"Ningún padre debería venir al mundo a ser el evangelista de su hijo, pero la misión de don Raúl es seguir contándolo todo".
Raúl Carvajal es un padre -y una figura emblemática de los años recientes en Colombia- que luchó durante años por encontrar justicia para el caso de su un joven y honorable cabo del ejército asesinado tras negarse a participar en los falsos positivos. En esta novela que retrata su historia, Silva Romero nos entrega su mirada iluminadora sobre el país para contarnos, con una prosa precisa y bella por estar tan próxima a la vida, el viaje demoledor de este personaje que va de la tristeza a la frustración, y su confrontación con los más distintos enemigos -la hostilidad estatal, el negacionismo, la persecución, el olvido- con tal de recobrar algo de verdad y un poco de dignidad.
El protagonista de esta vida y el escritor que acá la reivindica reconocen que, ante la nostalgia de no ser una víctima y la imposibilidad de vivir en paz el dolor, la reparación y el alivio consisten en nunca dejar de contar.
"Ricardo va dejando siempre en sus letras y en su obra las huellas que hay que seguir para encontrar el país que anhelamos. Este libro es sin duda un mapa para salir de nuestra encrucijada, escrito por uno de los artistas más lúcidos de nuestro tiempo". - César López
ENGLISH DESCRIPTION
"No father should find himself in the position of being his son’s evangelist, but Don Raúl’s mission is to keep on telling his story to the world.”
Raúl Carvajal is a father who became an iconic figure in Colombia after spending years fighting for justice for his a young army corporal murdered after refusing to participate in the killings of “false positives” - innocent people labeled as enemy combatants by the Colombian military. In this novel based on his story, Ricardo Silva Romero uses precise and illuminating prose to trace the devastating journey of a father whose grief turns into frustration who comes up against an unexpected series of a hostile government, official denials, persecution and forgetting. In the process, he struggles to hold on to the truth and his dignity
Both the protagonist of this struggle and the author who takes up his cause understand that telling one’s story can sometimes be the only way to avoid victimhood and resignation to a life of pain.
"Ricardo’s works leave trails of breadcrumbs leading us toward the type of country we’d like to have. This book, too, is a guidepost for making our way through our current morass, aided by the vision of one of the most lucid artists of our times.” - César López
Estudió Literatura en la Universidad Javeriana desde 1994 hasta 1998. En junio de 2000 recibió el título de Master en cine y televisión de la Universidad Autónoma de Barcelona. En julio de 2000 se convirtió en el comentarista de cine de la revista Semana. En agosto de 2000 se convirtió en colaborador constante de la revista SoHo. Desde 2001 hasta 2009, se descubrió trabajando en textos breves para publicaciones como El Malpensante, Número, A+, Artifex, Cambio, Babelia, El Tiempo, Arcadia, Boletín Bibliográfico y Plan B.
Ricardo Silva Romero es, hoy, columnista del diario El Tiempo, comentarista de cine de Semana, miembro del consejo editorial de Arcadia, redactor de la sección de televisión de SoHo y colaborador de la revista Credencial.
Es un libro que revuelca todo nuestro ser y nos recuerda el dolor al que hemos sido apáticos en medio de tantas noticias desconsoladoras ... son tantas que las olvidamos, como seguramente muchos habían oído y olvidado a Don Raúl Carvajal, su lucha por buscar la justicia o quizás sólo que alguien dijera al menos un "lo siento". Los falsos positivos seguirá siendo una herida muy honda en la historia de nuestro país y otra más honda aún la de los militares que se negaron a cumplir éstas órdenes y pagaron con su vida el desacato ante la atrocidad. Recorrer los mismos caminos de Raúl Carvajal en estas páginas es un viaje que todos deberíamos hacer para despertar de la indiferencia de la que nos recubrimos para no sucumbir. Pero hay que sucumbir para entender, para sentir la vida, para despertar. Releer nuestra historia para no rendirse, como este padre, en luchar por el país que ya ni nos atrevemos a soñar. El libro está lleno de palabras de amor, bondad y sabiduría que sólo Ricardo Silva Romero puede poner entre líneas. Lloré, claro que lloré, sentí cada personaje, vi a mi padre, a mis hermanos, a mi hijo, traté de recordar las noticias que leí en su momento del caso y sólo al terminar esta novela supe la impasibilidad con la que vivimos ante el dolor de los otros.
Frases que amé:
- "Dios suele estar de parte de uno, pero a ratos permite que pase lo que tenga que pasar."
- "Quizás el lío de fondo sea que a nadie le alcanza el tiempo para la compasión."
- "No hay peor huérfano que un padre."
- "La infancia de los hijos es la verdadera infancia de uno: la ajena, la feliz."
- "El recuerdo que era lo único que le quedaba de su hijo, era una huella desapareciéndose, pues en Colombia es imposible contar las historias hasta el final."
- "Cómo era posible un país tan alegre mientras se llevaba a cabo un exterminio: ¿qué embrujo nos había adormecido hasta el descaro?, ¿qué clase de vida había que vivir para desconocer un horror que podía ver cualquiera que se asomara por la ventana?"
- "Dios está en todas partes, y a la sombra y debajo de cualquier parte del mundo, pero a ratos se confunde con el miedo."
- "La sorpresa no es que estén acabando con el país, sino que no lo hayan acabado todavía."
¿Cómo comenzar a reseñar un libro que me dejó con el corazón apachurrado, y tratar de ser neutral con lo que se intenta escribir?
Este libro lo esquivé por un buen tiempo; duró en el librero casi un año desde su compra y me resistía a leerlo porque conocía partes de la historia. Sabía y había visto noticias del protagonista, pero llegó su momento. Además, una cosa muy afortunada que tiene este texto es que, es escrito por Ricardo Silva, que logra de manera magistral e impecable adentrarnos en una narrativa acogedora, cruel, voraz. Logra engullir al lector y dejarlo con una mezcla de sentimientos y emociones, dejando que sus protagonistas hablen y cuenten su historia; sientes su duelo, su dolor, su impotencia, su huida, su resiliencia, pero sobre todo esas ganas y hambre por conocer la verdad.
No hay palabras que puedan explicar lo bonito y apabullante que fue leer este libro, y mientras más avanzas sólo quieres estar ahí y abrazar a sus protagonistas. Gracias por inmortalizar a Don Raúl por medio de la literatura.
Como siempre, si puede, hágase un favor: léase este libro.
PD. Les dejo una frase que aparece en este libro, que dice: "Dios suele estar de parte de uno, pero a ratos permite que pase lo que tenga que pasar".
Triste, muy triste. Sobretodo por lo cierta. Porque hay miles más como esta.
Aunque en este libro la historia es más importante que el estilo, Ricardo Silva Romero le hace el homenaje bien hecho a Don Raúl. Gracias por amplificar su historia.
La directiva ministerial 29 del 2005, la cual firmó el Ministerio de Defensa colombiano, autorizó todos los pagos para recompensar a los soldados y jefes que presentaban los asesinatos de guerrilleros caídos en combate como bajas en aras de la seguridad de Colombia. Tiempo después salieron los trapitos sucios del gobierno, o lo que hoy conocemos como Falsos Positivos; civiles con sueños, con familia, con ansias de trabajar, personas como tú y como yo que fueron asesinadas por soldados y presentados como bajas de guerra. Llamar falsos positivos a los más de 6402 asesinatos es la peor forma de deshumanizar todas estas vidas. No son solo falsos positivos, fueron personas, fueron padres y madres de familias, hijos e hijas de alguien, fueron colombianos asesinados con el fin de sumar números que el Gobierno presentaba después ante el país como prueba de que «estamos ganando la guerra». Lo peor es que esta mala práctica realizada por el ejército colombiano —pues fueron quienes encontraron el quiebre a la directiva 29, solo con el fin de tener unos días de vacaciones y ascenso laboral— continuó y se detuvo hasta hace un par de años.
Hasta el día de hoy no he encontrado un periodo más violento en el país que este, pues la mayoría de los asesinatos no fueron hechos por tropas enemigas, vaya uno a saber cuántos guerrilleros realmente mataron, los asesinatos fueron hechos por los mismos que decían protegernos.
Gracias a Ricardo Silva Romero por humanizar las vidas de los muertos, por ser tan claro en un asunto tan complejo (pues aún hay colombianos que niegan este episodio), gracias porque sin este libro nunca habría sabido por qué y para qué mataron a tantas personas. Contar la historia de don Raúl Carvajal y las madres de Soacha es humanizar las más de 6402 vidas arrebatadas.
Ricardo Silva te sumerge en el camino de resistencia y lucha de don Raul, un padre que dio su vida por la verdad, la justicia y el amor a su hijo. Realmente sientes la nostalgia y la frustración de su historia que es el ejemplo de muchas otras que ocurrieron en esta epoca oscura de Colombia y que es necesario darlas a conocer como don Raul lo hizo tantos años.
La cagué porque pensé que era el #99 y, pues, tenía grandes planes para mi número #100: releer y terminar, esta vez, “Cien años de soledad”. Sin embargo, aquí estamos. La única cosa que sí me consuela es que mi libro #100 sea un libro colombiano que, sin duda, muy pronto se convertirá en uno de los libros más importantes de la historia colombiana. País de mis amores, en gran parte llegué a este número solo porque te anhelaba y te extrañaba sin siquiera haberte visitado, sin haber pisado tus lindas tierras.
Me acerqué a la lectura de “El libro de duelo” con mucha seriedad, por así decirlo. Es la única cosa buena que Polo Polo (congresista, uri-fascista y recontra grindero) ha hecho en su vida: hacerme investigar toda la situación de los falsos positivos.
Ya sabía quién era don Raúl (QEPD 😭❤️) gracias a los tiktoks que me salían, así que más o menos ya conocía su historia, su lucha. Sin embargo, debo admitir que Ricardo Silva Romero falló en darle (al menos para mí, como lector y persona interesada en saber más sobre la historia contemporánea de Colombia) esa voz que yo esperaba de este libro. Sé que la familia de don Raúl está satisfecha con el resultado, pero para mí es un trabajo paupérrimo.
El luto nos hace locos. Todos lo saben. No sé si la meta de Romero era precisamente eso: mostrarnos que don Raúl estaba enloqueciendo más y más en su lucha. Los episodios que presenta el autor eran prácticamente repeticiones de la misma escena: don Raúl contando a toda Bogotá su historia y exigiendo justicia. Todo lo interesante —las charlas, las investigaciones que hizo don Raúl, las conexiones con las madres de Soacha— fue mencionado solo en un par de oraciones o párrafos. Entiendo que el propósito de la repetición constante de la historia del Mono era darnos una idea de cómo vivió don Raúl contándola cada día. Aun así, ¿de qué sirve torturar al lector contándola una y otra vez si ya desde el principio sabemos toda la historia? ¡Ya la estableciste y contaste en detalles, man!
Otra cosa que me sorprendió fue que Romero, siendo periodista, simplemente no sabe contar cosas cronológicamente. Lo perdonaría, pero estás contando algo relacionado a la historia del país. Trátame recontra en serio: ¿quién hijueputas cierra un libro con un homenaje/entierro y —bam— otra vez un episodio con don Raúl en la Jiménez con la Séptima? En serio. Lo cagaste. Lo cagaste el bello adiós que diste en el penúltimo capítulo.
Marica, qué rabia. Romero sabe escribir bien, pero de vez en cuando mete su propia voz contando la historia a través de otra persona.
Conclusión: le sobran páginas. Aunque no a don Raúl —su historia es muy importante y hay que contarla bien—, sino al libro de Romero.
3/5. 6402+. No olviden este número, uribistas de mierda.
He leído libros tristes, pero ninguno como este. “El libro del Duelo” de Ricardo Silva ha destrozado mi corazón. Lloré en cada capítulo, sentí cada palabra como un puñetazo en el alma. Cada rincón de Colombia cobró vida ante mis ojos, cada muerte, cada batalla, cada absurda maniobra política resonó en mi ser. Los falsos positivos, esa herida abierta en nuestra historia, me llenaron de impotencia y frustración una vez más. Este libro es un regalo indispensable para cada colombiano que quiera comprender nuestra realidad más cruda y dolorosa.
Lo ame y sin duda se volvió ese libro que quiero regalar en cada cumpleaños, ocasión especial o porque si.
Más que un relato de vida de un padre que buscó 15 años justicia, es un recuento de la importancia de los Acuerdos de Paz de 2016 y el estallido social de 2021 para construir un proyecto de memoria colectiva a las personas mas débiles y honestas de nuestra historia.
Así narró Ricardo Silva a don Raúl Carvajal y pensé que no hay nada más hermoso que la palabra cuando es usada para reivindicar el duelo. Cuando la literatura se estrecha sobre la historia y le da sentido, humanidad, un alma.
Don Raúl llevó el significado de “resistencia” en su Dodge 73 —que luego pasó a ser un JAC— a las carreteras del país cuando en su cuerpo y su vida no había suficiente espacio para la ira y el dolor. La historia de los estragos de la guerra sin fin, sin rostro y sin un final.
El hombre que convirtió la esquina de la Avenida Jiménez con la carrera Séptima en Bogotá en la “esquina de la dignidad” buscando, todos los días, a alguien que escuchara lo que tenía por decir: Su hijo, cabo del ejército, había sido asesinado por sus compañeros por negarse a matar a dos personas inocentes.
Ricardo Silva nos regaló un libro lleno de bondad y determinación. No hay un solo párrafo que no sea descorazonador, acompañar a la familia Carvajal Londoño y sentir en la piel la injusticia que los arrinconó por más de 14 años que aún es una verdad sin luz.
A Don Raúl, que en paz descanse, quisiera decirle que la voz se nos fue otorgada a los colombianos pero que solo él le dio el sentido de ser usada. Que su lucha, ahora inmortalizada en este libro, será una herida que una lleva con dolor y honor porque no hay manera de salir ilesa de él.
Ricardo escribe sobre uno de los capítulos más oscuros y dolorosos de la historia reciente de Colombia: el de los mal llamados “falsos positivos”. Sin embargo, lo hace desde una perspectiva poco común: la lucha de Don Raúl Carvajal por saber la verdad sobre la muerte de su hijo, quien se negó a participar en esta práctica sistematizada de ejecuciones extrajudiciales, y cuya consecuencia fue convertirse en víctima del mismo sistema que intentó denunciar.
Este libro es una denuncia a la impunidad, una voz más de las víctimas del conflicto armado pero más que eso, es una obra que honra la vida y la memoria del Don Raúl Carvajal, quien hasta el final de sus días luchó por saber la verdad sobre la muerte de su hijo. Fue un hombre que expuso su vida, que habló y gritó en busca de justicia, sin miedo a la muerte ni a desafiar a los más poderosos. Su presencia atraviesa las páginas como un símbolo de dignidad, resistencia y amor inquebrantable. Y por eso fue llamado “El padre de la resistencia”.
El libro del duelo no es solo una historia; es un testimonio. Un tesoro más para reconstruir la memoria colectiva y para que el olvido no sea una opción.
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Historias que rompe, hace eco, se replica, se comparte. Un padre que buscó la verdad hasta el final. Ricardo Silva hace un gran trabajo relatando los hechos.
Este libro me revolvió todo. Lo leí en 5 sentadas, y en cada una lloré de la rabia y de la tristeza. Sin embargo, un libro importante y escrito con la maestría habitual de RSR.
Un libro que es verdad, toca el alma hasta el llanto y nos llena de compasión, porque nos hace conscientes de la importancia de tomarse tiempo para empatizar con los demás. Este es un libro que todo colombiano debería leer.
Desde el comienzo del libro “No es que esté muerto, no, es que nadie lo ve” se evidencia el magnifico libro que solo Ricardo Silva pudo escribir. Es una necesaria remembranza del pasado reciente de Colombia. Memoria justa de la lucha de Don Raúl Carvajal y de todas las víctimas de la violencia en Colombia.
Silva no puede recontar la historia de Colombia de un mejor manera. Como lo dice él mismo “Podría uno olvidar, por un momento, que todo esto es verdad. Sépanlo a cada página, a cada frase, por si acaso. Que ninguno de los giros de esta historia es inventado”
Es tan hermoso su uso del lenguaje que el recorrido de sus letras deja al lector lleno de frases imposibles de sentir y olvidar.
“Hubo humos blancos, negros y rojos. Hubo gritos de batalla, de auxilio, de rebelión, de independencia, de ahora, de fusilamiento, de rebelión, de independencia, de ahora, de fusilamiento y de tormento... que tal la rabia del país afortunado con los países hundidos hasta el cuello…Que tal el odio hereditario por los pobres.”
Que duro es vivir en un país donde no es claro lo bueno de lo malo, donde todo es peligroso y mal intensionado, donde el egoísmo es tan fuerte y no hay conciencia de comunidad. Al mismo tiempo, que bello es el amor por la familia, la dignidad, el honor, el respeto, la solidaridad. Que país extraño es Colombia, repleto de contradicciones, de incongruencias, de desolación. Un país donde puedes ser el más desafortunado y el más feliz. Este libro bellísimo me desgarró el alma, por la indiferencia que me muestra hace parte de nuestras vidas.
Una historia brutal y estremecedora a partes iguales. Me estrujó el corazón en cada página y sin embargo no dejaría de recomendarla, esta historia merece ser conocida por la mayor cantidad de gente posible.
"Por nuestros muertos!, ¡ni un minuto de silencio!», gritaban las unas y los otros."
Este libro es un relato valiente de una persona que quería solo una cosa y eso era la verdad. Que tan valiente se debe ser para no dejarse caer por los golpes de la vida y seguir adelante a pesar de todo. Este libro, transmite y hace sentir propia la rabia, tristeza e impotencia, de las personas que vivieron un infierno por tantos años en busca de la verdad.
Ricardo Silva Romero nos cuenta la historia de Raúl Carvajal y su lucha con imágenes narrativas potentes y haciendo uso de técnicas periodísticas que recuerdan que, a pesar de ser una novela, es una historia real. Su cercanía temporal, la narración de la Colombia pandémica y la del estallido social, hacen que se sienta aun más cerquita y que se valore que la voz de las tantas víctimas de la guerra colombiana se siga escuchando.
El libro es la crónica del horror que bautizaron “falsos Positivos” a los asesinatos de civiles que hicieron pasar por guerrilleros. Pero el caso de la novela es especial: no fueron militares asesinando civiles, sino los militares que asesinaron a otro miliar (un cabo) porque se negó a asesinar civiles. Es, sobre todo, la crónica del hombre que luchó por cerca de quince años para que se investigara del asesinato de su hijo, el cabo que no aceptó la serie de asesinatos. Veinte años en los que deambuló por el país averiguando la verdad y cantándoles la verdad a alcaldes, gobernadores, ministros y presidentes (en la memoria de muchos quedó grabado el día que le cantó la verdad a Uribe en la cara, frente a decenas de cámaras). El libro es la crónica del país que justificó los asesinatos “porque ahora se puede ir a la finca”. Un país sin alma y sin entrañas, que aplaudió los asesinatos y los asesinos, a los que llamaron héroes.
Es una historia real y triste. Una familia vive el drama de luchar por una justicia que no vio en vida Don Raúl Carvajal, padre de un soldado 🪖 profesional que tras no aceptar la orden de asesinar a dos jóvenes civiles es engañado por sus compañeros del ejército Nacional y llevamos a un lugar con el fin de matarlo.
Este es el doloroso reclamo de Don Raúl, su decisión de venir a Bogotá y pasar sus días en el Centro de la ciudad contando a tod@ aquel que lo oyera su verdad, la de su hijo, su familia y de este país de guerra.
-“quizás el lío de fondo sea que a nadie le alcanza el tiempo para la compasión”.
-“ningún padre debería venir al mundo a ser el Evangelista de su hijo, pero la misión de don Raúl es seguir contándolo todo, jornada tras jornada tras jornada, desde el pasado hasta el presente, desde el comienzo hasta que algún día venga algún final”.
-“y se puso a llorar como un niño porque no hay peor huérfano que un padre”.
-“ y ya no necesitaban más pruebas de que el libro de la vida era el libro del duelo”
-“no es nada fácil hallarles el propósito a los días propios en un país que rompe el corazón, que roba el alma.”
-“creía que la patria era la familia. Creía que uno venía al mundo a representar a la gente que le había tocado en suerte.”
-“la infancia de los hijos es la verdadera infancia de uno: la ajena, la feliz. Ver a Doris Patricia embarazada era entender que la vida si era irreversible y que esta es la hora de ser la persona que iba a ser narrada por los otros.”
-“duele más que todo despedirse de las historias que no han acabado de contarse”.
-“insistía en que había que mostrarles a los sistemas nerviosos de los colombianos este conflicto armado de sesenta años ¡sesenta años! Que los gobiernos se negaban a reconocer.”
-“y desde entonces estuvieron de acuerdo en todo, pero en especial en la pregunta por cómo era posible un país tan alegre mientras se llevaba a cabo un exterminio: ¿que embrujo nos habíamos adormecido hasta el descaro?, ¿qué clase de vida había que vivir para desconocer un horror que podía ver cualquiera que se asomara por la ventana?”
-“Carlos Castaño el bueno sabía por qué si y porque no tenía sentido, en pleno siglo XXI, la lucha guerrillera. Por qué si: porque qué más puede hacer usted para no morirse de hambre ni morirse de un tiro un día en la calle. Por qué no: porque esta guerra es un monólogo sangriento, un bucle, que a nadie le importa y a nadie reivindica porque nadie se entera. El tenía claro que los camuflajes de Colombia los frentes cogobernaban con los ejércitos o con los bloques o con las bandas”
-“y solo pido ese favor: que en lo que queda de este libro, mientras don Raúl se va convirtiendo en monumento y recuerdo de familia y padre de la resistencia, no se pierda de vista que todo esto es verdad”.
-“Bogotá era dura como sus edificios de piedra, pero tenía sus ventanas compasivas: si uno le tenía más paciencia que miedo, pronto empezaban a aparecer ángeles.”
-“que raro era usar la frase “parecía ayer” y que fuera cierto. Si se pasaba la vida de pronto, dijo, si era cierto el rumor.”
-“”genocidio” significa, en griego, “matar a una estirpe”: aquí se había estado exterminando a los colombianos invisibles para que los visibles pudieran seguir llevando sus cuentas y celebrando sus estadísticas.”
-“todos los días se levantaban, los prójimos y sus enemigos, los sinónimos y sus antónimos, a detener el curso de este drama: ¡Basta ya! Y eso nunca había durado tanto. Y eso nunca había osado de ser una revuelta a ser un oficio diario.”
-“la vida es muy larga y muy corta. La vida es el paso de paginas y paginas y paginas, pero es apenas un libro.”
-“Y sin embargo, ese viernes temblaban por dentro porque el duelo requiere valor y la realidad es siempre una sorpresa.”
-“porque revisar y elegir los objetos de los muertos es el verdadero entierro.”
-“¿si consiguió enseñarles, por su comportamiento de antes y después, que era mejor la terquedad que la derrota, que ser el estafado era preferible a ser el estafador, que sonreírles a los niños conocidos y desconocidos es un sacramento, que empezar el día desde temprano le servía a todo el mundo, que desperdiciar el espíritu era el único pecado, que la fidelidad era el corazón y tragarse las tragedias como barro era escupirles a las víctimas? ¿Se me noto el amor por ustedes? ¿Lo vieron? ¿ lo sintieron? ¿Lo tocaron? ¿Supe darles las gracias por mi vida?”
Ricardo Silva nos obsequia un libro que nos sumerge en una realidad frecuentemente ignorada e invisibilizada en nuestro país. La narrativa gira en torno a la historia de un padre que renunció a su propia existencia para convertirse en la leyenda viva de una causa en favor de su hijo, un servidor patriota. Este joven, al estar bajo el control del ejército, fue trágicamente asesinado por negarse a participar en la fabricación de un falso positivo contra una persona inocente. Silva busca que nunca olvidemos los acontecimientos reales, tal como lo hizo Don Raúl Carvajal por 15 años ya que comprendía claramente que la justicia nunca llegaría a sus vidas.
Es una historia desgarradora, sentida y solemne. Que no revictimiza pero si honra la muerte de su hijo y su vida dedicada a buscar justicia que casi escasea por completo en este país manejado y controlado por los mismos terratenientes de siempre que se llaman políticos, y digo se llaman, porque el político en su función natural está para servir , no para servirse; y a Don Raúl y su hijo no solo no les sirvieron sino que los amenazaron de muerte aún habiéndoles arrebatado ya la vida preciada de un miembro de su familia.
Tantas caras de una misma moneda. Todos con la razón. En la revuelta de pandemia que a todos nos pareció inconcebible Don Raúl encontró su redención y descanso, sintiendo que por fin le dio paz a su hijo y a si mismo. Me parte el alma es que no alcanzó, por poco, a presenciar como el presidente Santos pidió perdón, dándole la razón y confirmando que no estaba loco como él mismo creía a veces.
Este es un país en que ser bueno es un delito y ser un delincuente paga. En que los pobres que viven la guerra de frente son llamados mamertos o vagos. Evidencié que definitivamente no sabemos nada desde el privilegio y se nos nubla la razón. Solo por respeto, deberíamos guardar silencio y conocer todos los lados y situaciones de la historia, pues justificarnos desde los beneficios que disfrutamos nos hace mezquinos.
Este libro es todo lo que está bien, relatando todo lo que está mal en la historia de este país. Es un libro tan necesario, tan doloroso y tan lleno de amor.
Parafraseando a @ricardosilva nunca un padre amo y lucho tanto por un hijo, esta es la historia de Raúl Carvajal “el padre de la resistencia” luchando por encontrar justicia por su hijo el cabo Carvajal asesinado en manos del ejército por negarse a participar en los falsos positivos.
“Necesitaba recordarle que si no se hacía justicia entre los hombres entonces la tierra ajustaba las cuentas. Quería jurarle por Dios que no iba a irse a descansar, despierto o dormido, hasta que la gente no sólo supiera la historia, sino que la expiara, la penara.”
El resto es historia y quedó inmortalizada en este libro tan necesario hoy y siempre, para ver si algún día se acaba tanta indiferencia, por que con este libro duele mucho más el país, duele la guerra, la violencia y duelen tantas muertes.
«Yo los invito a que esta bandera de mi padre sea la bandera de todos ustedes: no importa qué pensamiento les hayan colocado cuando eran pequeños porque este es el momento de parar la violencia y de cumplir la justicia y de recobrar la dignidad y de dejar de llorar a los vecinos y de no volver a sentir que a uno lo pueden matar a la vuelta de la esquina y de impedir que el pueblo se siga matando con el pueblo».
“Y ya no necesitaban más pruebas de que el libro de la vida era el libro del duelo”
Y aunque es la historia de un padre buscando la verdad y la reparación de su hijo, es en él también la historia de muchas madres, padres, hijos e hijas inocentes que han tenido que padecer por culpa de esta guerra sin sentido.
“Y a esta hora de esta mañana la única justicia que nos queda es que usted lo sepa y sepa que es verdad”
Por eso usted no puede quedarse sin leer este libro.
“Matamos a personas en estado de indefensión”, “ fueron crímenes de guerra hechos de manera sistemática contra población inocente”, “ nunca les creyeron a las victimas sus denuncias y han tenido que caminar un camino muy largo para encontrar algo de verdad”.
Totalmente devastador, una historia completamente real y desgarradora sobre un padre dispuesto a todo por saber la verdad, esclarecer la muerte de su hijo en manos del ejército nacional de Colombia. No tengo palabras para describir los sentimientos de rabia y frustración que página a página se iban mostrando, por parte de un estado que nos les importa la vida del pueblo si no mostrar resultados de supuestas bajas, de una guerra brutal que ha destrozado la vidas de millones de personas durante los últimos 60 años.
Don Raúl Carvajal es una muestra de la entereza y del coraje de un padre desesperado, dolido, humillado, que para saber la verdad, sale de su casa, donde le han quitado La Paz y la tranquilidad, a las frías y desoladas calles de Bogotá donde tantas manifestaciones, marchas y arengas han sucedido, en su furgoneta blanca llena de recortes, fotografías, pancartas, y hasta un maniquí representado a su hijo asesinado, para exigirle al estado justicia por la vida de un joven inocente que siempre quiso salir adelante. Y que juró cumplir a cabalidad con su responsabilidad como cabo del ejército por amor a su patria.
Siempre contó su historia, y la seguirá contando a pesar de ya no estar aquí en este plano terrenal, por medio de miles de personas victimas de crímenes de estado. Conmovedor hasta las lágrimas.
La violencia está presente de distintas formas, es como un ente que inunda los ríos y alimenta el caudal del dolor. Caminamos de la mano de ella, nos susurra y nos menciona sus atrocidades, la oímos, pero no la escuchamos, sus premisas más vacuas son en números ordenados, y nosotros las predicamos sin siquiera interpretarlas. Pocas son las obras que se proponen ir más allá de la descripción y adentrarse en la profundidad de sus relatos. La historia del padre de la Resistencia es una de ellas. Parece sacada de las bodegas mentales de algún escritor loco. Cualquier colombiano crédulo del realismo mágico resulta con extrañez al leer el reclamo de un cadáver y su padre en medio de la Plaza de Bolívar, o al conocer de aquella visita inesperada a las tierras del Uberrimo en donde lo único que se repartía era muerte y silencio. El relato no solo construye una historia valiente y obstinada, también edifica una confusión agobiante para el lector, por esto, a medida que las páginas se acaban, Ricardo se ve en la obligación de recordarnos que nada es ficción, que el dolor abierto con las puntillas del ataúd no son adornos ni recursos narrativos para atraparnos. Ayer lo terminé con una sensación de rabia apabullante con la indolencia del Estado, pero, por otro lado, estoy tranquila, pues Raúl Carvajal se propuso una justicia contada, y este libro es solo una de muchas veces que Don Furgón logró hacerlo.
Don Raúl Carvajal, El Padre de la Resistencia, murió según la data, el 12 de junio de 2021 a las 11:11 AM en un hospital de Bogotá. Pero todos sabemos que su muerte real fue el 8 de octubre de 2006 cuando a su "Mono" lo asesinaron por no querer matar a otros inocentes.
Como ésta hay otro montón de historias, las Madres de Soacha lo saben bien. Son muchos padres, madres, hijos, hijas, hermanos y hermanas en Colombia que mueren antes de morir porque ya sabemos quién dió la orden para inflar los números de una falsa seguridad democrática.
El dolor en el corazón con este libro no es solo al final cuando las lágrimas no cesan, es desde el principio, desde que nos dicen en las primeras páginas cómo era el "Abuelo Bombón".
Gracias a Silva Romero por no dejar a Don Raúl en la hipocresía del olvido.