A sus 37 años Vicente sigue compartiendo vida y negocio con su madre. Quiere que todo cambie, pero no sabe cómo hacerlo. ¿Quién te enseña lo que no sabes? ¿Dónde se aprende a vivir mejor? A pesar de ser un tipo al que todos aprecian, tiene un importante talón de Aquiles: su indecisión y su afán por complacer a todos, lo que le lleva a enmarañarse en relaciones afectivas confusas. Un accidente doméstico deja a su progenitora impedida temporalmente, momento que Vicente aprovecha para revolucionar su vida de la manera menos inteligente posible: enamorándose de Corina, la asistente, cuya personalidad no es tan clara como parece.
Una novela de perplejidades vitales construida con tanto sentido del humor como verdad, en la que Ángeles González-Sinde nos demuestra la gran narradora de historias que es.
Olvidando premios, alabanzas y laureles varios, se trata de una historia sencilla, bien contada, bien hilada, bien pensada, pecando sin embargo de repetitiva y ciertamente demasiado lineal. A grandes rasgos, hay novelas inolvidables, novelas correctas y novelas malas: El Buen Hijo encaja a la perfección en la segunda categoría. El ansia por descubrir la pluma de González Sinde creó quizás demasiadas expectativas, revistiendo a su opera prima de cierto halo de misticismo y exigencia no buscada pero sí incentivada por haber sido, nada más y nada "menos", finalista del premio Planteta 2013. No es una novela que el lector recuerde el resto de su vida, olvidaremos a sus protagonistas, olvidaremos los detalles de la trama, detalles por cierto casi inexistentes; probablemente la única huella que deje será ser el estreno de aquella ministra de cultura tímida, correcta y culta pero invisible de la última etapa de Zapatero, al igual que lo será El Buen Hijo a medida que pase el tiempo. Habrá sin duda un público encantado con esta lectura facilona y vehemente pero si nada marca, ¿es esto literatura? Es entretenimiento, lírica vacía, palabras que pasan pero no quedan, es lo fácil, el caballo ganador, la creatividad de tarifa plana, el aprobado con suficiente alto y los Kenfolletines de mesa camilla, recuerdas que eran curiosos y entretenidos pero sin nombre ni apellidos.
Vicente, a sus 37 años, sigue viviendo con su mamá y con un fuerte vínculo hacia su padre fallecido. Al lado de su perro y un gran amigo que tiene por vecino, lleva una vida tranquila, mientras atiende el negocio de la familia, una papelería. Pero le falta algo a su vida y no lo descubre hasta que tiene que enfrentarse a la trágica idea de perder a su madre después de que ella tiene un accidente. Es entonces que comienza un reencuentro consigo mismo, analizando la idea de estar sólo a su edad, en contraste con la compañía y permitiéndose tener un romance con una mujer que aparece en su vida. Tendrá que comprender que no siempre es posible que existan los finales felices y que, a pesar de las decepciones, siempre es mejor entregar el corazón que dejar que se congele y perecer sin haber vivido intensamente.
Lo mejor del libro es la narración que resulta amena, introspectiva pero no demasiado complicada. Logra transmitirnos los acontecimientos y pensamientos de Vicente a través de la historia. El trama resulta más difícil de evaluar. De cierta manera trata de trazar una línea desde los 17/20 años de Vicente a su auto realización (o intento de!) durante la historia. Algunos hilos son bien tratados y llegan a una conclusión satisfactoria en el último capítulo mientras que otras se dejan inconclusos o a mi manera de ver las cosas, mal concluidos en el último capítulo. La lectura, en resumen, se disfruta y es recomendable si gustas de la introspección en tus libros aunque sin esperar que todo se resuelva hacia el final.
Comencé a leer este libro con la firme creencia de que iba a leer un libro estilo “chick lit” o algo similar, pues resulta que se trata de un libro que si bien tiene toques de humor, tiende a mostrar una historia de superación y una enseñanza de como no quedarse atrapado en el pasado y salir adelante; es corto, fácil de leer, con pocos personajes, diálogos cortos y mucha narrativa; relata la vida de un hombre de 37 años que ha quedado traumado por la muerte de su padre que ocurrió cuando él apenas tenía 17, eso ha traído como consecuencia decisiones erróneas,soledad, inestabilidad emocional, inseguridades entre otras; lo que más me gustó fue la narrativa en primera persona y la forma en que el personaje principal “Vicente” interactúa con el lector de una manera muy peculiar haciéndolo partícipe de sus emociones, en fin ha sido una lectura regular, no es lo que esperaba...pero estoy segura que a más de alguien le va a gustar.
Es un libro totalmente insípido. No te deja nada, no te inspira nada, no te llega ningún mensaje. Es cierto que su lectura no te aburre, pero te deja la sensación de que es un esfuerzo estéril, por que no ofrece nada a lo que agarrarse.
Respecto a la manera de escribir de la autora, puedo decir más bien poco. Y no solo por que es lo primero que leo de ella, si no por que este tipo de historia lo puede escribir cualquiera, ya que no se necesitan grandes dotes narrativas, más allá de saber escribir.
En cuanto a la historia, solo resta decir que es floja. Empieza más o menos bien, pero después se desinfla rápidamente, debido en parte al protagonista, un hombre irritantemente pesado, sobre todo cuando tiene accesos "filosofales" y cuya historia, en general, es tan previsible y aburrida que cuando la recuerdo solo puedo bostezar.
En resumen, que leer este libro ha sido decepcionante y te hace volver pensar en el tongo del Premio Planeta, por que si este es el finalista ¿Cómo será el ganador? ¿Y lo rechazados?
Floja, muy floja. Parece mentira que llegase a finalista del Premio Planeta.
Aparte de ser sumamente simple, el personaje principal es bastante rancio. Se las quiere dar de profundo y sensible, pero es rancio, la forma en que ve a las mujeres y a los demás en general...
Esta novela intenta hacer muchas cosas y no consigue ninguna. Francamente, ha sido una pérdida de tiempo.
Aun con una historia bien planteada sobre todo para personajes es sus treintas me pareció muy pobre y me cuesta creer que con algo asi se las arreglaron para que la lectura sea lo más insípida. Poco o nada a su favor.
Un libro interesante con muchas reflexiones te mantiene intrigado un poco hasta el final aunque esto último me sorprendió no me gustó el final lo veo poco sustancioso. Pero de todas maneras lo recomiendo yo creo que va a gustar.
Me ha encantado. La cotidianidad, la sencillez, la parte cómica, pero a la vez tierna y emocional de esta novela. Es un libro que te engancha por su sencillez en la escritura y en la propia historia. Además me dejó una sensación muy bonita al terminarlo.
Se lee fácilmente, aunque la historia es aburrida y aunque intenta resultar esperanzadora y optimista, resulta un argumento demasiado plano para proseguir con su lectura.
Una historia sobre madurar, darte cuenta de la importancia de salir de esa burbuja que es la zona de confort, y el viaje que ésto conlleva.
El libro no es perfecto es verdad, la mezcla de palabras formales e informales en un mismo contexto y el uso de acentos de distintas regiones hace la lectura un tanto extraña pero al final sigue siendo disfrutable.
Un libro bien escrito sobre las relaciones mantenidas en un marco formal y preestablecido difícil de romper. Para Vicente es difícil la huida. En todo el libro planea como una reja invisible la existencia del MIEDO. Miedo de Vicente al cambio de paradigma hasta que, por fin, hace su idolatrado viaje.
"Qué bonito es besar. Dicen que es un acto que inventaron las madres del cuaternario (quien dice cuaternario dice paleolítico, no es mi especialidad) para dar de comer a sus criaturas después de masticarles los alimentos y que de ahí viene ese gesto de boca con boca que nos produce tanto placer y esa sensación de afecto".
Un libro facilito, ágil y de agradable lectura, pero fácilmente. olvidable. Aún así lo he disfrutado bastante, probablemente porque trata sobre la crisis de los 40 y yo estoy ahí, preguntándome si he cumplido con los objetivos que me marqué a los 17, como le pasa al protagonista. Me gusta algunas reflexiones sobre la edad, la madurez y el paso del tiempo. En el apartado del debe, la narración y la trama es un poco naïf, y lo peor, no termino de imaginarme al protagonista cómo un hombre de 37 años, por cómo se comporta y habla, me parece que ver a la autora, a una mujer en definitiva, en lugar de a Vicente.
Los de Planeta estaban de broma en 2013, no? No me puedo creer que no hubiera novelas que les dieran mil vueltas a la ganadora, El Cielo ha vuelto y a ésta, que no es tan mala como la primera pero que también se las trae. Es una historia carente de todo interés con un estilo regular que resulta aburrido. No me he terminado la novela todavía y no sé si lo conseguiré porque me cuesta un triunfo ponerme con ella cada día. Pues no he podido. LO he tenido que dejar. Me da muchísima rabia no terminar un liro pero al cabo de varias semanas me dije que leer tiene que ser un placer, no una tarea fastidiosa que te obligas a hacer un rato cada día. Menudo año de premios Planeta, madre mía...
Un libro convincente que cuenta la historia de Vicente, un hombre de 37 anos que todavía vive con su madre, trabaja en la tienda de su padre y que busca su camino en la vida y… sobre todo el amor. Me sorprendió gratamente el vocabulario usado y las expresiones emocionales. También el final inesperado te hace pensar en el largo mensaje que quiere pasar el autor. Estupendo.
La historia es sencilla y entretenida, pero la redacción termina siendo demasiado pomposa y sobre saturada. Creo que se pudo haber contado en muchas menos palabras y así apreciarse más.
He cometido el error de leer algunos comentarios antes de escribir estas notas y es posible que, sin pretenderlo, algo me condicione, porque estoy algo de acuerdo con varias de ellas. El libro se lee bien, es un poco simple, trata de un buen mozo que no termina de encontrar su sitio en la vida, ni personal ni profesionalmente, vamos es una duda con patas, que no se centra en nada. Dicho eso, el libro me ha parecido entretenido, no se me ha hecho pesado y lo he leído con un razonable interés. Es verdad que no se trata de la típica novela que estas loco por terminar para ver su desenlace, pero eso mismo forma parte del planteamiento demasiado lineal de la novela. No esta mal aunque es posible que no es para repetirla.