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292 pages, Paperback
First published January 1, 1951
Yet even the melancholy of that flaming sun over a dead land failed to extinguish in me a throb of happiness; I felt in complicity with the tendency of this country to absolute desolation. It was both end and beginning. Beyond these realms of lugubrious reeds extended the desert sands, ever more sterile, and – like the decor of a navigable death – behind a sparkling mirage of mist, the peaks to which I could no longer deny a name.
Solitude and boredom. It's what happens to something that's felt itself gathered together too long, too exclusively. The vacuum that occurs at its frontiers – a kind of numbness which is generated on its torpid surface as if it had lost the sense of touch – lost contact.
“Cuando vine aquí, no podía más de aburrimiento, estaba harta, me sentía dura y tensa. Quería amasarme, hacerme rígida y sólida entre mis manos como una piedra, una piedra que se le tira a la cara a la gente. Quería chocar por fin con algo, romper algo, como se rompe un cristal, en ese marasmo”Dirán ustedes que el aburrimiento no es comparable a un cerco de fuego que nos asedia. Se equivocan, el aburrimiento no es solo la mera consecuencia de la falta de estímulos, puede ser también una señal de que estamos gastando esfuerzo y/o tiempo en actividades que no están a nuestra altura, que estamos malgastado nuestro potencial en tareas a las que no damos ningún valor. Ello puede provocar frustración y ansiedad y llevarnos a conductas problemáticas, a buscar cualquier experiencia que nos saque del vacío que sentimos, ya sea perjudicial o peligrosa. Dice Josefa Ros Velasco, filósofa y autora del libro «La enfermedad del aburrimiento», que “Si alguien se aburre suele darse a la botella, cuando le pasa a un país suele darse una revuelta”. Este es precisamente el caso que trata «El mar de las Sirtes».
“Me parecía que Orsenna se cansaba de su salud somnolienta, y, sin atreverse a confesárselo, esperaba ávidamente sentirse vivir y despertarse con la angustia sorda que se iba apoderando ahora de sus profundidades. Era como si la ciudad feliz, que se había dispersado por todos los rumbos del mar, y había dejado irradiar tanto tiempo su corazón inagotable en tantas figuras enérgicas y tantos espíritus aventureros, reclamara ahora, desde el fondo de su senectud avara, las malas noticias como una vibración más exquisita de todas sus fibras”Orsenna estaba en guerra con Farghestán, dos países arrogantes y orgullosos de su viejo pasado de gloria. Lo que quitaba gravedad al asunto era que llevaban trescientos años en guerra y hacía ya mucho que no se registraba batalla alguna. Pero la voz de la Patria “nunca habla tan fuerte como cuando se trata de exponerse a un peligro sin que exista una necesidad urgente”, y ya saben aquello que decía Shopenhauer, “Cualquier tarugo miserable que no tiene nada en el mundo de lo que pueda sentirse orgulloso, recurre al último recurso, vanagloriarse de la nación a la que casualmente pertenece”. Cuántos hay, que no pudiendo hacer nada digno con su vida, bien por falta de opciones, bien por falta de méritos, bien por ambas al tiempo, se parapeta en un grupo en el que poder sentirse parte de algo, por banal que este algo sea. Cuando se trata de un equipo de fútbol o un cantante de moda, las consecuencias, de haberlas, se circunscriben a un corto radio de acción, pero cuando se trata de religión o de La Patria y su supuesta “unidad de destino en lo universal”, como es este caso, la cosa se puede poner muy fea. Como ven, un tema de absoluta actualidad.
“La fe profesada por los hombres que construyeron la grandeza de la Señoría era que un Estado vive en la estricta medida en que mantiene un contacto inveterado con ciertas verdades ocultas, sin más depositario que la continuidad de sus generaciones”Aldo, miembro de una de las familias más antiguas de Orsenna, siente un profundo hastío en su regalada vida. Con el presentimiento de que algo único le está reservado y con el objetivo de romper su tediosa rutina, decide ocupar una plaza como Observador de la Señoría en las Sirtes, un puesto de frontera considerado entre el funcionariado como un purgatorio donde se expía alguna falta de servicio durante larguísimos años de aburrimiento. Aldo tenía esa extraña idea, aunque comúnmente aceptada, de que el sufrimiento de privaciones le traería, a modo de compensación, el prodigio que tanto ansiaba. Este mal no era exclusivo de Aldo, cada vez más y más ciudadanos de Orsenna sentían la “mordedura de una fiebre” que los llevaba a pensar que algo se estaba urdiendo, algo que extrañamente coincidía con esa embriaguez de aventuras que les quemaba por dentro, algo que no germinó espontáneamente ni se extendió por casualidad, algo que un hombre, predispuesto de antemano y sabiamente manejado, se encargará de precipitar.
“(Hay hombres) Más estrechamente pegados a la sustancia de todo un pueblo que si fueran su sombra proyectada, son en verdad su instrumento ciego; el terror semirreligioso que les da su estatura sobrenatural consiste en la revelación de que son portadores: que en todo momento puede intervenir un condensador a través del cual millones de deseos dispersos e inconfesados se objetivan monstruosamente en voluntad.”“El mar de las Sirtes” es una novela barroca, densa, exigente con el lector, lenta en su desarrollo, profunda en sus reflexiones, una de esas novelas que, como decía de aquellas leyendas urbanas, perdurarán porque a lo acertado de su visión unen el preciosismo de su estilo.

"He'd published lots of important authors, but only in Julien Gracq's novel The Opposing Shore did he perceive any spirit for the future. In his room in Lyon, over the course of endless hours spent locked away, he devoted himself to a theory of the novel that, based on the lessons apparent to him the moment he opened The Opposing Shore, established five elements he considered essential for the novel of the future. These essential elements were: intertextuality; connection with serious poetry; awareness of a moral landscape in ruins; a slight favoring of style over plot; a view of writing that moves forward like time."
"It seemed to me we had just pushed open one of those doors you pass through in dreams. The stifling sense of happiness lost since childhood seized me; the horizon in front of us burst into fragments of glory; as though caught in the current of a shoreless river, it seemed to me that I was now utterly restored - a freedom, a miraculous simplicity was washing the world; I saw the morning born for the first time."
Maybe there are moments when you rush into the future as into a fire—helter skelter. Moments when it intoxicates you like a drug, when a debilitated body no longer resists…Orsenna is an ancient country dominated by its capital city, ruled primarily by several aristocratic families, whose outer coastal province of Syrtes lies across the sea from the mysterious country of Farghestan (the ‘Opposing Shore’), with which Orsenna has been embroiled in a long-slumbering war of 300 years’ time. The Gulf of Syrtes is ‘guarded’ by a small and largely symbolic military unit housed in the Admiralty, a crumbling fortress settled on the moorlands. To this forgotten place, the protagonist Aldo, a young son of one of the oldest families in Orsenna, has gotten himself assigned in the role of Observer for the Signory, Orsenna’s central governing body. His duties are to operate as an agent independent of the military and file regular reports to the Signory. Weary of society life in the city, Aldo arrives at the Admiralty green as a blade of grass and ready for adventure. Little does he know how little adventure there is to be had at the ‘Syrtes base’ under the command of the stolid Captain Marino. Little does he also know how he will, inadvertently or not, come to change that.
"just as a landscape painted against the background of a black room loses its vital iridescence but thereby acquires a mineral stability and seems to filter out things what best translates their dim reverie of inertia, it was as if the sounds here were decanted, filtered through a cloak of snow, whereby they lost their ordinary meaning in order to swell to a deep and indistinct murmur which became the very sound of returning life"