Come se due fra le bambine fissate per l’eternità, da più di un secolo, sulle lastre fotografiche del Reverendo Dodgson, alias Lewis Carroll, avessero improvvisamente ripreso vita, le protagoniste di questo romanzo ci vengono presentate oggi in un luogo imprecisato dell’Inghilterra: Jane – cinque anni, bionda – e Rachel – sette anni, bionda –, sorelle e assai somiglianti, vivono in una loro eletta reclusione, osservate e accudite dal loro amoroso, perplesso tutore Botvid, la cui funzione è di servire più che di comandare. La principale attività delle due bambine, dotate di un cervello «prematuramente meccanico», è la «grande conversazione»: a intervalli, rabbiosamente, si lanciano in dialoghi che toccano tutti i temi più gravi – la morte, il vuoto, il potere, le origini, ecc. ecc., o certi gravi casi della vita, esemplificati in brevi racconti – in un tranquillo farneticare che scandisce il loro normale dormiveglia. Arroganti, severe e malinconiche, le due bambine sembrano sottintendere che di quelle grandi cose sia legittimo e non vergognoso parlare solo alla loro età – e già loro cominciano a dare segni di stanchezza. Per altro non amano mettere la testa fuori dalla porta, come se oppresse da un cumulo di esperienze fatte in vite precedenti. Talvolta, però, fanno delle puntate nel mondo, magari per una visita in manicomio a un loro parente pazzo. Ma i veri avvenimenti si svolgono silenziosamente nella casa: un terzo essere, l’Angelo, si intromette fra le bambine, fa che si accentuino rapinosamente le somiglianze fra le due, che ciascuna si senta in ogni momento accompagnata dal proprio riflesso vivente, che ciascuna tenda un perpetuo agguato all’altra, che ciascuna tessa all’altra un controcanto, a volte beffardo a volte esaltato. È la via dell’esasperazione: Alice, questa volta, non ha da traversare lo specchio, ma da sostenere la prova del vedersi continuamente riflessa, sullo specchio, in un’altra persona. In mezzo a temibili volute ironiche, la storia si avvicina sempre più a una catastrofe, che resta però sospesa: il regno dei fatti non riuscirà a metter piede nella casa delle due sorelle, esse rimangono immobili in equilibrio, sul punto immediatamente precedente allo sgretolarsi. Ferme in uno spazio stagno, di pura discendenza fittizia, le due singolari bambine continuano la loro vita statica, autonoma e lievemente delirante.
Fleur Jaeggy is a Swiss author, who writes in Italian. The Times Literary Supplement named Proleterka as a Best Book of the Year upon its US publication, and her Sweet Days of Discipline won the Premio Bagutta and the Premio Speciale Rapallo. As of 2021, six of her books have been translated into English.
Qué bueno fue haberme cruzado con esta escritora. Tiene un "no sé qué" que me fascina y me tira abajo al mismo tiempo. No hay una trama muy delineada, es más bien un montón de reflexiones sobre la vida.
No estoy muy seguro ni de como votar a este libro, pero bueno esa nota se va a quedar. Ha sido una experiencia extraña. Muy extraña.
A rasgos generales la historia (al menos, la que he logrado entender o creer entender xD) nos hablará de dos hermanas Jane y Rachel. Estas dos pasaran sus días encerradas en su casa por decisión propia bajo el atento servicio de Botvid, su tutor. Se dedicaran principalmente a conversar sobre la vida, la muerte, la soledad, el sentido de todas estas... En fin, muy apropiado todo para niñas de 5 y 7 años xD. El caso es que llegará un momento en el que su gran parecido físico empezará a atormentarlas y querrán manter su individualidad.
No sé que pensar de este libro. Los puntos a favor son: la idea, algunos pasajes super interesantes y que es una lectura que se hace de un tirón. Lo que no me ha terminado de convencer: lo liosa que está contada la historia, niñas de 5 años filosofando y es poco entendible en muchas ocasiones.
En fin, que tengo otro libro en casa igual de corto de Jaeggy y voy a darle otra oportunidad. A ver si con este me va mejor jajaja.
Una novela corta, pero una novela que no es nada sencilla. Publicada por primera vez en 1971, Tusquets la reedita ahora con esa cubierta que realmente llama muchísimo la atención. La narrativa de la autora me ha parecido complicada, con muchos aforismos, metáforas, reflexiones filosóficas, una prosa compleja, no significa que sea mala historia pero hay que saber entender este tipo de escritura. En esta novela nos encontramos con dos protagonistas, dos niñas de 5 y 7 años que hablan de la vida frente a su tutor, hablan sobre temas un poco complejos para ser dos niñas de esa edad, temas como la muerte, el poder, los orígenes de las personas. Hay algunos pasajes muy interesantes pero otros me ha costado bastante entenderlos. Eso si, es una lectura diferente, curiosa donde las haya y que si tienes curiosidad en dos horas la tienes leída.
Ellittico, enigmatico, sconnesso. La cosa più sensata, forse, è trarne auspici o suggerimenti da maneggiare con prudenza.
«Sul tavolo da bridge apro il mazzo delle settantotto carte. Settantotto la pazzia, settantasette la grande riuscita. Il fuoco porta la chiarezza, il quadrato della stella luminosa si appoggia sull’obelisco, l’acqua scorre tra due colonne, le bestie riposano all’inizio, il cerchio dell’ostacolo non è trafitto dal tradimento, un ritardo fatale è disseminato di linee traverse, l’oro è indiviso con la croce, le pene finiscono in un triangolo aperto a metà, la carta riunisce la nascita e la caduta, il passato sono bicchieri d’oro, l’avvenire un campo d’oro senza segno, la noia quattro coppe d’oro, l’amore sono due calici d’oro e due serpenti le cui teste stanno ai lati della fiamma, le lance sono i pianti, gli incidenti, le esperienze, la strada, la perdita, il cordoglio, la solitudine, la lontananza, l’amicizia…»
La narrativa de Fleur Jaeggy no es fácil ni sencilla. Si el lector es capaz de atravesar el espejo se verá envuelto en una atmósfera opresiva, tétrica, oscura e hipnótica donde la autora nos plantea cuestiones reflexivas sobre la identidad, el aislamiento y la muerte. ¿Debemos encontrarnos a nosotros mismos? ¿Realmente queremos saber quiénes somos? ¿Nos autoanulamos para morir mejor? Disertaciones sobre la vida porque todos los hombres tenemos un parentesco en común: el parentesco del género humano.
“El ángel de la guarda” no es una novela al uso al carecer de una historia convencional. Sus observaciones y divagaciones valen más por sí mismas que como partes del conjunto. Un libro para leer y releer en fragmentos y meditar sobre las cuestiones que nos plantea.
Una autora peculiar y muy atípica que me fascina no solo por su peculiar narrativa casi gélida y asfixiante sino también por los personajes de sus obras que tienen siempre un marcado perfil melancólico, oscuro y sin casi referentes paternos. Una autora excepcional que seguiré descubriendo.
La historia (si es que la hay) no inicia ni ternina nunca. Es mas bien un relato de laguna, con aforismos, metáforas y eneros filosóficos que deleitar al lector. Prosa compleja mas no tediosa. Buen libro.
Fleur Jaeggy es una escritora muy poco convencional. Es difícil de leer. Siempre que la leo me recuerda a los momentos más absurdos de Witold Gombrowicz. Tiene una lucidez melancólica hecha de fragmentos cortos, frases poderosas e ideas que son, a la vez, brillantes y absurdas (puestas, usualmente, en la boca de mujeres adolescentes). La literatura de Jaeggy es en ocasiones brillante. Pero, el Ángel de la guarda no es la mejor manera de acercarse a ella. De hecho, es lo que menos me ha gustado de su obra. Si no ha han leído y les da curiosidad, es mejor arrancar con Los hermosos años del castigo. Si la leen con calma, sin prisa, y deteniéndose en cómo va surgiendo la combinación de inteligencia y absurdo, podrán salir satisfechos.
Encontrar a Fleur Jaeggy es regalo oscuro de Eros y Hermes. Como encontrarse cayendo tras un tropiezo. La oscuridad del paso en falso, la delicia de entregarse a la caída.
“Las sombras están tomando otra vez posiciones. Las veo. Están netamente incisas en mi memoria, en mi brazo izquierdo, Jane, me retengo, evito decir sangre, corre la sangre lentamente por el estuario, el balbuceo está hinchando mi lengua. La hinchazón me impide hablar, te conjuro, el desorden disuelve mi lengua.”
Lo leí horas después de terminar «Los hermosos años del castigo» y de alguna forma siento que fue una buena decisión. Leer a Fleur Jaeggy es ingresar a un sueño oscuro, hay una quietud siniestra en sus libros. Lejos está de ser este libro mi favorito de la autora, sin embargo reconozco que sus atmósferas me atraen, las dos niñas protagonistas tardaran mucho en irse de mi cabeza.
Una lectura extraña, interesante pero un poco desconcertante. Algunos apartados, como "Una mujer con temperamento" y "El turista", me alucinaron; otros, francamente, no los entendí. Por eso no le doy estrellas, no me gusta responsabilizar al autor de mis propias carencias. Definitivamente voy a volver a esta autora.
Es el primer libro que leo de esta autora y me ha fascinado. El trasfondo de la historia y la manera de escribir me ha cautivado. Es corta aunque un poco compleja de leer por algunos pasajes filosóficos. Me encantaría leer novelas parecidas.
Libro increíble, (no en el sentido de excelencia sino en el de fuera de toda logica) con 2 niñas reflexionando sobre la vida, la muerte y otras cuestiones filosóficas. No sé muy bien cuál es el motivo de que los personajes tengan estas edades pero provoca que no me enganche ni me identifique con nada de lo que cuentan. Algún pasaje es digno de destacar pero en su conjunto es un libro (que pese a ser cierto) plomizo y aburrido