El perturbado del verbo lleva tu mente al extremo, a situaciones en las que tu conciencia estará al límite, dudando de si es moralmente correcto lo que estás imaginando, pero, ¿quién aplica las normas morales? ¿Bajo qué patrón debemos plantear nuestra conciencia?
Un libro que, con palabras crudas y escenas viscerales, me ha hecho odiar más aún lo que odiaba y amar con más fuerza la libertad.
Poder leer esta obra mano a mano junto al autor, Luis y a mi quería Ma.José, desgranando cada palabra, cada verso y cada idea oculta a la vista de todos, me ha otorgado una experiencia increíble.
Un solo día he necesitado, un solo día, para considerarme ya perturbada 🤣
Ahora que he leído algo más de Luis Henríquez, El perturbado del verbo, empiezo a comprender mejor el estilo que atraviesa su obra. Sumergirse en este compendio de relatos es, de alguna manera, acompañarlo en su forma de pensar: puedes sentir sus preocupaciones, sus obsesiones e incluso reconocer ciertos guiños que más adelante terminarían cristalizando en Cuentos blasfemos. Por eso, aunque no se trate de una bilogía como tal, entiendo que puedan leerse como si lo fueran.
A lo largo del libro se perciben referencias literarias, cambios en las voces narrativas (tan propios de su estilo) y ese train of thought en el que, de repente, la narración se detiene se mete de lleno en la mente del personaje y del narrador para dar paso a reflexiones que dialogan contigo como lectora.
Las voces que aparecen en la cabeza de los personajes podrían entenderse casi como un personaje más, con entidad propia.
El autor no busca solo que lo acompañes por los rincones de su mente, sino también incomodarte, hacerte pensar y, en el proceso, arrancarte una sonrisa con ese humor ácido que tanto lo caracteriza y que, personalmente, disfruto mucho.
De El perturbado es cierto que no se sale como se entra.
Mis relatos favoritos han sido: “Ángel exterminador”, “Mis trastornadas voluntades”, “Inocencia”, “Una muerte dulce” y “Superstición”.
Cronológicamente no sé si lo he leído en el orden correcto, pero es la sensación que me ha producido como lectora. Quizá lo vea con más claridad cuando lea paraguas rotos