Poco antes de acabar la primavera de 1930, Baroja llevó a cabo un viaje en auto por tierras del Bajo Aragón, del Maestrazgo y Valencia. De Alcañiz fue a Morella y desde Morella visitó pueblos como Cantavieja, Mirambel, etc. Después, por Segorbe bajó a la costa, siguiéndola llegó a Valencia, de Valencia a Játiva y de allí volvió a Madrid. Muy abundantes fueron las notas que tomó en este viaje y le sirvieron para escribir la trama novelesca de dos obras que en las Memorias de un hombre de acción reflejan la vida en la zona indicada durante los últimos tiempos de la primera guerra carlista, en la que fue, corno es sabido, uno de los principales focos del Carlismo, simbolizado por la figura de Cabrera. La primera de estas dos novelas es la llamada Los confidentes audaces y está dividida en dos partes. De ellas, la primera, «Aviraneta preso», constituye por sí un relato bastante autónomo. La segunda, «El número 101», refleja más el viaje aludido y da una visión magnífica de Morella, sus habitantes y sus alrededores al momento en que era uno de los bastiones de la causa carlista. También retratos de sus principales cabecillas.
Pío Baroja y Nessi (1872-1956) nació en San Sebastián y vivió durante casi toda su vida en Madrid, donde estudió Medicina. Su ejercicio como médico fue breve, en Cestona. Volvió a Madrid, donde entró en contacto con Azorín y Maeztu, que le llevaron a entregarse a la literatura, su gran vocación. Publicó sus primeros libros en 1900 tras una serie de colaboraciones en diarios y revistas. Siguió una etapa de intensa labor que conjugó con viajes por España y Europa. En 1911 publicó El árbol de la ciencia. Hasta entonces había publicado ya, además de cuentos, artículos y ensayos, diecisiete novelas que constituyen lo más importante de su producción. Su fama se consolidó y su vida se consagró a escribir, volviéndose cada vez más sedentaria. En 1935 ingresó en la Real Academia. Durante la Guerra Civil pasó a Francia, pero en 1940 se instaló de nuevo en Madrid. Murió en 1956. Pío Baroja fue el más importante novelista contemporáneo por sus extraordinarias dotes de narrador. Su influencia posterior ha sido enorme y los novelistas de la posguerra siempre le reconocieron como su maestro. Fue un escritor fecundísimo. Sus novelas son más de sesenta. Él mismo agrupó muchas de sus novelas en trilogías (34), pero estas clasificaciones, con alguna excepción, frecuentemente carecen de relación entre las obras que las integran. Hay que destacar las distintas trilogías:
- «Tierra vasca», formada por La casa de Aizgorri (1900), El nayorazgo de Labraz (1903) y Zalacaín, el aventurero (1909). Esta última es un ejemplo de la novela de acción de Baroja. Narra, animada y ágilmente, la vida del vasco Martín Zalacaín: su infancia y aprendizaje para la vida, las trepidantes aventuras de contrabandista, su antagonismo con Carlos Ohando, el amor y la muerte trágica, todavía joven, y el halo de héroe popular creado en torno suyo. - «La lucha por la vida»: La busca (1904), Mala hierba (1904) y Aurora roja (1905). La primera es para muchos la obra más intensa del autor: cuenta la historia de un muchacho, Manuel, que, venido de un pueblo a Madrid, va pasando por diversos ambientes y oficios hasta terminar en los suburbios de la ciudad, entre mendigos, golfos y vagos, al borde de la delincuencia. Baroja, con intención social testimonial, pinta descarnada y sombríamente, las clases medias bajas y, particularmente, los estratos más miserables de la sociedad madrileña de finales y comienzos de siglo: cuadros de ambiente, tipos de toda calaña —pícaros, prostitutas, criminales, proletarios— , la mendicidad y la miseria; y en medio, Manuel, que por su falta de voluntad y por la total desorganización social, se va degradando cada vez más, aunque no definitivamente, en la difícil lucha por la vida. - «La raza», a la que pertenecen El árbol de la ciencia, La dama errante y La ciudad de la niebla. El árbol de la ciencia es una novela típicamente noventayochista, en cuanto que refleja la crisis existencialista vital del inadaptado protagonista, Andrés Hurtado, sus disquisiciones pesimistas, las dolorosas experiencias que le conducen al suicidio, le dan pie a Baroja para realizar una feroz crítica de la sociedad española de su tiempo. En esta novela hay abundantes aspectos de la vida del propio Baroja.
Además escribió cuentos, novelas cortas, libros de viajes, biografías, ensayos… Resultan también destacables sus memorias, tituladas Desde la última vuelta del camino, siete volúmenes que constituyen un importante testimonio de la personalidad del autor y un excepcional panorama de toda una época.
"Un día de enero de 1840, un señor pequeño, delgado, de tipo aguileño, con la mirada extraviada, vestido de negro, embozado en la clásica capa española y con sombrero alto y redondo, marchaba sentado en un rincón de la diligencia de Madrid a Zaragoza. Este señor era nuestro amigo don Eugenio de Avinareta."
Y este señor ha salido victorioso con su estratagema, que derivó -con la controversia entre partidarios y detractores de su importancia última- en el Convenio de Vergara (el "abrazo" como se estudiaba en mis tiempos de instituto). Como el plan ha salido bien, la jerarquía liberal piensa que puede ser buena idea intentar la misma jugada en Cataluña y en el Maestrazgo para acabar con los últimos rescoldos del conflicto. Pero para esta operación don Eugenio está muy visto, necesita agentes, caras nuevas, pero no a cualquiera "No basta con mandar gente; sólo hombres muy hábiles pueden hacer una labor útil". Y aquí aparece una de las estrellas de esta saga (¿os acordáis de aquella voz en off que presentaba a Robert Redford en "Las aventuras de Jeremías Johnson"? pues escuchadla ahora en estas palabras)
"Era un hombre de veintitrés a veinticuatro años, alto, delgado, de nariz grande, afilada, cara caballuna, color pálido y pelo claro. Tenía las manos largas, los pies largos, la mirada apagada, de ojos miopes y glaucos; la risa fría, estrepitosa y burlona. Había en él algo de galgo y de araña [...] tiene un valor pasivo extraordinario; es impasible, imperturbable, cínico, irónico, incapaz de emoción; tiene una serenidad y una frialdad que le dejan a uno maravillado. No tiene nervios ni sangre, parece un fantasma [...]
-¿Cómo se llama?
-Jesús López del Castillo"
Y este Jesús es Baroja alta gama.
Después de entrevistarse con Aviraneta, este Jesús nos cuenta su vida y, sobre todo, su punto de vista sobre la vida. A don Eugenio -y a mí como lector- le encanta y lo envía al levante a que, con todo su talento y su mala leche, intrigue y siembre cizaña en las fuerzas carlistas que aún quedan por allí, bajo el mandato de Ramón Cabrera "El tigre del Maestrazgo".
En realidad la novela empieza con un prólogo acerca de la etimología, la filología y la filosofía de los términos "confidente" y "audaz", en el que Baroja se mofa de los etimólogos, los filólogos y los filósofos. Para mi gusto, NO es tan divertido como el autor pensó que era, pero da un toque diferente.
Después Baroja nos cuenta los problemas de don Eugenio... con sus mismos correligionarios, que le tocan tanto los huevos que decide irse a Francia, desde donde enviará a este apasionante personaje a cumplir sus planes.
Relectura pendiente desde ya. Hasta os diría que no hace mucha falta que leáis los dieciocho volúmenes anteriores... Bueno, si sería mejor que los leyerais, pero ya os digo que vale la pena.
Novela costumbrista con multitud de detalles y referentes históricos y espaciales que solo un conocimiento profundo de la historia y la geografía permitiría apreciar en su conjunto. Lo que no ws el caso.