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310 pages, Paperback
First published January 1, 1957
The Wapshot boys had been up since four; they were sleepy and sitting in the hot sun they seemed to have outlived the holiday. Moses had burned his hand on a salute. Coverly had lost his eyebrows in another explosion. They lived on a farm two miles below the village and had canoed upriver before dawn when the night air made the water of the river feel tepid as it rose around the canoe paddle and over their hands.
Leander would never take his sons aside and speak to them about the facts of life, even although the continuation of Honora’s numerous charities depended upon their virility. If they looked out of the window for a minute they could see the drift of things. It was his feeling that love, death and fornication extracted from the rich green soup of life were no better than half-truths, and his course of instruction was general. He would like them to grasp that the unobserved ceremoniousness of his life was a gesture or sacrament toward the excellence and the continuousness of things.
‘Of course,’ she said, ‘if it’s absolutely necessary for you to make love to me I’ll do it, but I think that you ought to understand that it’s not as crucial as you make it.’
‘You’ve talked yourself out of a fuck,’ he said bleakly.
‘Oh, you’re so hateful and egotistical,’ she said, swinging her head around. ‘Your thinking is so crude and mean. You only want to hurt me.’


“Era más admirada entre las señoras que entre los hombres y puede que la esencia de su belleza fuese el desencanto (Leander la había engañado), pero ella había puesto todos los recursos de su sexo en esa infidelidad y había sido recompensada con tal aire de nobleza ofendida y luminosa visión, que algunas de sus partidarias suspiraron al verla atravesar la plaza, como si por su cara vieran pasar una vida.”Y es que los personajes femeninos de la familia son cien veces más potentes que los masculinos, seres incapaces de dirigir sus vidas, y en cuya tarea son claramente sustituidos sin mucha resistencia por su parte. Sin embargo, son estos, los masculinos, la columna vertebral de la novela: Leander, redactor de un diario en el que, entre lamentos por esos cosquilleos de los que todavía es víctima a pesar de su franco deterioro físico, nos describe con un estilo peculiar, eficaz y poderoso la añoranza de ese modo de vida agonizante del que es digno representante; y sus dos hijos - Moses y Coverly- que, expulsados del paraíso por su tía Honora, vivirán en carne propia el impacto de ese final de era cuyo brillo sale reforzado tras el choque con la nueva realidad.
“Todas las cosas del mar pertenecen a Venus: las perlas y las conchas, y el oro de los alquimistas, y las algas y el olor salobre de las mareas muertas, el verde del agua cerca de la costa y el morado más afuera, y el gozo de las distancias, todo esto es de Venus, pero ella no sale del mar para todos nosotros. Ella salió para Coverly por la puerta giratoria de una tienda de bocadillos”Pena que esta novela tuviera tan regular secuela en El escándalo de los Wapshot…

The house is easy enough to describe but how to write a summer’s day in an old garden? ... It is dusk and the family has gathered … Leander is drinking bourbon and the parrot hangs in a cage by the kitchen door. A cloud passes over the low sun, darkening the valley, and they feel a deep and momentary uneasiness as if they apprehended how darkness can fall over the continents of the mind. The wind freshens and then they are all cheered as if this reminded them of their recuperative powers … But as we see the Wapshots, spread out in their rose garden above the river, listening to the parrot and feeling the balm of those evening winds that, in New England, smell so of maidenly things – of orris root and toilet soap and rented rooms, wet by an open window in a thunder shower; of chamber pots and sorrel soap and roses and gingham and lawn; of choir robes and copies of the New Testament bound in limp morocco and pastures that are for sale, blooming now with rue and fern – as we see the flowers, staked by Leander with broken hockey sticks and mop and broom handles, as we see the scarecrow in the cornfield wears the red coat of the defunct St. Botolphs Horse Guards and that the blue water of the river below them seems mingled with our history, it would be wrong to say as an architectural photographer once did, after photographing the side door, “It’s just like a scene from J.P. Marquand.”


“Leander nunca se llevó a sus hijos aparte para hablarles de sexo, pese a que la continuidad de los numerosos favores de Honora dependiera de su virilidad. Si miraban por la ventana durante un minuto podían ver el paso de las cosas. Él sentía que el amor, la muerte y la fornicación, extraídas del rico puré de guisantes de la vida, no eran más que verdades a medias y, por ello, su manual de instrucciones era tan general. Le hubiese gustado que ellos captaran que ese pasar desapercibido de lo ceremonioso de su vida era un gesto o un sacramento en honor de la riqueza y la continuidad de las cosas. El día de Navidad iba a patinar —sobrio o borracho, enfermo o sano— porque pensaba que tenía la responsabilidad ante el pueblo de aparecer en el lago Parson. «Allí está Leander Wapshot», decía la gente, y él los oía. Un espléndido símbolo de continuada e inocente deportividad, que él esperaba que sus hijos siguiesen. El baño frío que se daba cada mañana era ceremonial, a veces era solo eso, ya que casi nunca se enjabonaba y salía de la bañera oliendo fuertemente a las sales marinas de las viejas esponjas que usaba. La chaqueta que se ponía para cenar, la oración que rezaba en la mesa, la excursión de pesca que hacía cada primavera, el bourbon que tomaba al anochecer y la flor que llevaba en el ojal, todo ello eran formas que él esperaba que sus hijos comprendieran y quizá imitaran. Les había enseñado a talar un árbol, a desplumar y condimentar un pollo, a sembrar, cultivar y cosechar, a pescar, a ahorrar dinero, a enderezar un clavo, a hacer sidra con una prensa manual, a limpiar una escopeta, a navegar en un bote […]”
“Honora había sido presentada al presidente de Estados Unidos en una ocasión y al estrecharle la mano le había dicho: «Yo soy de Saint Botolphs. Supongo que usted sabrá dónde está eso. Dicen que Saint Botolphs es como una tarta de calabaza. No tiene corteza por arriba...».”Lo maravilloso —e inquietante— de esta novela es que, cuando la terminas, te das cuenta de que la familia Wapshot no es solo una reliquia del pasado, sino un espejo de cualquier clan familiar con tradiciones absurdas y expectativas imposibles. No importa cuánto corras, el peso de tu apellido siempre encuentra la forma de alcanzarte.