What do you think?
Rate this book


Description in Spanish: «Uno no lo desea, pero prefiere siempre que muera el que está a su lado, en una misión o una batalla, en una escuadrilla aérea o bajo un bombardeo o en la trinchera cuando las había, en un asalto callejero o en un atraco a una tienda o en un secuestro de turistas, en un terremoto, una explosión, un atentado, un incendio, da lo mismo: el compañero, el hermano, el padre o incluso el hijo, aunque sea niño. Y también la amada, también la amada, antes que uno mismo.» Así arranca Veneno y sombra y adiós, el tercer y último volumen de Tu rostro mañana, la grandiosa novela de Javier Marías que, por fin completa, y como ya ha anticipado la crítica extranjera, se revela como una de las cumbres literarias de nuestro tiempo. El narrador y protagonista, Jacques o Jaime o Jacobo Deza, acaba por conocer aquí los inesperados rostros de quienes lo rodean y también el suyo propio, y descubre que, bajo el mundo más o menos apaciguado en que vivimos los occidentales, siempre late una necesidad de traición y violencia que se nos inocula como un veneno.
512 pages, Unknown Binding
First published January 1, 2007
“Yo soy mi propio dolor y mi fiebre.”Siendo posiblemente la más entretenida de las tres entregas, esta es la que menos me ha satisfecho. Será que el veneno que Javier Marías me ha ido inoculando en las tomas anteriores me ha vacunado para esta nueva dosis de menor toxicidad, algo que intuí desde su inicio, mucho menos potente que el de sus dos hermanas mayores.
“… la aplicamos mucho más de lo que nos reconocemos, sólo que disimuladamente, con un barniz de civilidad en las formas o bajo el disfraz de otras leyes y regulaciones respetuosas, más lentamente y con numerosos rodeos y trámites, todo es más trabajoso pero en el fondo es la ley que rige, es la que manda.”¿Por qué no se puede ir por ahí pegando y matando?, pregunta Tupra. Muchas respuestas nos vienen a la mente, como le vinieron a Deza, todas ellas aprendidas, sin una gota de pensamiento propio: porque no está bien, porque la moral lo condena, porque la ley lo prohíbe, porque se puede ir a la cárcel, o al patíbulo en otros sitios, porque no se debe hacer a nadie lo que no quiero que a mí me haga nadie, porque es un crimen, porque hay piedad, porque es pecado, porque es malo, porque la vida es sagrada… pero que, a poco que lo meditemos seriamente, ninguna de ellas parece incuestionable ni definitiva. Como tampoco lo es la que aporta el protagonista, la suya, la pensada: Porque no podría vivir nadie, una respuesta que él mismo se encargará de refutar sin mucho asombro tras convertirse en sombra. Una transmutación que ni él, con sus grandes poderes de interpretación, supo anticipar. Una prueba más de lo tuertos y tontos que nos volvemos cuando se trata de mirarnos a nosotros mismos, siempre prestos a la autojustificación y al autodescargo.
“Fue necesario y evité así un mal mayor, o eso creía; otros se habrían encargado de hacer lo mismo, sólo que con mucha más crueldad y más daño. Maté a uno para que no mataran a diez… defendía a mi Dios, a mi Rey, mi patria, mi cultura, mi raza; mi bandera, mi leyenda, mi lengua, mi clase, mi espacio; mi honor, a los míos, mi caja fuerte, mi monedero y mis calcetines. Y en resumen, tuve miedo… fue la época, quien no la haya vivido no puede entenderlo. Ah no, fue el lugar, era malsano, era oprimente, quien no haya estado allí no puede ni figurarse nuestra enajenación y su hechizo… yo no quería, yo fui ajeno, ocurrió sin mi voluntad, como en las humaredas tortuosas del sueño, eso fue cosa de mi vida teórica o entre paréntesis, de la que en realidad no cuenta, no pasó más que a medias y sin mi consentimiento pleno.”La responsabilidad de lo hecho, de lo no evitado, de lo dicho y de lo callado, hasta de lo pensado (Nos convencemos de no haber tenido tal pensamiento indigno ni tal otro maligno, de no haber deseado a esa mujer o esa muerte), toreada tan aseadamente por algunos, sufrida trágicamente por otros. Una responsabilidad que no se disculpa por el veneno que nos inocularon, aquello que vimos y hubiéramos deseado no ver, que oímos sin quererlo. En fin, ambas, la inclemencia y el dolor y la fiebre, son, han sido y serán siempre parte del estilo del mundo.
“Una vez que una idea nos entra en la mente es imposible no haberla tenido y resulta muy arduo expulsarla o borrarla, lo mismo da cuál sea: quien concibe una venganza es muy probable que intente cumplirla, y si no puede por pusilanimidad, o por su vasallaje, o ha de esperar largo tiempo por las circunstancias, entonces lo más seguro es que viva ya con ella y que le amargue las duermevelas con su latido nocturno.”Junto a este asunto de la violencia, anidado en este monólogo interior con otros muchos temas, subtemas y corolarios, está el del relato de nuestra vida, el que nos hacemos a nosotros mismos, el que queda para los otros tras nuestra muerte o el que se olvida y desaparece como si no se hubiera producido, como si no hubiéramos existido (somos todos como nieve sobre los hombros, resbaladiza y mansa, y la nieve siempre para) presente también en toda la trilogía y coronado aquí por las muertes de dos personajes fundamentales, Peter Wheeler, su mentor, y Juan Deza, su padre (trasuntos de Peter Russell y Julián Marías).
“La gente detesta ser omitida o pasada por alto y prefiere siempre ser vista y juzgada, para bien o para mal o aun para fatal, incluso lo necesita y lo ansia… Es como una doble necesidad contradictoria: quiero que se sepa qué soy y qué he sido, y que se conozcan mis hechos, lo cual me causa pavor al mismo tiempo, porque puede arruinar para siempre el cuadro que me estoy pintando.”En fin, me separo, pues, con cierta pena de Deza, este esnob, arrogante, muchas veces pedante, cansino en su insistencia filológica, obsesivo en sus reflexiones, reflexivo con sus obsesiones, pero siempre hipnótico en sus espirales discursivas. Me separo sí, pero por poco tiempo y sabiendo que se llame Deza o se llame como se llame no tengo ninguna duda de que me volveré a topar con esta voz narrativa, que no es la de un personaje sino la de todos ellos, la del autor.
“Para qué hizo esto, dirán de ti, para qué tanta zozobra y la aceleración de su pulso, para qué aquel movimiento, y aquel vuelco; y de mí dirán: por qué habló o calló y guardó tantas ausencias, para qué aquel vértigo, tantas las dudas y tal tormento, para qué dio aquellos y tantos pasos. Y de los dos dirán: por qué se enfrentaron y para qué tanto esfuerzo, para qué guerrearon en lugar de mirar y de quedarse quietos, por qué no supieron verse o seguirse viendo, y a qué tanto sueño y aquel rasguño, mi dolor, mi palabra, tu fiebre, nuestro veneno y la sombra, y tantas las dudas, y tal tormento.”
As I looked and half-looked and saw, a poison was entering me, and when I use that word 'poison', I'm not doing so lightly or purely metaphorically, but because something entered my consciousness that had not been there before and provoked in me an immediate feeling of creeping sickness, of something alien to my body and to my sight and to my mind, like an inoculation, and that last term is spot on etymologically, for it contains at its root the Latin 'oculus', from which it comes, and it was through my eyes that this new and unexpected illness entered, through my eyes which were absorbing images and registering them and retaining them, and which could no longer erase them as one might erase a bloodstain on the floor, still less not have seen them.

"One must never place a loaded rifle on the stage if it isn't going to go off. It's wrong to make promises you don't mean to keep."
"Remove everything that has no relevance to the story. If you say in the first act that there is a rifle hanging on the wall, in the second or third act it absolutely must go off. If it's not going to be fired, it shouldn't be hanging there."
"Tell me now, why, according to you, one can't go around beating people up and killing them?"
"Almost anything that occurs to anyone as a way of harming the enemy finds an outlet, although it might not be publicly acknowledged afterwards."
"We all had war minds, there are no healthy minds in wartime, and some never recover...
"[Your] life had been twisted out of shape forever and could never be made straight again."
"You can't control what use other people might make of your ideas or words, nor entirely foresee the ultimate consequences of what you say. In life in general. Never."
'and besides, everything has its moment to be believed, isn't that what you think?'completing his monumental 3-volume novel, your face tomorrow, javier marías's poison, shadow and farewell (veneno y sombra y adiós) wraps up the unforgettable story of jacques deza and his foray into the shady, complex domain of secrets, spying, and intelligence. as a whole, your face tomorrow offers a fictional account of espionage (international and interpersonal), propaganda, deceit, violence, and legacy. framed around recollections of both world war ii and the spanish civil war, marías ponders the consequences of action ("do i dare disturb the universe?"). your face tomorrow, with nary a wasted word, considers the individual's role in a world s/he can never possibly hope to control; asking what actions we may be capable of, how we are seen by others, how we see ourselves, and, perhaps most telling of all, how we think we are seen by others.
'...the idea that people hate being left out or passed over and prefer always to be seen and judged, for good or ill or even for worse, and even need this and yearn for it; the idea that they still cannot do without the supposed eye of god that observed and watched us for centuries, without that companionable belief that some being is aware of us at all times and knows everything about us and follows every detail of our trajectory like someone following a story of which we are the protagonist; what they can't bear and won't allow is to remain unobserved by anyone, to be neither approved nor disapproved of, neither rewarded nor punished nor threatened, to be unable to count on any spectator or witness regardless of whether they are for us or against us; and they seek out or invent substitutes for that eye, which is now closed or wounded, or weary or inert, or bored and blind, or which has simply looked away from what i am doing; perhaps that's why people today care so little about being spied on and filmed, and often even provoke it, through exhibitionism, although that can prove detrimental and draw down upon them precisely the thing they most dread, the conversion of their story into a disaster.'