Esta es la historia de una familia normal en la España de los ochenta. Que no escucha a Joan Manuel Serrat ni a Luis Eduardo Aute, que tiene más revistas de corazón que libros en las baldas y que no vota a Felipe González. Que admira a Manuel Fraga y a Rocío Jurado. Que ríe a carcajadas con Lina Morgan y corea a Raphael en los conciertos. Es la historia de la menor de la familia, una niña que, acostumbrada a ver siempre los toros desde la barrera, tendrá que digerir de adulta la hecatombe de los suyos. Es entonces cuando accede a toda la información que le había sido vetada por ser la más pequeña y se da cuenta de que el mundo se divide entre los que cuidan y los que son cuidados. Los parques de atracciones también cierran es un relato en primera persona sobre el miedo, la vejez y la enfermedad, sobre cómo entregarse es gastarse. Sobre la enorme responsabilidad que implica convertirte en tutor legal de los que fueron tus padres y la cruda experiencia de perderlos.
Este libro conmueve de una forma arrolladora. Te hace pasar del llanto a la carcajada en un mismo párrafo con una delicadeza maravillosa. Es un libro sobre la vejez, sobre convertirse en cuidador de quien una vez te cuidó. Es un libro también sobre la culpa, lacerante y omnipresente, en todas sus facetas. Una culpa que nos acompaña siempre, vayamos donde vayamos, y que se manifiesta de distintas maneras. Ángeles Caballero ha conseguido mostrar desde la anécdota un dolor universal; un dolor que tiene también mucho de alegría por los momentos vividos y que solo se puede transitar creando recuerdos nuevos. De eso, al fin y al cabo, va la vida.
Tenía ganas de empezar este libro de Ángeles Caballero después de leer algunas reseñas que lo consideran excelente y he de reconocer que casi lo es.
La autora rinde homenaje a sus padres, Manolo y Juli, de la mejor manera: escribiendo su historia. Explica sus orígenes humildes en la posguerra y luego vemos su vida en común, como la de tantas familias en la España de los 70 y 80. Después se centra en sus últimos años, con la vejez, la enfermedad, la muerte y, sobre todo, el cariño como temas. Los que ya tenemos una edad recordamos perfectamente todo lo que ella evoca en la primera parte del libro: la España del desarrollismo y de la democracia, el terreno a las afueras, el trabajar sin descanso para mantener a la familia, el matriarcado de muchas familias, la tele y la música del momento. Cuando nos trasladamos al presente podemos vernos reflejadas en esa Mari de la generación sandwich, que hace malabarismos para atender a unos hijos que la necesitan y a unos padres que ahora son sus hijos, y que tiene la suerte de contar con una pareja que la apoya y con un trabajo que se lo permite. Quizás en algunos momentos esa narración resulta reiterativa, pero es que el día a día lo es; ella salva esas partes con su estilo coloquial, tan cercano, como si una amiga se estuviera sincerando y mezclase el dolor con el chiste.
La parte final del libro es tremendamente emotiva y sincera; he podido empatizar con la autora e identificarme con ella en algunos momentos. Querer a alguien es una experiencia compleja y Ángeles Caballero lo explica como nadie con esa metáfora de la montaña rusa del parque de atracciones. La vida es subir y bajar; por eso hay que valorar y, sobre todo, recordar lo bueno y también lo malo, porque es lo que nos ayuda a agradecer lo que tenemos y que explica quiénes somos.
Este libro es la historia de Ángeles Caballero y sus padres pero, sin parecerse, podría ser la mía. Me ahorraré los detalles porque no le vienen bien a mi yo glamuroso de las redes pero cómo duele convertirse en lo que no quieres ser y, sin embargo, querer ser la mejor en ese nuevo rol. Cuidar a los que nos han cuidado es muy duro y tienes que saber darle muy bien la vuelta para encontrar el regalo que oculta. Ángeles Caballero creo que lo logró y así lo transmite en este libro, una historia agridulce que se siente como un homenaje a unos padres que pertenecen a una época que ya no existe, gente noble que ha sabido trampear con el futuro que, por nacimiento, tenían marcado y que han vivido lo mejor que han sabido y así lo han transmitido. Siento que cualquier cosa que diga no le hará justicia a este libro ni a cómo lo cuenta Ángeles Caballero, con sinceridad, amabilidad y cariño hacia sus padres pero sin dejar de enseñarnos los momentos peores. Ha sido como escuchar a una amiga pero una de esas que tiene un toque mágico con las palabras. Su padre estaría muy orgulloso.
4.5/5, pero le subo a 5 por su labor catártica retroactiva.
No contaba yo con llorar al leer este libro, pero a poco que juntes años y puntos de experiencia lo más probable es que en alguna sala de urgencias te hayas visto, como enferma o como acompañante. Cuando he ido de acompañante he tenido que sacar la cota de mithril y capear lo que viniese y este libro ha sido como escurrirme una esponja de cebolla en los ojos, qué gran llorera.
Por lo que fue y lo que vendrá, por ser la hija emigrada que reposa a hombros de sus hermanos la tarea de cuidados de los padres, por la idea de que, aunque una no lo sepa, los ve como un tótem y de repente se ponen pochos y se vuelven pequeñitos -aunque generalmente indómitos cuando sus hijos les dicen lo que tienen que hacer-: he tenido una muestra del futuro y da pánico, sí. Un poco por la pérdida, pero más porque se mengüen en el proceso.
Es una bonita carta de amor a una familia tan perfecta-imperfecta como la de cualquiera. Pero además me he visto retratada en algunas actitudes -el miedo que dirimía comprándome cuadernos de paperblanks, o potingues de marca en oferta-, o historias de la convalecencia de mi santo, o momentos de negación ante la realidad... aunque cada historia es distinta, este libro me ha confortado, ha disparado todos mis triggers de acompañante, los he llorado y me ha hecho un favor enorme.
Nunca pongo reseñas pero este libro lo merece. Es la historia de Ángeles Caballero y su familia, pero también podría ser la de mi padre con mis abuelos o mi madre con mi abuela. Creo que no había llorado tanto con un libro en mi vida ni me había sentido tan acompañada y entendida.
Los que tenemos o hemos tenido familiares ancianos y les hemos visto llegar al ocaso de la vida sabemos lo difícil que es ver cómo se van haciendo dependientes, los agobios de logística que trae, lo duro que es a veces no reconocer a la persona, lo bonito que es cuando entiendes que en su última etapa a veces vuelven a ser los niños que un día fueron.
Entender que la vejez y sus secuelas también es parte de la vida y que los padres a veces vuelven a ser hijos es duro, pero necesario. Al final es algo que todos vivimos pero de lo que no se habla lo suficiente y es de agradecer que Ángeles Caballero haya decidido compartir su experiencia, que a pesar de ser personal, es compartida por casi todos nosotros.
Darle menos de 4⭐️ a esta historia, la de los Caballero Martín, pero también la de todos, no sería justo. Es cierto que la primera parte me ha resultado un poco frívola, alejada de mi realidad; tan de clase acomodada, tan Manuel Fraga y tan poco Luis Eduardo Aute. Pero es imposible obviar que esa otra España también existe, que cuenta con sus luces y sus sombras, como la mía, que tenemos muchas cosas en común y que, al final, lo que importa cuando nos toca cuidar a quienes nos cuidaron de la mejor forma que supieron es, como escribe la autora, que "Cada uno hace lo que puede, lo que quiere, lo que debe. Cada uno llega hasta donde llega". Aunque pueda resultar demasiado autobiográfico, no puedo menos que apreciar y valorar que alguien se abra de esa forma al resto, que comparta su dolor, y que lo exprese de una forma tan honesta y con tanto cariño hacia todas esas personas que ocupan un lugar importante en su vida.
La historia de una familia, de la vejez y de los cambios de roles obligados. La historia de Ángeles es la historia de muchas otras mujeres: tierna, cruda y profundamente humana. ❤️🩹
3,5/5 El libro me ha gustado pero a veces se sentía demasiado autobiográfico. No me convenció mucho el hacer capítulos cortos aunque le da un toque de originalidad. El prólogo por Jorge Javier Vazquez me encantó. La historia es emocionante, el nivel de detalle es tal que llegas a conectar muy bien con la familia de Angeles Caballero, puedes llegar a sentir el vinculo que tenían. Me gustó que como la vida misma, no es predecible pero a la vez sigue el mismo camino que seguimos todos. Me ha hecho pensar aunque no tanto llorar (yo venía a eso). Igualmente ha habido partes emocionantes. Overall un buen libro
Tenía razón todo el mundo cuando decían que este libro era maravilloso, porque lo es. La periodista Ángeles Caballero cuenta la historia de ella y de sus padres: de cómo ellos comenzaron educándola y cómo ella acabó cuidándoles en la última etapa de sus vidas, invirtiendo los roles de padres e hijas y los cuidados y sacrificios que esto supone. El libro está lleno de vivencias, de humor, de la realidad de nuestro país en los años 80 y 90... en definitiva, el libro es Españaza en cada capítulo. Es muy difícil que alguien de mediana edad no se vea reflejada en Ángeles y su familia. Y también es muy difícil que en este libro no pases de la risa al llanto en el mismo párrafo, porque ella lo consigue. Me alegro mucho de ir cerrando un año muy difícil con la mejor lectura de todas. Si tenéis oportunidad leedlo, regaladlo y recomendadlo. No os olvidaréis de él ni de la familia de los Caballero.
Ángeles es una maravillosa periodista y escritora. A priori la vida de su familia tiene poco interés para el público general, pero con su narrativa y lenguaje te adentra en su Getafe natal y en sus caóticos y locos años en los que fue madre de sus padres. Es un regalo para quienes la leemos habitualmente.
Puf, madre mía, qué libro tan deprimente. Es bonita la forma de escribir que tiene la autora, pero lo cierto es que, por momentos, me daba la sensación de que alguien que no conozco me está contando su vida con todo lujo de detalles (en realidad es un poco eso) y, señora, por qué me cuenta esto si no la conozco de nada y en realidad no me interesa mucho. Demasiado cotidiano, para mi gusto. Quizás también es que es inevitable verse ahí en el futuro y no me gusta que me pongan esto delante. Demasiado deprimente para mí, sinceramente.
Costumbrismo en el que te ves reflejado, en tu pasado y en tu futuro. Una vida tan ordinaria como todas, contada con gran ritmo, buen tino y mucho gusto. Una muerte que nos resulta familiar a muchos y una culpa que tantos llevamos dentro.
Este libro sigue el refrán "lo bueno, si breve, dos veces bueno", que nunca entendí pero que aquí se hace fuerte.
La vida. Una historia íntima, triste y luminosa a la vez. Un libro que parece sencillo, pero que guarda una honestidad brutal entre líneas. A veces uno no necesita grandes tramas, solo alguien que diga verdades con el corazón abierto. Amor cotidiano, vínculos invisibles y lo difícil que es despedirse bien. Leer la cabeza de alguien que puede ser la de uno mismo, porque todos pasamos o pasaremos por muchos de esos pensamientos.
Tantas veces leído y tan pocas recordado:
"Desde ese día valoro mucho este tipo de detalles. Que un pie siga al otro y camines. Que bebas mucha agua y hagas pis. Que nada se altere en el proceso que va de la cuchara al plato y del plato a la boca cuando comes. Saber responder qué día es y qué año y cómo se llaman tus padres. Que reconozcas a los que viven contigo, y seas capaz de cerrarte los botones de la camisa, teclear en la pantalla un número de teléfono. Que te pregunten algo y respondas."
"Ordesa, que es uno de los muchos libros que me gustaría que llevaran mi nombre"
Puedes estar orgullosa, Ángeles, de que "Los parques de atracciones también cierran" lleve tu nombre.
Uf. Un paseo de reflexión en la vida adulta con tanta crudeza como cotidianidad. Pensamientos y realidades que me han golpeado y me han hecho verme muy reflejada, por ahora, en muchas páginas. Ese momento de paso en el que eres la adulta de tu vida y de sus vidas, pero tienes que manterte a flote más allá de esos roles, que nunca descansa. También las costumbres y chascarrillos íntimos de cada casa, de cada familia, que muchas veces son supervivencia. Me ha hecho llorar casi todo el libro, escrito con tanto cariño y sinceridad que duele. Por supuesto, sin perder la visión de privilegios y clase, como siempre defiende Ángeles Caballero. Un abrazo de libro entre sollozos.
No puedo definir este libro, sin usar la palabra destino. Creo que este libro llegó a mis manos porque el destino lo quiso así, sin haberme leído la biografía de Ángeles ni sin saber que este libro habla (y no poco) de una historia basada en Getafe, fue empezar a leerlo y saber que no podía haber elegido mejor.
Me ha encantado la dulzura y a la vez crudeza con la que trata la vejez, enfermedad, muerte y sobre todo la nostalgia del pasado y la juventud.
Me ha hecho llorar y reír, incluso sorprenderme y aprender.
Me ha hecho volver a mi niñez, al Getafe donde yo nací y crecí y del que estoy muy orgullosa de que aparezca en mi DNI. Gracias a Ángeles por haberme hecho reconciliarme con la mejor ciudad de Madrid Sur (que no pueblo)
Un libro conmovedor. Escrito con profundo respeto y amor hacia unos padres a los que “las vicisitudes de la vida” terminan convirtiendo en hijos de sus propios hijos. Un precioso homenaje a todos los que se entregan por amor al cuidado de sus padres, cuando al final del camino vuelven a ser frágiles y vulnerables como cuando fueron niños. Un libro con el que llorar y reír a partes iguales.
Non atoparás unha narrativa incrible, nin nada literariamente brillante, pero esta historia (a que os ointes da Cena dos Idiotés podemos converter en audiolibro) é a historia de tantas mulleres e nai que foron e son sandwich. Un retrato dos coidados presupostos ou impostos, dos mandatos de xénero, dos privilexios de clase e da enfermidade, natural e real. Unha novela que merece a pena ler.
Me ha gustado muchísimo, y no me lo esperaba. Creo que cualquier persona puede llegar a identificarse con al menos algo de lo que narra la autora, cuya voz tan cercana y sincera te engancha al momento. Para sufrir, pero a gusto.
Precioso relato familiar, de la vida de Ángeles, de la vida de todos nosotros. Ligero, íntimo, emocionante, entretenido. Perfecto para el verano y para entender y homenajear a la familia, con sus luces y sus sombras
Maravilloso relato de una familia normal y preciosa, ambientado en el Sur de Madrid. Engancha por la sencillez con la que está escrito y la cercanía de los temas coetáneos con los del lector, en mi caso. Ha habido detalles de la descripción de sus padres que coinciden plenamente con las de los míos. Se devora y te hace llorar de nostalgia y emoción. ¡Deseando leer la siguiente!
Me costó conectar porque estaba con varias lecturas al mismo tiempo, pero una vez decidí centrarme en “Los parques de atracciones también cierran”, me encantó. Desde el primer momento, el estilo de escritura de Ángeles Caballero me cautivó. Ella, como tropecientas mil personas en España y en todo el mundo, sufrió el síndrome del cuidador con sus padres. Tiras una piedra y sabes de 10 personas que están en esa situación. Pero plasmarlo en una novela es lo complicado, definir con palabras lo que se siente. Yo viví una situación parecida con mi abuelo, y vi con mis propios ojos el sufrimiento de mi abuela y de mi madre, agradecí los días buenos, hice de tripas corazón los días malos, y procuré obtener un aprendizaje de todo el proceso. Qué importante es hablar de estos temas para poder compartir la culpa y darse cuenta de que se hizo todo lo humanamente posible.