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Merleau-Ponty a través de su obra El ojo y el espíritu, nos introduce en el universo pictórico. El pintor presta su cuerpo al mundo para cambiarlo en pintura. Es el ojo del pintor el que se conmueve ante determinado impacto, capta el instante del mundo y lo hace visible a través de los trazos de la mano. Para Ponty, todo lo visible está tallado en lo tangible. Del mismo modo, el modelo cartesiano de la visión es el tacto. Los ciegos, dice Descartes, “ven las manos”.
La visión del pintor es un nacimiento continuado, el pintor pinta para surgir. Entre el pintor y lo visible existe una inversión de papeles, por ello muchos pintores han dicho que las cosas los miran. André Marchand siguiendo a Klee: “En un bosque he sentido muchas veces que no era yo quien miraba el bosque. Ciertos días he sentido que eran los árboles los que me miraban, que me hablaban…. Yo estaba allí, escuchando”. Momento de inspiración en que es difícil discernir quien ve y quien es visto, quien pinta y quien es pintado.
70 pages, Paperback
First published January 1, 1960

Y las mujeres de Matisse (…) no eran inmediatamente mujeres, llegaron a serlo: es Matisse quien nos ha enseñado a ver sus contornos, no a la manera “física-óptica” sino como nervuras, ejes de un sistema de actividad y pasividad carnales (p. 57)
(fuente)![]()
La visión no es cierto modo del pensamiento o presencia a sí mismo: es el medio que me es dado para estar ausente de mí mismo, asistir desde adentro a la fisión del Ser, al término de la cual solamente me encierro en mí (p.61)