Famous Italian poet, scholar, and humanist Francesco Petrarca, known in English as Petrarch, collected love lyrics in Canzoniere.
People often call Petrarch the earliest Renaissance "father of humanism". Based on Petrarch's works, and to a lesser extent those of Dante Alighieri and Giovanni Boccaccio, Pietro Bembo in the 16th century created the model for the modern Italian language, which the Accademia della Crusca later endorsed. People credit Petrarch with developing the sonnet. They admired and imitated his sonnets, a model for lyrical poems throughout Europe during the Renaissance. Petrarch called the Middle Ages the Dark Ages.
(Lectura muy errónea por mi part, pero simplemente no me ha gustado lol)
Un diálogo donde Petrarca hace luz de gas para convencer a un ciego, a un sordo… de que no se maten. No ayudan la misoginia sin venir a cuento y las alusiones constantes a Dios y a la inmortalidad del alma (que entiendo porque es la base de su pensamiento, pero no hacía falta tanto énfasis). Seguramente, la culpa de mi desencanto no es el texto en sí, sino el tema inaplicable a mi vida.
Sin embargo, pese a la brevedad, hay citas interesantes (nada que no hubiera pensado una chica de 13 años).
“Solo el tonto echa de menos las cadenas, por muy de oro que sean.”
“todos quieren llegar a viejos, pero nadie quiere ser viejo.”
“No hay nadie tan joven que no pueda morir hoy mismo.”
“Dios no pretende nuestros miembros, sino el corazón; ofréceselo completamente puro y, cuando lo haya recibido, aceptará tb lo que le falte; quien entrega el corazón no se queda nada para sí.”
“cuando no queda otra que emprender el viaje, pero ignoramos la hora de salida, no queda más remedio que tener el alma preparada para responder a la llamada, obedecer…”
No está mal, teniendo en cuenta a lo que se enfrenta uno al acudir a una obra de este tipo. Creo que algunas valoraciones lo ignoran y quizá se basan en las expectativas frustradas del lector actual, pero tampoco soy quién para hacer una epistemología de la reseña.
El autor se expresa aquí mediante el diálogo entre las personificaciones de la Razón, el Dolor y, por último, el Miedo. Lógicamente, su carácter es ejemplarizante y deriva de la moral, las creencias y los usos culturales de su época. Por eso, en algunas partes resulta tan distante como absurdo, incluso de mal gusto. Creo que el Miedo es mejor interlocutor que el Dolor, o al menos la Razón lo trata con mayor respeto y se esfuerza más en darle consejos resolutivos. O tal vez sea su trascendencia la que lo hace más amable, e incluso más cercano, a nuestro tiempo.
Hay una mejora sustancial en la última de las cuestiones que tratan, y eso hace que haya cerrado el libro más satisfecho de lo que esperaba. Habrá que leer «Remedios contra la felicidad» para tener el sentido completo.