La risa estalla en el presente: es un signo de realidad: ¡Cómo me reí! Pero y si uno carece precisamente de eso?, de realidad? Entonces es probable que uno compruebe, tarde tal vez, pero no por eso menos a tiempo, que todo es distancia, distancia elástica, pequeña como un átomo, grande como el cielo.
Al menos así parece intuirlo el narrador de esta historia.
Intuirlo, o fabularlo, cuando los signos suspendidos que vienen de la infancia muestran que la distancia era lo que se había estado interponiendo, creciendo en vueltas retorcidas, entre sus historias siempre flotantes y la fabula de la risa de los veranos adolescentes en Pringles: esa risa que parecía querer cerrar los relatos que terminaban demasiado pronto, y que era -o parecía ser- tan inexistente como hiperbólica y abrumadora. ¡Cómo me reí! vuelve ahora sobre esa distancia creciente entre el chiste y la risa; por otro nombre, melancolía.
César Aira was born in Coronel Pringles, Argentina in 1949, and has lived in Buenos Aires since 1967. He taught at the University of Buenos Aires (about Copi and Rimbaud) and at the University of Rosario (Constructivism and Mallarmé), and has translated and edited books from France, England, Italy, Brazil, Spain, Mexico, and Venezuela. Perhaps one of the most prolific writers in Argentina, and certainly one of the most talked about in Latin America, Aira has published more than eighty books to date in Argentina, Mexico, Colombia, Venezuela, Chile, and Spain, which have been translated for France, Great Britain, Italy, Brazil, Portugal, Greece, Austria, Romania, Russia, and now the United States. One novel, La prueba, has been made into a feature film, and How I Became a Nun was chosen as one of Argentina’s ten best books. Besides essays and novels Aira writes regularly for the Spanish newspaper El País. In 1996 he received a Guggenheim scholarship, in 2002 he was short listed for the Rómulo Gallegos prize, and has been shortlisted for the Man Booker International Prize.
Aira es un viejo quejoso. Quejoso y reflexivo. Reflexivo inteligente e irónico. Lo quiero. Su narrativa es muy bella y sus novelas muy breves, aunque a veces te dejan pensando más que las novelas de mil páginas...
Aira escribe y se cruza a sus lectores, pero se da cuenta de algo: no lo felicitan por una novela, por la originalidad o por su crítica. No le dicen: como me hiciste reflexionar... Le dicen: ¡cómo me reí! Sos un genio, ¡cómo me reí! Y se enoja. Se enoja y resonga. Ese enojo lo lleva a hacer un ensayo sobre la risa, pasando por su adolescencia y su juventud. No tiene más de sesenta páginas, recomendado.
Como autobiografía, es una narrativa que busca generar empatía hacia el autor, empatía y simpatía… es una tragicomedia donde el mismo autor se queja de que lo único que consiguió con su producción literaria fue risas de parte de sus lectores. Siempre es Aira contra Aira, el escritor versus la persona, reconstruye su vida desde una humildad un poco forzada. En un párrafo resume la impresión que quiere dar:
"Hay situaciones que se viven como un relato, a veces me pasa, por deformación profesional, pero yo nunca entiendo la situación en la que estoy, por algún motivo que no acierto a explicarme, las vivo como chistes cuya "gracia" se me escapa y debo inventarlas después laboriosamente, a lo largo de los años. Chistes de los que nadie podría reírse jamás."
Leer Cómo me reí lleva demasiado poco tiempo y esfuerzo como para no hacerlo. Y ayuda a poner toda la obra de Aira en perspectiva.
Aira se queja de los que leyeron sus libros y se rieron, pero cuando se queja de todo eso es muy gracioso. Es medio inevitable reírse cuando habla de los lectores que no se toman en serio sus novelas, y creo que el mismo Aira se da cuenta de eso, así que creo que lo hizo a propósito.
Es complicado evaluar la experiencia de lectura, siempre lo es, pero particularmente con este libro, pues mientras resulta extraordinaria su fuerza narrativa y la facilidad con que el pensamiento de Aira toma rumbos inesperados, pareciera que hay "algo" que está siendo escamoteado. Ese algo es, supongo, la historia. Me parece que aquella ausencia, la sensación de que este libro (cortísimo) no es una novela sino otra cosa, algo así como un discurso que avanza con absoluta libertad e incluso indiferencia con el lector (un poco como Bernhard, la narración avanza sin hacer pausas, ninguna doble línea en blanco, ningún asterico para separar bloques de texto: todo el libro es una sola sábana de narración ininterrumpida), es algo que uno sencillamente debe aceptar, una marca de nacimiento... Como me ha pasado con los otros libros de Aira que he leído, queda la sensación fuerte de haber estado ante un autor. El relato inicia con la constatación (trágica para él) de que sus libros "dan risa", y eso le sirve como pretexto a Aira para hablar sobre, entre otras cosas, su adolescencia en Coronel Pringles junto a una bandita de muchachos bastante idiosincráticos.
Un libro sin comienzo ni fin, desordenado, de prosa eficiente y a menudo magistral, siempre huyendo hacia adelante: qué pedazo extraordinario, original, de frustrante literatura.
Mi cita: «Una revolución puede contarse en tres líneas, un adulterio puede despacharse en un párrafo, pero contar cómo se hizo para pinchar con el tenedor una arveja exige tres páginas de la prosa más precisa y los recursos más avanzados del arte de la narración.»
Las primeras cinco páginas de esta novela son imperdibles: el narrador Aira despotrica, enojado, indignado, contra los que se acercan a decirle que se rieron con sus novelas, a los que tienen como única crítica de su obra literaria ese tan repetido "cómo me reí" que lo tiene harto, y ese berrinche aireano de cinco páginas es una de las cosas más graciosas que leí en mi vida, como si, irónicamente, la escritura del enojo que le produce a alguien que se rían de sus textos contuviera una comicidad increíble. ¡Cómo me reí!, le diría, un poco obvio, a César, y él por dentro me mandaría a la mierda. Pasada esa introducción tan insólitamente cómica, entramos en una novela de las ficciones autobiográficas centrada en la bandita de amigos con los que el narrador compartió gran parte de su adolescencia, y su no-identificación con ninguno de ellos, ni con ningún otro ser del planeta. Obvio que leyendo varias de las obras de Aira nos vamos dando cuenta que lo autobiográfico es (casi) pura ficción: en esta, por ejemplo, su padre muere en circunstancias sospechosas cuando él recién había nacido; en Cómo me hice monja va preso por el episodio con el helado de frutilla; en El tilo conocemos su trabajo y sus opiniones como fiel peronista. ¿Es Aira el que se esconde detrás de todos estos narradores? ¿Será que solo Aira y Pringles se multiplican en las novelas, y todo lo demás cambia, se altera, se modifica, como si asistieramos al multiverso Aira y sus infinitos planos paralelos en los que lo único que queda indemne es la ubicación, Coronel Pringles, y algún otro detalle más? Qué se yo, no importa. Hacia el final la novela tiene un giro tierno; pero, a pesar de todo... ¡cómo me reí, César!
"Cómo me reí" de César Aira me hizo pensar un montón de cosas sobre la literatura, y también me hizo actuar. A partir de su lectura empecé a pedir siempre que no tomo otra cosa, una coca con hielo. En este libro hay diversión. Provocativa. Comparto una de las citas que me resulta fascinante: “No se me oculta que las historias que estuve contando aquí son de la especie de las que pueden provocar risa, y si esto llega a leerlo alguno de los vecinos del barrio que se me acercan cuando estoy paseando a Susy, no dejarán de participarme los estallidos incontenibles de carcajadas con que lo celebraron. En fin. Preferiría que no fuera así, porque es la historia de mi melancolía. Pero la melancolía es una atmósfera, y antes de llegar a la atmósfera el novelista debe pasar por los detalles. Es preciso hacer alto en mil historias minúsculas para crear una impresión general, y si esa impresión es el panorama de la vida como un todo los lectores pueden sentir que no necesitaban ir a las novelas, porque se trata de su propia vida (todas se parecen, en el fondo). La tan mentada «identificación» es un engaño, porque vivimos identificados, y leemos para desidentificarnos. De ahí que la memoria del lector tienda a aislar los detalles, las pequeñas historias. Y las historias siempre dan risa, cuando están aisladas de su soporte de melancolía”.
Primer libro que leo de este escritor argentino, y aunque al principio me hizo pensar que tenía que tener alguna lectura antecedente de sus libros, su prosa fue dándome pistas y construyendo unas memorias que me resultaban creíbles, aún cuando algunas cuestiones se contaban de una manera inusualmente descarnada. Es decir para mí era como una autobiografía, pero al investigar sobre este autor, descubrí que lo escrito es mucho de imaginación, mezclado con puntos claves de una infancia en un pequeño pueblo donde no pasaba nada, pero eso le daba el toque misterioso y morboso a los pocos sucesos que se daban.
This isn't even one of Cesar Aira's best novels - but it's still one of the best out there! A novel full of self-irony at a Nobel Prize level (Academy, do you hear me?!), this one has a truly Aira-esque development switching from topic to topic, wild moments within tiny and quiet fragments. Small in volume, like most of Aira's output, this is a great book, again like most of Aira's output. And keep in mind there's some novels by Aira that are still beyond this one on scales of beauty and greatness.
Cómo me reí, con otros libros de César Aira pero no con este que es melancólico. De protestar contra la unánime risa que dan sus libros pasa al recuerdo de la adolescencia en Pringles, a las memorias de los amigos que tuvo o no tuvo, porque ya no recuerda bien. No tiene cosas fantásticas, es pura evocación.
Fue una lectura fluida. Me resultó, a la vez, trabada emocionalmente, como si el autor estuviera intentando hablar desde un tema irresoluto, a regañadientes (un poco cascarrabias también). Eso fue lo que más me gustó. Porque al final la construcción de una escena, con diálogos y todo, termina por capturar algo más que todas las reflexiones que se puedan hacer al respecto sobre el humor y la melancolía.
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"Dejé que lo insoportable creciera dentro de mi cuerpo hasta que se abrió un vacío, un vacío que me tragaba y que como estaba todo forrado en atención no me daba salida. Conocí lo insoportable, tantas veces mencionado y tan pocas experimentado realmente. Lo conocí en el alma, no el cuerpo. "No hay palabras". No las hay para describir un estado límite. En realidad sí las hay. Sobran las palabras ¿Pero cuáles usar? Al fin de cuentas, se trata de lo incomunicable, de lo que no se ha compartido. Uno cae en los clichés. "¡Cómo nos reímos!" Es lo mismo decir "Aquello era insoportable." Son fórmulas para hacernos entender por medio de la dificultad misma para expresar." (p.50)
Otro extraño ejercicio metaliterario de Aira a mitad de camino entre el ensayo, la autobiografía (que se intuye solo parcialmente real o casi totalmente ficticia) y la novellette de otro escritor que muy bien puede no ser él, todo derivado de un comentario que probablemente le hayan hecho muchas veces en la realidad y que probablemente le irrite tanto como al narrador.