"La noche anterior me había dedicado a perseguir a mi mamá: me le planté al lado cuando lavó los platos, cuando miró la novela y hasta cuando se sentó a orinar. Le insistí que me dijera qué era lo que no podíamos contarle a nadie. Ella se hacía la sorda, me ignoraba, hasta que en medio de un bostezo me dijo: -Lo que le pasa a tu papá. -¿Y qué le pasa? -Que a veces se muere."
Lo que no aprendí puede leerse como una novela de iniciación en la que Caty, de once años, se siente deslumbrada por la figura de dos hombres: su padre -quien oculta un secreto que sólo parece revelarse ante ella- y Aníbal, -el hijo hippie del vecino con quien se encuentra en una casa abandonada. Pero también, este relato que conmueve y perturba habla de cómo se construye la memoria individual y familiar, cuando ante la inminente extinción de los recuerdos se reflexiona sobre el sinuoso territorio de la infancia, sobre la ambigüedad del pasado común.
La primera novela de Margarita García Robayo no sólo confirma su destreza narrativa para construir relatos imposibles de abandonar, sino que además profundiza sobre un tema tan complejo como fascinante: las versiones que elegimos guardar de nuestra propia historia.
Margarita García Robayo nació en Cartagena, Colombia, en 1980. Desde 2005 vive en Buenos Aires, donde escribe la columna “La ciudad de la furia” en el diario Crítica de la Argentina. En la Revista C -del mismo diario- escribió la columna “Mi vida y yo” bajo el seudónimo de Carolina Balducci, y semanalmente escribe contratapas de opinión. Para la edición digital de Clarín, creó el blog Sudaquia: historias de América Latina* y colaboró en revistas de crónica como Soho, Don Juan, Travesías, Surcos, Gatopardo. En su ciudad fue columnista de cine de El Universal, profesora de análisis fílmico de la Universidad Jorge Tadeo Lozano y coordinadora de proyectos en la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano. Fue elegida como uno de los 50 líderes de Colombia en la edición de liderazgo del 2007 de la revista Cambio. Escribió el libro de cuentos Hay ciertas cosas que una no puede hacer descalza (Planeta, 2009; Destino, 2010), que fue traducido al italiano. Participó en la antología de las mejores crónicas de la revista Soho, publicada por Editorial Aguilar en 2008.
Esta mañana me desperté con una escena de este libro en mente. Y es que pasan días desde que lo terminé y sigo habitándolo.
Este libro se divide en dos secciones, pero las dos secciones conforman un libro cada uno, libros que hablan entre sí o algo como eso. La primera seccion, narra la infancia de Catalina, la vida con su familia, digamos que narra el verano que. La segunda parte narra el libro que, el libro que se quiere escribir y no se puede o el libro que se necesita.
Encuentro en Margarita García Robayo a una narradora cuya atención se centra en la construcción del detalle, la observación de una niña es la observación del mundo que dejamos pero que no nos abandona.
Una buenísima historia contada en dos partes, la primera, desde el punto de vista de una niña, sus vivencias y ocurrencias en una familia cartagenera clase media, la segunda, desde el punto de vista de una mujer joven tratando de reconstruir sus memorias para escribir una novela desde el destierro.
La literatura de García Robayo es de lo mejor que se está escribiendo en Colombia actualmente.
El estilo que recuerdo me Margarita esta alli ( de orsai y sudaka) y me gusta, si embargo esperaba una novela y si bien se vende como una novela esto mas bien parece un cuento largo.
Terminé de leer "Lo que no aprendí" de Margarita García Robayo y quedé —como dice la nena de la historia (que es Margarita a sus 11) cuando algo le incomoda— con la barriga fría. Por ahí porque la novela es el recuerdo que ella tiene de su padre, familia e infancia en Colombia escrito desde Buenos Aires. Por ahí por esta cosa del encierro y la soledad y la distancia. Por ahí por eso de la memoria familiar. Por ahí por eso que está en el libro sobre la muerte y el recuerdo: “con los años [el recuerdo] se me fue haciendo más ajeno, más brumoso, más místico, menos real”. Yo intento escribir desde esta distancia algunas cosas de mi vida, de mi infancia en Bogotá, la mayoría con música de por medio. Escribí esto hace un tiempo sobre Aníbal y sobre esta canción, lo releí y lo acomodé, capaz para que se me fuera un poco el frío de la barriga.
<Hace año y medio, antes de mudarme a vivir sola, escuchábamos música con Osorio, ya habíamos terminado, pero pasábamos los días lo mejor posible mientras yo conseguía un nuevo lugar. Estábamos con Bernardo, el vecino. Ellos solían meterse en conversaciones interminables de música, álbumes, bandas, yo siempre me aburría, pero hablaron de Status Quo, y recordé el tarareo de la canción. Me dio por volver a la búsqueda, puse Status Quo en el Spotify y vi las imágenes de las tapas, álbum por álbum. Encontré la botella ladeada sobre la arena, el vaso, el cielo. El álbum era Thirsty Work, lo puse. Sonó la primera canción: “Goin' Nowhere” y empecé a recordar más: algo de la letra, el ritmo del coro. Lloré. Bernardo no entendía. Osorio me miró con esa complicidad, que aún hoy tiene, de saber lo que me pasa. Con la canción recordé mi infancia, antes de los 9 años. Recordé la vida en el departamento de Álamos, el barrio en que vivíamos con mi familia en esa época. Las tardes que pasábamos Aníbal, Andrés y yo ahí, los tres, antes de que, pasadas las 7, llegaran mis papás y la escena familiar se completara. Aníbal era el hermano menor de mi papá, pocas veces le dije tío, creció con mi hermano y conmigo, lo veíamos como un hermano mayor. Aníbal se encargaba algunas veces de hacer la comida. Mi plato favorito era la sopa de plátano. Para cocinar se quitaba la camiseta, andaba con el torso desnudo, ponía música, siempre rock, él había llevado el género a la casa, y pelaba el plátano, las papas o lo que tuviera que pelar acurrucado al lado de la caneca de basura, para que la cáscara cayera ahí de una vez. "Going' Nowhere" era su canción, la ponía para cocinar. Tengo un recuerdo brumoso de él en la cocina usando sus dedos como batuta para marcar el intro de guitarra de la canción. Sus dientes blancos, apretados para hacer la mueca de una sonrisa entre falsa y mala. La noche que “encontré” esta canción, se le envié a Andrés, me respondió: “Severo, todavía la alcanzo a balbucear, desde el 97 no la escuchaba”. Yo tampoco la escuchaba desde el 97, la última vez que la debimos escuchar, fue alguna tarde, unos días antes de que mataran a Aníbal>>.
Una muy interesante novela sobre el aprendizaje, la figura del padre, el recuerdo, la infancia que de repente se convierte en una reflexión sobre ese mismo tipo de novelas y las posibles mentiras, deformaciones, idealizaciones y trampas de la memoria. Una ironía sobre el género de autobiografía enmascarada de novela (o viceversa), una tierna evocación (¿real?) de la infancia. Reflexiono más sobre lo leído con la intención de releer más de un pasaje.
tremenda novela. el final de un tirón. lloré varias veces, no sé si eso cuenta. también que quiera leer ya alguna otra cosa de la autora.
relectura parcial: lo había leído en 2019, no cuando salió, no hace tanto tiempo aunque bueno, en el medio una pandemia, so. novelón, lo que más me gusta de lo que he leído de ella. recalifico a 5 estrellas (le había puesto 4)
Esperaba mucho mas de esta autora, ya que habia leido una cronica en Revista Orsai y me habia encantado su forma de narrar tan original y sincera.Este libro no refleja a mi modo todo lo que pueda dar la autora.
Muy bien escrita, sin embargo me parece que no llega a ningún lado, fácil de leer, creo que la escritora es capaz de crear algo mucho mejor, tal vez esta novela no sea tan buena por ser la primera, tal vez se está subestimando
El libro narra las vivencias de una niña de 12 años y todo lo que observa con detalle. Sin embargo, cuando se hace mayor se da cuenta que sus recuerdos son muy diferentes.
MARAVILLA😍 • "Lo que no aprendí" es una novela {que, por cierto, incluye una copia digital (e-book)} que me ha gustado mucho y recomiendo. Es de la editorial Malpaso, de la que sólo conocía, hasta ahora, su catálogo infantil. • La novela, y según su autora la escritora colombiana Margarita García Robayo, tiene grandes dosis autobiográficas, y es que la autora, y a raíz de la muerte de su padre, debe volver a su ciudad natal y enfrentarse a los diferentes recuerdos que de su progenitor tienen ella y su familia (su madre y hermanos). Una misma persona, su padre, y distintas formas de verlo; ¿acaso hay una única realidad o todas son válidas? • El libro está dividido en dos partes. Una primera (la de mayor volumen) narrada a través de los ojos de una niña de 11 años llamada Caty; y una segunda contada por una Caty ya adulta e independizada del seno familiar, que debe volver a reencontrarse con su familia. • Caty vive con sus padres y sus tres hermanos. A través de recuerdos que va hilvanando teje la historia de su familia, centrada en la figura de su misterioso (al menos para ella) padre, un ex juez que un día se retira a su casa a atender gratis a clientes que ella cree necesitados de dinero, aunque no se le escapa que algunos de los que pasan por la oficina de su progenitor van bien vestidos. • En una ocasión sucede algo extraño, recuerda cómo dan por muerto a su padre que finalmente no lo está, y a raíz de intentar saber qué pasó ese extraño día descubrirá que su padre no atiende a clientes sino a pacientes. ¿Tal vez es doctor? • [Reflexión en voz alta: La historia de nuestra propia vida está construida sobre multitud de recuerdos que, en gran parte, son inventados o poco fieles a la realidad. ¿Nos gustaría conocer nuestra propia verdad?] • Lo único que Caty sabe a ciencia cierta es que su padre es querido y respetado por toda la ciudad, que atiende a sus clientes-pacientes gratis, y que hasta ciertas autoridades buscan su opinión para muchas cuestiones. Y nada más. Caty anda perdida en su propia casa y su familia no le sirve de mucha ayuda. Para escapar del agobio que le produce esta situación, Caty empieza a ausentarse de la casa por las tardes para dar paseos en bici, y en uno de esos paseos se encontrará con Aníbal, un joven hijo de su vecino y al que ya apenas recuerda, pues hace tiempo que abandonó a su padre y vive en una casa abandonada. Será en este chico, en Aníbal, en quien Caty encuentre las primeras respuestas a sus intrigas familiares. • Y llegamos a la Caty adulta. Vive en Buenos Aires con un chico, y una mañana despierta con la noticia de que su padre ha muerto. Deberá volver a su ciudad natal y reencontrarse con su familia, con la que apenas tiene relación actualmente, y enfrentarse a sus recuerdos familiares infantiles junto a ellos. • A mí me ha gustado mucho la historia de Caty y su familia, y también cómo está contada. Os animo a leerla. • Erratas encontradas: 0 (#CeroNuloNegativoConjuntoVacío) 🎉🎉
Esta es una novela contada en dos partes. En la primera Catalina narra sus vivencias siendo una niña de 11 años, describe su niñez en Cartagena, su familia y su entorno con gran atino y pericia. En la segunda una escritora adulta rehace su pasado y su memoria. Es un viaje donde la autora nos hace reflexionar acerca de cómo se construyen y se destruyen también los recuerdos. Cómo entre los mismos miembros de una familia una misma historia tiene infinidad de versiones, algunas macabras y otras placenteras. Te lleva a intentar recordar tu propia historia, a rememorar anécdotas y a dudar si realmente existieron, para simplemente, dejarlas que se las lleve el tiempo. Magnífica Margarita García Robayo.
La historia no me gusto para nada, lo unico bueno que encontre es que se lee super rapido. En cuanto a los personajes, pocas veces vi una protagonista tan desagradable, pero supongo que eso es personal. La historia tiene un trasfondo medio perverso, incestuoso, criminal, y para terminar algo mistico tambien, todo esto en una novela super corta. Me descepciono bastante, ya que la sinopsis y la tapa me habian llamado bastante la atencion. Se lee de un tiron, pero no queda nada, son las tipicas historias que olvidas en menos de una semana y que ni siquiera se llega a terminar de comprender.
No tiene pies ni cabeza. Había partes interesantes pero rompe con la estructura tradicional de la novela hasta el punto de perder el rumbo. ¿Por qué nos contó todo lo que nos contó? ¿En qué trabaja el padre? ¿Por qué se muere aveces? ¿Por qué se suicidó el vecino? ¿Qué le pasa al hijo del vecino? ¿Qué relación hay entre el desarrollo de la vida familiar y el desarrollo de la Constitución del país? Está como a medio hacer. Pero voy a intentar leer otros libros de la autora, porque a pesar de este caos se lo nota que tiene capacidad para escribir mejor.
Me gustó por ser una historia distinta a lo que estoy acostumbrada a leer, me gusta la premisa de la memoria personal y la memoria familiar y la manera en como cada quien construye sus recuerdos.
Sin embargo, la sinopsis me vendió más misterio del que realmente hubo y sobre todo del que realmente se resolvió, hubo muchas situaciones de las que me hubiera gustado tener más detalles y al final quedé con más preguntas.
Es un libro que a mi parecer habla de la decepción, de cómo idealizamos a tal punto a las personas cuando somos niños, que al crecer y llegar a conocerlas mejor nos damos cuenta que la mayoría de sus cualidades fueron creadas por nuestra mente. Creo que esta idealización la sufre tanto la protagonista como su padre.
Es una novela llevadera y entretenida, me hizo reir y el final es profundo pero en si como novela, no me llego al corazon como otras, no me volo la cabeza.
Parece obvio el comentario pero escribe muy bien Garcia Robayo. La segunda parte del libro le da una profundidad a toda la novela mucho mas interesante. Me dejo con ganas de seguir leyendo
Margarita García Robayo armó una novela transparente, pura y llena de memoria. Lo que más disfruté fueron todas las similitudes en la crianza y dinámica familiar de lo que se vive en una familia promedio venezolana. Y es que, al ser países vecinos, es común encontrar esto en obras colombianas.
“Me fui al patio a buscar mangos maduros. (…) se sacaban poncheras repletas a la puerta de la calle para que la gente se los llevara”.
Pero las formas de Margarita son especiales. Lo hace con naturalidad, con gracia, dejando correr las groserías, que son parte del dialecto diario, los pequeños gestos de violencia intrafamiliar que nos resulta “común”, porque a todos nosotros nuestras madres nos prometieron volarnos los dientes de un cachetón si nos atrevíamos a…
En “Lo que no aprendí”, Caty tiene once años, un hermano menor y dos hermanas mayores, que son mellizas. Viven con su mamá, ama de casa que se asegura de poner orden, ofender e infundir respeto a punta de amenazas, y su papá, que “se muere a veces”.
El lector descubrirá, junto a Caty, a qué se dedica su padre, por qué todos en el barrio lo respetan y buscan, a razón de qué otros hablan de curaciones y salvaciones. Y en esa búsqueda quedan expuestas las dinámicas entre padres e hijos en una Colombia de dos caras: la gente que teme a la guerrilla y quienes apoyan a Pablo Escobar, porque “al menos roba para el pueblo”.
Caty va creciendo en ese contexto, con dos hermanas indiferentes, una madre perseguidora y un padre reservado, lleno de secretos. A su vez, crea una especie de relación amistosa con el hijo de un vecino, Aníbal el hippie, que le enseñará cosas que quizá sean demasiado para su edad, pero que definitivamente la hacen entender.
Pero lo que en definitiva deja ver la destreza narrativa de García Robayo es cómo toda la historia gira en torno a las memorias personales, a las construcciones que hacemos en nuestra adultez de nuestro pasado, quizá para explicarnos lo que nunca entendimos o para enterrar lo que tanto nos hirió.
Hay algo curioso en esta novela corta. La primera parte habla de Catalina, una niña de unos 12 años que está en vacaciones del colegio, mediante sus ojos vemos la historia de su familia (con unos momentos importantes de la historia del país), mamá, papá, hermanas y hermano. Se siente el ambiente costeño, al igual que el típico modo de crianza en Colombia, sobre todo en los años 90, incluso yo, que viví mi infancia en los 2000 tuve por enseñanzas los gritos y las amenazas de mis familiares. El caso, esa primera parte es contada por la niña, vemos la relación con su entorno y como su curiosidad innata la lleva a preguntarse todo el tiempo el por qué de las cosas. Ya en la segunda parte, mucho más corta, hay una Catalina que se fue a Buenos aires, donde se puede confirmar que es la misma Margarita, y regresa a la costa colombiana por la muerte de su padre. Desde el comienzo de esta nueva narración uno se da cuenta que las preguntas siguen aquejando su cabeza e incluso los nuevos sucesos de su vida adulta la llevan a estas desencantada de las decisiones que ha tomado, eso teniendo en cuenta que está haciendo cosas que le gustan, de cierta manera se parece a "Hasta que pase un huracán". Su padre es personaje central en la primera parte de la historia y su muerte detona en Catalina la necesidad de escribir una historia sobre él. Lo curioso viene cuando al final de la primera parte uno se queda con varias preguntas: ¿quién es el padre realmente?, ¿por qué Anibal regresó a la casa paterna y justo después muere su padre? Se siente como un vacío que no se llena con la segunda parte, ya que pasa varios años después. Pero la disrupción de la historia no se siente innecesaria, ni siquiera como un recurso desesperado de la autora. Más bien lo veo como un momento en la vida, que mucho tiempo después regresa cuando algo o alguien se va o muere o cambia. La vida quizá a veces, quizá en la mayoría de las situaciones, no tiene respuestas.
"Mi madre —está bien, hablemos de una abstracción arbitraria que hago de ella—, ya lo dije tantas veces, ya la disfracé de tantos personajes, sólo responde a su monólogo interno", se lee en Primera persona (2018), conjunto de narraciones aparentemente autobiográficas de Margarita García Robayo.
En La encomienda (2022), Margarita escribe: "El parentesco es un hilo invisible, toca imaginarlo todo el tiempo para recordar que está ahí". Más adelante agrega: "Me pregunto quién era mi madre cuando escribía su diario. Quién era mi madre antes de ser mi madre. ¿Y después? [...] Aunque mucha gente cree que al escribir uno se desnuda, yo sé que en realidad uno se disfraza".
Todo indica, entonces, que en esta novela, Lo que no aprendí (2014), Margarita ya nos adelantaba cuáles serían sus inquietudes: las madres —o su madre—, la familia, el trabajo que hay que hacer para que ese hilo invisible tenga sentido y, conjuntamente a eso, la escritura: "Mi mamá era así, susceptible. Y se ofendía. O se hacía porque sabía que uno iba a ir a pedirle perdón y esa parte, la de perdonar, le encantaba. Era por las novelas que veía: en esas novelas ofenderse era como ser digno y elegante".
Dicho esto, a mí me gusta mucho cómo narra esta escritora y cómo va enlazando distintas situaciones. En este libro hay un fuerte componente esotérico/metafísico que me hizo acordar mucho a Delirio de Laura Restrepo.
Ahora me toca terminar de leer Primera persona que, a la luz de todo lo que se plantea en Lo que no aprendí, parece ser la continuación... O quizá las madres son todas iguales y por eso da la sensación de que los personajes podrían ser los mismos.
Sin duda una escritura muy buena. La evocación de imágenes y detalles dan brochazos de una gran historia. Entiendo el sentido del final y cómo la historia de la primera parte es una explicación, una excusa, para hablar en la segunda de aquello que la autora 'no aprendió'. Pero no entendí bien la emoción o los pensamientos que desembocaron al final en este personaje que es ella misma de niña. Puede que peronas más cercanas a ella o ella misma entiendan mejor cómo o porqué esa situación se dio como se dio. Pero para una lectora quizá no muy astuta como yo esto permanece siendo un misterio después de la lectura.
El lenguaje que usa te revuelve el estómago y de aprieta el corazón. Ella dice que en eso fue meticulosa pero que la historia quedó vacía, quizá fue ese vacío el que sentí al terminarla, como una insatisfacción. Si esa fue su intención como autora, tiene cinco estrellas en ese ámbito.
La verdad conecte bastante con la protagonista pero el final creo que estuvo de más. Es totalmente una opinión personal, quizá yo al no escribir no logro terminar de entender porque algunos autores hacen eso. No es la primera vez que me pasa que cuando una historia puede terminar bien, me deja un sabor amargo ese cierre forzado de un plus (en este caso) que creo yo, podría haberse evitado. Esto es tan personal que no le quita que la historia o primera parte, me haya gustado. El recorrido de Catalina, nuestra protagonista, en esta familia que vamos descubriendo poco a poco, es super real y cercano. Cuando uno es chico, te sentis un poco excluido en familias numerosas creo yo. La autora pudo plasmar eso a la perfección y me entretuvo bastante.
La idea de partida de la novela es bastante atractiva. La escritora plantea de gran manera la historia, presenta bien a los personajes y se agradece el contexto histórico y político de la Colombia de inicio de los 90s.
Sin embargo, conforme va pasando la historia, quedan varios hilos sueltos que comienzan a desestabilizar la historia. Estas incógnitas se sienten aún más profundas al final de la novela, lo cual te deja con un mal sabor de boca.
Desde mi punto de vista, noté como si fuera un ejercicio de escritura, lo cual tiene sentido al enterarme que es de las primeras novelas de la escritora.
Aunque al principio parece una historia original y entretenida, va decayendo, deja de tener rumbo, se difumina la presencia de la protagonista y de los personajes. Hace el recorrido por una vida para terminar convirtiéndola en un recuerdo difuso, la idea es buena, pero se pierde en el desarrollo, de tanto abarcar termina quitándole profundidad. La parte final se hace lenta, larga y tediosa.
Esta novela no me ha gustado, pero su libro de relatos, Primera Persona, me sigue pareciendo una genialidad.