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«Durante casi dos años serví con el capitán Alatriste en las galeras de Nápoles. Por eso hablaré ahora de escaramuzas, corsarios, abordajes, matanzas y saqueos. Así conocerán vuestras mercedes el modo en que el nombre de mi patria era respetado, temido y odiado también en los mares de Levante. Contaré que el diablo no tiene color, ni nación, ni bandera; y cómo, para crear el infierno en el mar o en la tierra, no eran menester más que un español y el filo de una espada. En eso, como en casi todo, mejor nos habría ido haciendo lo que otros, más atentos a la prosperidad que a la reputación, abriéndonos al mundo que habíamos descubierto y ensanchado, en vez de enrocarnos en las sotanas de los confesores reales, los privilegios de sangre, la poca afición al trabajo, la cruz y la espada, mientras se nos pudrían la inteligencia, la patria y el alma. Pero nadie nos permitió elegir. Al menos, para pasmo de la Historia, supimos cobrárselo caro al mundo, acuchillándolo hasta que no quedamos uno en pie. Dirán vuestras mercedes que ése es magro consuelo, y tienen razón. Pero nos limitábamos a hacer nuestro oficio sin entender de gobiernos, filosofías ni teologías. Pardiez. Éramos soldados.»
La crítica ha dicho:
«¿Título menor? Digo esto convencido de la necesidad de zafar a la serie de Alatriste del sambenito de su carácter secundario, menor, y porque se hace preciso celebrar la dificultad inherente a la empresa de dotar a cada situación de su propio sentido léxico, a favor de un significado que lleva la novela histórica a un lugar de exigencia olvidado hoy por casi todos, excepto quizá por Umberto Eco, que igualmente se ha comprometido en recrear con precisión cada época convocada».
José María Pozuelo Yvancos, ABC
312 pages, Kindle Edition
First published January 1, 2006
—Tiene más años que tú, y más conocimiento. Por eso lo necesitas: sabe cosas que tú y yo no sabemos... Uah. Por mi cara que sí.
Me eché a reír, el aire suficiente. Sobrado como gallo a las cinco de la madrugada.
—Te equivocas, moro. Ya no es como antes.
—¿Antes?... ¿Cómo era antes?
—Igual que mirar a Dios.
[...]
—Veo en él cosas que antes no veía, y ya no encuentro otras.
¿Y qué les puedo contar de Reverte que no les haya contado ya? Este libro es el sexto de las andanzas del Capitán Alatriste y de su fiel Íñigo Balboa, y es una auténtica maravilla. Me tuvo absolutamente enganchado desde la primera página. No me puedo resistir a la tentación de citarles el principio del libro, que sólo mejora y mejora.
La caza por popa es caza larga, y voto a Cristo que ésa lo había sido en exceso: una tarde, una noche de luna y una mañana entera corriendo tras la presa por una mar incómoda, que a trechos estemecía con sus golpes el frágil costillar de la galera, estaban lejos de templarnos el humor. Con las dos velas arriba tensas como alfanjes, los remos trincados y los galeotes, la gente de mar y la de guerra resguardándose como podían del viento y los rociones, la Mulata, galera de veinticuatro bancos, había recorrido casi treinta leguas persiguiendo a aquella galeota berberisca que al fin teníamos a tiro; y que, si no rompíamos un palo –los marineros viejos miraban arriba con preocupación–, sería nuestra antes de la hora del avemaría.
Me encanta Reverte, los lectores veteranos ya lo saben. Y me encanta la serie folletinesca de Alatriste. Reverte tiene pocos personajes tipo, cierto es. Casi todos sus protagonistas masculinos responden, con leves variaciones, a la figura de Alatriste (Lucas Corso, en El Club Dumas. Lorenzo Quart en La piel del tambor. Coy en La carta esférica.) Cada uno tiene sus fantasmas particulares, pero Alatriste es la esencia de todos ellos. Podríamos decir que Reverte crea a sus protas masculinos seleccionando partes de Alatriste. Alatriste es tha man.
Ante ciertos autores uno no puede ponerse a hacer crítica. Cada uno tiene su lista de héroes literarios, y en la mía Reverte tiene el sillón H (H de Héroe). Hay mucha gente que no comparte esto, y puedo entender sus razones. Pero las querencias literarias saben muy poco de lógica. Reverte es uno de mis favoritos desde que hace muchos años leí La sombra del águila, para mi gusto uno de los mejores relatos cortos de la historia moderna. Cabo Trafalgar revive el espíritu de aquélla, en versión novela larga.
En esta entrega, Alatriste e Íñigo están embarcados en una galera, haciéndole la puñeta al Turco. Como dice Íñigo en la novela, aunque pueden dstinguirlos, en general a todos los moros les llaman turcos, para abreviar. Correrán varias aventuras, incluida un última y espectacular lucha desigual de tres barcos contra ocho, frente a la Anatolia, en las bocas de Escanderlu. A Reverte le han hecho una entrevista (muy recomendable) los de El País.com, y sobre esta batalla cuenta:
… “Esa batalla ocurrió. Y el episodio real es aún más increíble: un bajel y dos galeras contra treinta. Lo dicho, hay mucho material, mucha documentación, el siglo XVII es muy rico en ella, pero es un tema poco trabajado, en buena parte desconocido.”…
La novela me ha encantado. Y se la recomiendo. Yo siempre recomiendo mis filias. Mi nota: Imprescindible.