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207 pages, Paperback
First published January 1, 1971

Hemos vuelto a entrar en la crujía. Alrededor del patio oscuro todas las celdas están abiertas de par en par. Es un extraño espectáculo; siempre hay puertas abiertas pero nunca antes de ahora había estado en medio del patio mirando todas las celdas abiertas a la vez, y todas sumidas en la oscuridad; son agujeros, pasadizos secretos que llevan a otras cárceles. En el piso superior también están abiertas todas las celdas oscuras que rodean completamente un patio cubierto de basura, papeles, vidrios rotos, cáscaras de limón, azúcar, libros sin pastas, cintas de máquina, desenrolladas en el suelo, manchas de sangre. Entré en una celda, vacía como todas, y me senté en la litera del cemento, ahora sin colchoneta, ni mantas. Bajo la litera se escucha un rumor de papeles que se arrastran y levanto las piernas por temor a las ratas (p.7)

A veces creo que es muy triste encontrar por pedazos lo que se busca: el cuerpo deseado, la cara imaginada, los ojos, la boca; la inteligencia esperada, los gustos compartidos, la intensidad en la relación mutua, la respuesta. Es triste descubrir que cada aspecto corresponde a una persona distinta. ¿Estaremos condenados a ser perpetuamente promiscuos? (p.102)
Aunque no logremos más que un triunfo parcial, nuestro mayor mérito será el de haber indicado un camino a seguir.
A veces creo que es muy triste encontrar por pedazos lo que se busca: el cuerpo deseado, la cara imaginada, los ojos, la boca; la inteligencia esperada, los gustos compartidos, la intensidad en la relación mutua, la respuesta. Es triste descubrir que cada aspecto corresponde a una persona distinta.
Al finalizar el mitin cantamos el himno nacional y emprendimos el regreso por una ciudad desconocida: una ciudad nuestra.