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320 pages, Pocket Book
First published January 1, 2001
Author’s Acknowledgements
The author sincerely thanks all know and unknown creators, collectors, collators, and publishers of Jewish jokes and anecdotes, through which my people have turned laughter into a defensive shield, and a source of courage and self-esteem through the most tragic moments of their existence?
Translators’ Acknowledgements
We wish to thank Angel (“Jacky”) and Zora Wagenstein for their warmth and hospitality during the preparation o this translation. To William Weave we are grateful for sharing with us his great store of wisdom on the art of translation. In the process of transforming Isaac’s vigorous and colorful Bulgarian into American-flavored “Yinglish,” we received suggestions and advice, for which we happily give thanks, from the distinguished Bulgarian translator Jeni Bozhilova, Professor Andrew Wachtel, who is the Bertha and Max Dressler Professor in the Humanities and Chair of the Department of Slavic Languages and Literatures at Northwestern University, Tzveta Petrova, Gina Cherelova Brezini, Valentin Belinski, and Lydia Belinska. For responding so readily and fully to our endless queries, we would like to give special thanks to Elizabeth Frank’s Bard colleagues: Professors Susan Bernofsy, Hezi Brosh, Yuval Elimelech, Franz Kempf Marina Kostalevsky, Cecile Kuznitz, Natan Margalit, Jacob Neusner, Joel Perlmann and Gennady Shkliarevsky. To Al Zuckerman we offer a million thanks for escorting our friend Isaac to American shores.
Lastly, we wish to dedicate our translation to the memory of Dimiter Simeonov and Boncho Belinski, who valiantly took part in the Bulgarian antifascist resistance during World War II.
Elizabeth Frank and Deliana Simeonov
Sofia, December 2007
"La venganza -dijo una vez Bendavid, dejando a un hombre que acababa de morir en sus brazos- es ajena a la fe en el Bien y tiene que ser arrancada del corazón de la Humanidad. No obstante, ahora ha llegado su momento irrevocable. Ojalá Jehová dé a nuestras almas siete días, sólo siete días, para que vivos y muertos alcancen por fin la paz. Siete días funestos, siete jinetes de la venganza y ¡a cada cual, lo que le corresponde! Rogaré a Dios que bendiga y que redima a todos los que pidan ojo por ojo y diente por diente, vida por vida y muerte por muerte. Pero ¡siete días nada más! Luego, que todo se cubra de cenizas y que entre las cenizas crezca la hierba. Volverán a nacer los niños, han de nacer en bonanza y en paz, y los agricultores volverás a esparcir las semillas para el pan de la gente. Pero antes, que se cumpla lo dicho: ¡a cada cual, lo que le corresponde! ¡Amén!
Eso dijo el antiguo presidente del Club de Ateos de Kolódets, cerca de Drohobych, el rabino Bendavid. Sus buenos ojos estaban dilatados y su mirada se había vuelto feroz y terrible. En sus brazos yacía exánime algo parecido a un ser humano; sus palabras tal vez fueran un juramento o una oración por la paz de su alma."
"Estos son dos judíos de dos pueblos cercanos que se ponen a discutir sobre cuál de sus rabinos respectivos tiene relaciones más estrechas con Dios y, por tanto, es más capaz de hacer milagros.
«Por supuesto que es el nuestro», dice el primero. «El pasado sabbat nuestro rabí se encaminó hacia la sinagoga, pero de repente se puso a llover a cántaros. No es que nuestro rabí no tuviera paraguas, pero ya que el sábado no se puede hacer nada: ¿cómo lo iba a abrir? Miro hacia el cielo, Jehová lo entendió enseguida y se hizo el milagro: por un lado, lluvia, por el otro, lluvia, y en el medio, ¡un pasillo seco hasta el propio templo! A ver, ¿qué me dices a esto?»
«Pues escucha lo que te voy a contar: el sabbat pasado nuestro rabí regresaba a casa después de rezar. En el camino se encontró un billete de cien dólares. ¿Cómo cogerlo, si es un pecado tocar dinero? Miró al cielo, Jehová se dio cuenta y se hizo un milagro: por un lado, sabbat, por el otro lado, sabbat, y en el medio, no me lo vas a creer, ¡era jueves!»."