El vigía Gabelio Támper tiene la misión de custodiar las fincas de su jefe durante una inundación en el Delta Panorámico. Mientras todos se exilian ala capital, el protagonista pasará sus días en una improvisada barraca, protegiendo la zona de saqueadores oportunistas. Este tiempo de soledad y marrón monotonía le permitirá reflexionar desde situaciones mundanas y rutinarias hasta cuestiones existenciales y universales. Su único compañero será el Gongue que ha heredado de su padre. En esta novela, Marcelo Cohen alcanza el máximo de su escritura innovadora, reflejo de un tratamiento particular del lenguaje, que le permite a su vez la creación de todo un repertorio propio de palabras que son utilizadas con humor e ironía.
Marcelo Cohen es escritor y traductor. Publicó novelas, relatos y ensayos. Ha traducido a William Shakespeare, T.S. Elliot, Francis Scott Fitzgerald, Jane Austen, Raymond Roussel, Henry James, Fernando Pessoa, John Dos Passos, Ray Bradbury, Italo Svevo, Clarice Lispector, Harold Brodkey, James Ballard, Martin Amis, Chris Kraus, Alasdair Gray y A.R. Ammons, entre muchos otros.
Bueno, ¿qué tengo para decir de este libro? Sin duda se trata de una experimentación con el lenguaje, un modo de narrar tirando a lo experimental que se percibe su complejidad. Comprendo lo que quiso hacer el escritor (siendo que conozco como piensa la literatura porque fue profesor mío en la facultad), pero simplemente no es de mi agrado. Mi puntaje no significa que sea malo, sino que no me resultó entretenido. Prácticamente no tiene divisiones en párrafos, se trata del derrotero mental del personaje en una situación de aislamiento sin que acontezca demasiado.
Gongue es una novela del puro lenguaje que se entremezcla con el río en el que transcurre. Una narración que se va a entretejiendo en los restos de una lengua extraña, bicéfala, entre erudita y coloquial, pero siempre extraña. Cohen es un maestro de la traducción de varios idiomas y sobre todo de textos difíciles (Roussel, Marlow, Shakespeare, Lispector, Baker. La lista sigue), así que no sé hasta que punto se relaciona un oficio con el otro. Diría que estos escritores-traductores tienen una relación tan intensa con su lengua que empiezan a ver los puntos de quiebre en esta y puede trabajar desde ahí. Pienso en Lispector, pienso en las traducciones de Poe que realizó Arno Schmidt y en la propia obra de Schmidt. En todo caso, Gongue es fantástico. Denso como la puta madre y eso que tiene 80 páginas.
Reconozco la creatividad y la búsqueda de trabajar exclusivamente con el lenguaje pero es que no es mi tipo de lectura. Prefiero resignar eso y que me cuenten una historia que me atraiga mucho más. Siento que tenía algunos elementos interesantes, pero al ser tan corta no se pudieron desarrollar.
las partes más poéticas me resultaron bellísimas pero el resto.... uf. me costó mucho. se me hizo demasiado críptico y no terminé de vislumbrar el mundo que propone.
«Una cosa me parece, y es que la dicha, la dicha es el resabio ínfimo de vida que subsiste en la idea de que no hay nada de veras en el mundo, nunca pasa nada.»
81 páginas que parecen 300. Lo digo en el buen sentido. La obra brilla por el uso del lenguaje. Condensado, desguazado, libertino hace una experiencia de lectura única. Es, sin duda, una novelita donde no importa mucho, aparentemente, lo que pasa (recuerda al mantra de "no pasa nada" de Gabelio) sino cómo se dice.
Me dejó con ganas de conocer más sobre el universo del Delta Panorámico.