LA NUEVA NOVELA DE LA AUTORA FINALISTA AL NATIONAL BOOK AWARD por Mandíbula
Seleccionada por la revista Granta como una de los 25 mejores narradores jóvenes en español
«Mónica Ojeda es un fulgurante sol negro en la carta astral del terror contemporáneo». Fernanda Melchor
«En esta novela Mónica Ojeda invita a un festival andino retrofuturista en la montaña. Psicodelia, volcanes, desintegración. Y luego el lenguaje que arde y nada es lo que parece. Seguirla en este viaje es, sin duda, una experiencia intensa». Mariana Enriquez
«Con miedo y fascinación, así leo a Mónica Ojeda. Como si leyera un conjuro, como si mordiera carne temiendo encontrar dentro algo filoso. Tan poética, tan perturbadora y brutal». Samanta Schweblin
Año 5540 del calendario andino. Noa decide escaparse de su Guayaquil natal con su mejor amiga, Nicole, para asistir al Ruido Solar, un macrofestival popular que anualmente congrega, durante ocho días y siete noches, a miles de jóvenes —entre músicos, bailarines, poetas y chamanes— a los pies de uno de los numerosos volcanes de los Andes. Atrás quedan las familias y la violencia de las ciudades, y se despliega un paisaje alucinado que tiembla al ritmo de la música y las erupciones volcánicas bajo un cielo surcado por meteoritos. Para Noa esta será la primera parada antes de ir al reencuentro del padre que la abandonó cuando era una niña y que desde hace años habita los bosques altos, un territorio donde también se esconden los desaparecidos, aquellos que una vez subieron al Ruido y nunca regresaron a sus hogares.
Sostenida por una lírica extraordinaria, una estética deslumbrante y un brutal sentido del ritmo, Chamanes eléctricos en la fiesta del sol es un gran viaje místico al corazón primitivo de la música y de la danza; un viaje lisérgico y emocional que es a la vez la búsqueda de un padre y de un sentido de pertenencia en un mundo que solo conoce la pérdida y el desamparo.
La crítica ha dicho: «Una de las más poderosas novelistas latinoamericanas actuales». Carlos Pardo, El País
«Estamos ante una escritora seria, valiente, exigente, que ya puede ser considerada una de las mejores narradoras jóvenes de la literatura hispanoamericana». Jorge Carrión, Otra Parte
«El presente de esta escritora se dirige hacia un futuro feroz». Ricardo Baixeras, El Periódico
«Un soplo de aire fresco sacude la literatura latinoamericana». Xavi Ayén, La Vanguardia
«Excelentes cuentos que invitan a taparse los ojos con la mano. Y dan calambre. Hay que atreverse a leer a esta sabia escritora de ambición telúrica». Marta Sanz, El País (sobre Las voladoras)
«Su narrativa posee una energía que no deja descansar allector, sus relatos son como imágenes que se clavan en el cerebro». Ariana Basciani, The Objective (sobre Las voladoras)
Mónica Ojeda was born in Guayaquil, Ecuador, in 1988. She has published novels, short stories, and poems, earning her nominations and accolades in various literary contests. In 2017, she was listed in Bogotá39 by the Hay Festival as one of the best Latin American fiction writers under forty. In 2019, she received the Prince Claus Next Generation Award in the Netherlands. In 2021, Granta magazine named her one of the best Spanish-language authors under 35.
Ojeda stands out as one of the leading figures in contemporary Latin American fiction literature. The author is renowned for her skill in crafting intense and unsettling narratives that delve into the darker aspects of human psychology. Her stories often explore themes such as abuse, obsession, emotional decay, while intricately portraying femininity within complex and challenging contexts. ----
Mónica Ojeda (Guayaquil, Ecuador, 1988). Máster en Creación Literaria y en Teoría y Crítica de la Cultura, dio clases de Literatura en la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil. Actualmente vive en Madrid.
Ha publicado las novelas Mandíbula (Candaya, 2018), Nefando (Candaya, 2016) que tuvo una espectacular recepción crítica y La desfiguración Silva (Premio Alba Narrativa 2014). En 2017 publicó el relato Caninos y otro de sus cuentos fue antologado en Emergencias. Doce cuentos iberoamericanos (Candaya, 2013). Con El ciclo de las piedras, su primer libro de poemas, obtuvo el Premio Nacional de Poesía Desembarco 2015.
Forma parte de la prestigiosa lista de Bogotá 39-2017, que recoge a los 39 escritores latinoamericanos menores de 40 años con más talento y proyección de la década.
Mis primeras 5⭐️de este año se van DIRECTAS para Mónica Ojeda y sus chamanes eléctricos. Hipnótica, insondable y arrebatadora. Una novela ÚNICA que pide a gritos disfrutarse con calma, como mecido por los cantos y sumergido en su hechizo telúrico. Chamanes eléctricos en la fiesta del sol eleva la apuesta habitual de la autora, por que aunque sigue uniendo la tradición oral y el horror de una geografía repleta de leyendas y mitos ancestrales, sube más alto que nunca las apuestas y brilla a una altura casi inexplicable e inalcanzable, donde lo sobrenatural, lo lisérgico y lo real se dan la mano en un hechizo telúrico y apocalíptico.
Nos vamos de macroconcierto Es el año 5540 del calendario andino cuando Noa se escapa de Guayaquil con su mejor amiga, Nicole, para asistir por primera vez al Ruido Solar, un macrofestival de música experimental de ocho días y siete noches que anualmente congrega a músicos, bailarines, artistas, poetas, chamanes y miles de jóvenes en las laderas de uno de los numerosos volcanes de los Andes ecuatorianos. Las dos solo piensan en dejar todo atrás, el horror y las familias, los muertos y las narcobandas, para sumergirse en un paisaje alucinado que celebre la vida. Noa y Nicole recorren el festival, van del escenario a las carpas, hacen nuevos amigos y bailan inmersas en los sonidos del noise chamánico, los tambores post-andinos y la tecnocumbia espacial.
Sin embargo, a medida que pasan los días del festival, Noa inicia una transformación que la aleja más y más de su amiga, pareciendo conectarse con un canto ancestral que pervive en ella desde generaciones anteriores. Noa querrá seguir su travesía para ir en busca de su padre, que la abandonó cuando era una niña y desde hace años habita en una casa en los bosques altos que crecen por encima del páramo. No obstante, antes de ir al reencuentro de ese hombre, hay que hacer una última parada. Una parada que lo cambiará todo: el Altar y sus nueve picos. Entre glaciares, cantos, viajes alucinógenos y cráteres volcánicos, Nicole, que desconfía de la exaltación colectiva, no está dispuesta a dejar sola a su amiga aunque entre ellas se haya abierto una grieta que parece insalvable.
El coro de voces Una de las peculiaridades más destacables de Chamanes eléctricos en la fiesta de sol es como esta construida su narración. Noa, que es la absoluta protagonista, es la columna vertebral de toda la novela. Sin embargo, es un personaje que nunca nos habla directamente a los lectores. Lo hacen, sin embargo, un coro de voces compuesto por personajes que orbitan en torno a ella y tienen un extraño magnetismo. La historia nos llega en fragmentos, narrados en primera persona, que funcionan como el testimonio de otros. Desde el grupo de amigos que encuentra en el Ruido, pasando por unas Cantoras, su amiga Nicole o los cuadernos de su padre. Mónica nos sumerge en un caleidoscopio imposible, que nos sacude por completo con cada frase y formula una especie de hechizo telúrico de psicodelia que no te suelta una vez te has zambullido. De esta manera, se sustenta un misterio insondable e indescifrable que coge forma mientras pasan las páginas, porque ponerlo en palabras duele demasiado.
Así, estos chamanes eléctricos construyen un viaje descorazonador a las montañas, a los cráteres volcánicos y a la propia naturaleza, que arañan la carcasa emocional de cada uno y son capaces de dejar una huella indeleble marcada como un reguero de lava. Mónica lo hace con un prosa que roza la poesía, que rezuma intensidad y hiere en lo más hondo de nuestros sentimientos. Porque cuando el ritmo de la fiesta del sol te embauca, solo queda subir y subir, ahogar ese lamento que llama en la montaña. Así es la historia de un grupo de jóvenes a los que la violencia empieza a quitar su juventud antes de tiempo. Es el testimonio de un mundo en el que la vida consiste en sobrevivir un día más, donde el futuro ya no se puede imaginar ni construir. Es un lugar donde el ascenso a la cordillera representa tanto una huida como una travesía hacia la búsqueda de una identidad, de una vida propia. Este grupo solo busca un modo de salvarse, aunque todo refugio parezca efímero, y al final del viaje unos y otros descubran que solo queda aceptar lo perdido y descubrirse a través del miedo, la palanca más potente que existe.
Lo sobrenatural en lo real Hay dos motivos que hilvanan y construyen estos Chamanes eléctricos en la fiesta del sol, y los dos tienen que ver con un solo término: el abandono. El primero, y el más claro, es la historia paterna de abandono de Noa, que nos cuenta la propia Nicole y que remata al lector, todavía más, en los cuadernos testimoniales de su padre. Y todo comienza con rememorar una turbulenta escena que Noa vivió de niña, un episodio que precede a la partida de su padre rumbo a la casa de los bosques altos. Sin embargo, hay un segundo tipo de abandono en la novela, y es el de la realidad. Subir al Ruido Solar quiere decir dejar atrás el trágico entorno urbano que las envuelve y volcarse tanto en la música como en el disfrute. Vida y muerte recorren la novela y a sus personajes mientras entrevemos un cuadro de violencia urbana entre viaje y viaje lisérgico. Aunque la historia bordea siempre lo sobrenatural y se nutre de la mitología andina, es la violencia que sacude Ecuador, la violencia que sacude el mundo, la que cimenta la historia. Todo arte es político, ya lo dice el lema, y Mónica lo representa, no haciendo una denuncia ni tampoco dictando un alegato, si no simplemente dando una descorazonadora perspectiva.
“El terror es escuchar y no comprender, sentir el peligro sin saber qué es el peligro”
“Toda cabeza es una cueva que sueña. Cada ser vivo tiene un bosque primario en su mente”
“La quietud es un riesgo. El ruido de los insectos, los pájaros y los animales intimida, pero el silencio es como un cadáver abriendo los ojos, algo que parece imposible y que te paraliza”
“Un niño no debería escuchar más de una voz saliendo del cuerpo de su madre, no es de Dios, pero dos voces salían siempre de la garganta de la mía y ninguna era la suya”
“La culpa es un fantasma que abre los ojos por las noches”
“El bosque nos mira a través de la ventana. Es una mirada que solo respeto cuando oigo a los perros ladrarle a su inmensa noche”
Y así podría seguir compartiendo frases que marqué, pero la reseña no va de eso. Es un libro cuya prosa es muy poética, y por momentos confusa. La verdad es que le quito una estrella porque la primera parte era inentendible, y porque siento que hay personajes un poco de decorado. Muchos testimonios juntos, muchos perfiles que no aportan tanto a la trama. Más allá de eso, toda la vibra lisérgica folk latina me encantó, sentí que valió la pena continuarlo hasta las últimas instancias. Hay un poco de todo: dramas familiares, brujería, cultura y tradición latina, figuras dantescas que juegan con la psiquis de los personajes, sonámbulas que parecen poseídas, entre otras cosas. Realmente cumplió mis expectativas, es un libro de terror muy diferente, un aire fresco para el género.
Mónica Ojeda es una de las escritoras de mi país con más proyección internacional y talento. Yo no le exigiría tanto si no fuera mi compatriota. Al César lo que es del César. En un principio pensé que mi reseña empezaría con un reproche por la exotización de lo andino, casi una auto-exotización de no ser porque Ojeda es de Guayaquil, que queda en la costa y está muy lejos de los Andes. Es otro ethos. Yo soy de la sierra en la cordillera andina, y aunque soy de la cuidad (completamente occidentalizada) puedo detectar ciertas particularidades sobre lo rural-andino y la idiosincrasia de los pueblos indígenas de la zona, además de la realidad social en general de mi país, pero aún así soy culturalmente mestiza, con un ethos más heredado de la estructura e idiosincrasia que trajeron los conquistadores españoles, así que tampoco puedo llegar a asimilarme con lo ancestral indígena.
Entonces, en las primeras páginas de la lectura de esta novela hallé cierta impostación rayana en apropiación cultural, y un poco de mescolanza (muy actual y de moda por cierto) entre indigenismo, folclor, pachamamismo, New age y psicodelia, aderezados con fenómenos naturales y realidad nacional. Pero a medida que avanzaba la lectura, estos pretextos literarios empezaron a funcionar dentro de la hipérbole de la realidad que hace Ojeda para dar a su ficción esa dimensión tremendista, telúrica y mágica: la tierra, la naturaleza superponiéndose sobre la realidad. Ese altorrelieve que esculpe Ojeda incluye una dimensión mística oscura no tanto desde el terror como tal sino desde la sobredimensionalidad de todo lo que nos rodea. Mejor dicho, de aquello que rodea al grupo de amigos que van en una travesía hacia un festival musical en la montaña para celebrar el Inti Raymi, la fiesta del sol, una festividad ancestral de la cual poco podemos saber originalmente ya que tras siglos ha sufrido un proceso de aculturación, como casi todo saber andino. Lo que tenemos hoy es una reversión blanco-mestiza reivindicativa y eso también es interesante en esta novela, porque igualmente juega con ello de soslayo: se cuestiona la posible falsedad de aquello, ya que, "tú qué vas a saber de eso si eres mestiza". En Ruido Solar, el Festival al que asisten, las cosas no son lo que parecen ser, y entre bandas de rock, cantoras que miran a los pájaros y al volcán, diablohumas (danzantes que usan una mascara de doble cara, la del diablo luego de la conquista, y la del aya-huma, un ser mitológico, antes de la conquista), la travesía se convierte en una forzosa marcha hacia el volcán, hacia el espíritu de todo y hacia la muerte (metafóricamente). Pero lo que parece en un inicio un superficial ritual que mezcla alucinógenos con chamanismo se convierte en un viaje profundo al encuentro del otro. Sobre todo -y que son las partes que hallo mejor logradas- hacia el encuentro del padre y la revelación de una verdad profunda sobre el amor y el no-amor.
Se trata de una novela polifónica, cuya estructura intercala dos partes que poseen su propia narrativa y estilo. Por un lado la hija, Noa, y sus amigos en su travesía hacia el Festival y lo profundo de la tierra, y por otro, la historia familiar y personal desde el punto de vista del padre de Noa. Monólogos interiores componen ambas partes, pese a que el del padre se anuncia como una especie de diario de anotaciones aunque no tiene ese tono, sigue siendo una especie de flujo de conciencia retrospectivo confrontado con el presente.
Por otro lado, en ese universo ficcional terrible cuyo marco toma Ojeda del país en el que nació, Ecuador, las tragedias se condensan y se juntan en el espacio-tiempo novelado y construyen un lugar escabroso y violento del que hay que huir o para el que hay que encontrar un antídoto (cantar es el antídoto, como dice el poeta, uno de los personajes). Aquí las bandas del narco, la delincuencia organizada y la violencia en las calles son un monstruo igual de poderoso que la fuerza terráquea que bulle dentro de las montañas. La gente es asesinada, decapitada, y los volcanes erupcionan al mismo tiempo. Al hacer esa hiperbolización de la realidad, Ojeda crea una realidad alterna, un Ecuador paralelo en el que aunque todo aquello haya sucedido en la realidad, no ha logrado tener el impacto ni la resonancia íntima que tiene en la novela. Cabe aclarar que cada tragedia y cada erupción volcánica han sucedido con mucha separación de tiempo y que los impactos en la cotidianidad han sido menores en perspectiva. Pero, al emplazar en su narración la erupción del Chimborazo, que aún no ha ocurrido en la realidad, Ojeda le abre la puerta a lo distópico.
En conclusión, es una novela bien narrada, con una prosa fluida, casi hipnótica, y con un ritmo y lirismo muy precisos, aunque quizás la pirotecnia de ciertas descripciones quede un poco suelta argumentalmente, pero tiene una riqueza en la profundidad de sus observaciones sobre la vida y la conciencia interior. Hay un tono sabio en las revelaciones que tienen los personajes, que no se derraman sino que llegan en su justa medida. Aquí cuerpos y espíritus bailan y se retuercen al son de instrumentos míticos, mientras la muerte acecha a cada paso.
P.D. Me han encantado particularmente las partes en las que inserta en la narración las historias de Tim y Jeff Buckley (músicos), y la de Lhasa de Sela y su canción como la profecía del padre autocumplida. Ello como una prefiguración de la historia de Noa y su padre, o la de algunos padres e hijos...
Qué decir. Mónica Ojeda ha escrito una novela espeluznante. Por su lenguaje, sus imágenes, su inmensidad. Detrás de la música y los volcanes encuentra la excusa perfecta para el decir de su escritura. Más que una novela, se trata de un texto que utiliza personajes y paisajes para decir algo más. Por ejemplo, para decir que en el goce del cuerpo hay vida. Para decir que lo inmenso se sublima a través del cuerpo y el lenguaje. Para hacer que el lenguaje florezca en su expresividad, en su inmanencia. Es una locura de texto que precisa de una calma particular y muchas relecturas. De momento, me quedo con sus frases que he subrayado: leves parábolas sobre el pesaje de nuestra existencia. Por ejemplo:
"...uno se arranca del lugar de origen llevándose un pedazo".
"Dicen que frente a lo grande uno se siente irremediablemente pequeño, pero yo me sentí inmensa guardando el tamaño del volcán en mis ojos".
"Bailo y pienso en qué es el baile. Un cuerpo transformado por lo extraño, pienso: por la luz".
"Si me preguntan, yo digo que cualquier cosa que nace en este mundo nace con violencia".
"...lo que se va es más hermoso todavía que lo que se queda".
"Cantar es entrar en la noche triste del pecho".
"El terror es escuchar y no comprender".
"...lo que amas puede y va a matarte".
"Toda cabeza es una cueva que sueña".
"Cada ser vivo tiene un bosque primario en su mente".
"Conozco el tamaño del bosque: es el ojo abierto de Dios".
"Un colibrí es bello y pesado en el corazón, decía uno de los cantos de mi madre".
"Si no creo en augurios, ¿por qué este temblor?".
"...entramos en los pajonales como en el pelo de un dios dormido".
"Un padre puede hacernos mal tanto yéndose como quedándose".
Algunas notas: – Esta novela es un ensayo horrorífico sobre la música, porque la música posee, la música es un espíritu, para bien y para mal – Esta es la historia de dos amigas separadas por la música – Mientras el mundo allá fuera es un cúmulo de asesinatos, en el festival de este libro se tocan instrumentos para oír la voz de los muertos – La gente baila para olvidar la violencia y canta para recordarla – Me gusta mucho que una novela coral muestre casi todas las voces de la historia menos la de la protagonista, que no tiene voz en el libro (pero a la vez tiene dos en la historia). La protagonista aquí está narrada por otrxs. – La maternidad y paternidad se rechaza constantemente aquí. No hay madre o padre que quiera serlo. – Cuántas cosas es capaz de hacerle la voz al cuerpo – Lo que no me ha gustado del libro es también lo que alabo: las voces de los personajes son tan místicolíricas que acaban perdiendo fuerza. No hay descanso para la lectora, no hay aire para respirar que no sea poético, y eso creo que juega una mala pasada. A la vez, ese riesgo y esa coherencia para con los personajes me ha impresionado
Me ha costado engancharme a «Chamanes eléctricos en la fiesta del sol», lo nuevo de Mónica Ojeda tras la magnífica «Mandíbula». Tan lisérgica en su primera mitad que para cuando he empezado a encajar piezas se acaba la historia. Eso sí, hay frases y escenas para encuadrar.
Que pedazo de novela. Mónica Ojeda esta cabrona. Me dio cátedra de como renovar el horror y como explicar el horror blanco. Ojeda sabe escribir miedo y terror sin necesidad de los clichés que nos ha dado el cine y los libros de este género. Sublime. No tengo palabras para decir lo muxho que aprendí de esta obra.
Me costó demasiado finalizar este libro; ocurrieron cosas que me parecieron impactantes, y los personajes dijeron cosas que me hubiera encantado resaltar. La presencia de las cantoras fue bellísima. Por otro lado, fue agotador leer este texto; solo quería terminarlo. No sé por dónde empezar para contarlo, pero fue toda una experiencia. Así que solo dejaré este comentario breve para no olvidarme de cómo me sentí leyéndolo.
Poderosa, sensorial, electrizante a un punto casi abrumador.
La de Ojeda es una historia vibrante, oscura de una forma peculiar que consigue reunir lo surreal y lo ancestral, los sonidos futuristas con el salvajismo y hambre de pasiones antiguas como el tiempo mismo. Una historia sobre la música, el trance, los nexos y el miedo. Elementos incontenibles, feroces, en colisión hipnóticos.
Dos amigas que huyen de la violencia urbana para perderse en un festival musical chamánico a los pies de un volcán como parada previa a que una de ellas se reúna con un padre que lleva años desvinculado, ausente. Un viaje de búsqueda, de rendición, de exploración de los sonidos, la naturaleza, el ansia, el terror. El fervor humano hecho movimiento, latido, despojado de la presión de la civilización.
La virtud crucial es la prosa de Mónica Ojeda, tan terriblemente poética, te hace querer resaltar algo en cada página, subrayarla, leerla, grabártela. Es, además, intensa a un punto cegador lo que es energizante, irresistible.
Defectos no puede señalarle prácticamente ninguno y, sin embargo, no conseguí conectar tanto como con mandíbula, mi anterior lectura de esta autora. No sé si fue por los personajes, la multitud de voces, lo frenético de todo. O quizá no era mi momento con este libro.
Cuando me enteré de la temática del nuevo libro de Mónica Ojeda, no pude aguantarme las ganas de saber por dónde iba el asunto. Su estilo y lucidez nunca dejan de sorprenderme porque no importa dónde se sitúe, su lenguaje poético conforma la mayor parte de su dominio como autora. Aquí nos remite a los festivales que han existido desde siempre en Ecuador y que, debido a las circunstancias a las que se ve sometida la cotidianeidad en el país, han sido parte de ese grupo enorme de actividades sociales que se han reducido a lo largo de los años. A través de la novela coral, desarrollada con asiduidad desde las dos primeras novelas, la autora arma un escenario certero en el que sus personajes huyen (o tratan, en ciertos casos) de la banalización de la muerte y la violencia desenfrenada de sus ciudades. Con respecto a esto último, por momentos trataba de alejarme y pensar en una lectura fuera de mi mirada guayasense, que para colmo se realiza en los márgenes de la zona ocho, en Durán. Trataba de leer los pasajes de la infancia de Noa y Nicole como si no me atravesaran, como si yo fuera indiferente a ellos. No podía. Y si lo lograba a penas, no me resultaban tan exageradas las situaciones que contaba: bandas narcodelictivas, patrullajes de vecindario, avisos de muerte y zonas tomadas para la distribución. Ecuador, por desgracia, convive con eso.
Me gustaron bastante los fragmentos de Pam y Pedro. También los del padre de Noa, me recordaron bastante a su trabajo previo, El ciclo de las piedras. No quisiera decir lo visible, supongo, pero es inevitable no recurrir a los fuertes de la novela: la pulsión del horror expresado en el cuerpo, el panorama onírico que se entrecruza con lo real, las pasiones de los personajes argumentadas y extendidas con la intención de hundir al lector en ellas. Evidentemente, la curiosidad no queda tranquila ante los pasajes de las cantoras brillan por autonomía y recuerdan a los coros de la tragedia. Rescatar nuestras tradiciones, nuestro imaginario, y trabajar con ello una nueva narrativa que lo una a otras perspectivas es un reto loable. Me quedo con los mix de géneros para soñar con la oportunidad de realizar proyectos con ellos en imposibles festivales de tecno-salsa gótica otaku duraneña.
2.5 A pesar de que hubo cosas que pude encontrar perturbadoras y cosas que me hicieron pensar… no es el libro para mí. La historia me pareció… ah, no sé. ¿Hay cosas sobrenaturales o sólo es un alucín de esos hippies nómadas? ¿Noa tiene un don o sólo se dejó lavar el cerebro? Mi lógica es la de Nicole en todo el libro y mi cara cuando todos estaban en el “kundalini” de todo era como 😒 Me gusta que tenga tan buenas críticas porque me da orgullo que sea de una autora latinoamericana y me da mucho gusto que una autora visibilice tantas cosas de la cultura latinoamericana porque yo soy Mexicana peeero… no sé. Quise que me gustara, pero no conecté con la historia.
Magnéticamente hechizante, eléctricamente perturbador, sonoramente aterrador... En mi opinión creo que es de aquellos libros que cada vez que vuelves a leer encuentras una historia distinta, según tú estado personal. Leído en el club de Lectura, toda una experiencia, pues cada cual vive su propia historia. Recomendable sin duda. 👌🤯
Mónica Ojeda representa la fuerza de la tierra, del huracán, el rugido de los volcanes, evoca a las leyendas de los pueblos, los secretos ocultos de los mitos, del terror urbano y rural, sobre todo del andino.
Debo reconocer que cuando me acerco a esta autora voy con ese palpito en mi corazón de no saber qué esperarme, tengo miedo pero a la vez quedo fascinada con todo lo que leo de ella.
En esta novela Mónica nos invita a una gran fiesta, El Inti Raymi, la mayor fiesta andina ancestral, herencia de los Incas celebrando al sol.
Una novela que no deja quieto al lector, que perturba, que incomoda, que no te deja ni parpadear. Emocionante, trepidante llena de oscuridad, de temblores y no, no son ni los temblores ni los terremotos recurrentes en Ecuador, tampoco el de las erupciones de sus volcanes, es uno más profundo que recorre el alma y te deja en blanco del terror.
Entre misticismo, chamanismo, diablumas, ritos, folclore la autora nos hace el recorrido de un viaje por los paisajes del Ecuador, entre Guayaquil a Quito, desde el Changay hasta el Chimborazo, nos mueve con el canto de las cantoras, los aullidos del viento, el frío no solo de los nevados sino de la propia muerte,
En esta novela hay música, fiesta, celebración, culto a las raices más profundas de un país tocando no solo temas ecológicos, de la madre naturaleza, de la cultura e ideosincracia de los pueblos, sino de las crueles realidades sociales actuales como son las narcos bandas, los sicariatos, las violaciones, los secuestros, las vendetas, el peligro de las calles, sino también toca sobre el ser y la búsqueda de su identidad.
Un relato escalofriante, vibrante, ritmico, evocador, que me devolvió al Ecuador y recordarlo con amor, aún en los peores momentos de la historia como pais, que sigo extrañando y necesitando.
Leo las reseñas y sospecho que leí un libro distinto. A nadie de mi club de lectura le gustó pero yo fui terca y quise terminarlo. Vaya dececpción. No me llevó a ningún lado la historia, no empaticé con ningún personaje y no me atrapó. Lo que rescato son los paisajes, y los relatos de los Andes. Eso si me gustó bastante.
Lástima porque le tenía mucha fe, y la temática me llamó mucho la atención.
Un viaje onírico, profundo y ardiente. Leer este libro es poner tus pies sobre tierra húmeda y conectar con el placer de la música, la muerte y la naturaleza. Mónica Ojeda conjuró un hechizo de 285 páginas donde por medio de una prosa tan etérea e invasora, te lleva de la mano hacia el rincón más profundo e inconsistente de tu mente y cuerpo.
Me da bronca que una historia con tanto potencial se pinche a este nivel. Arranca mil puntos y le sobran como mínimo la mitad de las páginas. No se si vale la pena la lectura solo por su planteo inicial, lo dejo a tu criterio.
Difícil reseñar este libro, ni siquiera tengo claro si me gustó o no. Lo cierto es que admiro la capacidad de las autoras que crean historias y lenguajes complejos, diferentes, originales… pero este libro cuesta leerlo, es tan psicodélico que tiene momentos muy caóticos e incomprensibles. La primera parte es demasiado lisérgica y desordenada y para cuando encajaron en mi cabeza todas las piezas ya llevaba mas de medio libro “fumado”. Aparte del estilo narrativo se suma algo que es fruto de mi ignorancia. Seguir el vocabulario, las expresiones, modismos e idiosincrasias andinas supuso un esfuerzo extra, pero en este caso, agradable. Intento no descalificar un libro porque no lo entienda, a fin de cuentas, esa es mi culpa, no de la autora, es mi propio interés el que debe hacer que lo entienda y aprender sobre otras formas de ver la vida siempre es interesante.
Pero mereció la pena el esfuerzo, porque una vez que sobrevives a la primera parte luego todo tiene más sentido, en medio de viajes ácidos y narcolépticos, pero con más sentido. Y por encima de toda la historia planea un retrato social sobre una juventud que vive rodeada de violencia, con un estado ausente y sin perspectivas de una vida normal. Una juventud criada entre cadáveres y desprecio por la vida humana y que encuentra en el escapismo de la música, las drogas, el chamanismo y la espiritualidad lisérgica una forma de darle sentido a la vida. Lectura recomendable para abrir los ojos a otras realidades.
Es una experiencia sensorial y (si te dejas) también mística. Mónica Ojeda ha creado un mundo sonoro, oscuro, mojado, en el que los suelos tiemblan y el miedo se huele.
Entre distopía, novela de terror y realismo mágico, es difícil clasificar o siquiera empezar a hablar de este libro.
Todo comienza cuando Nicole y Noa huyen de sus casas para pasar unos días en un festival de música en las faldas del Chimborazo, el volcán más alto de los Andes. Lo que en principio es una huida de la violencia, de sus realidades, de sus madres, pronto se convierte en una búsqueda. Noa está decidida a encontrar al padre que la abandonó hace 10 años. Nicole está decidida a cuidar y controlar a Noa, quien a medida que avanza el festival se va comportanto de forma cada vez más extraña.
Durante los días en el Ruido Solar entraremos en un mundo psicodélico, donde la violencia de los elementos va borrando la línea entre el pasado y el futuro. Historias y costumbres Incas se entremezclan con los sonidos de un cometa atravesando el espacio, las voces de los músicos se funden con los gruñidos del volcán, las pisadas de caballos invisibles con el ruido de tambores indígenas.
Paralelamente a todo ese tumulto, un hombre vive alejado de la civilización, entre animales disecados y en constante diálogo con el silencio. Nos escribe en su diario sentimientos encontrados sobre su propia huída y el inminente encuentro con su hija.
Este libro tiene una ambientación única, una especie de infierno sobre la tierra, y a la vez consigue desarrollar la voz genuina de una serie de personajes en situaciones complejas y, casi siempre, sin salida.
El ambiente de esta historia se me hizo absolutamente asfixiante y me sentí como Nicole: "que siempre tendríamos miedo".
Mónica Ojeda muestra un absoluto control sobre su escritura y el angustioso mundo que ha creado. O, ¿que de estamos creando?
Ya hagan de Mónica Ojeda patrimonio nacional. Desde que me enteré el año pasado que se venía nuevo libro, no pude contener la emoción, es de esas pocas autoras contemporáneas de las que quiero leer todo lo que saquen y afortunadamente me ha encantado, gracias al capitalismo tuvimos su libro enseguida por estos lares 🙏🏽. He tenido en repeat night shift de Lucy Dacus y lo único en lo que he pensado en estos últimos 6 días es en esa canción y este libro. Es lirico, onírico, único, ella de verdad me puso a leer un estilo literario del que no soy fan and i ate it up porque me gustó muchísimo, de verdad que es de lo mejor que tenemos en Latinoamérica actualmente en literatura y tiene un rango grandísimo. Apenas acabé el libro, me fui a leer el primer capitulo y es de esas novelas que sin lugar a duda necesita una relectura. De a momentos me recordó a ‘canción de antiguos amantes’ de Laurita Restrepo porque te exige, te pone a buscar, aprendes de otras culturas y aun así no dejas de leer en ningún momento porque la experiencia es inmersiva. Ya no hablemos de la estructura y la maquetación, muchas partes experimentales me recordaron también a ´solenoide’ (salvando distancias obviamente) porque la prosa lirica y onírica te transporta a las montañas andinas, a la cultura chamánica, a los rituales, cordilleras, entre otras cosas. Tiene un apartado muy realista porque habla de la violencia que atraviesa Guayaquil desde una perspectiva muy cruda pero la combinación con lo surreal lo hace increíble. Las voces narrativas, las dos líneas temporales, todo muy bueno. ¿nos tocará esperar cuatro años más para un nuevo libro?
Leer Chamanes eléctricos en la fiesta del sol se siente como una danza extraña en un ritmo que no sabías que podía existir. La narración es hipnótica y por eso te mueves con ella aunque el ritmo fluya por lo atmosférico más que por la trama. Más de cinco personajes hablan en primera persona sobre su llegada al Ruido Solar, el festival de música psicodélica que se celebra en el volcán Chimborazo, y sobre Noa.
La extrañeza de lo narrado está en la fusión del mundo violento de las ciudades de Ecuador y el mundo naturalmente violento de los volcanes y la noche habitada por mitos de Los Andes. La poesía de Mónica Ojeda es la lava que recorre todos los caminos del texto y es lo que hace que la danza sea por momentos dolorosa, inquietante, misteriosa y también bella.
Todo eso es Chamanes Eléctricos en la fiesta del sol: danza, cuerpo, movimiento, duelo, poesía y personajes.
entre una letanía que se desborda (fuerzas naturales hacen que el lenguaje entre en erupción) y una epifanía muy violenta (palabras que resurgen de lo primitivo y lo atraviesan todo)......no sé muy bien qué es esto que acabo de leer pero Mónica Ojeda parece estar tan segura de tantas cosas, que convierte en verdad este mundo y ese que es solo suyo.
lo dice Mónica Ojeda (yo solo respondo que sí):
1 la culpa es un fantasma que abre los ojos por las noches 2 la voz es una herida 3 el cuerpo es una fiesta que se arma sobre el duelo 4 el dolor del mundo crece por todo lo que no es suficiente 5 el amor es una música violenta 6 el corazón es un refugio breve donde la música baila 7 hay cosas que no se olvidan porque nunca acaban de comprenderse
"Lo primero que te quita la violencia es la juventud"
Esa sensación de magnificiencia cuando uno está parado cerca a una montaña inmensa, eso lo transmite este libro.
Me gustó todo, las imagenes de las montañas de Los Andes, la importancia que le da a la música, el estilo de narración, los capítulos intercalados entre los jovenes y el padre de la protagonista, el hilo de una historia contada a partir de los testimonios de las personas, la maternidad y la paternidad no deseada y en cierta manera no culpable, las sirenas andinas, los chamanes electricos, la violencia, las balas, los narcos, los cantos, el año 5540 del calendario andino, la amistad, el amor, el miedo, los volcanes.