Does modern art, as the art of the past always did, "express the times," or is it a series of willful aberrations? Do we have any way of judging its success or failure? Bypassing art criticism and art theory, Britain's foremost social historian approaches the question from an entirely new angle. Professor Hobsbawm's thesis is that, unlike writers and composers, who have to come to terms with mass production and the technology of infinite repetition, painters still cling to the unique art-object, the product of the artist's own hands. The result has been a succession of increasingly desperate "avant-gardes," attempts to find relevance and meaning that--irrespective of the individual artist's talent--are doomed to failure.
Eric John Ernest Hobsbawm was a British historian of the rise of industrial capitalism, socialism and nationalism. His best-known works include his tetralogy about what he called the "long 19th century" (The Age of Revolution: Europe 1789–1848, The Age of Capital: 1848–1875 and The Age of Empire: 1875–1914) and the "short 20th century" (The Age of Extremes), and an edited volume that introduced the influential idea of "invented traditions". A life-long Marxist, his socio-political convictions influenced the character of his work. Hobsbawm was born in Alexandria, Egypt, and spent his childhood mainly in Vienna and Berlin. Following the death of his parents and the rise to power of Adolf Hitler, Hobsbawm moved to London with his adoptive family. After serving in the Second World War, he obtained his PhD in history at the University of Cambridge. In 1998, he was appointed to the Order of the Companions of Honour. He was president of Birkbeck, University of London, from 2002 until his death. In 2003, he received the Balzan Prize for European History since 1900, "for his brilliant analysis of the troubled history of 20th century Europe and for his ability to combine in-depth historical research with great literary talent."
Muy bella la edición y muy buena la traducción de este breve ensayo-conferencia de Hobsbawm, un historiador tremendo que se ha preocupado por reflexionar sobre las relaciones entre las artes y la sociedad en el siglo XX. Por su fin y estructura no presenta un desarrollo amplio y profundo pero cumple con plantear una hipótesis y los argumentos necesarios para abordarla. El siglo XX y su consolidación de la economía y la cultura de masas plantean un desafío para las artes 'modernas' y su imperativo de 'expresar los tiempos', en particular para la pintura y las limitaciones de su producción. Puestas en contexto y en comparación con las demás formas de expresión, Hobsbawm plantea que el discurso de las vanguardias artísticas termina agotándose en la "retórica o la metáfora" mientras formas más adaptables a los cambios de la tecnología, como el cine, eran inherentemente más revolucionarios independientemente de su contenido y a razón de su potencial "democratizador" de la experiencia estética.
La de Hobsbawm es una voz maravillosa y absolutamente recomendable para asimilar los grandes paradigmas del siglo XX.
Notas y fragmentos:
Las diversas corrientes de la vanguardia artística que se han distinguido durante el siglo que acaba partían de una suposición fundamental: que las relaciones entre el arte y la sociedad habían cambiado radicalmente, que las viejas maneras de mirar el mundo eran inadecuadas y que debían hallarse otras nuevas. 9
Doble fracaso: 1)exigencia de modernidad-- arte como expresión de los tiempos. Falsa analogía con la ciencia y la tecnología, idea de desarrollo- cada vez superior. No había lógica que condicionara estilos "La 'modernidad' reside en los tiempos cambiantes y no en las artes que tratan de expresarlos. 14 limitación técnica, especialmente en artes visuales (cuadro al caballete. "La historia de las vanguardias visuales del siglo XX es la lucha contra la obsolescencia tecnológica." 14
Imágenes estáticas pasan a segundo plano.
La obra de arte ideal está condenada a ser totalmente incopiable, puesto que su calidad de única está avalada por la firma y por su origen. No hay duda de que había un gran potencial, incluso un gran potencial económico, en obras pensadas para la reproducción técnica, pero el producto irrepetible, debido a un autor, y sólo a uno, siguió siendo el fundamento de la categoría del arte visual de clase alta, y del <> de alto nivel, bien diferenciado del artesano o del <>. 20-21
Este modo de producción es típico de una sociedad de patronazgo o de pequeños grupos que compiten en ver quién gasta más, y esa es todavía la base del comercio de arte realmente lucrativo, pero es profundamente inadecuado para una economía que depende no de la demanda de un individuo, de unas pocas docenas o de un centenar, sino de la demanda de miles o incluso de millones de individuos; es decir, de la economía de masas de este siglo. 21
¿Qué podía hacer la pintura una vez que había abandonado el lenguaje tradicional de la reproducción o se había apartado de su lenguaje convencional lo suficiente como para hacerlo incomprensible? ¿Qué podía comunicar? ¿Hacia dónde iba el nuevo arte? Durante cincuenta años, los que separan el fauvismo del pop art, se buscó desesperadamente la forma de responder a esta pregunta a través de una interminable sucesión de nuevos estilos con sus inevitables manifiestos, casi siempre impenetrables. Contra lo que se cree comúnmente, esos buceos no tenía nada en común excepto la convicción de que ser un artista era algo importante y, una vez que la reproducción se dejó en poder de las cámaras, de que cualquier cosa podía legitimarse como arte mientras que un artista la reivindicara como su creación personal. 27- 28
Los nuevos lenguajes empobrecidos de la pintura "comunicaban" mucho menos que los viejos, lo cual hacía muy difícil o incluso imposible "expresar los tiempos" de forma transferible. (...)Lo que los nuevos lenguajes necesitaban de verdad eran subtítulos y comentaristas; es decir, necesitaban palabras, que aún tenían significados convencionales (...)Sin palabras es imposible descubrir en Mondrian o en Kandinsky que estos artistas deseaban expresar opiniones sobre el mundo tan firmes y excéntricas como las de Yeats. 31
es imposible negar que la verdadera revolución en el arte del siglo XX no la llevaron a cabo las vanguardias del modernismo, sino que se dio fuera del ámbito de lo que se reconoce formalmente como 'arte'. Esta revolución fue obra de la lógica combinada de la tecnología y el mercado de masas, lo que equivale a decir de la democratización del consumo estético. Y en primer lugar, sin duda, fue obra del cine, hijo de la fotografía y arte capital del siglo XX. 34
A las escuelas vanguardistas que aparecieron en la década de los sesenta, o sea, a partir del pop art, no les preocupaba revolucionar el arte, lo que querían era declararlo en bancarrota. 37
Warhol y los artistas pop no querían revolucionar ni destruir nada, y mucho menos el mundo. Todo lo contrario: aceptaban este mundo, incluso les gustaba. lo que sucede es que se dieron cuenta de que en la sociedad de consumo ya no había lugar para el arte visual tradicional, excepto, por supuesto, como forma de ganar dinero. Un mundo real por el que fluía a cada hora un caos de sonidos, imágenes y símbolos, supuestos integrantes de una experiencia común, había desbancado el arte como actividad especial. La importancia de Warhol-incluso la grandeza de esta figura extraña y antipática-radica en la coherencia de su rechazo a ser otra cosa que el vehículo pasivo de un mundo experimentado a través de la saturación de los medios de comunicación. (...) paradójicamente, en el conjunto de esa obra turbadora —pero no en cada obra concreta— hallamos algo muy parecido a una <> propios de los estadounidenses de su época. 40
Se lee de una sentada, es de pasta dura y tiene ilustraciones que acompañan la sapiencia de Hobsbawm. Si se puede resumir con una aforística contundencia: el arte, a pesar de sus prometeicas intenciones, no cambia a la sociedad; mas al contrario, ella siempre condiciona a aquella.