En “Cuando hablábamos con los muertos”, antología de tres relatos que Mariana Enriquez publica en Montacerdos, cabe la pregunta por lo sobrenatural. De manera sutil pero decidora, la autora explora en estas narraciones la delgada línea entre lo siniestro y lo ingenuo, entre lo fantástico y lo cotidiano. El resultado es una propuesta que aboga por la narrativa de terror, no en su forma pura, sino que revestida de un atmósfera ominosa y abyecta. “Más que cuentos de miedo yo los defino como cuentos de horror. El germen de escribir estos relatos fue el placer de reproducir parte de lo que hacían mis escritores favoritos, Conan Doyle, Stephen King, pero con un trasfondo político que supera el simple efecto del miedo”, explica la autora.
Cuentos 1. Cuando hablábamos con los muertos 2. Las cosas que perdimos en el fuego 3. Chicos que vuelven.
Mariana Enriquez (Buenos Aires, 1973) es una periodista y escritora argentina.
Se recibió de Licenciada en Comunicación Social en la Universidad Nacional de La Plata. Se ha desempeñado profesionalmente como periodista y columnista en medios gráficos, como el suplemento Radar del diario Página/12 (donde es sub-editora) y las revistas TXT, La mano, La mujer de mi vida y El Guardián. También participó en radio, como columnista en el programa Gente de a pie, por Radio Nacional.
Trabajó como jurado en concursos literarios y dictó talleres de escritura en la Fundación Tomás Eloy Martínez Mariana Enríquez is a writer and editor based in Buenos Aires. She is the author of the novel Our Share of Night and has published two story collections in English, Things We Lost in the Fire and The Dangers of Smoking in Bed , which was a finalist for the International Booker Prize, the Kirkus Prize, the Ray Bradbury Prize for Science Fiction, Fantasy, & Speculative Fiction, and the Los Angeles Times Book Prize in Fiction.
esto no es una reseña, sino una maraña de lo que sentí al terminar mi primer libro de mariana enríquez y juntarme con varias amigas desde distintos terruños en un encuentro virtual-misa a partir de la invitación mistraliana de ser parte de una literatura viva: con réplica, con comentario.
escribo esto para no olvidar:
(1) la urgencia de leer a mariana, en voz alta, con otras mujeres, fue una experiencia completamente estimulante. recomiendo.
(2) ayer lore hablaba sobre lo fuerte que nos pegaba la posibilidad de lo monstruoso: esa bestialidad que está en el mundo de lo cotidiano, en hacerse una misma un monstruo y encontrar seguridad en tal marginalidad, en esa desfiguración del cuerpo que mariana describe de forma espeluznante y adictiva en su segundo cuento. rondó la pregunta: ¿cómo nos hemos visto siento monstruos?
(3) mujeres y fuego, mujeres y hogueras, caminar voluntariamente a ellas. aterrarnos pero, al mismo tiempo, no poder parar de leer: enríquez logra un increíble pacto de verosimilitud; sabemos, pese a toda la incertidumbre, que el párrafo siguiente sí o sí va a funcionar. de ahí el doble oficio, el genio creador de mariana, a mi gusto: escritora y cronista. maestra en remates. me recordó a los encadenamientos de marta brunet en sus tres famosos cuentos de "aguas abajo" (1943) (ruego leerlos, es una orden-súplica). cuando leí "las cosas que perdimos en el fuego", hace un par de semanas, tuve que saber gritar. no entendía cómo es que dentro mío eran capaces de coexistir tantos sentires mixtos: rabia, miedo, angustia, empatía. sigo mal.
(4) la belleza del horror, pienso y siento. ese acto voluntarioso de no morir, sino que elegir la sobrevivencia dolorosa para mostrar las cicatrices. mi querida victoria lo definió ayer como una "nueva belleza" a la que la sociedad -ficcionada y real- tendrá que acostumbrarse, pues la cicatriz no esconde la herida: da cuenta de la misma. entonces, rebelarse a la imposición de lo bello. habitar lo monstruoso, lo deforme: darle nuevos sentidos al tormento.
(5) el fuego que quema y purifica. el silencio y la tensa calma de la espera: "costó mucho concebir las hogueras", fue la frase que escogió emilia; "siempre nos quemaron. ahora nos quemamos nosotras" marcó valeska y es tan cierto que duele: conversamos sobre la quema voluntaria, abrazada a tus hermanas, esa posibilidad de quitarle a los hombres la apropiación de nuestro dolor. personalmente, leerla desde el territorio de los relatos me hizo, incluso, tiritar más de una vez. sentía el escalofrío real y maldito luego de la mención a los hospitales clandestinos en belgrano, los chicos que vuelven al parque rivadavia (mi favorito de caba), las hogueras en la pampa: oh diosa mariana, quiero ser tu discípula.
(6) los pactos: "las cinco nos juramos con sangre –pinchándonos el dedo con la aguja– que ninguna movía la copa y yo confiaba en que era así. yo no la movía, nunca la moví, y creo de verdad que mis amigas tampoco” fue la frase que nos compartió dani para recordarnos que mariana escribe y visibiliza la devoción y comunión con las amigas. abrir este libro de cuentos con adolescentes es, para mí, una decisión increíblemente inteligente, fresca y relatable: ¿quién nacido en los 90' no intentó invocar a un muerto cuando estaba en el colegio? me encantó la apertura a la magia que mariana nos entrega en esta primera historia: brujería, desaparecidos llorados por abuelos que no tienen donde llevar una flor, la frustración de no poder hablar con los muertos que uno quiere, el miedo atroz de saber que te vienen a buscar. denme más por favor.
(7)“no sabemos quién es. tiene el mismo aspecto , la misma voz, responde al mismo nombre, es igual hasta el último detalle, pero no es nuestra hija. hagan con ella lo que quieran. no queremos verla más (...) ¿los matarían a todos,como había visto pedir a una madre por televisión, una madre que decía que eran como cáscaras, que estos chicos no tenían nada adentro? culmino esta epifanía de misa refiriéndome a la cáscara, esa palabra que me traspasó luego de la referencia a japón y a la idea de que, cuando ya no queda espacio en el otro lado para las almas, estas se vuelven: pensé en the leftovers. más encima mariana tiene la audacia de dejar el final abierto. respeto demasiado esa audacia. no sabía que la necesitaba.
Amo a Mariana Enríquez y su abordaje de la literatura de terror desde un costado tan urbano, tan cotidiano. Tiene la innegable habilidad de tomar elementos de la vida común y volverlos aterradores o tomar elementos de horror clásicos, por ejemplo la ouija, y enredarlos en el día a día de unas adolescentes que están aburridas, hastiadas, desesperadas por algo más, unas pibas argentinas que crecen entre los ecos de familiares y conocidos desaparecidos sin comprender del todo qué significa pero sin poder despegarse de esa tórrida y dolorosa parte de su (y nuestra) historial nacional.
Una antología de tres relatos cortos cuya lectura es rápida, ágil, estremecedora e irremediablemente viva.
Me encantó. La facilidad que tiene Enriquez de tomar hechos sórdidos de la vida cotidiana y dotarlos de un horror sobrenatural es wow. No puedo esperar a leer más de ella.
Tres cuentos increíbles. Los dos primeros fueron mis favoritos por lejos pero el tercero también es bueno. Me encantó su forma de escribir. Totalmente recomendable.
Relectura para club de lectura 2022: me gustó mucho nuevamente y subrayé cositas, quedé marcando ocupado hartas veces.
Después de leer estos cuentos entiendo por qué tanta gente ama a Mariana Enríquez. Luego de esta lectura me veo en necesidad de seguir leyéndola.
No sé cómo expresar la admiración que sentí por la autora leyendo y lo fascinada que estaba. Creo que los cuentos están muy bien armados, todo fluye y es imposible parar de leer una vez que se parte, los personajes son interesantes y profundos. Creo que cada cuento aquí -Cuando hablábamos con los muertos, Lo que perdimos en el fuego, Chicos que vuelven- vale la pena destacarlo, porque son increíbles. El horror y la crudeza de todos estos relatos es sumamente cautivante, y están tan bien escritos que a pesar de que algunos sucesos son sobrenaturales, uno se los traga como si pudieran pasar.
Amé los cuentos, necesito comentarlos con gente, y necesito seguir leyendo a Mariana Enríquez.
Qué gran narradora de cuentos de terror es Mariana Enriquez. Lentamente, logra armar unas atmósferas siniestras, ominosas, con descripciones de personajes que realmente dan miedo, producto de lo imprevisible que se torna todo, en ese cruce de la delgada línea entre lo siniestro y lo ingenuo, entre lo fantástico y lo cotidiano (lo fantástico como irrupción en el cotidiano, donde deja estragos).
La autora rápidamente crea atmósferas en las que te involucras con los personajes y no sabes hacia donde se "resolverá" todo. El segundo fue mis cuento favorito.
Es lo primero que leo de Mariana Enríquez, definitivamente seguiré leyendo de ella.
Primera vez que leo a Mariana Enríquez y me encantó. Sus cuentos de terror, con escenas en contextos reales y con temáticas actuales, me atraparon. El último me dejó con ganas de mucho más.
Quienes quieran hacerse una buena idea de esa autora argentina que todos recomendamos, debiesen leer “Cuando hablábamos con los muertos” de Mariana Enríquez. Publicado el año 2013 por Editorial Montacerdos @editorialmontacerdos, contiene 3 historias que a estas alturas son clásicas en la carrera de Enríquez. Esto porque “Cuando hablábamos con los muertos” es el cuento de cierre de “Los peligros de fumar en la cama” (2009), “Las cosas que perdimos en el fuego” es el cuento de cierre del libro homónimo (editado luego en 2016), mientras que “Chicos que vuelven” es un cuento difícil de encontrar en nuestro continente del año 2010 (y que recomendé hace poco). En ellos vemos la forma única en que Enríquez aborda la oscuridad y el misterio, desde la ingenuidad de unas niñas que juegan ouija molestando a los muertos, la aparición de una misteriosa secta de mujeres que arden, y niños que aparecen luego de años perdidos llenando las plazas de Buenos Aires.
“A esa edad suena música en la cabeza, todo el tiempo, como si transmitiera una radio en la nuca, bajo el cráneo. Esa música un día empieza a bajar el volumen o sencillamente se detiene. Cuando eso pasa, uno deja de ser adolescente. Pero no era el caso, ni de cerca, de la época en que hablábamos con los muertos. Entonces la música estaba a todo volumen y sonaba como Slayer, Reign in Blood”.
ya había leído estos cuentos por separado en otros libros de la mariana… y realmente selecciono de los mejores para este libro. qué genialidad ctm, quedo locooooo, me alegro de haberlos leído de nuevo.
Qué buena selección !!! Los tres muy buenos y, sobre todo, que agradable leer Chicos que vuelven, leer un cuento largo o nouvelle. Que bello como usa tropos del terror para contarnos diversas violencias y problemas de la sociedad argentina y latinoamericana, inclusive. Definitivamente esta selección corta me motiva a retomar el leer a Enríquez.
Es lo primero que leo de Mariana Enríquez y me encantó. No sé cuál de los tres relatos es mejor; todas las historias muy originales, incómodas, con una narración entretenida y a veces divertida. Creo que voy a tener pesadillas eso sí 🥲
Me leí este conjunto de tres cuentos, o dos cuentos y una novela corta, uno cada día, por una suerte de restricción propia que me invento cada vez que me gusta demasiado algo, en donde espero que dure lo más posible, lo que no evita que a veces caiga en atracones de libros, en que me lo leo todo, bulímicamente. Pero esta vez no, esta vez, andaba de señorita. Y Cuando hablábamos con los muertos, al ser mi primer acercamiento al género de terror, como adulta, con problemas de adulta, con mi falta de tiempo libre (¡qué cosa más adulta!) obviamente no era para nada lo que yo esperaba. No hay monstruos sobrenaturales, no hay posesiones infernales; nadie, en medio de la noche, persigue cuchillo en mano a una chica adolescente que corre en sostenes. Nada de eso.
Lo que nos presenta la autora argentina Mariana Enríquez es una cotidianidad urbana, que se va volviendo tenebrosa en lugares a pleno sol, con personajes creíbles, a los que una bruma espesa los va cubriendo de a poco, y se sumergen en un ambiente que desconcierta, pero que podría suceder; que conforme se va leyendo se piensa que nos podría pasar, y de repente, estás creyendo todo, asustada, y no quieres que se acabe, pero sí mejor que se acabe, y tienes ese saborcillo que me habían dicho que da este tipo de género, que te asusta pero te gusta.
Me atrevo a decir, como experta de tres días (en que leí e investigué), que en estos textos se pueden identificar diferentes formas de terror: desde aquel que te da un miedo tipo impresión, de nervios, pasando por aquel terror que te perturba, que te impregna de ideas que te dan vueltas varios días después de haberlo leído, llegando a ese miedo que produce efectos físicos, que te aprieta la guata.
El primer cuento que le da nombre al libro (y que se puede leer totalmente en conformidad con la normativa de derechos de autor en este link) es sobre un grupo de amigas, que son compañeras de colegio, y se entretienen jugando con una ouija, en donde la particularidad está en el tipo de espíritus que intentan invocar.
Luego está Las cosas que perdimos en el fuego, que me voló la cabeza; habla de una plaga en Argentina de mujeres que, cansadas de que los hombres abusen de ellas y las quemen, literalmente deciden ser ellas quienes se auto-provocan las quemaduras, realizando grandes hogueras, que son ceremonias clandestinas y dementes en donde cada una del grupo tiene una labor de cuidar, de seguridad, de ser el tributo a las llamas. Esto me hizo poner la piel de gallina. Soy una gran cobarde.
Quizás es un poco en respuesta a este clima nacional en donde casos como el de Nabila Rifo, quien fuera agredida brutalmente por su ex pareja en Coyhaique, es que dicho cuento se volvió demasiado real, angustiante de imaginar, y que tiene como una manifestación chilena en este grupo de mujeres de la Red contra la violencia hacia las mujeres, en que llenas de energía e indignación encienden velas, cuelgan pancartas, y exigen justicia afuera de la posta central, todos los días, hasta que despierte, o quizás hasta que no haya ninguna Nabila más. El problema es que lo anterior no es un cuento, no puedo cerrarlo y decir mejor no lo leo, porque es real; pero espero que ninguna mujer se haga daño así misma de la forma en que lo describe Mariana Enríquez, pero la lucha está latente, y el miedo y la rabia pueden hacer dar pasos hacia mundos menos lógicos, lo que es atemorizante.
Y por otro lado, en Chicos que vuelven, la autora nos habla de aquellos niños entre perdidos y abandonados, ya sea por la droga o por la pobreza, esos que nadie quiere, que nadie cuida, que ya nadie busca, pero que un día sin saber razones, reaparecen en los parques de Buenos Aires, tal y como lucían el día en que ya no volvieron, todos juntos, haciendo pasar a sus familiares desde la alegría del reencuentro, hasta el miedo hacia lo desconocido.
Entonces, me veo ante un terror adulto, donde desde los defectos de una sociedad me dicen qué consecuencias podrían traer y que podrían llegar a convertirse en horrores que conviven con mis temores de adulta, como de tener un accidente en la calle y andar con los calzones de trajín, de quedarme sin pega, que mi madre muera, que aquella realidad de los noticieros me llegue a tocar de cerca, de que aquello negro que convive con nosotras salga a la luz.
Bueno, para eso leemos, para que nos pasen cosas; donde los libros a veces funcionan como espejo donde se amplifican los miedos que tenemos en la adultez y nos permitan ponernos alerta, para dejar de andar de señorita por la vida, y abrir los ojos en la oscuridad, y asustarse.
Non l’irrazionalità o la denuncia sociale, ma il corpo è il centro di questi racconti. Non è un caso che le voci contenute in questo libriccino siano tutte voci di giovani donne. Il corpo, e la sua trasformazione, il suo essere al centro di un cambiamento terribile è la chiave. I corpi dei desaparecidos che cercano di mettersi in contatto (e proprio il contatto vero e proprio è la causa dell’orrore del primo racconto) i corpi ustionati e per sempre compromessi delle giovani donne che decidono di darsi fuoco e i corpi dei bambini che tornano indietro (sopratutto i corpi, perché sono quelli che contano). La Enriquez ha creato ombre che si portano dietro altre ombre, come fardelli. Nei suoi racconti ci sono esseri umani che combattono il buio armati di buio quindi, e il lettore non può solo che aspettare che la sua caduta termini.
Terror urbano, podríamos decir. Recomendable. Sobre todo el cuento Chicos que vuelven, ambientado en Parque Chacabuco, el barrio de mi abuela, mi tía y mi prima.
4.5 no le pongo 5 porque se que hay lecturas de la autora mucho mejores.
este en particular me dejo mucho en mi cuerpo: miedo, vacío, escalofríos, psicosis, asombro. cada vez que leía un texto sentía que de alguna forma me estaban penando, o bien, que no estaba sola leyendo el libro, sino que habían otras voces acompañándome. muy raro. muy crudo.
son 3 cuentos y me llama mucho la atención la lírica de estos tres a través del cuerpo: el cuerpo desaparecido, el cuerpo quemado y el cuerpo violentado ausente y que después decide volver. el cuerpo que sufre. y no soy la única que lo ve así también.
volviendo a la calificación, no le puse 5 porque el segundo cuento me saco un poco, no me causo tanto tanto como el primero y el último. y creo que ponerle 4.5 le hace justicia; es una puntuación tan incomoda tal como te deja leer este libro.