OTOÑO. Estación de paso El otoño es una estación de paso, que sigue al verano pero mira hacia el invierno. Comienza en septiembre con la berrea de los ciervos y concluye con las primeras nevadas y la entrada de la pausa invernal. Entremedias, los acontecimientos se suceden. Más allá de la caída de la hoja en los bosques, millones de aves migrantes sobrevuelan los cielos y, en su viaje hacia el sur, dejan libre el espacio para las oleadas de invernantes. La atmósfera otoñal suele estar revuelta. Las tormentas de finales del verano dan paso a los primeros temporales y a violentas depresiones atmosféricas, las antaño llamadas «gotas frías», con lluvias que desbordan los ríos y encharcan de nuevo las lagunas, las albuferas y las marismas. Allí buscan cobijo las vocingleras bandadas de grullas, los ánsares silvestres y toda la tribu de los patos, que vienen al sur a pasar la mala estación. Con los grandes fríos de diciembre el invierno asoma por el horizonte, caen las últimas hojas y el silencio se extiende por campos y bosques. Este libro es el relato de la larga transición otoñal a través de algunos de esos episodios. Un calendario y una crónica personales, pero también una evocación de las estaciones clásicas, aquellas previas a la crisis climática en las que las cosas se sucedían con una regularidad previsible. Un orden alterado por los nuevos vaivenes del clima. Los sonidos de la naturaleza son parte fundamental de esta obra. Cada una de las descripciones del libro cuenta con la correspondiente grabación de su paisaje sonoro, a la que se puede acceder a través de códigos QR. Y, por primera vez en España, en sistema binaural, el sonido 3D que permite al oyente escuchar la naturaleza como si se encontrara situado en el centro de la en un bosque, al borde de un acantilado, en la orilla de una laguna o rodeado por los estampidos de los truenos en una tormenta de otoño.
Había pasado página tras página sin darme ni cuenta de que llevaba un buen rato escuchando —sí, escuchando— el libro más que leyéndolo. Es esa sensación rara y bonita de cuando algo te atrapa sin previo aviso, como si el propio otoño te hubiera agarrado de la manga para decirte: “eh, ven, que aquí hay algo que merece la pena”.
En estas páginas, Carlos de Hita no se limita a describir una estación; la convierte en un viaje casi íntimo, de esos en los que uno baja el ritmo sin proponérselo. Empiezas con la berrea de los ciervos en septiembre, casi oliendo la humedad en el aire, y acabas con las primeras nieves que anuncian el silencio del invierno. Pero lo realmente especial es cómo te hace sentir que tú también estás ahí, en medio de ese tránsito, con el viento levantando hojas a tu alrededor.
La combinación de texto y sonido es una auténtica delicia. No es solo que haya grabaciones: es que están hechas con una sensibilidad que roza lo cinematográfico. El sonido binaural es otra historia; te mete dentro de la escena con una facilidad sorprendente. A veces tenía la impresión de girar la cabeza para ver qué animal se movía por detrás, o de notar las alas de las aves migratorias pasando sobre mí. Es como hacer senderismo sin moverte del sofá.
Me ha encantado también esa mezcla entre crónica personal y calendario natural, entre nostalgia por el otoño “de antes” y el retrato del otoño que tenemos ahora, más caótico, más torcido por el clima. Hay algo muy honesto en la manera en que Hita lo escribe: no se recrea en lo dramático, pero tampoco mira hacia otro lado. Simplemente lo cuenta como es, con una belleza tranquila que cala más que muchos discursos.
Los capítulos se disfrutan casi como pequeñas excursiones. Te llevan a bosques, marismas, lagunas y acantilados, con tormentas que parecen caer sobre el libro y silencios que se notan tanto como los estruendos. Y entre todos esos paisajes hay algo que permanece: la invitación constante a escuchar, de verdad, a prestar atención a los matices que solemos ignorar.
Y cuando crees que ya lo has entendido todo, llega el momento en el que te descubres mirando por la ventana para ver si captas alguno de esos sonidos que acabas de leer. No para imitarlos, sino para recordarte que, aunque la estación vaya cambiando, aún queda mucho por oír si uno sabe dónde poner el oído.
Un libro inesperado que me tocó en un sorteo. Y la verdad que me alegro. Es una oda a pararse y escuchar lo que nos rodea. El autor dibuja poco a poco a través de los sonidos el Otoño tal y como se ve en la naturaleza. Hay datos e información, pero lo esencial de este libro es simplemente disfrutarlo, escucharlo y dejarse llevar.