor que escribía.
La segunda parte, más visceral y desgarradora, nos cuenta los pormenores de un Salvador desahuciado que termina como trabajador de la cacaotera “El Bejucal”, en la región más infernal de la costa ecuatoriana, donde el calor, las víboras, los mosquitos, la suciedad, las enfermedades y el salvajismo humano no dan tregua. Martínez pinta cuadros de costumbres que son verdaderos documentos históricos en torno al comercio, el transporte y la producción del cacao, detallando los pormenores de los procesos agrícolas y pintando la exuberancia del agro tropical, de sus nítidas aguas y de sus misterios. Después de los primeros tormentos y vejámenes, Salvador se adaptó al trabajo de la finca; y aunque Fajardo, el administrador montuvio de la hacienda se portó arisco y envidioso, también encontró en Roberto Gómez, ayudante del administrador, y en su hija Consuelo, el alivio a las fatigas. Poco tiempo después y gracias al beneplácito del dueño del “Bejucal”, Salvador y Consuelo recibieron los permisos y el estipendio para el matrimonio; por supuesto, Fajardo no se quedó de brazos cruzados y sembró las intrigas que llevaron a las balas. Cuando al final la fortuna parecía sonreírle a Salvador, cayó abatido por las fuerzas telúricas del trópico, ante las cuales el ser humano es insignificante.
Las concatenadas y contrastadas descripciones de los paisajes, las costumbres y las gentes de la Sierra y la Costa plantean una primeria idea de país; ya no un conglomerado de haciendas y latifundios, ya no ciudades independientes y desconectadas sino un estado nacional que aunque dividido por una cordillera, responde a un vínculo histórico y cultural. En palabras de Jorge Enrique Adoum, A La Costa es la “primera expresión de la voluntad de ver y explicarse el país”, un intento literario y político valioso, postulado desde la óptica de su época: una dimensión machista, clasista y regionalista que redujo a la mujer, al obrero, al trabajador, al agricultor, al campesino y al costeño a un objeto configurado para el uso y abuso del patrón blanco. Más allá de sus virtudes y defectos, “A la Costa” es la defensa de un proyecto político liberal para el Ecuador, que además de ser un producto y un reflejo de su tiempo (Sinardet, 1998), convocó a la búsqueda de un hombre nuevo en un nuevo espacio (con la muerte de Salvador muere el viejo Ecuador (Sinardet, La geografía cultural de Luis A. Martínez: espacios e identidad, 2020)), y mostró la soledad vital que acompañó a su autor, Luis Alfredo Martínez, en conexión con el espíritu de la naturaleza.
En efecto, una de las mayores virtudes de la novela es su descripción mágica y mística de los paisajes ecuatorianos que se pintan como fuerzas superiores e inalterables, ocasos que guardan la tragedia humana, horizontes de esperanzas, colores vivos, exuberancia y plenitud: un lirismo paisajista de elevación moral que conducen a lo sublime: “al invitarnos a aprehender una suerte de absoluto de la creación, a captar algo sagrado que suele escapársele al hombre […] la naturaleza sorprende, seduce, asusta, despista, provocando sentimientos de toda índole que apuntan a lo irreductible, a la imposibilidad de conocerla definitiva y totalmente. (Sinardet, 2020, pág. 30). Salvador la conoce al final, mientras, exhala su último suspiro, en la última línea de la novela: “la cara tomó una expresión beatica y bellísima, y los ojos vidriosos quedaron fijos en el Chimborazo, que allá, en el confín del paisaje inmenso, resplandecía con los últimos rayos del sol” (Martínez, 1984). “A la Costa, costumbres ecuatorianas” es una novela costumbrista de ambición realista que tiene toques autobiográficos y de Bildungsroman en un contexto ideológico y político que puso a la literatura al servicio de la construcción de un estado nacional desde la óptica liberal. Una apuesta literaria bisagra entre el romanticismo anterior y la generación del realismo social: ya vendrían De la Cuadra, y el triunvirato de “Los que se Van” para reivindicar, desde su complejidad, los dramas, riquezas y miserias del pueblo montuvio y del cholerío del litoral. Por eso “A la Costa” se ha ganado, con todo el merecimiento, su sitial como un clásico de las letras del Ecuador. Leed “A la Costa” porque la historia de América está en nuestras novelas y no en nuestros libros de historia.
Bibliografía
Martínez, L. A. (1984). A la Costa, costumbres ecuatorianas. Quito: Editorial Printer Colombiana. Rodríguez Castelo, H. (1984). Prólogo: "A la Costa". En L. A. Martínez, A la Costa (págs. 1-13). Quito: Editorial Printer Colombiana. Sinardet, E. (1998). A la costa de Luis A. Martínez: ¿la defensa de un proyecto liberal para Ecuador? Bulletin de l'Institut français d'études andines, 285-307. Sinardet, E. (enero-junio de 2020). La geografía cultural de Luis A. Martínez: espacios e identidad. Kipus. Revista Andina de Letras y Estudios Cuturales(49), 26-40.
Un año después, pero lo acabe. Este libro me hizo amar más el Ecuador, más mi Patria y mis raíces. Qué bello sería morir viendo fijamente el Chimborazo
Una relectura que me supo a lectura, ya que había olvidado muchas partes interesantes sobre esta historia.
He encontrado en esta novela:
Valor histórico: Retrata la migración interna y las tensiones regionales en Ecuador.
Crítica social: Denuncia la explotación laboral y la corrupción institucional.
Conflicto cultural: Muestra el choque entre la tradición serrana y la modernidad costeña.
Personajes complejos: Salvador y Mariana representan la lucha por la supervivencia y la dignidad.
Estilo realista: Prosa directa y sin adornos, enfocada en los aspectos más duros de la realidad.
Una historia que me rompió nuevamente el corazón, sobre todo porque fue y es la realidad de muchos ecuatorianos que migran (tanto dentro y fuera del Ecuador) en busca de mejores condiciones de vida, y que en muchas ocasiones esto no ocurre
De las mejores, si no la mejor novela ecuatoriana que he leído. Personajes sólidos, historia llena de tensión, y un retrato del Ecuador de finales del siglo XIX pero cuyas cicatrices aún perduran en el fondo de nuestras almas.
I thought this book was going to be tedious, languid and uncomfortable to read but it was interesting. I don't even want to go into the convoluted political issues of the book, because just as in reality social castes are very present, as are the conflict between conservatives and liberals and the cultural differences between the coastal and mountain regions. My reading was superficial at best since I don't think I have enough knowledge to understand the issues discussed in the book, but the use of language to describe the spaces fascinated me. I feel that the author was very aware of even the trifles of the Ecuadorian landscape due to the precision with which he narrated them, and this was especially noticeable in the instances in which Salvador worked in the cocoa plantation or before the battle of San Miguel de Chimbo. The cultural issues of communication and interaction between the characters were easy to understand and I thought it was nice how embedded the essence of Ecuador was in each of the verses. It was permeated in every corner of the book and I liked it. Furthermore, the descriptions were so beautiful, and the story was so vital that I ended up becoming attached to the characters and I don't see Salvador's reason for hating Mariana.
I was angry when Salvador died at the end, poor man, and on top of that he had gotten his wife pregnant and was on the verge of an abstractly happy life. I was very drawn to this character because of his shyness and his diligence but it's not like he was popping out of the pages for his realness. Mariana was also interesting to read, and her passionate personality was appealing, but she felt as if her only role in the story was to fall madly, passionately in love and end badly. Same with Consuelo, they were only vehicles for the male characters. I guess gender roles made more sense at that time, after all more than 100 years have passed since its publication. That's why I find it surprising that I didn't find it strange how influential the church was at that time since it continues to be that way even now, although more opaquely. Luciano was also a good character.
At the same time, I think that this book wants to assume that the Sierra is naturally superior to the Coast, at least in education. That was a little awkward but obviously the author's beliefs came through. His experiences must be seeping into the book, but I still think it's teetering on the edge of racism. On the other part, I think it was unfair how Mariana was portrayed as a worthless prostitute after she got pregnant. She was raped, like what the fuck Salvador? Anyways, the book, as I said before, must be portraying the beliefs of the century and that's naturally inherent in every work.
Natura had a beautiful role in this, it's depicted almost sensually, fervently. It's truly amazing. I saw someone mention that in the notes for this edition of Antares, the author compares the coast to hell while he compares the Sierra to paradise or heaven. I think this is completely true. I mean why would Salvador die while looking at none other than the Chimborazo. The coast was also portrayed very much as hellish with its insects, snakes, illness, and endless work under a blistering sun, while the mountains were almost fresh and comfortable. Obviously, the coast had its own beauty too, which is clearly mentioned in the book. "What I did notice is that in the mountains, society and religion create a hell while the struggle on the coast was mostly with nature which could be oppressive. In both cases an influence of the ideology of naturalism is apparent in that Martínez depicts the human figure as powerless against his circumstances." this is in another review and it's fascinating, I hadn't noticed this inherent aspect.
Anyways that was my pathetic amateur review so take it with a grain of salt. Honestly this book was amazing to read and, as always, I immediately fell in love with his use of the words and language, which for me was the most appealing aspect of the book. Not eye-opening, but it was culturizing nonetheless and I am glad to learn more about the country I was born in AND I mostly fell in love with the characters even if they were short-lived. My mind has suddenly blanked out of all the things I had to say about this book, and it always happens so why am I not surprised haha. Anyways, 4 stars because as I mentioned, the roles and the situations in the story were not essentially revolutionary but I did get embezzled with this book. One of my favorites.
Creo que todos saben de que trata la obra, una imagen republicana del Ecuador con un marcado regionalismo. Lo que me molesta de la historia fue el sexismo hacia Mariana, siento que ella fue la verdadera víctima de toda la trama. 1. Vive presa de unos padres tontos y conservadores, en especial su madre. 2. Luciano abusa de ella, no tiene nada que ver que fuera "consentido" ya que la realidad él se aprovechó de su vulnerabilidad. Además aún consciente del daño que le podría causar (es más hasta se jacta pensando en las nulas consecuencias de sus acciones) decide mantener relaciones sexuales con ella, no por "amor" como dijo que sentía, sino como una forma de alimentar su orgullo herido. No conforme con eso, luego del acto, ve a Mariana como algo sucio, sin valor, la cosifica y decide que ya nos es apta para más que para ser su querida. Es un personaje detestable, que juzga a la hipocresía de la sociedad quiteña pero que en el fondo es igual o peor. 3. Su hermano, es la traición más dolorosa. Llama a Mariana perdida luego de haberla abandonado completamente y ni siquiera se molestó en saber que ella fue violada. La rechaza sin siquiera oírla, y luego ni siquiera se preocupa por ella. Esta más preocupado por una madre que nunca lo quiso más que a su iglesia y sus ideologías políticas. 4. Rosaura, una mujer vengativa y malvada. Es una desgraciada. 5. Justiniano: personaje que refleja la doble moral de la iglesia, pues pasa predicando la palabra de Dios y al mismo tiempo abusa de jóvenes inexpertas. Se aprovecha de la culpa de Mariana y de su posición para violarla brutalmente.
Me dio mucha tristeza el final de Mariana, siento que no merecía nada de lo que pasó.
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El libro que puso fin al costumbrismo e inició la llegada del realismo.
La historia comienza con un joven Jacinto que presenció el terremoto fatal en Ibarra, luego nos cuentan como conoce a su esposa Camila.
Luego de varios años, nace su primer hijo de nombre Salvador y años después Mariana. Prácticamente son polos opuestos.
Luego, nuestro protagonista es Salvador. Nos da la vida de él y como conoce a su mejor amigo Luciano de quien Mariana cae enamorada.
El libro tiene dos partes y la siguiente solo seguimos la vida de Salvador cuando deja la sierra y va a la costa por oportunidades de trabajo que no obtenía en Quito.
Este libro está ubicado en el momento histórico del Liberalismo de Eloy Alfaro y vemos muchas cuestiones de más cuales comienza a haber un cambio.
Uno de ellos se ve reflejada en la decisión de Salvador de irse a la costa ya que, se volvió el centro económico.
La historia como tal, es un poco aterradora más que nada por la historia de Mariana. Siento que es la más cruda y es a la que peor le va.
Es un libro recomendado que si lo pondría en algún orden no sería para poder entrar en el realismo aunque sea fácil de digerir y entender.
Todos los ecuatorianos deberían de leerla, es una obra que nos muestra nuestra historia, como era el contexto político, social y cultural, es un libro que tiene de todo, es como guerra y paz pero ecuatoriano, nos muestra a la sociedad, pero también las guerras, y como perece el pueblo, la regionalidad que existía y para mí sigue presente pero no tan marcada, los resaltes de la raza como montubio, serrano, blanco, ahora todos somos mestizos, esta edición no sé si sea la novela completa, espero que si, porque es una maravilla y algo que me agrada mucho, son las notas al final con más contexto, ya que ahora yo como joven no tenía ni idea de estas guerras o este terremoto en Ibarra, hoy en día nuestra historia se corta, nos cuentan de Alfaro a hoy, y quizas en unos años de Mahuad al presente, es muy importante que le demos importancia a nuestra historia, y todo lo que ha vivido nuestro país y nuestros antepasados, es un libro que se lee muy rápido, porque engancha de una, yo no tenía casi tiempo de leerlo, pero cada que tenía lo aprovechaba, así pasara días sin leer, no me perdía en la historia porque no es una novela olvidable, es algo que te marca y te engancha.
En esta novela, Martínez explora la relación entre la Costa y la Sierra ecuatorianas durante el conflicto entre conservadores y liberales a través de Salvador Ramírez, un estudiante de jurisprudencia.
La novela arranca de manera inteligente con la historia de su padre, el abogado Jacinto Ramírez, quien en su deprimente oficina rememora sus años de estudiante universitario, cuando tuvo que enfrentarse a una tragedia familiar en el terremoto de Ibarra en 1868. A partir de ahí, recorremos su adultez, cuando se casa y nacen sus 2 hijos Salvador y Mariana.
Es entonces que conocemos a Salvador, un chico tímido y estudioso pero que es sobreprotegido por sus padres, mientras que Mariana, detrás de su belleza, es más atrevida. Todos los personajes están bien desarrollados, incluso Luciano, el amigo de Salvador y amante de Mariana.
Que bonita experiencia leer un clásico ecuatoriano, en cada descripción de paisaje era genial porque son lugares que reconoces pero te los describen como era hace tantos años 💕.
Topa temas muy importantes desde la guerra hasta enfermedades incurables, y es que es genial que nos comparta las perspectivas de vivir y pensar en la sierra y costa ecuatoriana, en verdad creo que aquí se nota como hay cosas que aunque pasaron años no han cambiado.
Si bien Ecuador es un país tan pequeño solo la comparación de estas dos regiones nos muestra lo tan diverso que es nuestro país, en gente, cultura, paisajes, comida, etc 🇪🇨.
Esta edición es idela para que la lean jóvenes porque incluso tiene actividades al final que te motivan a querer saber más 👌🏻.
Esta novela es una metáfora sobre la condición escindida de nuestro país: dos regiones, dos formas de ver el mundo, dos culturas confrontadas. Sierra y Costa, geografías y gentes hostiles entre sí. El viaje de su protagonista a la costa se convierte en un descenso al infierno: ahí encontrará la violencia criminal exacerbada en las relaciones individuales, el rechazo de las personas y de la misma naturaleza y también encontrará su fin luego de un efímero interludio de felicidad.
Muy buena acercamiento a las obras literarias de Ecuador, permite conocer en parte la atmósfera tanto de la costa como la sierra del país, incluso ciertas costumbres que aún perduran. Sin embargo; ciertos tramos de la lectura se vuelven confusos debido a los cambios de perspectiva entre los personajes y las descripciones tan detalladas de los entornos que en ocasiones desvían el hilo de la estructura principal.
Luis Alfredo Martínez fue un escritor, filósofo, político liberal, pintor, nihilista y misántropo por elección propia en sus últimos años, un personaje de gran calibre en nuestra historia ecuatoriana. A la Costa narra el Ecuador de finales del siglo XIX, empezando con el terremoto de Ibarra y siendo testigo de la revolución del 95 entre liberales y conservadores para llegar finalmente a la Costa, acompañando a Salvador, personaje principal de la obra. La primera parte se centra en la vida de la familia Ramírez, Quito de escenario, mundo con una dependencia religiosa dogmática, mundo que se viene a bajo, qué cae en ruinas y que por ello, el hijo Salvador se afana al nuevo y prometedor sueño costeño. Ese provenir costeño, de campos cacaoteros, donde siente rozarlo con los dedos, donde son pocos quienes consiguen atraparlo y hacer el sueño propio. Aviso que el libro es una tragedia, desde el principio se vaticina ese fatum terrible para muchos personajes, a ratos con una percepción de la mujer qué atropella las ganas de seguir leyendo, pero pese a ello vale la pena leer a Martínez.
Una obra muy digna de ser catalogada como una de las más representatias de la literatura ecuatoriana. Fue extraño porque es la primera vez que mis amigos (que no leen) me dicen "ya me lo leí". La volveré a re-leer sin duda.