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Relectura de Gonzalo de Berceo
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November 13, 2025
Hasta ahora, en la poesía me solía mover por la épica y el género bucólico. Las composiciones religiosas nunca me han llamado especialmente la atención, salvando casos puntuales. Hace unos meses acabé adentrándome en el género y llegando al maestro Gonzalo de Berceo, cuya obra magna, Milagros de Nuestra Señora, me redescubrió un mundo lleno de sentimiento, fervor y belleza.
Así paré en este libro, que ha resultado ser una agradable lectura. Sin pretensiones más allá de las que asume y muestra en sus páginas: acercarnos al poeta a través de un análisis ameno, pero trabajado. No es un estudio exhaustivo, ni necesita serlo, para transmitir seriedad, rigor y el profundo conocimiento del autor sobre Berceo. El difunto padre Olarte fue bibliotecario del Monasterio de San Millán de Yuso y tuvo acceso a una multitud de documentos que trabajó ampliamente, como se aprecia en este libro y en sus demás publicaciones. No veo nada que objetar en este sentido salvo, quizá, el uso de ciertas convenciones históricas ya superadas.
La obra se divide en dos partes. La primera se centra en el poeta y en su tiempo, y trata temas tan diversos como su formación intelectual, la proyección de sus obras o las fuentes que empleó para componerlas. La segunda es una recopilación de fragmentos bajo el nombre de “florilegio”, muy apropiado habida cuenta de lo bien seleccionados que están.
La metáfora del poema como flor siempre me ha gustado y, en el ámbito de la poesía religiosa, me parece aún más acertada. ¿Qué son los poemas devotos si no flores que se ofrecen al Cielo? El alma se reconforta en un ramo “cuya exquisita fragancia invita a su esposo a frecuentar sus visitas” (San Bernardo de Claraval: Sermones, Cap. 7). Berceo es todo un experto en recoger las flores más lindas del Parnaso, o de aquel prado “cobdiciaduero para omne cansado” que es María. Pues Ella es, al fin, quien inspira al poeta con su luz purísima.
Así paré en este libro, que ha resultado ser una agradable lectura. Sin pretensiones más allá de las que asume y muestra en sus páginas: acercarnos al poeta a través de un análisis ameno, pero trabajado. No es un estudio exhaustivo, ni necesita serlo, para transmitir seriedad, rigor y el profundo conocimiento del autor sobre Berceo. El difunto padre Olarte fue bibliotecario del Monasterio de San Millán de Yuso y tuvo acceso a una multitud de documentos que trabajó ampliamente, como se aprecia en este libro y en sus demás publicaciones. No veo nada que objetar en este sentido salvo, quizá, el uso de ciertas convenciones históricas ya superadas.
La obra se divide en dos partes. La primera se centra en el poeta y en su tiempo, y trata temas tan diversos como su formación intelectual, la proyección de sus obras o las fuentes que empleó para componerlas. La segunda es una recopilación de fragmentos bajo el nombre de “florilegio”, muy apropiado habida cuenta de lo bien seleccionados que están.
La metáfora del poema como flor siempre me ha gustado y, en el ámbito de la poesía religiosa, me parece aún más acertada. ¿Qué son los poemas devotos si no flores que se ofrecen al Cielo? El alma se reconforta en un ramo “cuya exquisita fragancia invita a su esposo a frecuentar sus visitas” (San Bernardo de Claraval: Sermones, Cap. 7). Berceo es todo un experto en recoger las flores más lindas del Parnaso, o de aquel prado “cobdiciaduero para omne cansado” que es María. Pues Ella es, al fin, quien inspira al poeta con su luz purísima.
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