Un fantasma viral recorre el mundo y lo contagia sin remedio con el olvido a la vez que lo inmuniza contra toda creencia en el ayer. Y el muy paciente Land -haciendo y deshaciendo memoria- se mueve a lo largo y ancho de su propia historia y de la de quienes rodean y acorralan y jaquean su infancia y adolescencia y madurez a los largo y ancho de tres Grandes Ciudades.
Bienvenidos -de todo corazón- al REC y al REW y al PLAY sin STOP de libros a robar o abandonar o destruir, de fiestas hipnóticas y de funerales en trance, de padres insomnes que sólo quieren ser mejores amigos y de «hijos de... » que sólo sueñan con poder dormir un poco, de Big Vaina y de Nome, de amores que no matan ni mueren sino que se inmortalizan, de escritores fantasmas y de lectores poco confiables, y de verdades y mentiras y secretos escritas o corregidas en azul y rojo.
Rodrigo Fresán nació en Buenos Aires en 1963 y vive en Barcelona desde 1999. Es autor de los libros Historia argentina, Vidas de santos, Trabajos manuales, Esperanto, La velocidad de las cosas, Mantra, Jardines de Kensington, El fondo del cielo y La parte inventada.
Hace tiempo leí una crítica de este libro de un escritor que comentaba (mas bien se jactaba) de haber leído El Estilo de Los Elementos en una semana. Supongo que no tendría mucho más que hacer o sería una actividad remunerada, una perversión en mi humilde opinión.
Leer este libro ha sido un parto en parte, complicado y doloroso, pero sobre todo lo que le antecede. Meses de acompañamiento, de tomar cariño a algo que no entendía muy bien, un acto de amor y pasión por la literatura. Fresan es un erudito, la cantidad de datos y referencias literarias/filmicas/musicales que por aquí desfilan solo me hacen reflexionar qué estoy haciendo con mi vida, ¿cómo puede albergar tanto conocimiento una persona? (Perdón por el paréntesis pero, nota: Una vez Rodrigo Fresan me dijo que lo mejor es leer a Proust en francés o la traducción al español de Pedro Salinas, nunca en inglés. Atesoro estas palabras como si algún día pudiesen salvarme de un incendio)
Una novela (o un artefacto) sobre la memoria, algo que me obsesiona ya que es precisamente lo que me falta, el pasado-presente-futuro, el amor por la literatura, la necesidad de Lectores y el exceso de Escritores que no leen. Exceptuando momentos de boomerismo por parte de la voz narrativa, es una novela perfecta a la que hay que darle tiempo, bastante tiempo. Y comprensión y cariño. Me ha despertado ganas de leer a Wittgenstein, y a Proust, y a Faulkner; me ha quitado el miedo a la soledad ——en parte—— y me ha enseñado que hay más gente que se siente como yo.
Sostiene La Voz Narrativa que los libros no deben parecerse a sus lectores sino a sus autores. El lector no debe buscar la identificación con una obra, eso es demasiado fácil, eso es lo que se estila ahora. Abajo la auto ficción
Nota al pie: este libro me lo acabé durante mi estancia en un monasterio y es el primer libro que termino estando en paro. Para acordarme y recordar. Recordar es releer.
Después de escribir una novela de 700 páginas tan fascinante como ardua recibida por críticos, periodistas y otros paseantes en cortes como la buena nueva del vanguardismo literario en español, cualquier diría que a Rodrigo Fresán se le ha subido el gemelo letraherido del orgullo. Asegura que hace lo que le gusta a hacer porque, para qué engañarse, tampoco sabe hacer otra cosa. En El estilo de los elementos rompe y fusiona géneros y biografías, la suya y otras más o menos inventadas, para hablar de lo que siempre habla: los libros y quienes los escriben, la memoria, los padres y los hijos, la tristeza, la felicidad y viceversa.
Delirante e inmensa novela en tres partes que son las tres partes de una vida. Semi-autobiográfica, semi-ciencia ficción, un coming of age al más puro estilo de los elementos de Fresán, un autor tan dueño de su narrativa que se reconoce inmediatamente en chicas que saltan de piscina en piscina y en más detalles adelante. Fresán escribe varias veces el mismo libro y de algún modo se sale con la suya. Otro juego psicodélico, otra visita onírica a sus memorias, otro velo que cae sobre la materia misma de la que está compuesta la realidad dotándola de dudosas características. Fresán juega con la parte soñada, la parte recordada y la parte inventada y el lector cae en todas sus trampas. Una joya.
"Imaginar es sinónimo de recordar. Al recordar uno imagina lo que pasó e, inevitablemente, se lo revive. Y, en el tránsito de traerlo desde ese más allá a este más aquí, se lo altera y se ocupan espacios vacíos que llenó el olvido con retoques, variaciones, correcciones, alteraciones. Hasta que, tarde o temprano, el pasado no es otra cosa que algo que sucede en el presente: en ese momento en que nos mentimos que todo eso que imaginamos es, en verdad, lo que sucedió."
Como la reiteración puede ser algo ameno y conducir la obra hacia una modernidad al estilo de los samurais, con toda la contradicción que ello conlleva.
me gustó, porque, como todo el mundo Fresán, es puro talento. pero es un libro disfrutable, en su exigencia, para quienes habitamos su galaxia hace tiempo.