"Lo segundo que pierdes cuando pierdes tu casa es el lenguaje. La palabra es la casa del ser" - Jorge Bustos en 'Casi' * Hace años, en Pannur (aldea en Bangalore, en el sur de la India), una religiosa india nos decía a un grupo de voluntarios occidentales (europeos) que la solidaridad, y las relaciones humanas, tenía que ser horizontal. De tú a tú. Acercarse al otro, por muy vulnerable que sea, tiene que hacerse desde una posición de igualdad. Falta nos hacía escucharla, fue una clase de humildad. Creo que a Jorge Bustos le ha fallado precisamente esto: ha caído en la infantilización (por ejemplo: al comparar una función navideña realizada por personas adultas acogidas en un centro con una función de niños...). Cuando tu "objeto" de estudio es un grupo de personas vulnerables y distintas a ti, es difícil acercarte desde la igualdad y creo que ese es el problema de que algunas personas se conviertan en "objeto de estudio" para otras. * El reportaje de Bustos nos acerca a la realidad del sinhogarismo en Madrid. A muchos, tras la lectura, les cambiará la mirada, reduciéndose su ceguera. O eso espero. Sin embargo, me habría gustado que se notase menos el deje político de Bustos (cito textual: "la derecha no sabe contar lo que hace ni la izquierda sabe hacer lo que cuenta"). Creo que hay ciertas realidades a las que hay que acercarse sin prejuicios políticos (muchas veces ni unos ni otros son capaces de aportar soluciones). Puedo afirmar que tras años trabajando en el tercer sector, la mayoría de los profesionales que se dedican a este tipo de trabajos se identifican más con una ideología de izquierdas: son fantásticos profesionales, maravillosas personas. Esto es algo que no puede obviarse y que invita a la reflexión, por mucho que le pese al autor. * Relacionado con ello y aunque no quisiera maltinterpretar, hay un fragmento en el que creo que yerra (p. 67): no todas las decisiones y sus consecuencias dependen de la responsabilidad individual de cada cual, no se puede separar la realidad de una persona de las circunstancias que la rodean, siendo precisamente esas circunstancias las que nos muestran que, en muchas ocasiones, el concepto de responsabilidad individual no puede entenderse sin lo colectivo. El sinhogarismo es un fracaso social, no un fracaso individual. * Pese a todo: recomiendo!
Un buen libro de divulgación sobre una realidad incómoda. El autor, un reconocido periodista de El Mundo, se queda perplejo al descubrir que al lado de donde se ha comprado un bonito ático con vistas a la Casa de Campo de Madrid, existe una institución de la que no tenía idea, una gigantesco albergue de 300 plazas para personas sin hogar, los sin techo alcoholizados que vemos durmiendo en la calle. A través de la relación que establece con los abnegados trabajadores del Centro de Acogida San Isidro (CASI...), Jorge Bustos descubre la labor asistencial del Ayuntamiento de Madrid y, lo más importante, conoce a muchos de los albergados. Las historias de los "usuarios" del centro son desgarradoras pero Bustos no es nada morboso, más bien peca de distanciamiento (es una forma de reconocer nuestra incapacidad para entender), a pesar de lo cual te conmueve y te acerca a los desamparados de Madrid.
Libro que recomiendo leer para poner los pies sobre la tierra y conocer realidades extremas que no tienen por qué estar muy lejos de nosotros. ¡Cómo escribe Jorge Bustos!
Un retrato sobre el sinhogarismo en España y un alegato contra la aporofobia. Fruto de un año de investigación periodística, el escritor se adentra en las entrañas del Centro de Acogida San Isidro de Madrid, llamado “Casi”, el más grande y antiguo del país, y que asiste a diario a más de trescientas personas.
El resultado es una obra literaria que mira de frente a aquellos que demasiadas veces son invisibles a ojos de la sociedad, víctimas de la soledad, la violencia y el rechazo social, «aquellos que se mueven en el límite de su propia existencia», en palabras del propio autor; una mirada enmarcada en el contexto del Casi, un personaje más del libro.
A través de entrevistas y perfiles tanto de usuarios como de trabajadores del centro, Bustos realiza «un ejercicio de observación que se dirige a lo concreto y particular», que nos habla de reinserción, salud mental y adicciones superando la mera estadística, pues el cronista intuye en ellos un mensaje de dignidad herida que nos interpela a todos, más allá de la empatía momentánea o de la agenda política.
Me ha faltado más humanidad en el libro. Creo que en una gran parte de él, solo he podido leer descripciones del funcionamiento, comportamiento o breve historia de cada uno de los personajes. Creo que siento que se ha perdido una oportunidad de rascar más en algunas historias y no dejarme una sensación fría tras acabar el libro.
Una buena reflexión sobre el deshumanizado mundo de los mendigos, indigentes, etc con los que nos cruzamos cada día para mirar hacia otro lado. Me gustan los libros que te hacen pensar y este, sin duda, logra ese objetivo.
Bustos admite desde un principio la distancia que le separa de la realidad de las personas sin hogar y a la que se acerca por la cantidad de ellas que están alrededor de su nueva casa. Intenta adentrarse en un mundo completamente distinto al suyo, pero no lo consigue. . Aunque pone en boca de diversos asistentes sociales que las personas sin hogar es gente que ha sufrido varios reveses de la vida seguidos, Bustos les trata como personajes de Tim Burton -él mismo usa esta comparación en un momento- a los que revictimiza continuamente. Además, usa una prosa grandilocuente que dice más bien poco.
Es un retrato de la pobreza extrema, de los invisibles. La lectura es fluida, la prosa muy buena. Jorge Bustos hace un trabajo entre el reportaje y la novela. Los personajes están casi muertos, menos mal que existe el Casi.
No soporto -por decirlo de una manera muy suave- a Jorge Bustos. Su arrogancia, su sectarismo, sus manipulaciones constantes y conscientes me dan arcadas. Pero ha escrito un libro sobre un tema que últimamente me interesa: el sinhogarismo (sobre todo en Madrid). Trabajar entre las plazas de Jacinto Benavente y Tirso de Molina y el comedor social de Doctor Cortezo ha fomentado el hartazgo ante ciertas actitudes (fundamentalmente violentas), pero también, como digo, el interés por qué lleva a una persona a acabar en la calle. Bustos escribe este libro sobre el CASI (Centro de Acogida San Isidro) y por extensión, sobre toda la red asistencial de Madrid y sus usuarios y trabajadores. Y, aunque desde su perspectiva liberal todo lo achaca a la responsabilidad individual (nada es culpa del entorno, solo de las decisiones del individuo), la verdad es que consigue realizar un relato que no supura esa arrogancia, sectarismo y manipulación que le caracterizan analizando la actualidad política. Si bien algo superficial, este reportaje es un retrato ameno e informativo, nada sensacionalista, sobre las personas sin hogar en Madrid y las posibles soluciones y alternativas que la administración pública (repitamos: pública) ofrece. He aprendido unas cuantas cosas leyéndolo.
Este libro trae las historias de vida de muchas personas, a las que no miramos a la cara, que nos generan una especie de rechazo e incluso miedo: las personas sin hogar. A través de pasar por varios recursos que atienden a estas personas en la ciudad de Madrid, el autor nos muestra esta otra realidad tan dura como humana, que nos hace pensar, nos conmueve y nos llena de preguntas también. Además, quizá no estemos tan lejos de esa situación a la que no miramos de frente.
buen libro para una primera toma de contacto con el tema, no profundiza demasiado pero lo suficiente como para querer entender e indagar más sobre una realidad tan cercana e invisible. Cumple bien con su propósito.
Para mí un buen ensayo que no tiende a los dos errores a los que se puede tender al abordar un tema como el de las personas sin hogar, me ha conmovido hasta el extremo, supongo que es lo que pasa cuando se tocan los miedos.
Jorge Bustos, el periodista subdirector del diario El Mundo, se asoma con este reportaje novelado a una de las realidades más duras de cualquier ciudad: las personas sin hogar. Un librito de 190 páginas en el que el autor explica cómo llegó a sus manos dicho tema y van contando diversos casos de personas sin hogar en Madrid, cómo se gestionan y qué hacen en su día a día. Todo ello con un eje central, el Centro de Acogida San Isidro, o Casi, ubicado cerca del templo de Debod, en una de las zonas más privilegiadas de la ciudad.
Creo que una de las grandes virtudes de este libro es cómo está escrito. Puesto que se lee solo. Bustos escribe con un lenguaje a medio camino entre el periodismo y la novela, sin embargo, desde la primera página el autor se encarga de confirmar que se trata de una obra de no ficción, en la que todo es verdadero, excepto algunos nombres.
El autor se vale además de capítulos cortos que valen como pequeños episodios. En ellos, aborda diversos temas sobre las personas sin hogar: cómo es una excursión con ellas, visita un centro de 'menas' o un hogar de mujeres, conoce a las monjas que trabajan en el casi e incluso narra brevemente la vida de un sintecho que ha logrado salir de la calle y se ha convertido en pintor.
El tema principal (y el objetivo principal) del libro es, como no puede ser de otro modo, intentar quitar la ceguera del lector sobre las personas sin hogar, individuos que pasan inadvertidos por la sociedad en muchas ocasiones y casi siempre tienen una historia de gran dureza a sus espaldas. A pesar de algún que otro detalle o frase que creo que no era necesaria, en conjunto, la obra consigue su objetivo y además, el lector puede conocer toda la maquinaria que hay en Madrid para tratar de ayudar a las personas sin hogar, que son muchas.
Una lectura enriquecedora y dura. Sin duda, lo que más me ha gustado ha sido cómo está escrito el libro, creo que Jorge Bustos maneja el idioma con soltura y consigue un buen reportaje novelado que sería una lectura muy interesante, por ejemplo, en los colegios e institutos.
No debo ocultar, aunque ahora me avergüence, el rechazo que sentía cuando para acceder a mi casa algunas noches tenía que saltar por encima de un indigente que había elegido mi portal para derrumbarse, completamente alcoholizado, un reguero de vino partiendo de su boca descolgada y bajando por sus andrajos hasta manchar la acera. No debo ocultar mi asco, porque de esa reacción amoral, instintiva y frecuente surgió la idea de este libro.
No llevo ni la mitad, pero ya empieza a ser suficiente para confirmar una sospecha que albergaba desde antes de comprar el libro en Wallapop (destino al que el libro regresara sin mucho tardar): esa reacción no es de la que surgió la obra. Y así ha sido, puesto que me estoy encontrando con una crónica trufada de pequeños apotegmas y sentencias, con una clara dirección política, y sin olvidar algunos guiños a cierto sector político que bien podrían pasar desapercibidos, si es que no hacemos una lectura a contrapelo.
El libro va conformando poco a poco un marco disursivo e ideológico muy claro, estratagema que los periodistas saben usar a la perfección. No en vano, estamos ante un periodista dedicado a la sucia crónica política, y válgame el epíteto o la redundancia o el pleonasmo. Dado que los mercachifles de la actualidad, todavía más los que se dedican a estos menesteres y están a sueldo de los grandes grupos, son puros mercenarios; por ello, y aunque no tengo pruebas pero tampoco dudas, este libro claramente busca algún tipo de rédito en ese aspecto: el político. Y no solo eso, pues muchas veces también incurre en lo que critica. Por ejemplo, veamos qué escribe en cierto momento:
Un cantautor se acerca al atril. Adivino sus intenciones porque llega acompañado por un guitarrista. La amenaza se consuma y se pone a cantar un estribillo que quiere cuestionar un proverbio: ¿Quién dice que la cara es el espejo del alma? Estos derroches de almíbar presuntamente filosófico me estomagan, no lo puedo remediar.
Y es que, algún capítulo antes, Bustos menciona la casa del ser de Heidegger, cita encubierta que le da para extraer conclusiones que para nada se siguen, ni de cerca (pero queda guachi y da caché), de lo que quiso decir Heidegger al esgrimir tal cosa. Para después, un poco más de lo mismo: tirar de lugares comunes, como que Marx odiaba a los lúmpenes... Otras veces el marco no se torna tan explícito, e invita al lector a no colectivizar, a no caer en la demagogia (claramente identificable con ciertas posturas ideológicas, según el marco hábilmente trazado), etc.
Más allá de que ponga en boca de un sintecho africano la frase "España iba bien. España iba bien cuando yo vine", con claros ecos aznarianos (y ya el lector que saque sus propias conclusiones), convirtiendo al indigente en una suerte de muñeco al que hacer decir lo que el escritor quiere, o que los indigentes viajen casi en procesión a la tumba de Adolfo Suárez en Ávila (momento que le sirve a Bustos para confundir los deseos de Santa Teresa con la realidad de su vida, puesto que no fue decapitada por los moros de Granada, tiempo ya desalojados del reino nazarí), el problema está en que se le escucha demasiado. La suya es una voz ampulosa que parece querer ser más protagonista que el propio fenómeno del que busca dar cuenta la crónica. La prosa demasiado inflamada de Bustos arde rápido y, por tanto, nos deja fríos pronto. Se nota que le gusta gustarse.
Por lo demás, no está mal escrito, pero continuamente se entreve lo dicho previamente, que este ha sido un libro que no ha nacido de la pura necesidad de visibilizar el fenómeno del sinhogarismo, y, por tanto, es un libro insincero, que se siente casi de encargo, por mucho que se intente justificar su origen sin una justificación clara al comienzo del mismo. Busca humanizar a los sintecho, sí, sobre todo cuando realmente les deja hablar y no opera como ventrílocuo. Parece llegar a interesarse por sus vidas, por sus condiciones materiales. Eso también. Pero bien que deja caer, de matute o no, lo siguiente: Los años acumulados en el ejercicio del periodismo político me han persuadido de que la derecha no sabe contar lo que hace ni la izquierda sabe hacer lo que cuenta.
Y como estas, muchas más. Un libro que nace de la derecha, pero no mucho. De la que se dedica a las cosas importantes, ya me entendéis, de las cosas del comer. De la centrada y que empieza a atreverse a contar lo que hace, de la sosegada, galante de la racionalidad y de las libertades. Una crónica que sirve como lenitivo y calmante, desactivando posibles críticas estructurales ahora que se apetece un cambio de gobierno, y, quizá, augurando la que se nos viene pronto encima.
Me da igual el tinte político siempre y cuando se explicite. Seamos sinceros y no engañemos a la gente.
Libro sobre la dignidad de los desfavorecidos, sobre su vida cotidiana y sobre su invisibilidad.
Me parece muy bueno además de muy necesario en una sociedad en la que está tan poco de moda la compasión a pesar de que, como dice el propio autor en el libro “compadecerse de alguien reafirma la insalvable distancia entre el piadoso y el padecido. Es inevitable sentirse superior al compadecido”.
Preciosa la historia del trader que acabó en el mismo centro que una mendiga a la que esquivaba al entrar en su casa en sus tiempos de vino y rosas, y ésta le reconoció y ahora son amigos (“porque ella sí le veía en aquel entonces pero él a ella no”). Cuánto trasfondo en esta historia y qué forma más espectacular de explicar las vueltas puede dar la vida.
El libro está lleno de reflexiones que no dejan indiferente: “Nadie que recuerde sus años de calle vuelve a hablar tanto como hablaba antes”. Según se cuenta, los motivos para acabar en la calle no son porque uno es malo, se lo ha buscado… Que va. Son situaciones más mundanas y prácticas: haberse quedado en el paro, desahucio por impago, divorcio… “Más del 10% de la gente en situación de calle tiene estudios universitarios y más del 65% completó la secundaria”.
De esas frases que invitan a reflexionar, quizás la que más me guste sea la que dice algo así como que a todos nos suceden contrariedades y malas noticias en nuestras vidas, pero que a muchas de estas personas estos avatares les llegan todos juntos, unos detrás de otros y les es imposible remontarlos.
Luego, claro… lees por ahí frases de esas inspiradores que te dicen que la suerte no existe, que es trabajo, que no aprovechas todo tu potencial y tal… Qué injusto , qué desacertado y qué cruel para muchos de los protagonistas de “Casi” .
Por momentos me ha recordado a un libro que también me fascinó: “El Hogar Infinito” de Álvaro Gutiérrez.
Me gusta mucho el reconocimiento del autor hacia los profesionales (enfermeros, psicólogos, monjas…) que trabajan por pura vocación para tratar de ayudarles a remontar en la vida.
Por cierto que no habla de ningún país en el África subsahariana o de cualquier otro a miles de kilómetros… No, no. Esto es aquí al ladito.
"Casi Una crónica del desamparo" de Jorge Bustos es una obra que desgarra, conmueve y obliga a una introspección profunda. El autor intenta recordarnos cómo desde nuestras zonas de confort, a menudo observamos las desventuras ajenas con una distancia segura y pasiva.
Sin embargo, el verdadero desafío que Bustos nos plantea es reconocer que, sin importar nuestro origen o las circunstancias de nuestra vida, ninguno de nosotros está verdaderamente exento de enfrentar adversidades similares a las que él describe. Este libro es un poderoso llamado a la acción: nos urge a pasar de la contemplación pasiva a la participación activa, a reconocer nuestra responsabilidad compartida en la creación de un mundo más compasivo y justo.
A través de su narrativa conmovedora y provocadora, Bustos nos invita a actuar con empatía y solidaridad hacia quienes más lo necesitan. "Casi una crónica del desamparo" no es solo una lectura obligada por su calidad literaria, sino también por su capacidad de incitarnos a mirar más allá de nosotros mismos y a comprometernos con las realidades dolorosas que muchas veces preferimos ignorar. Este libro me quebró, y con cada página, nos recuerda que el cambio comienza con nuestra decisión de no quedarnos en el 'casi', el 'tal vez', o el 'quien sabe'.
Con una pluma cargada de emoción y una mirada profunda hacia las realidades humanas más crudas, Jorge Bustos ha logrado no solo capturar, sino también conmover y desafiar mi espíritu. Es un libro que trasciende lo ordinario, invitándonos a reflexionar y sentir profundamente. Gracias por su valiente contribución a la literatura y por abrir ventanas a conversaciones necesarias en nuestra sociedad.
"Casi" es un reportaje sobre los servicios asistenciales para indigentes en Madrid, sobre las personas que los sacan adelante, sobre las personas que se acogen a esas ayudas y sobre sus dificultades. También un poco sobre la mendicidad y el fenómeno de los sin techo. Me interesaba el autor, que se manifiesta en este libro buen reportero. Me interesaba aún más el problema de la mendicidad, que genera incomodidad y con frecuencia desconfianza en las ciudades antes que compasión. El libro es una especie de penitencia del autor: voy a mirar de frente a estas personas; no voy a apartar la mirada. No hay nada definitivo ni me ha ayudado especialmente a encontrar mi respuesta al problema de qué debo hacer, pero me ha asomado a la parte que no se ve de esas personas y me ha llevado también a rezar por ellos, que falta les hace.
La línea entre objetividad y subjetividad se me hace difícil de trazar en esta reseña. ¿Es un buen libro? Sí. ¿Era lo que yo esperaba, imaginaba, buscaba? No. Con lo cual concluyo que la parte de decepción está de mi lado y no del lado de la obra.
Vine buscando las historias que arrastraron a las personas a terminar contenidas por el sistema como última instancia.
Me encontré con un recorrido por las distintas alternativas y dispositivos que posee Madrid para atender a las personas en situación de calle. Sus criterios, objetivos y logros. Y una breves acuarelas sobre las personas que habitan estos espacios transitoriamente.
Aunque sin duda el poner la mirada donde nadie quiere ver es en cualquier caso un paso enorme.
Jorge Bustos baja como periodista a los hogares de los sintecho. Un relato periodístico para mostrarnos esta realidad invisible. Y lo hace de manera fácil, que nos ayude a conocer lo que está demasiado cerca para verlo. Se disfruta la prosa y, a pesar de tocar un drama tan brutal, el autor consigue aproximarte sin forzar, sin que te repugne. Este gran periodista ha comenzado un encantamiento para que vuelvan a ser visibles estos que las circunstancias habían hecho desaparecer.
No he leído jamás nada parecido. No he leído nunca a nadie uzgar tanto a su objeto de estudio. A veces parece que tiene algo de humanidad en las oraciones subordinadas, pero no. Lo he llegado a pasar muy mal por todas esas personas que no habrán podido leer qué ha hecho con sus historias. Es imposible olvidarte de qué representa para el periodismo de este país el narrador. La parte buena es que se lee en un par de horas y está en la biblioteca digital.
Un brillante ensayo periodístico que da voz a las personas sin hogar. A través de su convivencia en el Centro de Acogida San Isidro (Casi, el doble juego que da el título), Jorge Bustos nos abre los ojos a la realidad de los sin techo, los humaniza, los representa tal cual son y nos obliga a darnos cuenta de la difícil realidad que viven estas personas en su día a día. Creo que todo el mundo debería leerlo.
Me ha aportado mucho este interesante ensayo de Jorge Bustos. Bustos va a la entraña de la realidad de los sinhogar desde su estilo tan propio y por momentos tan deslumbrante y sugerente. Le ha faltado en mi opinión un mejor cierre: una historia tan sobrecogedora quizá hubiera necesitado un mayor desarrollo en el capítulo final.
El centro de «Casi» es uno de los grandes temas invisibles para la mayoría de los ciudadanos —entre los que me incluyo— y para los políticos: se ve que los sintecho no mueven votos. Muy bien escrito, con la delicadeza y la honestidad necesarias.
Muy interesante y bien escrito. Además contar historias de los sin techo, de los centros de acogida y los profesionales que los atienden, reflexiona sobre el Estado social, lo solidaridad, la caridad, la pobreza, las políticas sociales,…
Un gran libro para tomar conciencia de una realidad que nos resulta incómoda. Gracias Bustos por poner en primer plano a todas estas personas que, en tantas ocasiones, resultan invisibles. «Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el Reino De Dios»
Reportaje periodístico sobre los centros de acogida de Madrid y las personas sin hogar que transitan por ellos. Escrito con precisión, limpieza y destellos estilísticos a cargo de Jorge Bustos, permite hacer visible el drama cotidiano sin grandes revelaciones, pero con equilibrio y templanza.
3.8 Una ventana hacia una parte de Madrid desconocida para mí. Me ha gustado mucho la forma de Bustos de tratar distintas historias individuales de todos aquellos que viven, lidian o trabajan en la red de sintecho de Madrid, dando a cada historia importancia en sí misma.
« La calle en realidad es la consecuencia. La cabeza la pierdes antes de verte en ella y por haberla perdido acabas en ella ». Una crónica (nada sensacionalista) que te acerca a una realidad que suele incomodar. Retrato del Madrid de los « invisibles ». Te hace pensar y reflexionar muy mucho.