Que nome dar a estes pequenos textos "que não se ajustam cabalmente a nenhum género, pois não são poemas em prosa, nem páginas de um diário íntimo, nem anotações destinadas a um posterior desenvolvimento"? Julio Ramón Ribeyro decidiu apelidá-los de Prosas Apátridas, "pois carecem de um território literário próprio".
Estas duas centenas de textos - que exploram temas tão diversos como a literatura, a memória e o esquecimento, e também a velhice ou o amor e o sexo - revelam um escritor curioso e de olhar acutilante, cuja ironia subtil capta a realidade do Homem moderno em toda a sua profundidade.
Muitas vezes divertidos, às vezes melancólicos, mas sempre profundos e íntimos, os fragmentos que compõem estas Prosas Apátridas permitem-nos aceder ao universo de um narrador maravilhoso.
Julio Ramón Ribeyro Zúñiga was a Peruvian writer best known for his short stories. He was also successful in other genres: novel, essay, theater, diary and aphorism. In the year of his death, he was awarded the Premio Juan Rulfo de literatura latinoamericana y del Caribe. His work has been translated into numerous languages, including English.
The characters in his stories, often autobiographical and usually written in simple but ironic language, tend to end up with their hopes cruelly dashed. But despite its apparent pessimism, Ribeyro's work is often comic, its humor springing from both the author's sense of irony and the accidents that befall his protagonists. The collective work of his short stories is published under the title La palabra del mudo (The Word of the Mute).
Ribeyro studied literature and law in Universidad Católica in Lima. In 1960 he immigrated to Paris where he worked as a journalist in France Presse and then as cultural advisor and ambassador to UNESCO. He was an avid smoker, as described in his short story ¨Sólo para fumadores¨ (Smokers Only) and he died as a result of his addiction.
“Um autor latino-americano cita 45 autores num artigo de oito páginas. (...) Na minha opinião, a maioria das citações era desnecessária. A cultura não é um armazém de autores lidos, mas uma forma de raciocinar. Um homem culto que cita muito é um incivilizado.
Muitas e muitas palavras sábias, estas de Julio Ramón Ribeyro, que tornam difícil a escolha de excertos para ilustrar o seu dom de escrita e a pertinência das suas observações. Nestes 200 textos sucintos e com um certo pendor diarístico, há uma multitude de temas, que podem ir dos mais corriqueiros aos mais existencialistas, num tom também ele variado, já que tanto é intimista como seco, com momentos de sentimentalismo entremeados com outros de desencanto. Em “Prosas Apátridas”, este autor peruano discorre sobre Paris, onde trabalhou como jornalista durante muitos anos, sobre livros, casas, escritores, a escrita em si, família, mulheres, crianças, viagens, transeuntes, paisagem e a inevitável passagem do tempo.
“As vidas humanas, na sua maioria, não passam de simples conjecturas. São muito poucos os que conseguem demonstrá-las. Eu identifiquei quem se encarregará de preencher na minha vida as lacunas em falta, para que tudo não passe de um rascunho. Tiveram quase as mesmas experiências, leram quase os mesmos livros, sofreram quase as mesmas desventuras, incorreram quase nos mesmos erros. Mas serão eles que escreverão os livros que não pude escrever.
Estos pedazos de texto no tuvieron cabida en otros formatos del autor –cuentos, diarios, ensayos– pero ¿son retales? Todo lo contrario: son esenciales. Al igual que un niño en la edad de acribillar a los adultos con sus porqués, Ribeyro también se interesa en ellos por la contradicción y la paradoja de cuanto sucede alrededor. Recuerdan un poco a 'El Spleen de París' de Baudelaire.
Observa al niño, al hijo, al padre, a la mujer, ¡ahh, la mujer venerada! Tiene que ser un gran tímido: mujeres modernas, mujeres domésticas, mujeres amantes, el cuerpo femenino y su comestibilidad. ¿Y qué decir del funcionario de ventanilla, del comerciante, del barrendero, del peón inmigrante esclavo de sí mismo, de la avidez de la masa por la televisión? ¿Y del sinsentido de la revolución?.
El hombre y el ciego; los locos y genios; el genio, el escritor, la mala copia y la inteligencia mediana; cultura versus erudición. Y así, hasta los grades asuntos: la imperfección de la memoria, la maldición de la duda, la inmadurez del hombre, el juego sin reglas de la historia, la muerte y su permanete toque de queda. Doscientos temas –por qué no mil– para acicatear la mente del buen lector y que servirían –por qué no– de ideas previas para cualquier creación de un buen escritor.
200 Textos Dispersos sobre a forma como Julio Ramón Ribeyro sentia e pensava a Vida e tudo o que dela faz parte.
Achei uma leitura interessante, mas quando comparo as Prosas Apátridas com o maravilhoso A Palavra do Mudo as estrelas escapam-se-me...daí as 3...
Texto 171 (talvez o meu preferido): "Livros viscosos como pântanos, nos quais uma pessoa se afunda e clama, em vão, que a salvem; livros ásperos, cortantes, perigosos, que nos enchem de cicatrizes; livros acolchoados, onde pulamos e saltamos; livros-meteoro que nos transportam para territórios ignotos e nos permitem escutar a música das esferas; livros chatos e resvaladiços, onde escorregamos e partimos a cabeça; livros inexpugnáveis nos quais não conseguimos entrar, quer seja pelo meio, pelo início ou pelo fim; livros tão transparentes que penetramos neles como no ar e, quando voltamos a cara, já não existem; livros-larva que deixam ouvir a sua voz anos depois de os termos lido; livros peludos e com garra que nos contam histórias peludas e com garra; livros orquestrais, sinfónicos, corais, mas que parecem dirigidos pelo tambor principal da banda da aldeia; livros, livros, livros..."
Nota: Prosas é um livro-transparente; Palavra é um livro-meteoro...
¿Qué son las prosas apátridas? El autor lo explica en el prólogo. Son textos que no encontraron lugar en sus anteriores libros publicados; papeles que erraban sin destino ni función. Las prosas son a veces páginas sueltas de un diario íntimo, otras, apuntes para un desarrollo posterior; las más, pensamientos profundos sobre la vida.
Ribeyro, contemporáneo del boom novelístico latinoamericano quedó fuera del radar porque fue maestro del cuento, de las cosas pequeñas y cotidianas. Con sus historias de fracasados y marginados rompió moldes y desbordó límites.
Los textos desbordan humor, lucidez y sensibilidad, partiendo siempre de la observación aguda de la realidad, al estilo de Le spleen de París de Baudeleire.
Recomiendo como complemento entrar en Youtube. Hay casi una decena de videos donde el autor y sus amigos muestran el oficio de este gran escritor.
Grande, Ribeyro. Leer aforismos se parece a leer el diario íntimo de alguien. Me imagino a Ribeyro sentado en las plazas, en los cafés, en las calles y en cualquier sitio viendo y juzgando con la agudeza de su inteligencia la sociedad en la que le tocó vivir. Fumando sin parar, bebiendo hasta perder la lucidez. Me hubiera gustado ser su amigo. Nos habríamos sentado en silencio a beber y a no decirnos nada.
Mi libro favorito de Julio Ramón Ribeyro y uno de los libros a que más he vuelto en la vida. Sus pequeños textos crean imágenes que dan forma a pensamientos que todos hemos tenido y que quizá nunca habíamos podido formular con la mitad de la claridad de Ribeyro. Libro genial.
Punzante genialidad por parte de Ribeyro. Dados a modo de máximas racionales basadas en la observación y la experiencia de vida, los retazos de pensamientos expresados varían sobre una multidiversidad de nociones y aspectos del día a día de un ser humano cualquiera -aunque, claro, con mucha mayor propensión a la conceptualización que el otrora arquetipo de hombre conservador e intelectual de clase media pudiera tener de su entorno-.
Así, yacen interrelacionadas las implicancias de ser niño y de ser padre, y las nociones sobre dichos estados; el amor, el sexo, las relaciones y las dicotomías masculino/femenino y hombre/mujer -desde una muy marcada perspectiva de genero, como bien ha sido ya mencionado-; la libertad y el ser libre, el humano y el ser humano: Ribeyro va pintando su propio retrato del acto de vivir y su comprensión de la vida con agudeza, inteligente razonamiento y humor.
Forget Vargas Llosa, García Márquez, Clarice Lispector, Cortázar, Carlos Fuentes, Bolaño, etc. Forget even Borges. The skinny Peruvian Julio Ramón Ribeyro is, to my way of thinking, the finest Latin American writer of the latter half of the twentieth century. And although Prosas apátridas is not my favorite of his books (I prefer his stories, his diary, and even the very short book Dichos de Luder), several of the "stateless" prose pieces in this book move me quite deeply. Others strike me as very wise, and still others make me laugh out loud. Forgive me if I resist the urge to post some of them here.
#48. Un libro de tu TBR escogido al azar. Pop Sugar Reading Challenge 2021
Los años nos alejan de la infancia sin llevarnos forzosamente a la madurez
Yo no estaba en el ánimo correcto para degustar y apreciar debidamente este libro. Sin embargo, me gustó. Creo que la narrativa breve es un gusto adquirido como la poesía, y por eso es agradable conseguirse una prosa maravillosa e impecable que nos hable un poco de la cotidianidad, de la vida, del amor, de sí mismo, de la literatura. Básicamente el autor escribe sobre lo que ve, lo que oye y lo que siente, con cierta ironía, nostalgia, aprecio, desapego.
En estos textos apátridas de género (¿son aforismos? ¿crónicas? ¿cuentos? ¿diarísticos? ¿realistas o ficticios?) hay millones de ideas, reflexiones, humor, vida diaria, etc. Se siente muy cercano todo. No sé si esté bien decirlo, pero me recordó a Arreola. Pienso que es de esos libros que provoca releer dentro de 10 o 20 años.
"Libri melmosi come paludi dove si sprofonda e s'implora invano di essere salvati; libri asciutti, taglienti, rocciosi, che ci riempiono di cicatrici; libri imbottiti, di gommapiuma, dove saltiamo e rimbalziamo; libri-meteora che ci trasportano verso regioni ignote e ci fanno sentire la musica delle sfere; libri piatti e scivolosi su cui pattiniamo e ci spacchiamo la testa; libri inespugnabili dove non riusciamo a entrare né dal centro, né dal davanti, né dal retro; libri così chiari che vi penetriamo come nell'aria e quando voltiamo la testa non esistono già più; libri-larva che fanno sentire la loro voce anni dopo averli letti; libri villosi e cazzuti che ci raccontano storie villose e cazzute; libri orchestrali, sinfonici, corali, ma che sembrano diretti dal tamburo principale della banda del paese; libri, libri, libri..." (p. 120)
Al igual que "El Amor en los Tiempos del Colera," siempre recurrire a este libro de cuando en cuando y estoy seguro que encontrare en sus paginas una nueva leccion a medida que vaya envejeciendo. Me compre este libro en un viaje a Peru de hace mucho tiempo y lo tuve sellado en mi biblioteca sin darle mucha importancia. De lo que me he estado perdiendo en todo este tiempo! El ritmo y soledad de cada parrafo me han seducido. Julio Ramon Ribeyro no endulza para nada su paso por la vejez y su cercania a la muerte. Pero no en un tono morboso sino sencillo y sincero. Muy recomendable.
Escritos que cubren innumerables aspectos de la comedia humana. Breves prosas en las que el autor-protagonista se vislumbra incorrecto, irónico, divertido, profundo, relativista, realista, soñador, derrotado y vencedor: contradictorio, y por eso lleno de vida. Libro de consulta para ser menos tajantes... Amor verdadero por la literatura. Habrá que retomarlo cada tanto.
Mas que para acabarlo, es un libro para continuarlo. Brillante y genial. Para leerlo siempre. Y que se jodan los libros de autoayuda y autoconocimiento. Ribeyro nos muestra inteligencia y audacia en 200 pequeños parrafos.
Prosas apátridas es una colección de páginas que uno puede imaginar arrancadas a un diario íntimo. No son las prosas de un apátrida (aunque la mayoría están escritas en Paris) ni tampoco prosas sobre ser apátrida. Son las prosas mismas las que no encontraron su lugar en determinado momento y terminaron en este volumen: observaciones, opiniones, anécdotas.
El efecto no es tanto la construcción de un personaje-autor, Ribeyro para el caso, con sus confesiones, gustos, debilidades, sino un muestrario de posibilidades del lenguaje banal. ¿Cuánto se puede decir de un tipo paseando a un perro?, ¿cuánto de una opinión sobre la decadencia de Occidente puede caber en un cuento? Este libro ofrece el punto intermedio: fragmentos que no solo fueron pensados sino escritos, pero que no llegaron (por distintos motivos) a integrarse en su narrativa.
Así, fuera de algunas curiosidades (dónde vivía, qué leía), uno no termina el libro conociendo mejor a la persona que fue Ribeyro pero sí una forma de funcionamiento de su escritura. Su prosa es siempre exquisita, ya solo por eso vale la pena leerlo. Pero claro, es además un gran personaje. A pesar de eso, el interés de este libro en particular (me parece) está más bien del otro lado, en lo que tiene que desaparecer de Ribeyro como persona para aparezca Ribeyro como escritor.Por ejemplo:
“Arte del relato: sensibilidad para percibir las significaciones de las cosas. Si yo digo: “El hombre del bar era un tipo calvo”, hago una observación pueril. Pero puedo también decir: “Todas las calvicies son desgraciadas, pero hay calvicies que inspiran una profunda lástima. Son las calvicies obtenidas sin gloria, fruto de la rutina y no del placer, como la del hombre que bebía ayer cerveza en el Violín Gitano. Al verlo, yo me decía: ¡En qué dependencia pública habrá perdido este cristiano sus cabellos!”. Sin embargo, quizás en la primera fórmula resida el arte de relatar”
• En la vida, en realidad, no hacemos más que cruzarnos con las personas. Con unas conversamos cinco minutos, con otras andamos una estación, con otras vivimos dos o tres años, con otras cohabitamos diez o veinte. Pero en el fondo no hacemos sino cruzarnos (el tiempo no interesa), cruzarnos y siempre por azar. Y separarnos siempre. • No creo que para escribir sea necesario ir a buscar aventuras. La vida, nuestra vida, es la única, la más grande aventura. El empapelado de un muro que vimos en nuestra infancia, un árbol al atardecer, el vuelo de un pájaro, aquel rostro que nos sorprendió en el tranvía, pueden ser más importantes para nosotros que los grandes hechos del mundo. • Nunca he podido comprender el mundo y me iré de él llevándome una imagen confusa. Otros pudieron o creyeron armar el rompecabezas de la realidad y lograron distinguir la figura escondida, pero yo viví entreverado con las piezas dispersas, sin saber dónde colocarlas. • Lo que he escrito ha sido una tentativa para ordenar la vida y explicármela. • Las palabras que callamos eran las que deberíamos haber pronunciado. Los gestos que guardamos por pudor eran los que deberíamos haber cumplido. Los actos que nos parecieron triviales eran los que se esperaba de nosotros. Otros los hicieron en nuestro lugar. Paguemos ahora las consecuencias. • Abandonar la partida en el juego medio, mandar todo al diablo, tirarle las puertas en las narices al mundo. • En cada una de las letras que escribo está enhebrado el tiempo, mi tiempo, la trama de mi vida, que otros descifrarán como el dibujo en la alfombra. • Momentos de absoluta soledad, en los cuales nos damos cuenta de que no somos más que un punto de vista, una mirada. • Por ello mismo, porque sabemos que la vida es fea, dura, cruel, pasajera, debemos tratar de preservar y glorificar esos momentos de gozo o de contento que se nos dan sin que los pidamos, confundidos generalmente con todo el desmonte de nuestro pan cotidiano. • De serenos podemos convertirnos en agitados, de tolerantes en fanáticos, de ángeles en bestias. Estamos siempre expuestos a lo imprevisible. Nunca dejaremos de sorprendernos. • Nosotros tenemos una concepción finalista de nuestra vida y creemos que todos nuestros actos, sobre todo los que se repiten, tienen una significación escondida y deben dar algún fruto. Pero no es así. La mayor parte de nuestros actos son inútiles, estériles. • Nuestra vida está tejida con esa trama gris y sin relieve y sólo aquí y allá surge de pronto una flor, una figura. Quizás nuestros únicos actos valiosos y fecundos han sido las palabras tiernas que alguna vez pronunciamos, algún gesto de arrojo que tuvimos, una caricia distraída, las horas empleadas en leer o escribir un libro. Y nada más. • Podemos querer a una persona que nos desprecia o incluso que nos ignora. La amistad, en cambio, exige la reciprocidad, no se puede ser amigo de quien no es nuestro amigo. Amistad sentimiento solidario, amor solitario. Superioridad de la amistad. • Me despierto a veces minado por la duda y me digo que todo lo que he escrito es falso. • el guiso que me comí en el restaurante del pueblo es tan memorable como el teorema de Pitágoras. • el hombre llegado a la novela desde la universidad y el que llega a ella desde la vida. El primero me molesta por su excesivo afán de mostrarse inteligente, el segundo por disimularlo y aparecer como el hombre vital que se caga en la tapa del órgano. • El hombre que mientras cae al abismo tiene ánimo para admirar la rosa que florece entre las rocas. • los seres —y el hombre, naturalmente— son simples receptáculos de la vida, que los utiliza como continentes. La vida está en los seres, pero los seres no son la vida. • «Se casaron y fueron muy felices». Allí el narrador se detiene, pues ya no tiene nada qué decir. Donde empieza la felicidad, empieza el silencio. • Somos un instrumento dotado de muchas cuerdas, pero generalmente nos morimos sin que hayan sido pulsadas todas. Así, nunca sabremos qué música era la que guardábamos. Nos faltó el amor, la amistad, el viaje, el libro, la ciudad capaz de hacer vibrar la polifonía en nosotros oculta. Dimos siempre la misma nota. • En la cadena biológica, o más concretamente en el curso de la humanidad, somos un resplandor, ni siquiera eso, un sobresalto, menos aún, una piedra que se hunde en un pozo, todavía algo más insignificante, un reflejo, un soplo, una arenilla, nada que salga del número o la indiferencia. • El individuo no cuenta, sino la especie, único agente activo de la historia. Lo importante no es que Leonardo haya producido La Gioconda sino que la especie haya producido a Leonardo. • Decir como los estoicos de la Antigüedad o los místicos orientales: «Nada tiene importancia», ni la vida ni la muerte, ni la riqueza ni la miseria, ni el placer ni el dolor, ni la gloria ni el fracaso. • Hay mañanas en que me levanto, miro por la ventana, veo la cara del día y me niego terminantemente a recibirlo. Hay algo en él de turbio, de solapado, de mezquino, de hipócrita que me impide darle cabida. • Mi capital de vida está ya gastado y estoy viviendo sólo al crédito. Crédito que me da el destino por distracción, por piedad, por curiosidad. • Escribí dos cartas, salí a comprar algo para la comida, puse una cantata de Bach en el tocadiscos, tomé un vaso de vino, encendí un cigarrillo, me asomé al balcón para ver el atardecer y de pronto sentí caer sobre mí toda la tristeza del mundo. • Un espejo roto, un cura, dos palomas muertas. Cosas que he visto en la calle cuando iba a la oficina. Cosas que para mí son símbolos, con mi terca costumbre de añadirle a las cosas una significación o inversamente extraer de ellas un mensaje. • Al lado del carril de la vida, por donde todos andamos, hay una vía paralela, que eligen sólo los iluminados. Vía expresa, no se detiene en ninguna estación ni se deja tentar por las delicias del paisaje. • Al escribir, en realidad, no hacemos otra cosa que dibujar nuestros pensamientos, convertir en formas lo que era sólo formulación y saltar, sin la mediación de la voz, de la idea al signo. • no hay nada peor que caer bajo la dominación de los objetos. La única manera de evitarlo es poseyendo lo menos posible. Toda adquisición es una responsabilidad y por ello una servidumbre. De ahí que ciertas tribus recolectoras de Australia, Nueva Guinea, Amazonía, hayan decidido no poseer nada, lo que, paradójicamente, no es un signo de pobreza, sino de riqueza. Eso les permite la movilidad, la errancia, es decir, lo que no tiene precio: la libertad.
Me gustan estos libros que, tal y como se menciona en la contratapa, son misceláneo entre “aforismos, ensayos filosóficos y diarios”. Para días de imprevista hospitalización, por lo demás, en los que me cuesta mantener la concentración, esta lectura de fragmentos parecía una buena idea.
No lo fue. Me decepcioné muchísimo. Pocos párrafos salvan o son rescatables, la verdad. La mayoría son obvios y poco convincentes. Hay en el aforismo de los cínicos algo que siempre me ha interesado, y si el autor es bueno puede hacerme responder un “en volá sí” aunque no esté de acuerdo. Acá en cambio leía y era como “emm, no”. Sus referencias constantes a las mujeres, por ejemplo, no pasan el viejochichismo de “loh pesho loh pesho” y no permiten visualizar ninguna mirada original sobre el erotismo. Me aburrí y no es algo que esperaría de un libro así.
Prosas apátridas es uno de los mejores descubrimientos que he hecho en mi vida de lector. Ribeyro tiene esa capacidad para hacernos perfectos voyeurs de su vida. Son 200 prosas, pensamientos, impresiones, consejos, peroratas, en fin, son 200 formas de adentrarnos en un mundo que, si bien toma como principio su vida, puede ser la nuestra. Eso es lo que mas resalto de estos textos. Además, podemos volver a ellos cuando queramos, simplemente abrir al azar y leerlos. Algo así como lo que las editoriales hicieron con El libro del desasosiego de Pessoa, leerlo al azar, es darle vida.
No es el Ribeyro más lúcido, tampoco el más estético. Es solo Ribeyro contra el hastío de escribir algo por escribir, lo que tampoco le juega en contra. Aforismos, microensayos, observaciones al azar; todo esto hace honor a su nombre: ejercicios en prosa sin lugar a dónde ir. No se enmarca en la calidad de La tentación del fracaso ni mucho menos en sus cuentos. De igual forma, vale como lectura para quienes nos interese algo más del flaco. Es un libro para subrayar y que cada quien piense lo que piense a partir de eso.
Las audaces prosas de Ribeyro, a las que se le consideran encerradas en un constante pesimismo cuando realmente al leerlas, hasta los más crueles pasajes de este libro parecen liberarse de ese lamento y allí radica la grandeza de estos escritos: reflexionar sin perderse en la intolerancia y no dejar de continuar. Generalmente todos nos convertimos en eternos aprendices de esta vida y Ribeyro nunca dejó de recordárnoslo.
“[...] lo que he escrito ha sido una tentativa para ordenar la vida y explicármela, tentativa vana que culminó en la elaboración de un inventario de enigmas”. Ribeyro veía todo en la vida, incluso lo que pudiera parecer minúsculo o insignificante, y trataba de darle una razón, un sentido. Las ultimas diez páginas de este libro fueron las más profundas.
"La empleada de Correos que se niega a entregarme una carta certificada porque el remitente ortografió mal una letra de mi apellido es tan terrible como Minerva desarmando a un soldado troyano para dejarlo indefenso en manos de uno griego. Muertos los viejos dioses por la Razón, renacieron multiplicados en las divinidades mezquinas de las oficinas públicas."
Julio Ramón Ribeyro es un maestro. Su prosa es pura poesía. Prosas apátridas es una pequeña joya. A estar de ser pequeños fragmentos de prosas he encontrado similitudes con Karmelo Iribarren
Un libro corto pero lleno de calidad. Nos hace ver el mundo de diferentes maneras. Prosas del gran Ribeyro que nos deja mucho que pensar y reflexionar sobre varios temas. Recomendado.