Lorenza es una niña de ocho años, huérfana, que llega a vivir a casa de Licha y Carlos, viejos (literalmente) amigos de sus padres. La trama se teje con estos tres hilos: una niña que ve el mundo con ojos nuevos pero doloridos, acostumbrada a vivir en la ciudad y que, ahora, deberá trasladarse a su nueva casa en un pueblito michoacano; una escritora que no quiso tener hijos y que por necesidad se enfrenta —con cariño— a ese mundo del que no quiso hacerse responsable; y un hombre siempre dispuesto a solucionar problemas pero que no sabe cómo resolver su terrible timidez.
María Luisa Puga fue una escritora y ensayista mexicana. Tras la muerte de su madre, pasa su infancia en Acapulco. La adolescencia la pasa en Mazatlán, y después de volver a México D. F., en el año 1968 se traslada a Europa, para después establecerse en Nairobi. Después de volver a la capital mexicana, decide trasladarse a vivir a una casa en un bosque de a orillas del lago Zirahuén, en Michoacán. En 1995 es secuestrada, y recoge esa experiencia en la novela "Nueve madrugadas y media". En el año 2002 empieza a sufrir los dolores causados por una artritis reumatoide, lo que la lleva a escribir en el año 2004 "Diario del dolor". En diciembre de 2004 se le detecta un cáncer de hígado y ganglios en estado avanzado, falleciendo a las tres semanas.
Siempre maravillada de como llegan los libros a mis manos. En este caso a través de bookcrossing y desde Texas pasando por Buenos Aires. No conocía a esta autora, ni siquiera de nombre. Me ayudó mucho escuchar una entrevista que le hicieron a la hermana de la autora. Les dejo aquí el podscast: https://open.spotify.com/episode/1jrP... Luego de escuchar esta historia me queda mucho más claro que la novela Inventar ciudades no es tan novela, de hecho una de las protagonistas se llama Licha, es escritora y no tiene hijos, al igual que María Luisa. La trama es interesante y sobre todo la mirada de la vida desde los ojos de una niña de 8 años que al quedarse huérfana se va a vivir con esta pareja Licha y Carlos. Las descripciones de la niña y como establece la comunicación con sus padres muertos son maravillosas. Y no puedo dejar de hacer paralelismos entre esta novela y Mi planta naranja lima, en donde el árbol juega un papel preponderante. Árboles que tienen nombres de personas y que son confidentes de los niños que protagonizan la historia. Este detalle me enterneció totalmente.
Lorenza es una niña de 8 años que acaba de perder a su madre, su padre murió un tiempo antes y ha quedado huérfana. Licha y Miguel son pareja, tienen más de 50 años y viven en un pueblo porque decidieron alejarse de la ciudad, es a ellos a quien la mamá de Lorenza les confió la crianza de su hija. En el libro se trata de la conformación de una nueva familia, el reordenamiento de las costumbres y las prioridades, pero también de la apertura a las nuevas perspectivas que cada personaje le puede ofrecer a los otros desde sus miradas. Una es la de la niña que se sabe diferente por su historia y porque todo su contexto ha cambiado, la otra es la de la mujer que busca constantemente entender, conocerse, darle sentido a su nuevo rol, está también la mirada de un hombre que sabe solucionar los problemas prácticos, que está listo y dispuesto a resolver, pero también a sorprenderse al sentirse identificado con la niña y hasta tenemos la mirada de un niño del pueblo, el nuevo amigo de Lorenza, Fabián quien sabe que quiere ser como su padre y se cree seguro en su papel en la vida. Esta historia ofrece la posibilidad de ver cómo se crean lazos de cariño que soportan las vidas de cada persona. Se crea un nuevo núcleo familiar a pesar de la tragedia y esto le da una revolución a cada personaje.
Disfruté darle continuidad a mi curiosidad por la vida de María Luisa. Además de eso, me fue conmovedora la historia y estos personajes conviviendo por una suerte de azar. Una mujer escritora que decidió nunca tener hijos y que en la adultez tardía termina haciéndose cargo de una niña de ocho años.
Lo más lindo de todo fue ver el desarrollo de una relación entre adultos y niños en la que no hay esa común condescendencia hacia las infancias pero sí mucho respeto, curiosidad y una complicidad que da ternura y que refuerza la noción de que una familia puede construirse de maneras diferentes.
«Lo que quiero es que se haga fuerte para que no experimente otra orfandad. Para que acepte con naturalidad que está y no está sola. Tiene a la especie humana como familia».
Fue un abrazo a mi niña interior. Es el segundo libro que leo de María Luisa Puga y simplemente quedo admirada de la soltura de sus palabras. Inventar ciudades es un viaje por el interior del pensamiento humano, es ver el mundo desde los ojos y sentidos de Lorenza, pero también de Carlos y Licha.