Cuando me muera quiero que me toquen cumbia es el célebre primer libro de crónicas de Cristian Alarcón, publicado originalmente en 2003.
«-Su hijo está muerto. Ahí está, no lo toque.
En el piso de tierra yacía Víctor, con la frente ancha y limpia que le dio sobrenombre, sobre un charco de sangre, bajo la mesa donde escribían el parte oficial de su muerte.»
El 6 de febrero de 1999, la muerte de un pibe chorro, el Frente Vital, acribillado por la policía, elevó a la categoría de mito a esa especie de Robin Hood de la villa que repartía entre los vecinos lo que robaba, y dio origen al santo capaz de obrar milagros como el de cambiar el destino de las balas policiales.
Cristian Alarcón se sumergió en esa realidad tan cercana como extraña para muchos y compuso este relato formidable de los cruces y vínculos entre la violencia uniformada y la de jogging y zapatillas, la transa y el robo, la solidaridad y la traición.
La crítica ha dicho sobre su
Sobre Cuando me muera quiero que me toquen
«Un relato magistral de Cristian Alarcón, quien bajo la influencia simultánea de Rodolfo Walsh y Pedro Lemebel reconstruye la vida y la muerte de los jóvenes lúmpenes del conurbano bonaerense.»Mariana Enriquez, Radar
«La formidable Cuando me muera quiero que me toquen cumbia es un modelo de excelencia del periodismo narrativo.»Le Monde
Sobre Si me querés, quereme
«Un texto a la altura de las ficciones mayores del boom. Tiene un oído absoluto para los matices, los giros, las pausas dramáticas, las invenciones lingüísticas, y los traduce en una escritura tan alejada de la desgrabación como de la cosmética literaria.»María Moreno
«Una extraordinaria crónica [...] que se intuye destinada a expandir la riqueza del non fiction, a ubicarse entre sus obras más valiosas.»Ángel Berlanga, Radar
Sobre Un mar de castillos
«En Alarcón todo sabores y ritmos, alegría y dolor, convulsión y cultura popular, los personajes célebres pero también los olvidados.»Revista Ñ
Licenciado en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata, ha escrito los libros de investigación Cuando me muera quiero que me toquen cumbia (premio Samuel Chavkin a la Integridad Periodística en América Latina, otorgado por North American Congress of Latin American Authors) y Si me querés, quereme transa.
En 2012 fue elegido profesor visitante en el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Texas, en Austin.
Escribió en Página/12, revista TXT y el diario Crítica. Dirige la revista digital de crónicas narrativas Anfibia de la Universidad Nacional de San Martín, coordina Cosecha Roja, la Red Latinoamericana de Periodismo Judicial, y es director del posgrado en Periodismo Cultural de la Universidad Nacional de La Plata.
En 2014 recibió el Premio Konex - Diploma al Mérito en la categoría Crónicas y Testimonios.
“Acá vamos a terminar todos. Acá cuando vengo no paro de visitar pibes. Y siempre pienso: ?donde será que me va a tocar a mi?” Necesaria lectura, necesaria.
Trabajo periodístico bien logrado, pero salpicado por demagogia y un exceso de misericordia para con aquellos que no son más que asesinos. A un muerto de la villa se le da tratamiento de mártir, se lo trata como a una víctima dentro de una sociedad maligna que lo empuja al consumo de drogas y al robo; mientras que un muerto inocente es sólo eso, un muerto. A menos que sientan algún tipo de simpatía por los villeros y sus historias de muerte, robo y maltrato, les recomiendo que ni siquiera consideren la lectura de este libro.
A mitad de camino perdí todo interés. Hay demasiados personajes, y siempre mal introducidos; este libro es jugar al quién es quién hasta el final.
Tampoco se entiende el hilo de la historia, no porque el relato va y viene en el tiempo, sino porque dice centrarse en el "Frente" Vital, pero luego parece ser una crónica de la vida de la villa, y al final, ni chicha ni limonada.
Le subo una estrella porque a trata de gente real que intentó ponerle onda. Las mejores partes son cuando cita a alguien de la villa o cuando transcribe el libro de los muertos, que lleva un vecino del Frente. Es decir, la prosa del autor es aburrida.
Busqué este libro por meses, por recomendación de un escritor que admiro muchísimo, deambulé por todas las librerías de Santiago preguntado por él. Cuando finalmente llegó a mis manos, esa incesante búsqueda había atizado a las expectativas, quizás demasiado. ¿Por qué digo todo esto? Porque creo que esas expectativas desmedidas cruzaron -¿contaminaron?- toda la experiencia de lectura. La historia es buenísima: miseria, santos villeros, transas, ladrones sin códigos, crueldad policial y la traición que asola el conurbano bonaerense. Pero a ratos sentía que la prosa buscaba imponerse a la historia, como si el objetivo pasara por exhibir ansiosamente una prosa o una escritura cuidada, una vanagloria de las propias cualidades. No sé, esto es personal, pero ese pavoneo redundante me incomodaba y echaba por tierra esas expectativas construidas con el tiempo, pero eso ya no es culpa del autor. En fin, tres estrellas, creo, hacen justicia.
[...] En este libro hay una cantidad enorme de personas por lo que algunas veces llegaba a ser confuso quién era quién, en una hoja tuve que anotar los nombres y quiénes eran en la vida de Victor para poder leerlo más facilmente. Obviamente también se nos muestra al grupo contrario al de Victor, estos son los que venden drogas y roban a quién sea, estos aparecieron menos y siempre que lo hacían era porque estaban metidos en algún lio. [...]
Creo que después de In Cold Blood, este tiene un lugar enorme en mis lecturas de periodismo. El retrato de la villa y la Argentina post crisis es espectacular. El mundo "villero" mejor relatado y contado.
creí que me iba a gustar más pero se me hizo medio pesado... encima después de leer más reseñas, un poco coincido con las críticas sobre la forma de abordar la investigación, muy el cheto progre que se cree de barrio (o que entiende lo que eso significa) y hmm
Conmueve el relato pero no la escritura. Las crónicas siempre tienen este rasgo distintivo que puede convertirlas en literatura o el otro extremo: en un relato vacío de sentido. El caso de Alarcón creo que me cuesta definirlo (y algo de eso me inspira en escribir una reseña, supongo) porque el punto de partida de su relato, en su esencia, ya tiene una carga de sentido. Si un cronista cuenta una historia, la pregunta que nos tiene que responder a nosotros, los lectores, sería : ¿por qué vale la pena contar esta historia? Al menos esperamos descubrir eso mismo que lo conmovió. En este caso, lo llamativo es que el simple gesto que implica recuperar la historia de un pibe chorro que fue fusilado a quemarropa por la policía implica un sentido político. En definitiva, es atreverse a desandar el camino de un pibe chorro para desmantelar todas las capas de marginación, pobreza y violencia que conforman nuestra sociedad hoy, aquella misma que celebra la muerte de un chorro. Por todo esto, están las dos estrellas. Valoro eso. El resto, una desilusión. El hilo de las historias es confuso, se pierde el eje principal del "Frente Vital". Se evidencia con desprolijidad que el cronista hace un oficio de entrevista tras entrevista, con algunas historias cruzadas o incluso muy similares, dejando en el lector una sensación de saturación. Por momentos, pareciera que se trata de una crónica de lo que es la vida en las villas desde los ojos de alguien que no pertenece a ella. No están hilados los relatos y no hay momentos en los que se muestre un nexo que realce al primer punto de partida: El Frente Vital. Y entonces, en fin, queda muy evidenciado que el adorado "Frente" fue usado de excusa para hablar de lo que el cronista tenía ganas de hablar (o de lo que le sorprendía a él) y no de lo que la misma historia va manifestando; eso que puede captar el ojo del artista para escribir algo más allá del mero "copiar y pegar". Convengamos, de una vez, que no "alcanza" con sólo contar una historia. Sobre todo porque esta historia no es un objeto de contemplación que pueda mostrar su belleza en sí misma. Esta historia es triste, actual y real. Quiero decir, no basta con presentar la historia así sin más, como un informe de trabajo de campo. Eso no es literatura y si a nosotros, los lectores, nos gusta esto, lamento que estemos cayendo en una romantización de la vida en las villas. El camino no es estetizar la historia, sino politizar la literatura. Esta fue la oportunidad que tuvo Alarcón y la desaprovochó.
Comprender no es justificar. El que asume en su profunda ignorancia (que es comparable a la estupidez) que hay que matar a estas personas o que eligieron esa vida es tan culpable de la muerte de personas inocentes como los mismos perpetradores. Nunca vamos a ser verdadera ni completamente libres hasta que todos lo seamos, pues en este sistema, en esta democracia, no es posible. Nunca vamos a ser verdadera ni completamente felices hasta que todos seamos felices.
Excelente. El acceso a primera mano no solo a la vida del Frente y sus compañeros, su familia, sino al complejísimo tejido, las manos de la mierda que es la Policía Bonaerense, los transas, los buchones, las traiciones.
Inevitable para entender muchas cosas, de que se habla cuando se habla de in/seguridad, de exclusión, de muerte.
Logrado un punto de equilibrio para contar historias crudas y cruentas con respeto. No es común encontrar historias sobre vidas en la villa sin la soberbia o superioridad moral de quien ve desde afuera con la panza llena. Es un relato sobre todo sincero que a través de un hecho puntual te va armando el entramado complejo de historias, útil para entender mejor esos años bisagras de nuestra historia.
En esta crónica periodística pareciera que es más importante el estilo narrativo y el efectismo. Para el autor no es necesario contextualizar y explicar muchas cosas que no solo son transfondo sino que orientan de manera importante la vida de sus informantes. Hay en el libro una tesis fuerte: la muerte del Frente Vital abrió un periodo de transformación. A partir de allí se dio el auge de la delincuencia sin códigos morales. El nihilismo delincuencial. Pareciera que esa tesis, que tiñe buena parte de la narración, es más una percepción de sus entrevistados que un hecho constatable (incluso en algunos tramos del libro, el autor tiene elementos sino para cuestionar, al menos sí para contradecir esa suposición). En ese sentido, hubiera esperado una aproximación más matizada, crítica y acuciosa del contexto, de la vida en el barrio y las biografías de los jóvenes. Pero en ocasiones el relato tiende a tocar apenas la superficie.
Partí leyendo como un balazo, pero en la mitad me costó porque me mareé con tanto personaje que apareció. Pese a ello, al ser una crónica y no una novela refleja lo que es la realidad en sí desde lo cotidiano en una villa de inicios de los noventa, una realidad llena de personas con las que te cruzas y que se relacionan entre sí y tienen temas pendientes entre todos. Pienso en el paralelismo con Chile y veo las semejanzas y es doloroso. Chorros, flaites , lanzas, transas Menores de edad arrojados a la vida delictiva por el mismo sistema y asesinados en las calles que los vieron crecer.
Un relato de las vidas, y muertes, de pibes chorros de la provincia de Buenos Aires y el entramado social en el que suceden. En este se puede ver la violencia y las adicciones a las que son expuestos solo por existir en la villa. Pero también,la protección que encuentran en la comunidad y el rol de las mujeres de sus vidas, que buscan constantemente resguardar y ayudar a sus chicos, defenderlos ante todo aquel que anteponga el titulo de pibe chorro al de ser humano.
Uno de los peores libros que he leído. La prosa claramente rudimentaria del autor, sumándole esta ideología demagoga hacia los villeros hoy día da como resultado esta abominación. Según este libro, los "pobres ladrones" son simplemente víctimas, los verdaderos villanos son los "transas" y la policía, por sobre todas las cosas. La sociedad paralela que se crea los "santifica" a aquellos que "hacen bien" en el barrio, son los chorros, los que matan a personas de clase media y media-baja, que estoy seguro que el autor del libro considera como "burgueses" y responsables de ésto, y no trabajadores que se parten el alma y son asesinados por estos maleantes. Asco abrumador. Este libro a pesar de estar totalmente desactualizado aún está siendo publicado por editoriales, cosa que aborrezco de sobremanera. ¿Un libro que para vivir la realidad villera en la época de la crisis y fines del menemismo? Quizá, le daría al menos 3 estrellas si lo estaría leyendo en aquella época. ¿Un libro para ver la realidad villera hoy día, con este gobierno de izquierda? En absoluto. Es lo que opino, ciudadano de clase media-baja.
El primer libro de Cristian Alarcón marcó un antes y un después en la crónica periodística latianoamericana. El autor es profesor de la FNPI dirigida por García Márquez y ha trabajado por todo el mundo siguiendo los rastros de la marginalidad urbana, el narcotráfico, la corrupción y la violencia. Pero tampoco me pareció para tanto. No sé. Para leer un thriller me quedo con Los hombres que no amaban a las mujeres. Eso que dicen de que "la realidad superó a la ficción"... puede ser, pero igualmente al seguir "atado" de alguna manera a las reglas (éticas, estilísticas) del género "crónica" Alarcón se ve coartado, por un lado, de profundizar en ciertas cosas; y por el otro, al ser un informe periodístico, no ahonda en significados, sentido de la acción, típicos de la sociología del delito o de la juventud. Lo que sí me gustó del libro es la inclusión de la subjetividad del autor en algunas situaciones clave. No tiene miedo de poner sus sentimientos, y eso como lector lo aprecio. En ciertos pasajes, el vuelo poético de su prosa es loable.
Cuando lo leí por primera vez, allá por el 2013, recién estaba descubriendo el mundo de la crónica periodística, no tenía muchxs autores del género leídos. Como resultado, sobrestimé esta crónica que, si bien digna, falla en su estructura y flaquea mucho al compararla con trabajos de Guerriero, Enríquez o Licitra. Por otro lado, a mi yo de 18 años no le hicieron ruido ciertas escenas pero, casi 6 años más tarde, creo que hay un poco de culpa de clase y estereotipos que sobrevivían en el subconsciente del autor que las empañan.
3.25 Cuando me muera quiero que me toquen cumbia es una crónica de vidas de pibes chorros, sus familias, vecinos y barrios. El trabajo periodístico del autor es interesante, complejo y prolijo y la narrativa alrededor del Frente Vital resulta convocante. Sin embargo, considero que la prosa de Alarcón cobra demasiado protagonismo y desconcentra de lo que a mi particularmente me llamó a levantar este libro; opacando la poesía y cultura villera, que no requiere del agregado de firuletes de impronta clasemediera para leerse bella y profunda. Así, considero que algunos personajes perdieron un poco su color y el hilo de la historia, por momentos, afloja su tensión. De todos modos, recomiendo este libro para quienes desde el completo y crítico desconocimiento de este tipo de historias busquen introducirse en realidades villeras, atentxs a captar su crueldad (y) poética.
Conocí este título por allá por 2015 mientras estudiaba en el profesorado y nunca me había hecho el tiempo de leerlo. Por suerte el libro llegó en el momento ideal y cumplió mis expectativas y me amplió el panorama de tiempo y espacio en la vida de estos personajes. Por otro lado, yo ya conocía la escritura de Cristian Alarcón en "Si me querés, quereme tranza" y me había fascinado su laberinto de personajes y de historias y como estaban todas relacionadas. En este libro me pasó lo mismo, me gustó el respeto con el cual fueron abordadas las historias y el punto en el que no se justifica lo que hacen pero si trata de desmarañar el hecho que a veces la supervivencia en la vida te forja de una manera u otra y en todos los casos se acepta el destino final. Todos pagaron o pagan sus desiciones y a veces en la vida no hay peor infierno que no poder caminar tranquilo.
Un excelente laburo periodístico para conocer sobre la vida y la muerte del Frente Vital. La construcción del santo protector de los pibes chorros. Sobre sus personajes más cercanos y como estos ven un antes y un después en los códigos del barrio. Una crónica sobre la vida en la villa. Los pibes chorros, los tranzas, los vecinos y los disparos a quemarropa de la policía. Hay un entramado interesante de los personajes en la historia. En algunas partes la lectura se hace un poco más pesada, pese a lo vertiginoso y llevadero de la historia en sí. Pero son fragmentos un poco cargados y luego recupera el ritmo. Gran laburo y la crónica está muy bien.
Me interesaron las historias del libro, pero creo que un montón de cosas quedaron por el camino o no terminaron de cerrar, hay partes repetidas y mucha más percepción que dato, lo que para mí un poco le resta valor a un texto de periodismo narrativo. Creo que hay algunos hilos del texto que fueron forzados por el autor para que tuviera unidad, pero no son los hilos de la realidad, es más forma que contenido. Y me quedé con ganas de saber más de la historia del Frente y su impacto en la villa, que a fin de cuentas se supone que es el tema del libro.
Nacida y criada en San Fernando, del otro lado de la vía del tren Mitre y en los años 2000. Me sentí todo el tiempo interpelada por las escenas, como si describieran algo que me es cercano pero a la vez tan ajeno. Una localidad y un barrio que ahora parecen tan lejanos (o no) de cómo se describen.
Me encontré pensando todo el día en las intersecciones de las calles; en los pibes y pibas, en sus historias y sus desenlaces.
Lectura necesaria, aunque desearía haberlo encontrado antes.
Muy buen libro. Cristian Alarcón hace un tratamiento excepcional con este libro en el cual él se introduce en la vida de la villa pero nunca juzga a los involucrados, es más, él termina siendo uno más de ellos. Definitivamente es un libro que quiero en mi biblioteca (lo leí en ebook). Recomendadísimo.
Muy buena reseña sobre un famoso caso de gatillo fácil y la marginalidad que se vive en las villas de nuestro país. Por momentos erizan la piel los testimonios de aquellos pibes chorros que sin dejar de ser victimarios, muestran su rostros de víctimas de una sociedad que los ha condenado al delito. Nos pone de frente a nuestra doble moral.
Si bien no es mi favorito de todos los que leí hasta ahora de non fiction, tiene un relato cruel y duro sobre las realidades de los pibes chorros y los dealers, la mafia policial y el prejuicio social que se le tiene a los pibes chorros, que no son más que adolescentes que no tuvieron chances y el destino los torció hacia el camino del delito y la droga.