Cada que leo a Gilmer Mesa me lo imagino como un viejo lobo del asfalto parado en una esquina del barrio contándonos, con su vozarrón viril y esa mezcla de sabiduría de calle y erudición libresca, los pormenores del cataclismo que aún nos cimbronea. Recostado en la pared del bar, adolorido y sólido, da cuenta de los episodios más atroces de nuestra historia cercana sin dejar de ver la crepitación de la belleza en medio del desastre. Mis pocos conocidos de barrio que accedieron al mundo académico o al de las letras lo han hecho, de alguna manera, para irse de la cuadra, como una manera de "salir adelante"; Gilmer, que terminó involucrado en el circuito literario sin proponérselo, ha decidido "salir atrás"; no solo se ha quedado en el barrio, sino que se ha metido aún más en él, hasta un punto al que tal vez ni los mismos habitantes de su cuadra han llegado. En eso, y en la mirada sostenida y profunda, sin quejas ni concesiones al espectáculo de la desgracia, radica su fuerza y lo genuino de su obra. A diferencia de ciertos cronistas y turistas de lo popular, Gilmer no se relaciona con la realidad del barrio como quien mira para contar sino como quien ha vivido para mirarse. Luis Miguel Rivas Sobre la obra de Gilmer Mesa se ha "El amor -y más precisamente el amor fraterno- ocupa un lugar central en el complejo paisaje literario de Gilmer Mesa. Me maravilla su poética de la hermandad en medio de la violencia más terrible y de la adversidad más radical". Giuseppe Caputo "Un texto valiente, un psicoanálisis de nuestra sociedad. Memorias que defienden el pasado". Alfonso Carvajal "Esa prosa rarísima y bella que combina una capacidad de concreción bíblica (con frases que encapsulan en dos o tres renglones toda una biografía, un temperamento o una época) con un ritmo desbocado, napoleónico, fascinado por su propia música y receloso de la sobriedad…". Jaime Zapata Villarreal, El Tiempo "Gilmer Mesa tiene la lucidez original de mirar el país desde
• Vivir es aceptar que la personas nos pasan unas cosas buenas y otras malas; no es la energía ni el aura ni ninguna de esas puerilidades del crecimiento personal y la demagogia existencial, que venden el bienestar como un producto y no como un resultado. • Ahora mis búsquedas y deseos son simples porque no dependen más que de mi cabeza, un lápiz y un papel, y a la vez complejos porque lo que busco está adentro y ese terreno es sinuosos y difícil. • Algunos escriben para alimentar su vanidad, otros lo hacemos para ofrecernos enteros, a veces en sacrificio. • No hay nada que logre frenar la avasallante arremetida de la desgracia cuando la vida se empeña en ser una tragedia. • Porque en el fondo la aventura está en la conquista , no en lo conquistado, el vértigo lo da la búsqueda, es el camino lo que aporta, no su llegada. • El amor es perro a veces y, después de mostrarnos su dulzura sin par durante un largo tiempo, instala de un momento a otro su corrosión mortal, sin aviso, sin retorno y sin que podamos entender su tránsito de un estado al otro. • Y yo no te juzgo ni me meto en eso, cada persona busca el engaño que mejor le parezca, yo por ejemplo busco aturdirme con trago y aunque sé que también es un ardid lo sigo haciendo, ellos creen en Dios y que vos sos su representante. • No sé que cosa sea Dios y desconozco dónde se encuentra, pero sí estoy seguro de que no es en una iglesia , y mucho menos en los corazones de los hombres. • Se puede vivir de muchas maneras y entiéndame bien la obviedad, se vive viviendo, solo eso, con hambre o llenos a todos nos amanece el siguiente día, lo importante es saber por qué se vive, el cómo viene con los vaivenes del tiempo, el dinero va y viene y de verdad con la edad lo he comprobado, eso que al parecer es tan importante para la sobrevivencia carece de sustancia. • La vida que es tan perra a veces se conmueve con los deseos auténticos y pone al deseoso en la vida de su destino, valiéndose de tetras calculadas que los más optimistas llaman casualidades. • Para mi padre el barrio fue la civilización, la ciudad, el mundo que quería para sus hijos , qué calidoso fue el viejo. • A veces creo que vivir no es más que sacrificar amañadamente el pasado para darle sentido al presente y así esquivar un futuro plagado de vergüenzas viejas, futuro que cada quien está más cerca y es más corto. • Al final no hay más que un único vencedor eternamente glorioso: la muerte. • Nadie está preparado para ver enloquecer a su padre. No puedo contemplar su locura sin enloquecer yo un poco, pero mi locura es de rabia, de dolor y de impotencia y esa mezcla engendra amarguras que no logro conjurar. • De manera que uno se va quedando solo irremediablemente, con la música y los libros y las series y el cine y el alcohol, que ya no abriga ni acompaña pero mantiene. • Byron era un raro, que es como la sociedad llama despectivamente a lo que no entiende, a lo que no se adapta a los códigos estipulados vaya a saberse por quién y en los que todos coincidimos como normalidad. • La vida tiene su propia dialéctica, es azarosa y contingente con meneos hipercinéticos e ilógicos , y a veces se está en la cresta de la ola y otras debajo del mar. • Cuando la tela de la noche empezaba a ser rasgada por los filos del alba. • Clara era una vecina de ambos que hacía honor a su nombre, en ella todo translucía, su piel, sus ojos y su cabello rubio despejado como el sol de las madrugadas. • Nada emparenta más que la pena sufrida y el hambre aguantada, nada solidariza más que los padecimientos conjuntos. • Y dejanos tranquilos que más hijueputa sos vos, yo prefiero a los locos que a las locas chismosas como vos, malparido. • A las personas nos determinan claramente las historias que guardamos que aquellas que revelamos, todos tenemos secretos profundos que solo la nada de la muerte con su improbabilidad de esencia y materia y su arcano silencio llegará a conocer. • A veces la voz del silencio grita más fuerte que las palabras. • En los barrios populares contemplar el paso del tiempo es casi un oficio, sobra el ocio y juntarse en el desocupe sirve para hacer menos tediosas las horas, hablar, mirar y compartir cualquier cosa que se tenga rinde frutos poderosos en el largo plazo. • Y como todo rito después de practicarlo por mucho tiempo pierde su valor simbólico trascendente y se convierte en un comportamiento compulsivo que apenas si logra aplacar transitoriamente nuestros demonios. • Algo en la escena no cuadrab, como observar un arcoíris en medio de un torrencial aguacero o un árbol de navidad en un basurero. • Me fui alejando de los aspirantes a banidos y me dediqué a Mariana; todos los días la visitaba en la puerta de su casa, con ella nos dimos los primeros besos. • Para algunos la vida solo sabe morder, nunca lamer, y lo que parece algodón de azúcar termina sabiendo a moneda. • En este barrio la gente parece condenada a la infelicidad o, lo que es peor, a conocer la felicidad y perderla, o a conocerla de una manera tan fugaz y desapercibida que solo saben que la tuvieron cuando se ha esfumado
Tremenda racha la que estoy llevando, sobre todo con mi TBR físico. Este es un libro muy apelativo al público general, y aunque no considero a Mesa un mal escritor, aquí jugó demasiado a lo seguro. Cuando leí La cuadra, quedé encantado porque combinaba las cosas que me gustan: era efectivo, su extensión era perfecta. Por eso quise seguir leyéndolo, pero en este libro no solo repite la misma fórmula, también vuelve a situarse en el barrio de Aranjuez y a narrar las desgracias de sus habitantes. Todo es tan predecible que se siente formulaico; capítulo tras capítulo, te presenta una historia cuyo final ya puedes anticipar.
Aunque en algunas partes me gustaba bastante, los párrafos extensos hacían el libro innecesariamente lento. Las oraciones se volvían eternas, y en cierto punto dejaban de tener sentido, desembocándose en lo mismo una y otra vez. Sé que las comparaciones son odiosas, pero Temporada de huracanes logra tener un estilo similar que sí funciona gracias a su ritmo. Aquí, el ritmo falla muchísimo y le resta a la experiencia de lectura.
Esperaba bastante de este libro, porque siento que las historias que Mesa tiene por contar deben ser escuchadas. Me gusta que rescate relatos que no solo fueron silenciados, sino olvidados. Lamentablemente, este libro en su totalidad no funcionó para mí.
Lean esto porfis, un libro que mira al barrio desde el lado de los buenos, de los que no escogieron la esquina. Un libro que sabe a vida, a recuerdo, a barrio, a mango viche, un libro que suena a salsa, a El nacimiento de ramiro, a Maestra vida camará, que te da y te quita y te quita y te da, un libro que suena a llanto, a Alcolirykoz, a medallo y a Aranjuez.
Un libro con una poética contundente. Las representaciones de Gilmer sobre conceptos generales de la vida y la muerte rosan con lo filosófico. Una narrativa que cautiva y atrapa, que impresiona y por acción natural lleva a la reflexión. Un libro con peso; peso que invita a sumergirse, a entender las realidades más allá de la superficie y a reconocerse a uno mismo, si bien no desde las situaciones puntuales, sí desde una forma de observar la vida.
Es un libro que merece ser leído y releído, por completo y por partes. Sus capítulos bien pueden funcionar cómo relatos independientes, como fotogramas que van dando forma a una realidad más amplia, compleja y profunda. Aun así, me deja la sensación de que algo falta en el trasfondo, algo que termine de unir, de hacer que el escrito cohesione, que amalgame; la sensación de algo que se propone, pero que no es dicho.
"Detrás de cada puerta, hay un dolor " A este refrán me remite la lectura de Aranjuez.
Para narrar la vida de un barrio desde la puerta de entrada hasta sus profundidades, se necesita un contador de historias que haya vivido en sus entrañas, capaz de sacar un dolor interno y exponerlo con una pluma llena de lenguaje barrial y la vez con un léxico elegante que muestra los matices blancos, negros y grises. Un simple observador no había podido dejar en éstas letras la fuerza impresa en sus palabras. Cada cuento me permitió sentir el dolor, la rabia, la indignación y hasta las ganas de vomitar ante la miseria, el abandono y el olvido de quienes lo protagonizaban. Contar también su propio dolor ante el deterioro inminente de su padre condenado a aislarse mentalmente poco a poco de la realidad muestra a un hombre con un sentimiento profundo de impotencia por no poder mantener a su padre a flote con sus vivencias, pero lleno amor para rescatar los recuerdos que hicieron de El y su familia, unas personas capaces de permanecer en su entorno con los sanos y los pillos pero sin caer en las trampas de la desesperación que puede llevar a un joven a la desgracia. El amor por la familia y el valor de la amistad, es otro tópico que se evidencia en ésta lectura. Se percibe un hombre fuerte pero a la vez tan frágil ante la desgracia que ha tocado las vidas de los seres a quienes ha tenido cerca desde su niñez. En éste libro, Gilmer hace sus propias reflexiones que lo sacuden a uno, es como si escribiera éstas historias para que el mundo entienda desde la raíz porque hay seres humanos que se vuelven sicarios, ladrones, viciosos, o "pillos".
Gracias Gilmer Mesa por abrirnos la puerta del corazón de tu barrio, tu aporte literario es un testimonio sanador para sus moradores y sensibiliza a quienes nos acercamos a tu lectura.
Tolstoi dijo, “Pinta tu aldea y pintarás el mundo”. Pocos lo entendieron tan bien como Gilmer.
En este libro, homónimo del barrio en el que nació y creció, se cuentan las historias de esos personajes poco retratados en sus anteriores novelas, de "Los Sanos", es decir, quienes no tomaron parte activa en la vorágine de violencia que carcomió a su generación, pero igualmente fueron alcanzados por ella. No la contraparte de una generación violenta, peligrosa y echada a perder, como la versión maniquea de la historia oficial, tan acostumbrada a ignorar los grises, quiere mostrarla. Al contrario, la demostración de los afectos y el cariño que también se halla en las entrañas de esa generación.
La evocación de estos personajes y de los vuelcos que dieron sus vidas comienza en la nostalgia de un padre, el del protagonista, que atraviesa los últimos días en la neblina de una demencia senil que está anegando los recuerdos de su barrio y de quienes lo habitaron y murieron en él. De ahí la urgencia por escribir acerca de lo que fue de sus vidas.
Esa nostalgia, precisamente, es la que abre la puerta a una veta hasta entonces poco visible en el universo del autor: la de la ternura. Aranjuez, por encima de cualquier cosa, es un libro acerca de ella y de cómo los gestos, palabras y actos con los que la expresamos cobran una importancia trascendental a lo largo de nuestras vidas.
Este libro es un retrato de las vivencias que atañen esos poblados marginales donde la violencia, el dolor, la ruina y el olvido se perciben a flor de piel.
Aranjuez es una arqueología de flagelos, pasiones, olvidos, amores, anhelos y desencuentros de un barrio que a pesar de todo irradia optimismo, alegría y una profunda conexión hacia aquellas lomas que unen generaciones a través de la memoria.
Como dice Alkolirykoz en su canción Aranjuez: “La moraleja de vivir aquí, es que la donde mires tienes que subir.
Una narración amena, profunda acerca de la vida que guarda el autor a través de estas letras para contener el inexorable paso del tiempo y consigo el olvido de su padre y la estrecha relación con Aranjuez, el barrio que lo vio crecer, jugar al fútbol, pegarse sus primeras borracheras pero también donde muchos de sus amigos e incluso su hermano murieron por causa de la violencia que azota sin reparos. Gilmer tiene una pluma con mucha sensibilidad y franqueza a la hora de hilvanar cada una de las historias de este libro.
Sin lugar a dudas recomendadísimo.
Algunos (de los muchos) fragmentos destacados del libro:
«La muerte, la única soberana que reina desde siempre, el pasado es la muerte del tiempo y de cosas: de gente y amores, de sueños y esperanzas acumuladas que cada uno va juntando para llegar con un arsenal de muertes a la muerte propia que se alimenta de esas muertes, vivir es alimentar de muertes a la muerte, aquellos que murieron jóvenes defraudaron a la muerte, la enfermaron de hambre.»
«La vida que es tan perra a veces se conmueve con los deseos auténticos y pone al deseoso en la vía de su destino, valiéndose de tretas calculadas y precisas que los más optimistas llaman casualidades y que no son más que la manera con que esta condena al ser humano a morir por sus deseos.»
«nuestros padres fueron castrados en su expresividad por la misma sociedad machista y altanera que castiga con burlas y rechazos cualquier síntoma de debilidad y enseña que querer es la más grande de ellas, sociedad desquerida y criminal como ninguna...»
«a veces atraemos los problemas por presentarnos a la vida en pendencia, y cualquier situación por simple que sea termina embrollada porque la contrariedad la llevamos nosotros»
«Es extraño el poder femenino, ese gesto maternal y amoroso de mi ma- dre con el hombre que despertaba en ella pasiones y que ahora sosegado de impulsos lo tornaba casi un hijo recién nacido, gesto que la dota de grandeza y belleza como si siempre hubiera estado preparada para hacer lo que toca donde y como sea, como si además de mujer, esposa y madre estuviera compuesta para ser centro.»
«Esa muerte reconfirmó una vez más que la violencia es la negación absoluta de la belleza, y que la belleza en una sociedad tan fea es una maldición.»
«...estoy seguro de que solo el amor y la amistad trascienden la insignificancia de la vida, le dan sentido, cuadran, rascan y soban, todo lo que avizoro del porvenir es de nuevo el pasado recordado en renglones una y otra vez.»
«Aranjuez representaba un ascenso, como lo fue también cambiar su destino de mayordomo en una finca a chofer. Hay gente que solo se conoce a sí misma luchando, y aquello que aquiete un poco sus bregas lo considera una mejoría intangible, para mi padre el barrio fue la civilización, la ciudad, el mundo que quería para sus hijos, qué calidoso fue el viejo.»
«En este barrio contradictorio como la caricia de una mano callosa crecí, he sido feliz y he pendido, aquí están inscritas mis impresiones del mundo, mis propias contradicciones —el día más feliz de mi vida fue cuando gané un premio por escribir un libro sobre el día más triste de mi vida, y tanto el libro como ambos días pasaron en Aranjuez—, mis más profundos afectos, mis aspiraciones, estas lomas discordantes que han soportado tantos años de amores y de daños siguen en pie albergando al que mata y al muerto, porque como el dolor, y a diferencia de la sociedad, no juzga, solo acoge.»
Al ver el actuar de las personas siempre me he preguntado ¿Cuál es su historia? ¿Por qué actúan de tal manera? Somos el cúmulo de las decisiones que hemos tomado con lo que nos ha pasado en la vida. Yo no soy de Aranjuez, soy de Manrique que es casi lo mismo, y reconocí estas historias como si fueran mías: viví la violencia, el dolor, el fracaso y la falta de oportunidades, pero también experimenté la solidaridad, la amistad y la camaradería en la extensión de una familia que era una cuadra. Y ahora, aunque he partido de mi casa de la calle 92, sigo recordando de dónde vengo, porque ese barrio sembró la semilla de mis valores, mis temores y mis dudas. Soy de donde vengo, y eso es tan mío que me persigue a donde voy.
Me encontré con este libro por recomendaciones de la librería de Comfama. Se siente muy personal leer las palabras escritas por este autor, nos cuenta historias que vivió y vivieron las personas a su alrededor en los 80 y 90 en Colombia, y cómo la muerte de su padre le trajo recuerdos de su infancia y adolescencia. Son varias historias que se narran en una sola, algunos capítulos fueron bellos, otros, más bien tristes. En unos momentos sentí que estaba leyendo muchas palabras (literal el meme: mucho texto) que lo que buscaban era alargar el relato, del resto, una lectura muy entretenida.
Estos libros son necesarios. Leer a Medellín y a Colombia como es, con lo bueno, lo malo, lo bonito y lo extraño, lo único y lo pertinente que es conocer ese lado de la historia, que nos negaron los periodicos y las noticias bajo una capa de ignorancia parecida al muro de hierro, de donde no mucho salía, y lo que hacía sus rondas por la ciudad eran historias de terror y muerte. Me gustó el corazón que tiene la novela, los dos distintos niveles y "personas" del narrador, contando su propia historia y luego siendo el observador de su cuadra, de su barrio, y llegando a como esta combinación lo hace él. Sin embargo, Mesa como narrador a veces se siente postizo, un poco muy abstracto y un poco genérico. En ocasiones las mentaforas se sienten cansadas, depronto victima de la "bisoñada", como diría él, y diálogos que se vuelven discursos muy poco propios de habitantes de Aranjuéz. Por el contrario, sí logra encontrar su voz, un intermedio entre nea y literato que si se siente autentica y cotidiana, habiendo vivido toda la vida en Medellín. Otra pequeña cosa que me sacó un poco de la narración (aparte del narrador del audiolibro, que no me gustó, y que paraba en mitad de las oraciones a tomar aire) es que a veces se siente repetitivo el diálogo interno, como un tell, don't show filosófico. También el narrador me pareció muy similar al de La cuadra, tal vez más emocionalmente disponible que el anterior pero con un léxico similar y una cierta vibra. Tanto para decir que no me parece que Mesa sea un pésimo escritor, tal vez lo que pasa es que pretendiendo ser "aceptado" adorna lo que escribe cuando la escencia y la historia es tan descarnada que solo necesita su actitud de mierda para hacerla una narración increíble, como fue para mí La cuadra. Lo seguiré leyendo, porque es de las primeras veces que siento a un escritor tan cercano, y espero leer más escritores de mi ciudad, que tantas historias por contar tiene.
Aranjuez es un libro que desgarra y conmueve a partes iguales, un relato crudo que pone la piel de punta al adentrarse en las historias de este emblemático barrio de Medellín. Irreverente, triste y profundamente real, la obra logra capturar con maestría las contradicciones y las complejidades de la vida en los barrios populares.
Lo que lo hace aún más especial es la autenticidad de su voz: no es común encontrar libros escritos desde la mirada de alguien que ha crecido en los barrios trabajadores de Medellín. Esta perspectiva, tan necesaria y a menudo invisibilizada, le da al texto una profundidad única y un testimonio invaluable de las realidades cotidianas de quienes habitan estos espacios. Aranjuez no solo es una obra literaria; es también un acto de resistencia y de afirmación de una identidad muchas veces marginada.
Motivado por los olvidos de su padre a causa de la demencia, el autor decide hacer memoria de su vida, que necesariamente está ligada al barrio al que llegó su padre y que vio nacer a ese hijo que lucha contra el olvido armado de palabras. La estructura se compone de relatos protagonizados por amigos, algunos ya desaparecidos, intercalados con hondas reflexiones sobre la condición humana, sobre las diferencias sociales, sobre la memoria. Todo el libro es conmovedor, aunque la extensión de los párrafos y alguna floritura en el lenguaje obliga a hacer frecuentes pausas, pero el balance general es positivo.
Leyendo este libro me sentí como si uno estuviera caminando por ahí por el barrio, y en alguna puerta o esquina le cuentan un retazo de historia, que luego Gilmer une en esta colección que se deja leer con fluidez. A lo largo del libro, hubo párrafos que sentí densos y largos, pero eso no opacó los capítulos que más disfruté: “Las Campanas” y el capítulo final.
Gilmer reivindica Aranjuez, su barrio, en todas sus dimensiones, y se hace parte de él junto con su padre, a quien le hace un homenaje muy conmovedor e íntimo.
Este libro fue un regalo de mi papá. Nacido y crecido en Aranjuez al igual que Gilmer. El gracias a Dios era del grupo de los sanos y este libro fue como recordar cada una de sus historias mientras pasaban las páginas. Gracias Gilmer! 🌟✨👍
“Aranjuez” es el primer libro que leo de Gilmer Mesa en mi afán de nutrirme de más voces colombianas. Lastimosamente, considero que el libro cae en un débil puñado de anécdotas cuyo hilo narrativo es la muerte; siendo un hilo cosido a puntada temblorosa y escueta. Párrafos eternos contenidos en capítulos diminutos. Personajes que se introducen tan rápido como se van. Me consta que el protagonista es Aranjuez, pero, la muy transitada muerte se me queda en excusa para el nulo desarrollo de personajes. Aunque me parece un gran acierto narrar la realidad desde las voces que en verdad la vivieron, considero que querer contarlo todo es equivalente a contar nada. Otro elemento que me disgusto fue el continuo recuerdo de que el autor vivió en aquella realidad y el esfuerzo de auto narrarse como este ser melancólico y oscuro proclive al cigarrillo y al licor para ahogar sus penas. Una lectura sencilla, sin vueltas de tuerca y una presencia abrumadora y opaca del autor entre sus líneas. No sé si el resto de su obra es como Aranjuez, pero por lo pronto creo que no leeré más del autor.
Gilmar Mesa corre el velo del tiempo para mirar hacia atrás. Su devenir es escribir. Escribir sobre su barrio, sobre su familia, sobre su padre, sobre sus amigos. El autor va adentrándose en todos los rincones de su memoria, va esculcando su pasado para no dejar recuerdo sin repasar ni sentir. Valientemente enfrenta esas sombras, esas zonas oscuras que duelen como si fuera un fierro incandescente en la piel. Mira esa figura paterna, esa figura todopoderosa y amorosa que está por partir, por dejar de existir. Aranjuez, su barrio de siempre, también ha tenido esa figura masculina, paterna, que ha ejercido en él una influencia innegable. Parte de lo que es se lo debe al barrio, a ese territorio del alma. Los otros padres, los padres de sus amigos, también son recuerdo, también son sus padres, también son sus sonrisas y también su dolor.
Aunque he leído que Aranjuez es un canto que un hijo le hizo a un padre bueno, y algo de eso hay, esta novela es mas un relato de un barrio, de su gente y sus historias. A partir de una serie de historias de diferentes personas, que constituyen un variopinto retrato de un barrio popular y unos tiempos violentos, al autor se le nota su formación de filósofo, y llena el relato de reflexiones sobre muy diversos temas: El zeitgeist, la familia, la violencia, las relaciones de pareja, el clima político, el machismo, la violencia, la amistad, por mencionar algunos temas. La relación de Gilmer con el barrio es visceral, y por ello auténtica. Como en el nombre, es un recorrido de la A a la Z, del adn de un tiempo.
Un libro que reviste una realidad muy dura de mi ciudad sobre historias de barrio, una mezcla de ficción y realidad que narra las vivencias del autor y de su barrio con personajes que viven en el mismo, además de mostrar una manera de afrontar el duelo por la muerte de su padre, a través de las vivencias y el agradecimiento por ser una persona trabajadora que siempre se esforzó por darle lo mejor a su familia. Me sentí identificado con su historia del padre y su manera de superar el duelo por medio de la escritura de sus memorias del padre.
Este es uno de esos libros en el que todas las historias que se van tejiendo fungen como memoria y, a su vez, como mecanismo de escape para las penas y la melancolía que se enquistan en el alma. La ausencia y la presencia, la vida y la muerte, el amor y el odio, los pillos y los sanos… Las contraposiciones que dan sentido y equilibrio al ser. Un relato para salir a caminar por el barrio, por cualquier barrio, donde abundan las realidades que superan la ficción y que aguardan por ser descubiertas.
La novela ofrece una continuidad al primer libro del autor, explorando historias crudas pero realistas que tienen lugar en un barrio pobre de la ciudad de Medellín. Su narrativa fluye con mayor soltura que en "La Cuadra", lo que permite una conexión más profunda con las historias a medida que se desarrollan. A pesar de que en ocasiones los desenlaces son predecibles, Gilber logra mantener la atención del lector hasta el final.
Destaco especialmente la conmovedora historia del amor filial entre Wenceslao y Byron, un relato que está impregnado de amor paternal, respeto y admiración mutua, sentimientos poco comunes entre padres e hijos en la época en que se desarrolla la trama.
La vida da muchas vueltas; una de esas vueltas de golpe lo lleva de vuelta al barrio, y le permite darse cuenta que aunque la vuelta no fue fácil, Ud. ahí va, sacando la vuelta adelante. Nunca nos olvidemos de donde venimos. De vez en cuando hay que mirar hacia atrás, para ver no solo todo lo que se ha andado sino para ver también dónde fue que comenzó todo.
Por su estilo, por su sensibilidad, por su crudeza, por narrar el barrio con todos sus matices, los blancos y los negros que conforman esa escala de grises.
Gilmer muestra la historia de los muchos que crecimos en los barrios populares de Medellín. Sus sueños, sus angustias, sus miedos. Sobre todo cómo se ven los barrios desde los ojos de nuestros padres: El trago, la música, la cantina y las ansias de superación de los suyos, son fieles acompañantes de este libro.
Leer a Gilmer Mesa, es leer el barrio, el lado de los buenos, pero también la violencia, como dice AZ (elegir entre ser el pillo o el rapero)... la enseñanza de los viejos...
Acá volvemos al Gilmer de La Cuadra, aunque mucho más íntimo. Siento que acá el autor se mostró un poco más vulnerable y eso me llegó, al principio me hizo llorar mucho. La última parte me desconectó un poco por qué lo sentí como 2 historias independientes, por un lado el barrio y por otro, todo el proceso de su padre, que al final se unen en el último capítulo ya que todo pasa en el mismo lugar, ese barrio duro de Medellín, Aranjuez