Si, ademas de la realidad, algo se opone a lo uniforme, son las cronicas urbanas de personajes y creencias. Asi, por ejemplo. Este auge de lo diverso admite la convivencia, divertida o resignada, contradictoria y complementaria, de Luis Miguel y el Niño Fidencio, de El Santo, el enmascarado de Plata, y el Metro, de Sting y los coleccionistas de pintura virreinal. Lo antes mencionado, en un sentido digamos que positivo, apunta al caos, en esta oportunidad no la alteracion de la jerarquias sino la gana de vivir como si las jerarquias no estuviesen aqui, sobre uno y dentro de uno. Y el caos (en el sentido de marejada del relajo y sueño de la trascendencia) usa tambien de esas fijezas en el tumulto que llamamos rituales. Aunque no se perciba, en las grandes ciudadeslas jerarquias se mantienen rigidas y, al mismo tiempo, las jerarquias pierden su lugar y se deshacen en la trampa de los sentidos, en el embotellamiento de seres automoviles, pasiones, circunstancias. Y mientras esto acontece, son los rituales, esa ultima etapa de permanencia, los que insisten en la fluidez de lo nacional. En la mas intensa de las transformaciones concebibles, las ceremonias, objeto de estas cronicas, aportan las ultimas pruebas de continuidad
Escritor y periodista mexicano, cronista de la Ciudad de México.
Desde muy joven colaboró en suplementos culturales y medios periodísticos mexicanos. Estudió en la Facultad de Economía y en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, y teología en el Seminario Teológico Presbiteriano de México. Gran parte de su trabajo lo publicó en periódicos, revistas, suplementos, semanarios y otro tipo de fuentes hemerográficas. Colaboró en diarios mexicanos como Novedades, El Día, Excélsior, Uno Más Uno, La Jornada, El Universal, Proceso, la revista Siempre!, Eros, Personas, Nexos, Letras Libres, Este País, entre otros. Fue editorialista de varios medios de comunicación.
La crónica y el ensayo forman la mayor parte de su obra literaria. También escribió cuentos, fábulas y aforismos entre otros géneros literarios. En su Autobiografía (escrita a los 28 años de edad), escribió: «acepté esta suerte de autobiografía con el mezquino fin de hacerme ver como una mezcla de Albert Camus y Ringo Starr». Una de las principales características de su obra es el humor ácido, la ironía y la sátira política. En su columna «Por mi madre, bohemios» (que se editó por décadas en diversas publicaciones del país) compiló declaraciones de políticos, empresarios, representantes de la Iglesia y otros personajes de la vida pública, satirizando su ignorancia o de su visión limitada del mundo y exhibiendo la demagogia de la clase gobernante en México.
De entre sus libros destacan Días de guardar (1971), Amor perdido (1977), Nuevo catecismo para indios remisos (1982), Escenas de pudor y liviandad (1988), Los rituales del caos (1995), Salvador Novo. Lo marginal en el centro (2000) y Aires de familia. Cultura y sociedad en América Latina (2000), entre otros. Entre los múltiples galardones que recibió se encuentran el Premio Nacional de Periodismo, el Premio Mazatlán, el Premio Xavier Villaurrutia, el Premio Lya Kostakowsky, el Premio Anagrama de Ensayo y el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo).
Según chismean José Emilio Pacheco y Sergio Pitol, antes que Carlos Monsiváis fuese Monsi, el gran cronista, se dedicaba a escribir cuentos de "extraña" manufactura. En estos ejercicios, se intuía ya al escritor interesado en el lenguaje de los barrios, el que se utiliza en las calles de una ciudad en la que el narrador gusta extraviarse y descubrirla desde la raíz. Menciono este ejemplo porque en Los rituales del caos Monsiváis fisiona dos tipos de escritura: una muy sofisticada (quizá demasiado retórica) que desemboca en aforismos exquisitos; otra popular, pero, ante todo, una narrativa de la multitud. Sus personajes se mezclan con la mirada del cronista.
El caos para Monsiváis surge desde el culto de las masas y de cómo ellas erigen héroes o figuras a través de diferentes manifestaciones de la fe. En las mejores crónicas, el escritor analiza, con una increíble sensibilidad científica, a la figura de El Santo, Luis Miguel, el Niño Fidencio, Madonna, Jesús Holguera, la Sonora Santanera. Desde mi punto de vista, estos son los textos más memorables. También son destacables sus observaciones sobre el metro, el tianguis del chopo, los sonideros y las peregrinaciones del 12 de diciembre.
Algunas de estas crónicas, con mucha razón, son ya clásicos de la literatura mexicana. Sin embargo, para quejarme de algo, elaboro una frase:
Un defecto de Monsiváis es su propia modernidad.
Me explico. Cuando Monsiváis escribe sobre su presente, al querer ser todo el tiempo moderno, el escritor apresura algunas afirmaciones que, vistas desde mi presente lector, fueron erróneas. En sus exploraciones, Monsiváis idealiza el acoso, entre otros defectos de la multitud misógina (vid. "El metro: viaje hacia el fin del apretujón"). Creo que sus aforismos, cuando no brillan, se quedan en el ejercicio y juego retórico. Es como si Monsiváis quisiera escribir siempre la mejor frase del libro. A la larga, su estilo puede parecer pesado y artificial. Otro problema que encuentro es en la extensión y estructura del libro. Me parece que dedicar dos textos al tema del Metro fue una mala decisión, cuando es evidente (para mí) que "Sobre el metro las coronas" está mejor narrado que su antecesor mencionado.
Tampoco creo que las Parábolas de las postrimerías lleguen en algún momento a ser tan memorables como las mejores crónicas del libro. En mi experiencia, fueron más molestas que atractivas. Comprendo que en ellas Monsiváis vinculaba al caos con lo divino, con las manifestaciones sublimes de la fe, los rituales de la multitud, pero insisto que entorpecen la lectura más chismosa, la que lee a Monsiváis no por su evidente dominio del lenguaje y la retórica, sino por su capacidad de otorgarle Literatura a los santos de la cultura popular.
Es mi primer acercamiento con el autor y debo confesar que lo amé. En este ensayo, el autor nos demuestra su 'expertise' de la cultura popular mexicana, que abarca nuestras creencias, gustos y costumbres, narrado con un gran toque de sarcasmo que disfruté de inicio a fin.
El autor elabora sobre temas como la peregrinación del 12 de diciembre, las celebraciones en el Ángel, situaciones en el metro, el tianguis del chopo, los sonideros, hasta Luis Miguel, Julio César Chávez, Madonna y Gloria Trevi. Pero además de los temas sociales, Monsiváis también realiza un análisis profundo y rico sobre nuestra historia y temas políticos con un sinfín de datos que enriquecen este ensayo.
Es un libro interesante si eres mexicano, pues te recordará muchos aspectos que nos definen como país y es grato recordarlos. Si eres extranjero, también lo recomiendo ya que es un buen ejercicio para adentrarte en parte de la idiosincrasia de México.
Monsiváis relata a través de crónicas elementos del colectivo común mexa (muy achilangado, la verdad). Algunas muy cabronas y otras menos. Es una lectura muy variada pero que también se siente destemporal, y creo que eso fue lo que no me encantó de la lectura. En algunos de los capítulos el mismo elemento del destiempo sobresale haciendo de ella una mirada muy nostálgica de nosotros, de la gente, de nuestra gente y nuestra conexión con nuestro caótico entorno. Quería tener mi acercamiento con la crónica de Monsiváis y los rituales del caos me dieron un buen acercamiento a la mente detrás de las crónicas más cabronas de nuestro colectivo nacional.
La sagacidad de Monsiváis es innegable, por más que este libro heterogéneo no haya terminado de encajarme del todo. En parte tiene que ver con una escritura algo alambicada, en parte con que algunas preocupaciones suenan quizá anticuadas o, en todo caso, menos representativas de la idiosincrasia chilanga de lo que a él le parecen. Algunas crónicas me han gustado mucho, aunque leídas casi en paralelo con las de El vértigo horizontal de Villoro, brillan menos y no fluyen tanto. Espero no estar cometiendo una herejía.
Que gran libro. Me encanta como describe a su manera sarcástica ciertos temas. Se nota mucho el conocimiento que tiene sobre la cultura popular y las creencias de muchos mexicanos. La virgen, el arte, las luchas, el rock, Luismi, los libros de coaching (que en su tiempo ya eran populares).
Este librito tiene un montón de ritos de hábito cotidiano pero que en muy pocas ocasiones nos hemos detenido a analizar su origen ó el mismo ritual en sí, cosas que nos definen como cultura que van desde la proeza de viajar en metro en horas pico, pasando por símbolos como lo son el enmascarado de plata, Julio Cesar Chávez o incluso la devoción por los santos y curanderos, pasando por el tradicional festejo en el Ángel de la independencia, símbolos que nos identifican y nos distinguen como mexicanos.
Está bien el libro, es en sí una crítica a todos esos rituales que la gente lleva a cabo consciente o inconscientemente. Varios de los temas tratados en el libro me gustaron mucho como La cita con el diablo, El metro de la Ciudad de México y los coleccionistas de obras. Pero hubo muchos otros que me resultaron muy bobos o no llegué a entender cual era su punto en el libro, no llegaba a nada el autor en la explicación de estos.
En las crónicas urbanas escritas en las páginas de este libro, se toma de pretexto para retratar una historia compleja y caótica de la ciudad, una fotografía de la viva, exótica, cambiante y tumultuosa Ciudad de México (antiguo Distrito Federal, o como posiblemente la conociera despectivamente “Monsi” Distrito Fecal). Los títulos de los capítulos tratan directa o indirectamente sobre fenómenos y personajes que son el pretexto para hacer un análisis sobre las situaciones que predominan la ciudad, haciendo análisis históricos, políticos y sociales sobre la sociedad mexicana.
La estructura del libro se basa en 28 ensayos escritos en forma de crónica y narración, todo el libro parece resumirse en el prólogo donde la constante es la congregación desmesurada de gente, cómo los vagones del metro en las horas pico. Los protagonistas, los lugares y los acontecimientos son la ciudad, situaciones que forman parte de las dinámicas en las que se desenvuelve la sociedad, y cuya identidad está marcada por la modernidad del siglo XX.
Así el hablar de “la ciudad interminable”, Julio César Chávez, los festejos en el Ángel de la Independencia, el festejo a la Virgen de Guadalupe, la cultura popular de la radio y la televisión, la música de mariachi, el culto a la muerte, al diablo, los chamanes y brujos, el fervor religioso, la medicina naturista, el transporte público a base de combis, microbuses y de los empujes en el metro, los tianguis, los mercados, la gastronomía en vía pública, el comercio informal, el trueque en el Chopo, la lucha libre, los eventos cívicos y militares, el día de la independencia y la revolución mexicanas, los monumentos y estatuas, las fiestas vecinales y de barrio, Gloria Trevi, Juan Gabriel, Luis Miguel, los partidos de fútbol, la positividad tóxica y el arte mexicano, son algunos temas que se tocan durante la narración y que forman parte del caos y entramado de historias que forman la Ciudad de México.
Este livro foi uma indicação de uma pessoa que conheci nas três semanas que passei no México, em 2022. Ela me disse: “depois de hoje, você está pronto para ler Monsiváis”. O hoje na frase dela refere-se a uma noite em que, aprofundado na cultura mexicana, fui descobrindo aos poucos, para além do turismo, a verve do que se identifica como espírito nacional. O México é sinônimo de caos e, nele, como disse Saramago certa vez, há uma ordem. O livro fala sobre os muitos rituais que formam esse espírito, desde as influências indígenas, hispânicas, religiosas, artísticas, entretenimento até uma revisão sobre arte, política e, claro, a crônica da vida cotidiana. Voltei encantado com a bagunça gerenciada que, tal qual o nosso, é aquele país. Ler o livro, em espanhol, me aproximou ainda mais da experiência que trago no coração. É uma leitura agradável, muitas vezes sarcástica, mas sempre pronta a expandir os conceitos que nós, estrangeiros, fazemos daquilo que a sociedade do espetáculo vende para nosso consumo.
"Aquí la avidez todo lo devora, la resignación todo lo santifica, el relajo todo lo conoce y desconoce a la vez (...) la diversión genuina (ironía, humor, relajo) es la demostración más tangible de que, pese a todo, algunos de los rituales del caos pueden ser también una fuerza liberadora."
Rituales -de lo habitual- urbanísticos en el corazón mismo de la nación donde las recompensas frente a la vorágine son los goces pírricos. Un análisis sobre la escatología chilanga y el gatopardismo. La intuición -quirúrgica- de la consolidación definitiva de la mitología neoliberal en la psique nacional. A Monchi le hubiera encantado presenciar los tiempos de Tik Tok e Instagram con su ubérrima oferta de influencers y la retrataría como el pináculo de lo que escribió en 'La hora del control remoto'. En suma, un libro ácido, preciso, necesario y con varias perlas de temible poder aforístico que sintetizan texturas muy precisas del sentir mexa. Francamente es imprescindible.
Una forma sarcástica y honesta de conocer el México de la prole que los mamadores intelectuales les encanta decir que aman pero en realidad no conocen. No adorna de más, no usa lenguaje rebuscado para conectar. Conectas más con algunos ensayos que con otros por que la Cuidad de México es así; hay de todo para todos. PD: El ensayo del metro es precioso: " La sensación de que estar solo es, simplemente, no estar acompañado"
Literatura sobre el desmadre (cultural) principalmente mexicano, pero que se puede extrapolar a otras latitudes del globo, narrado desde la chabacanería de un desmadrado lenguaje y una estructura fluctuante que no se sabe crónica, ensayo, cuento o estudio sociológico, que pasa de la frase sesuda al mordaz comentario, en una verborrea autoexcitada para revelar los entrecijos de la sociedad del espectáculo, la cultura popular y la identidad posmoderna.
Malo no es, pero tampoco es la gran cosa. Me identifico porque tiene un lore muy extenso y chilanguísimo pero y eso que? También que onda que tiene un cap entero sobre Julio César, es bueno que tenga la energía que merece pero no sé si estuvo plasmado de buenaonda.
De la mano de Monsiváis salen huracánes de artificios literarios, es difícil de seguir para nosotros los extranjeros, el millón de referencias específicas de México. Pero para eso fue que lo compré jaja. 5 para Monsiváis, 4 para el libro.
Increible la forma de definir la idiosincrasia del mexicano. Irónico en suficiencia cada relato mantiene el interés de rituales que hasta la fecha repercuten en el país.
El comportamiento de masas ha sido un estudio que atrae a muchos escritores y que resulta impactante observándolo como agente externo. La primera vez lo leí desde Asimov que lo hace desde una perspectiva de predicción de comportamiento, y en este caso, Monsivais nos retrata el comportamiento mismo en una urbe tan poblada y “apelmazada” como la Ciudad de México: citando a Monsivais: “Somos tantos que no queda culto sin seguidor”. En esta recopilación de crónicas del día a día, vemos a esa turba o masa de personas que pierden su individualidad en actos públicos; al final es solo uno más en esa aglomeración, por ejemplo: el rito Guadalupano, el concierto gratuito, o el famoso viaje en Metro (sobre todo en horas pico). Es cierto que la Ciudad de México, con sus más de 20 millones de habitantes, son la escenificación misma del caos orgánico, viviente; y Monsivais lo deja traslucir en este libro "Los rituales del caos", siendo un cronista natural, una voz desde el interior. Cada artículo, muestra una subcultura que contempla miles o millones de seguidores: las luchas, el tianguis del chopo, las peregrinaciones guadalupanas, las larguísimas filas para la consulta con el curandero, la asistencia a la lucha libre; etc. Aunque podemos entrever algo de la subcultura mexicana y capitalina, "Monsi" se enfoca más en los comportamientos, los rostros y las expresiones que no tienen otra forma de ser, es decir, al final el ser humano se adapta y se forma de acuerdo a su entorno. Un libro donde podemos salir retratados, o ver amigos reflejados en aquella vorágine de gustos y tribus urbanas.
"México, ciudad post-apocalíptica. Lo peor ya ocurrió, y sin embargo la ciudad funciona de modo que a la mayoría le parece inexplicable, y cada quién extrae del caos las recompensas que en algo equilibran las sensaciones de vida invivible. El odio y el amor a la ciudad se integran en la fascinación, y la energía citadina crea sobre la marcha espectáculos únicos, el "teatro callejero" de los diez millones de personas que a diario se movilizan en el Metro, en autobuses, en camiones, en camionetas, en motocicletas, en bicicletas, en autos [...]"
Una gran recolección de ensayos y crónicas para entender cómo era vivir en la Ciudad de México en los años 80s y 90s, y lo poco que ha cambiado en el fondo. Monsiváis escribe como todo un intelectual de las cosas más cotidianas que conforman a la ciudad y sus habitantes; rituales únicos como los viajes en el Metro, celebraciones en el Ángel, los mercados, el fútbol, la adoración a los santos, el Santo, la lucha libre, Luis Miguel y las peregrinaciones a la Basílica de Guadalupe.
Recomendada para quienes habitan esta caótica ciudad.