Lola MacHor, jueza del Tribunal Superior de Navarra, prepara su traslado a la Audiencia Nacional cuando su último caso, la violación de una adolescente a manos de un peligroso narcotraficante, resurge con toda su crudeza. Obligada en su día a sobreseerlo por falta de pruebas, ahora desencadena una serie de sucesos que van a poner en jaque tanto su vida personal como profesional. De forma paralela, un alto dirigente del Banco Mundial la involucra en una intrincada trama de corrupción internacional, cuyos entresijos se extienden desde Caracas a Madrid, y que ya ha provocado tres víctimas: dos asesinatos y un suicidio. Con la colaboración de Juan Iturri, inspector de la Interpol y viejo amigo, y la enigmática presencia del FBI siguiendo sus pasos, empieza la búsqueda de los responsables.
Me llamo Reyes por mi abuela sevillana, pero nací en el corazón de Castilla: Valladolid, donde dicen, se habla el mejor castellano y se practica el más puro laísmo. Guardo grandes recuerdos (y amigos) de esa ciudad. Allí estudié, trabajé algunos años, y me casé, con notable éxito, por cierto: llevamos 28 años juntos y tenemos 9 hijos (también juntos).
Después, me trasladé a Navarra y me quedé. Hace veinte años que aprendo más que enseño de mis estudiantes de UNAV, y tengo la suerte de vivir en un pueblecito en pleno Camino de Santiago, flanqueado por dos iglesias medievales y con los gorriones por despertador.
Estudié Economía porque me lo aconsejaron y Filosofía porque quise. Devoro los tratados de Derecho y Política para situarme en el mundo y escribir con algo (un poco, al menos) de sentido.
Aunque soy de secano, adoro el mar, especialmente las costas gallegas y San Sebastián. Me atrae su inmensidad de tal manera, que me baño en cualquier época del año: ¡espero no acabar como Alfonsina! Por lo demás, me encantan las tertulias y la siesta de los domingos, cocinar para mi gente, cantar si alguien rasga una guitarra, viajar con la familia, el cine, leer sin mirar el reloj, y, naturalmente, escribir.
De niña, siempre tenía la cabeza llena de historias fantásticas, pero me suspendían los trabajos manuales y mi ortografía dejaba mucho que desear. De mayor, enseñaba Matemáticas o Economía, ciencias poco amigas del arte. Con estos antecedentes, me aseguraron que la literatura y yo éramos seríamos con MacHor e Iturri, caminos paralelos. En 2000, decidí que seguiría la regla de escuchar a todos y hacer lo que me diera la gana, y contra viento y marea, entregué a imprenta mi primera novela. Acabo de publicar la séptima, tengo dos terminadas en lista de espera y algunas traducidas a otros idiomas. Espero tener tiempo suficiente para vaciar mi cabeza antes de morir.
No me importa cómo escribo sino para quién escribo. Por eso, repaso mil y una veces lo escrito, me pateo personalmente todos los escenarios, y me rodeo de benditos y generosísimos amigos: jueces, forenses, policías, fiscales o médicos, que pulen las distintas aristas de mis ideas y suplen mis torpezas. Por eso me llena de alegría que quien me lee me escriba y me cuente sus impresiones, que mis obras pasen de mano en mano o que visites este sitio web.
Lola MacHor, el padre Chocarro, Iturri y Jaime o el doctor Wilson no pagan impuestos ni tienen DNI, pero son tan parte de mi vida como mis compañeros de despacho, mis alumnos o mis colegas de la CPEN. Espero que lo sean también de la tuya y con-sintamos juntos.
Nos encontramos con un comienzo vertiginoso, pero la trama se va volviendo cada vez más lenta. El planteamiento del caso de corrupción tarda bastante en desarrollarse. Hasta la tercera parte del libro, el famoso expediente aparece como relegado a un segundo plano.
El cambio de destino de la juez, los sucesos que desencadenan su último caso e incluso su conferencia en Singapur parecen adquirir mayor protagonismo. Además, la autora nos inserta un caso de violación que no sé muy bien donde encaja. Más bien me hizo perder el hilo.
Lo que lo salva es la entrada en escena del inspector Iturri y la enigmática presencia del FBI, que hacen que el libro vuelve a coger algo de ritmo.
“Los crímenes del número primo” me gustó bastante, pero este no ha terminado de engancharme. Quizá más adelante le vuelva a dar otra oportunidad a esta saga.
Está nueva novela de la saga protagonizada por la juez MacHor me resultado realmente interesante. Un poco extensa en descripciones e historias paralelas que poco tienen que ver con la trama inicial, pero que profundizan en el perfil de la juez con acierto prorrogando un matiz mucho más personal e íntimo a la saga. La historia es interesante y el ritmo narrativo es bueno. Mantienes las tensión y el interés en todo momento, lo cual no es nada desdeñable.
La juez Lola MacHor viaja a Singapur para participar en un coloquio y allí, un representante del Banco Mundial que acaba de conocer, le entrega un expediente que podría ser la única prueba para destapar un caso de corrupción de escala internacional. Éste es el punto de partida para una novela más basada en las andanzas de dicha juez.
Partiendo de la base de que las novelas de este género no son mis opciones prioritarias a la hora de escoger lectura, he intentado olvidarlo para centrarme en la lectura. Se me ha hecho lenta, hasta bien pasadas las doscientas páginas no coge ritmo y lo hace para encaminarse a un final previsible. La protagonista rechina de puro incongruente... Tiene una infranqueable moralidad que, en ocasiones, se presta a métodos poco éticos para afrontar los distintos problemas que surgen en la trama. Rezuma snobismo por todos lados y los intentos para humanizarla son desastrosos, ahondando en esa semblanza rara y desafortunada. Aún así, he acabado la lectura y por eso le otorgo dos estrellas. He de reconocer que hay libros que pasadas 20-30 páginas los cierro para no volver a abrirlos.