Tras una larga estancia en Nueva York, Matías vuelve a la ciudad de méxico. No regresa por gusto ni lo mueve la nostalgia: lo ha sorprendido la muerte de su padre. Tras una larga estancia en Nueva York, Matías vuelve a la ciudad de méxico. No regresa por gusto ni lo mueve la nostalgia: lo ha sorprendido la muerte de su padre. Reintegrarse al pasado lo lleva a enfrentarse a todo aquello de lo que salió huyendo y el país que nunca ha sido plenamente suyo lo confronta con una realidad social inesperadamente violenta, degradada y vacua, y con su propio pasado: la familia, los amigos, los amores. Poco a poco irrumpen los agravios insatisfechos, las venganzas largamente incubadas, las cuentas pendientes, las traiciones inconfesables, los sueños frustrados. Una extraordinaria narración sin concesiones ni tregua, que se precipita de manera brutal e incandescente cuando Matías hace frente a su historia, destrozando las vidas de todos a los que dejó y todos los que lo han querido, sin esperanza casi de salvación.
Cuando supe de “Fallas de Origen” lo primero que me pregunté fue: ¿Qué tan buena puede ser una novela que ganó el primer lugar de un premio de literatura que da una tienda departamental y cuyo autor, además, es hijo de un connotado intelectual mexicano? Compré el libro para dejar de lado mis prejuicios y opinar exclusivamente con base en el texto. Tras haberla leído, varias cosas quedan claras:
1. Es una autoalabanza disfrazada de crítica
El autor tiene la intención de que esta novela sea una crítica a la alta sociedad mexicana. Pero resulta irónico que Matías, el protagonista, critique descripciones que lo retratan: “…los valores podridos: la importancia, precisamente, de ser rico, guapo y de buena familia por encima de la sensibilidad, la inteligencia y la bondad”. Él se maneja precisamente bajo esos conceptos que repudia, mientras que carece de aquellos que ensalza. Resulta evidente que si Matías encarna esa paradoja es por un error del autor, quien no es capaz de lograr que su personaje se diferencie del mundo que lo rodea. Matías no es capaz de dar un paso atrás para mirar esa realidad a la cual escupe y habla desde ella, convirtiendo la supuesta crítica en elogio: éste es el único mundo posible. Matías dice: lo describo para criticarlo. Yo leo: es un junior hablando sobre juniors porque no puede concebir que exista otra realidad. No basta que un personaje diga que está haciendo una crítica para que eso sea cierto.
2. No hay imaginación
¿Qué es la ficción sino un ejercicio de imaginación? Daniel Krauze se ahorra las dos columnas constituyentes de la literatura: imaginar y narrar. Antes de empezar la novela, un párrafo advierte: “Esta obra hace referencia a personas reales, acontecimientos, documentos, lugares, organizaciones y empresas cuyos nombres han sido utilizados solamente para darle sentido de autenticidad y son usados dentro del mundo de la ficción”. Es gracioso y acertado que esta aclaración esté en el libro. Creer que el sentido de autenticidad de una novela está dado por hacer referencia a lugares existentes es confundir periodismo con literatura. El periodismo tiene la obligación de ceñirse a la realidad, de eso depende su veracidad. Pero la literatura tiene la obligación de crear un mundo interno, imaginario, pero tan coherente y con reglas internas tan claras, que le parezca verosímil al lector. El periodismo tiene que ser veraz; la literatura verosímil. Dice Vargas Llosa: “La verdad de una novela no depende de documentar hechos reales. ¿De qué, entonces? De su propia capacidad de persuasión, de la fuerza comunicativa de su fantasía, de la habilidad de su magia. Decir la verdad para una novela significa hacer vivir al lector una ilusión”. En “Fallas de Origen” hay una incapacidad de imaginar una manera literaria para describir a los personajes y hacérselos conocer al lector. Entonces se echa mano de lugares y personas reales para ahorrarse lo que precisamente constituye el trabajo del escritor: imaginar y tener la fuerza para narrar eso que se imaginó hasta hacerlo vívido. Por eso una frase como “Mica era más hipster que Coachella” demuestra una pereza ofensiva. Yo, lectora, conozco el tipo de gente que va a Coachella pero me ofende que tú, escritor, te valgas de ese conocimiento y no te tomes el trabajo de imaginar y describir a Mica. Es muy fácil hacer referencia a cosas o personas que existen en la realidad y muy difícil imaginar y narrar con potencia la irrealidad.
3. No hay amor por el lenguaje
Leer “Fallas de Origen” es como ser testigo de una conversación entre chavos de la Condesa. Independientemente de lo horroroso que eso pueda ser en cualquier situación, en la novela es una falla. Leí en una entrevista[1] las razones con las que Daniel Krauze explica que sus personajes hablen como hablan:
“A mí siempre me ha molestado que la gente le diga ‘silbar’ en vez de chiflar, ‘estoy en apuros’ en lugar de ‘estoy en un pedo’. El libro no sólo está escrito en primera persona sino que es un libro escrito en el presente: al personaje le está ocurriendo todo mientras lo narra. Entonces tenía que ser lo más impúdico, no adulterado y sin filtro posible”. Su intención da un resultado fallido en la novela pues pierde de vista el hecho de que está haciendo literatura. Lo que él hace es, prácticamente, transcribir la forma en que esa clase social se expresa y en eso no hay nada artístico. Claro que la oralidad tiene cabida en la literatura; el idioma y sus deformaciones nos hablan de cómo ven la vida sus personajes. Pero en “Fallas de Origen” hay un desamor por las palabras, herramienta de trabajo del escritor. Todo es utilitario, informativo. No hay que hacer poesía para demostrar amor al lenguaje; hay mil formas de trabajarlo, estirarlo y obligar a las palabras a que den más de sí. Eso hace el artista. Eso hacen los grandes narradores que retrataron la oralidad de sus ciudades: Guillermo Cabrera Infante, Luis Rafael Sánchez. Si el artista no está apasionado por el lenguaje, su obra lo reflejará.
4. No profundiza
La buena literatura profundiza en la conciencia de los personajes para hacerlo en la de los lectores. Lo hace a través del discernimiento de aquellos temas que son atemporales y universales: la miseria, el amor, la traición, el abismo. Lo hace volviendo a los personajes arquetipos que puedan mudar a cualquier tiempo y lugar y seguir siendo pertinentes porque sus dilemas lo serán. “Fallas de Origen” finge adentrarse en la autodestrucción de Matías, pero el engaño se cae rápidamente: está nadando en la superficie. Asistimos a las borracheras monumentales del protagonista, a sus encuentros de sexo casual, a las noches en donde se mete toneladas de droga… ¿Y qué? Ninguno de esos vicios o excesos es la puerta de entrada a algún infierno que nos hiera la conciencia o nos mueva alguna fibra emocional. El problema con las borracheras de Matías son las borracheras de Matías. El alcohol no es, como en La obediencia nocturna de Juan Vicente Melo, una entrada al lenguaje de la noche, al conocimiento secreto al que sólo se accede a través de la ebriedad. El problema de que Matías se meta cocaína es que Matías se mete cocaína. Las drogas no funcionan, como lo hacen en Novela con cocaína de Aguéiev, como un cuestionamiento sobre la realidad a través de la visión del abismo que habita en uno mismo. El problema de que Matías tenga sexo casual es que tiene sexo casual. El sexo no es, como en Las edades de Lulú de Almudena Grandes, el umbral hacia nuevas formas de conocerse a uno mismo. Contar una historia entretenida no es hacer literatura. La literatura no es inofensiva; si al terminar el libro puedes irte a cenar como si nada, el autor falló como artista.
Leer “Fallas de origen” es observar una muestra contundente de lo que está mal con la literatura actual. Premiar la desidia y la superficialidad desvaloriza el arte, queriendo hacernos creer que cualquier texto más o menos bien redactado puede triunfar. El que el libro se esté vendiendo bien es un argumento débil para esgrimir en contra porque la gente que medianamente se interesa por leer comprará lo que esté en la mesa de novedad; más aún si viene adornado con una cenefa que lo declara ganador de algún premio. Incentivar la lectura independientemente de lo que se lea es una pésima estrategia porque crea lectores acríticos. Daniel Krauze comentó que apresuró el segundo borrador de la novela para que pudiera entrar al concurso[2]. ¿Eso queremos? ¿Leer borradores a medias y erigir a sus autores como las nuevas figuras de la literatura mexicana? Definitivamente creo que merecemos más que eso.
A veces siento que leo porque estoy buscando sentir que no estoy solo, que no estoy loco, que alguien mas tiene esas tendencias autodestructivas y esa necesidad de lastimarte solo para ver hasta donde puedes llegar, que tanto dolor puedes soportar, que puedes sobrevivir. Eso es dificil de encontrar leyendo a Chopra o a Cohelo. Pero una vez al año, si estas constantemente buscando encuentras algo como esto. La perdida de los padres, la identidad fragmentada, el abuso de todo lo que exista, alcohol, sexo y muchas drogas. Esa sensacion de querer que alguien te parta la madre nada mas para cagarte de risa en sus caras. Hacerle daño a todos los que te rodean para sentir que al menos asi estamos parejos. El personaje principal de este libro es un culero, un ojete, pero trata de no serlo, de salir de esa casilla, trata de saber quien es en realidad para poder seguir adelante. Soy parte de una generacion sin nada relevante, todo nos fue dado de manera facil, y estamos aprendiendo a valorar, a punta de chingazos. EL mejor libro que leí este año. Asi de goevos.
Add a la primera reseña. Las cosas han cambiado. He madurado y de manera objetiva, he leído más. De seguro fui de los primeros en goodreads de postear una pseudo reseña que a nadie interesa, y creo que cinco estrellas pudo haber sido una impresión pronta. El 2013 estuvo denso. Rayando en el alcoholismo funcional, acudiendo a terapia, mudandome de ciudad, casándome (otra vez) trabajando, empezando una empresa, buscando la inovacion y de manera muy tardía la independencia financiera le restan a esta novela bien escrita la impresión que me ocasiono la primera vez. ¿Pudiera ser un Holden Caufield de la capital, post imperio Google? Alguien que nunca esta conforme con su situación y es hipócrita hasta las caries de los dientes. Neta, quien no conoce a alguien así. Es real cabrones. Muy tristemente real. El apellido del autor no tiene nada que ver y los difamadores del premio que mereció de seguro no pasan de hacer publicaciones como las mías. El vato tiene talento y es cuestión de tener paciencia para ver todo su potencial. Una voz joven desde la trinchera. Una herramienta de comunicación con nuestros padres.
Después de leerlo se lo regale a mi padre esa Navidad. El puente en esa brecha generacional nunca ha sido más sólido. And that is a fact.
Brutal y conmovedor, el libro de Daniel Krauze es demasiado sincero, demasiado triste. El autor nos empuja al espiral de ruinas y auto-destrucción que Matías traza. Con un duelo que se rehusa a reconocer, con una nostalgia por un pasado que lo carcome por dentro, con un resentimiento hacía todos aquellos que le recuerdan quien fue y con un odio hacía sí mismo por un presente que se niega aceptar, el protagonista justifica sus acciones, su egoísmo y su dolor. La obra punza en el lector como una herida y acaba resultando muy recomendable, muy bella.
[Con respecto a otros comentarios aquí mismo] Sí, es una crítica (y aunque sí: hay muchas, ésta es bastante puntual); sí, no abarca toda la sociedad nacional; sí, cae en clichés y lugares comunes; sí, le sobran un par de escenas y/o las desaprovecha hacia el desenlace,…
Pero es un buen libro.
Me gusta mucho cómo construye la historia aunque sí creo que al desenlace le falta algo, no sé, probablemente fuerza más obvia para corresponder al vértigo de páginas anteriores. Las líneas sobre las que va construyendo son fuertes y la forma de hacerlo es brutalmente honesta; la relación con el padre y la familia, el encuentro con viejas amistades, el choque en seco con una ciudad de la que se quiso ir y los excesos que de todo este desmadre es como una terapia de choque contra síndrome de Ulises tras su autoexilio.
Es muy atinado en observaciones (que pueden incluso pasar desapercibidas por no ser mencionadas textualmente) sobre la sociedad hacia quien dirige la crítica (para tantos tan cercana y a veces obvia).
Otro tema que me gustó mucho es el [buen] uso de un lenguaje tan natural y obviamente florido muy bien llevado. Palabras que leídas de otra forma, sin ese contexto cuidado o un poco más encimadas provocarían un sensación de exceso que en este libro no sentí.
Y con esto (buena pluma, lenguaje bien llevado y honestidad) la historia transcurre creíble al ser narrada tal y como en realidad (o ficción) sucede.
Tenía muchas ganas de leer este libro desde que mi hermano el gangreno me lo recomendó. El gangreno es el peor tipo de dealer que existen. Te enseñan las cosas buenas de tu vicio pero no te lo proveen. Está muy bien escrito, con buena prosa y es muy fácil de leer. Quizá me gusta tanto porque tiendo a identificarme con algunas de las cosas (no todas obviamente )de lo que vive el personaje. en fin, es de lo mejor que leído en el año, y eso que este año he tenido la fortuna de leer muy buenos libros. Vamos a ver cómo sigue el autor en el próximo libro
Novela que obtuvo el Primer premio de Letras Nuevas de Grupo Planeta, tiene una falla de origen, y es la razón, causa y objetivo de haber sido escrita: el señor Daniel Krauze crea un entorno que no es novedoso y que se ha explorado a fondo en el «nuevo» cine mexicano: el estilo de vida chilango, “tristeza, brutalidad y excesos”, los mismos escenarios de colonias y avenidas que mínimo se antojan lejanas para quienes vivimos fuera y ajenas para quien de plano no conoce la capital del país. Y la novela es así: una trama centralista, situaciones que me hacen sentir que veo precisamente una película mexicana de bajo presupuesto, con personajes capitalinos que tienen problemas capitalinos, pero que no son en absoluto interesantes; contribuyen al círculo vicioso de la monotonía de la historia que es repetitiva en su contexto y en las situaciones que no generan ningún interés activo, vamos, ni por los mismos personajes.
El protagonista, quien por desgracia es quien cuenta la historia en primera persona, lleva una vida vacía, situaciones torpes, mismos vicios, entrando y saliendo de ellos las veces que fuera necesario. Tardó unas doscientas páginas que se podían resolver en el final, lo cual es lo más rescatable. Un problema que harta y duele leer es la abundancia de metáforas y símiles en cada párrafo, casi en cada oración, es para agarrar de las solapas al señor Krauze (no sé si su apellido tenga que ver con la obtención de este premio, que por sí solo ha generado suspicacias al ser el hijo del conocido historiador Enrique Krauze) y decirle ¡No, no, malo, Daniel, no se hace! Veo que muchos catalogan esta obra como una crítica social, sincera y triste de los capitalinos. No soy capitalino y quedo fuera del entendimiento, pero si fue así, pues me hace imaginar que la mayoría de los adolescentes chilangos toman drogas, se emborrachan y viven al límite en círculos cerrados de amigos dejando la vida en antros, sin ningún tipo de sentimientos o remordimientos por sus actos.
Si vas a leer Fallas de Origen, hay que tener en cuenta las palabras de su autor, del cual no se puede esperar mucho al comentar esto: “Yo pensaba que escribir era como una especie de pasatiempo.”
La historia no tiene nada bueno, el personaje principal es un tipo sumamente negativo, al final podrías entender las razones pero en el transcurso de la historia no encuentro nada bueno que decir de el, es vengativo, no ama ni a su madre y la única persona que amaba que era a su papa tampoco respetaba, debo decir que yo me reservaría una recomendación pues además esta llena de vulgaridad.
A pesar de que el personaje principal pueda ser un completo miserable y tal vez hasta el personaje ficticio más molesto desde Bella de Crepúsculo, esta novela es muy interesante y se disfruta bastante.
Es, también, parte del punto de la novela, creo yo, que el personaje sea percibido en una luz tan poco favorable.
Creo que uno debe distanciarse un poco desde el principio del personaje principal para poder dejar que la narrativa (la cual está muy bien lograda) lo lleve a una realidad que se antoja cercana, pero que al mismo tiempo es bastante lejana del lector promedio.
Dudé si ponerle cuatro o cinco estrellas, al final decidí ponerle 4.5 porque a pesar de que a momentos el personaje principal hizo que quisiera matarlo, la historia y la prosa elevan la novela bastante. Muy recomendable.
Un chavo de 28 años que se ve forzado a regresar a México tras la muerte de su padre, se encuentra con los pedazos del pasado de los que trato de huir. Trata de adaptarse a ese nuevo mundo en el que ya no tiene lugar. Cree que los demás han cambiado, pero en realidad es él el que cambió, el que está un busca de algo sin saberlo. Sólo le toma un fin de semana para averiguarlo, y al final consigue lo que buscaba: perdonarse a si mismo. Excelentemente escrito por un escritor nuevo al que no hay que perder de vista!
Increíble novela! No la pude soltar hasta terminarla; me hizo llorar, enojar...dudar si quiero tener hijos (bueno eso lo logró el autor desde su primer libro "Cuervos"). Cruda historia contada de manera interesante y fácil de leer. No te caen bien los amigos, pero te identificas; odias al protagonista pero no quieres dejarlo. ¡Muy recomendable!
¿Es el mejor libro que he leído? No. Pero, no sé, termine disfrutándolo. La verdad, la historia no es nada especial. Creo que por la mayoría del libro le falta algo de profundidad y complejidad. El protagonista Matías es insoportable—no le importa a quien dañe porque él hace lo que le da la gana. Pero supongo que su comportamiento espantoso es parte de la crítica. Tal vez me guste más si lo leo otra vez en unos años cuando no tenga la misma edad que tuvo Matías cuando decidió irse a Nueva York.
Cosa curiosa: hace meses, una persona que conocí en una fiesta 2012 y a quien no he vuelto a ver desde aquella vez, me mandó un correo diciéndome que había leído esta novela y que le había recordado a mí —mucho, quizás, por el gusto en común que teníamos por la trilogía "Pixie" de Ruy Xoconostle—. Haciendo limpieza de mi correo electrónico —soy un obsesivo de tenerlo en ceros, perdón— me reencontré con ese mensaje hace un par de semanas y comencé a leer el libro.
El involucramiento demasiado personal que tuve con la novela hace que no pueda decir mucho además de esto: duele. Y duele mucho. Duele, acaso, porque su personaje principal, Matías —una herencia del arquetipo de hombrerricoautodestructivo que nos regalara Salinger con Holden Caulfield— se encuentra separado del mundo al que pertenecía y despersonalizado de sí mismo: encarna, de alguna manera, el sentimiento de alienación que tantas veces se ha descrito que aqueja a las burguesías y que, cuando se le mezcla con un profundo rasgo de narcisismo y cinismo, termina siendo algo explosivo, incendiario.
Hay por ahí una crítica a cierta clase rica del extinto DF que no me parece muy bien lograda y una burla a ciertos medios de comunicación que, lo mismo. Pero la historia personal de Matías, la relación con su padre, sus amigos, su ex novia, sus amantes; vaya, eso es lo que se me hace una genialidad: saber describir en un personaje el tedio, el fastidio, la despersonalización; la remota, quizás, imposible, ilusión de redención.
Le pongo dos estrellas porque estoy sesgado (para bien) por algunos puntos en común sobre las vivencias. La realidad es que es un texto flojo, poco creativo y lo que quisiera ser un texto reflexivo, termina siendo pura verborrea y excreciones mentales. Los diálogos no aportan absolutamente nada, las descripciones son meramente adornos y la trama sólo avanza a la fuerza. No se siente que haya un escritor detrás de este libro, sólo un deseo de escribir.
Leí este libro en cuanto ganó el premio Letras Nuevas. La narración es buena, pero la historia deja mucho qué desear. La historia típica de un muchacho de clase alta, con problemas de clase alta. Este libro lo puede leer el hijo de algún millonario mexicano y se sentirá identificado. No hay nada extraordinario en la historia. Desde mi punto de vista es solo un buen ejercicio de escritura con una mala historia.
Primero que nada. Por el premio que recibió intuyo que los autores se caracterizan por estar iniciando en la profesión de escribir, y escribir una novela no es fácil.
Coincido en los demás comentarios acerca de los defectos que tiene la novela, y en particular me llama la atención la cantidad de drogas, sexo y majaderías que fueron necesarias para escribirla.
Ahora ¿el hecho de que la trama suceda de jueves a domingo tiene una referencia a Jesús? Pareciera que Matías transita de una crucifixión para descender hasta el infierno, para que el domingo sea su resurrección teniendo como testigos al Popo y al Izta.
Pareciera que, al final del día, todo se reduce a que Matías procese la pérdida de su padre, pero creo que le salió demasiado caro.
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Excelente libro!!! Una crítica basta y directa a la sociedad de la Ciudad de México! Puede llegar a cansar un poco, ya que el personaje principal es muy negativo, de ahí en fuera las experiencias y odiseas por las que pasa las cuenta de una manera muy divertida..
Altamente recomendable, una lectura ligera y rápida, sin mucho giro, una excelente introspectiva... Yo me identifique mucho con varias cosas....
Es un libro que es rápido de leer y muy divertido. Daniel Krauze realiza una critica a la clase media-alta chilanga. Te describe a un personaje lleno de problemas y prejuicios conectados con su pasado. Su principal problema es reencontrarse con lo que dejo antes de huir a NY en busca de nada.
Es un libro que empieza justo como el personaje y la misma historia, en una total superficialidad que poco a poco profundiza y te muestra el crecimiento humano con un suspenso como el de toda vida hasta el ultimo suspiro.
Me parece un excelente libro y muy triste, pero te ensena a que debemos aprovechar el tiempo lo mas que podamos y no hacer lo que matias hace autodestruyendose.