What do you think?
Rate this book
El tiempo perdido
Otra manera de pensar «el tiempo perdido», contra los nuevos melancólicos que piensan que pueden recuperar el objeto perdido y volver a una Edad Dorada que no ha existido y no existirá nunca.
Habitamos un tiempo crisis económicas, guerras, pandemias, malestar cultural... Asistimos al auge de discursos políticos asentados sobre la melancolía y la nostalgia de un pasado que fue mejor, incapaces de efectuar una interpretación con sentido del propio presente. Un futuro cancelado y un pasado que echamos de menos. En todos ellos se observa un repliegue de impotencia reaccionaria, agravio y resentimiento. Y, por encima de todo, una necesidad volver a casa.
Hoy, se da una respuesta melancólica a ese malestar que recorre la derecha y la izquierda. En El tiempo perdido, con la ayuda de Proust y algunos filósofos y filósofas, Clara Ramas nos propone una salida diferente. El melancólico se aferra al objeto amado y quiere volver a una Edad Dorada —la patria, el orden, los roles de género y de clase, la vida mejor de nuestros padres, la Transición, la Tradición—. Pero el retorno es imposible para nosotros, seres finitos, hablantes y modernos. Estamos siempre de camino, pero nunca del todo en casa. Pese a todo, quizás existe una milagrosa posibilidad de «recobrar el tiempo», pero ciertamente no será la que prometen los nuevos melancólicos y las fuerzas reaccionarias.
Habitamos un tiempo crisis económicas, guerras, pandemias, malestar cultural... Asistimos al auge de discursos políticos asentados sobre la melancolía y la nostalgia de un pasado que fue mejor, incapaces de efectuar una interpretación con sentido del propio presente. Un futuro cancelado y un pasado que echamos de menos. En todos ellos se observa un repliegue de impotencia reaccionaria, agravio y resentimiento. Y, por encima de todo, una necesidad volver a casa.
Hoy, se da una respuesta melancólica a ese malestar que recorre la derecha y la izquierda. En El tiempo perdido, con la ayuda de Proust y algunos filósofos y filósofas, Clara Ramas nos propone una salida diferente. El melancólico se aferra al objeto amado y quiere volver a una Edad Dorada —la patria, el orden, los roles de género y de clase, la vida mejor de nuestros padres, la Transición, la Tradición—. Pero el retorno es imposible para nosotros, seres finitos, hablantes y modernos. Estamos siempre de camino, pero nunca del todo en casa. Pese a todo, quizás existe una milagrosa posibilidad de «recobrar el tiempo», pero ciertamente no será la que prometen los nuevos melancólicos y las fuerzas reaccionarias.
- GenresNonfiction
189 pages, Kindle Edition
Published May 8, 2024
22 people are currently reading
691 people want to read
Ratings & Reviews
Friends & Following
Create a free account to discover what your friends think of this book!
Community Reviews
Displaying 1 - 30 of 44 reviews
November 3, 2024
Cuatro estrellas por hacerme dudar de si soy una cínica, por vaciarme de prejuicios, por el plus literario, y sobre todo por la frescura, porque leer este ensayo quita arrugas. No le doy cinco estrellas, porque tengo dudas de cómo envejecerá.
La filósofa Clara Ramas viene a contar que entre políticos, jueces y empresarios, pero también entre feministas, millenials y trabajadores precarios se vienen detectando cuantiosas pulsiones meláncólicas que proclaman una vuelta a una Edad Dorada, una suerte de pastiche pseudotradicional de Todo, y que por otro lado, en estos tiempos ¿crepusculares? están surgiendo centauros e híbridos políticos que complican la elección de los gobiernos.
Bueno. Parece que culpa es del capitalismo tardío "posmoderno" y del neoliberalismo —¡Glup! ¿Pero dónde habré escuchado recientemente eso mismo?—.
En los capítulos centrales hace una lectura psicoanalista y filosófica de los melancólicos que buscan recuperar ingenuamente lo perdido: malinterpretan a Simone Weil, son seres deseantes, caníbales y ególatras, cosificadores y resentidos, fetichistas y binaristas.
Pero oiga, hay que reconocerles que estéticamente son lo más.
En el último bloque, busca una salida esperanzadora hacia el futuro con la ayuda de "En busca del tiempo perdido". A un imperativo del disgusto, la amargura, el desapego hacia lo presente y la queja, respondemos con el coraje alegre de la búsqueda.
Proust, mi asignatura pendiente. Por lo menos acabo con el propósito de invertir año y medio de mi vida en leer sus siete tomos, aunque según dicen, la vida después de hacerlo sea un desierto.
La filósofa Clara Ramas viene a contar que entre políticos, jueces y empresarios, pero también entre feministas, millenials y trabajadores precarios se vienen detectando cuantiosas pulsiones meláncólicas que proclaman una vuelta a una Edad Dorada, una suerte de pastiche pseudotradicional de Todo, y que por otro lado, en estos tiempos ¿crepusculares? están surgiendo centauros e híbridos políticos que complican la elección de los gobiernos.
Bueno. Parece que culpa es del capitalismo tardío "posmoderno" y del neoliberalismo —¡Glup! ¿Pero dónde habré escuchado recientemente eso mismo?—.
En los capítulos centrales hace una lectura psicoanalista y filosófica de los melancólicos que buscan recuperar ingenuamente lo perdido: malinterpretan a Simone Weil, son seres deseantes, caníbales y ególatras, cosificadores y resentidos, fetichistas y binaristas.
Pero oiga, hay que reconocerles que estéticamente son lo más.
En el último bloque, busca una salida esperanzadora hacia el futuro con la ayuda de "En busca del tiempo perdido". A un imperativo del disgusto, la amargura, el desapego hacia lo presente y la queja, respondemos con el coraje alegre de la búsqueda.
Proust, mi asignatura pendiente. Por lo menos acabo con el propósito de invertir año y medio de mi vida en leer sus siete tomos, aunque según dicen, la vida después de hacerlo sea un desierto.
June 28, 2024
El mejor ensayo en castellano que he leído este año y, con permiso de Dysphoria Mundi de Preciado, quizás el mejor de lo que va de década.
Ramas se inserta en los debates contempóraneos sobre género, familia, clase, patria, naturaleza, retorno rural, tradición, etc., con una hipótesis dislumbrante: todos estos discursos y debates públicos deben ser leídos en clave meláncólica. Los "nuevos meláncolicos" son aquellos reaccionarios que fantasean con una Edad Dorada a la que debemos y podemos volver (ya sea regresiva o proyectivamente). Todos comparten la apelación a un pasado más sencillo, cierto y estable frente a las incertezas de nuestro presente. Todos ellos asimismo caen en una idealización fantasmagórica de un pasado perdido del que pretenden extraer un programa político reactivo. Sus alforjas son las del narcisista ególatra que más que adorar al objeto, adoran lo que de ellos hace el objeto de su deseo.
La solución es, en cambio, mucho más sencilla: aprender de Proust y contemplar el pasado no como lo que perdimos (y buscamos resentidamente actualizar) sino como aquello que en el relato, en la narración, deviene generativo y productivo. Abrazar el presente, vaya, que es lo unico que tenemos y lo unico que merece ser salvado, frente a las imbocaciones de un pasado que, en sí mismo, en realidad nunca tuvo lugar. "We have never been golden" que diría Bruno Latour.
Una maravilla que esta reseña escrita en el móvil mientras hago la comida no puede hacer justicia.
Ramas se inserta en los debates contempóraneos sobre género, familia, clase, patria, naturaleza, retorno rural, tradición, etc., con una hipótesis dislumbrante: todos estos discursos y debates públicos deben ser leídos en clave meláncólica. Los "nuevos meláncolicos" son aquellos reaccionarios que fantasean con una Edad Dorada a la que debemos y podemos volver (ya sea regresiva o proyectivamente). Todos comparten la apelación a un pasado más sencillo, cierto y estable frente a las incertezas de nuestro presente. Todos ellos asimismo caen en una idealización fantasmagórica de un pasado perdido del que pretenden extraer un programa político reactivo. Sus alforjas son las del narcisista ególatra que más que adorar al objeto, adoran lo que de ellos hace el objeto de su deseo.
La solución es, en cambio, mucho más sencilla: aprender de Proust y contemplar el pasado no como lo que perdimos (y buscamos resentidamente actualizar) sino como aquello que en el relato, en la narración, deviene generativo y productivo. Abrazar el presente, vaya, que es lo unico que tenemos y lo unico que merece ser salvado, frente a las imbocaciones de un pasado que, en sí mismo, en realidad nunca tuvo lugar. "We have never been golden" que diría Bruno Latour.
Una maravilla que esta reseña escrita en el móvil mientras hago la comida no puede hacer justicia.
June 3, 2024
Estoy ¿destrozado?, ¿esperanzado?, ¿despedazado?, ¿feliz? ¿perdido?
September 25, 2024
La tarea del presente. La pregunta de cómo culminamos la Odisea.
"Nuestra existencia como seres humanos consiste constitutivamente en estar siempre perdidos, estar siempre en camino, siempre en una cierta falta, un cierto vacío; por ello tenemos la tendencia permanente a mirar atrás y adelante en busca de certezas, que sin embargo nunca podrán devolvernos del todo a un ansiado estado de plenitud originaria, porque nunca la tuvimos."
"Nuestra existencia como seres humanos consiste constitutivamente en estar siempre perdidos, estar siempre en camino, siempre en una cierta falta, un cierto vacío; por ello tenemos la tendencia permanente a mirar atrás y adelante en busca de certezas, que sin embargo nunca podrán devolvernos del todo a un ansiado estado de plenitud originaria, porque nunca la tuvimos."
July 31, 2024
amaral, chesterton, hölderlin... la meva merda
November 20, 2024
Un poquito de la conclusión final:
"[...]Solo queda amar las cicatrices. Solo hay una forma de salvación. No es la Comunidad, no es la Naturaleza, no es la Patria. Es solo una: aprender a hablar de nuevo. Aprender a decir. Aprender a escribir. Aprender, en suma, también, a envejecer. Aquí hay otro cobijo y otro carácter [...]"
"[...]Solo queda amar las cicatrices. Solo hay una forma de salvación. No es la Comunidad, no es la Naturaleza, no es la Patria. Es solo una: aprender a hablar de nuevo. Aprender a decir. Aprender a escribir. Aprender, en suma, también, a envejecer. Aquí hay otro cobijo y otro carácter [...]"
July 17, 2024
Para mí será un plato de sopa, y siempre pedía echarle más garbanzos.
July 8, 2025
Pese a ser ella una perfecta socialdemócrata que deslinda la teoría y la praxis revolucionaria en el marxismo, me ha parecido un libro muy muy original con una crítica, en términos generales, bien construida al carácter melancólico de nuestro tiempo histórico. Una buena argumentación filosófica sobre cómo no regresar política ni éticamente nunca al tiempo perdido que nunca existió.
September 27, 2024
En este ensayo tan brillante, Clara Ramas recorre la literatura y el pensamiento, desde Houellebecq y Hölderlin hasta Simone Weil o Judith Butler, para analizar la melancolía y su papel como nexo entre las derechas actuales (los movimientos reaccionarios, los incels o los cryptobros) y algunos movimientos de "izquierda" del pasado.
Repleto de referencias muy interesantes y que pueden dirigir nuevas lecturas o mapas cognitivos, pero de una lectura sencilla, es un libro muy completo que pone la situación actual en una perspectiva realista e histórica, al tiempo que se detiene en temas como el género, la tradición o el aceleracionismo de la experiencia.
Y, por supuesto, el análisis que hace de Proust en profundidad, con las conclusiones que saca acerca del lugar apropiado de la melancolía a nivel político y personal, es precioso.
"En ellos se retroyecta una paz y una ingenuidad que anhelamos porque no la tenemos ahora, no necesariamente porque existiera entonces."
"Ese hogar no está dado, sino que debemos inventarlo siempre."
"Si lo cuenta, si hay literatura, es porque hay falta."
Repleto de referencias muy interesantes y que pueden dirigir nuevas lecturas o mapas cognitivos, pero de una lectura sencilla, es un libro muy completo que pone la situación actual en una perspectiva realista e histórica, al tiempo que se detiene en temas como el género, la tradición o el aceleracionismo de la experiencia.
Y, por supuesto, el análisis que hace de Proust en profundidad, con las conclusiones que saca acerca del lugar apropiado de la melancolía a nivel político y personal, es precioso.
"En ellos se retroyecta una paz y una ingenuidad que anhelamos porque no la tenemos ahora, no necesariamente porque existiera entonces."
"Ese hogar no está dado, sino que debemos inventarlo siempre."
"Si lo cuenta, si hay literatura, es porque hay falta."
Read
September 19, 2024Un libro bastante agudo, detecta muy bien ciertos problemas y aunque la solución es bastante precaria también es bastante original. Se nota que Clara tiene bastante talento y una forma de mirar super interesante. Lo que menos me ha gustado es eso, la solución estética que aunque es necesaria no es suficiente.
December 8, 2025
Requiere valor el reconocernos como seres deambulantes para desde ahí mirar a la melancolía de lo que nunca seremos y preguntarle: ¿y tú de qué sirves? Clara Ramas elabora sus argumentos con un lenguaje directo y sencillo aunque a veces algo redundante (creo que se podría haber hecho un mejor trabajo editorial en este sentido) para llevarnos de la mano por la desesperanza que provocan aquellos que vertebran sus discursos políticos desde la melancolía, no haciendo justicia a las realidades de estas Edades Doradas a las que pretenden volver y de paso atropellarnos al resto en la marcha atrás. Aún así, un final en el que atisbamos la luz (Proust sujeta la linterna) porque ya sabemos qué hacer con la dichosa melancolía.
February 27, 2025
PEC si me preguntan
March 31, 2025
una verdad narrativa
ojalá poder descifrar nuestros propios jeroglíficos y hacernos dueños de nuestra necesidad de un relato
ojalá poder descifrar nuestros propios jeroglíficos y hacernos dueños de nuestra necesidad de un relato
May 9, 2025
me gustó un montón este libro la verdad
March 29, 2025
Solo nos queda amar las cicatrices
Read
May 17, 2025¿Y si la mayor melancólica de todos es la propia Clara Ramas y no se ha dado cuenta?
Antes que nada, quiero indicar que Marcel Proust es mi referencia vital por excelencia. Acudí a este libro de Clara Ramas esperando encontrar un ensayo sobre el mundo proustiano, pero solo ocupa una parte residual del estudio, en concreto, las últimas 40 o 50 páginas.
De la autora leí hace unos meses su edición sobre El 18 de brumario de Karl Marx y he de decir que tanto su prólogo como su traducción y, por supuesto, el contenido de Karl Marx, me parecieron sublimes, brillantes, agudos e inteligentes. Sin embargo, no puedo decir lo mismo de este trabajo, a pesar de que Clara Ramas escribe con sensibilidad y estilo. En un intento de diseccionar cómo ciertos sectores de la sociedad caen en distintas formas de nostalgia paralizante -una especie de melancolía política reaccionaria agresiva y dominante- la autora enhebra una serie de capítulos en los que salta de un tema a otro de manera a veces un tanto arbitraria, para terminar con una interpretación de cómo Proust puede ayudarnos a superar esa nostalgia. Hasta ahí, todo bien. Estilísticamente, sus referencias son los opúsculos de autores como Byung-Chul Han o Slavoj Žižek, filósofos que diseccionan en pequeños trabajos los males de la postmodernidad con rigor y sensibilidad.
Sin embargo, en este trabajo en concreto, ya desde la primera página hasta la última no he podido abandonar en ningún momento la sospecha de estar más ante una predicadora que ante una filósofa. Es cierto que se resiste a señalar directamente, pero no hay que ser muy listo para entender de quién habla. Más que analizar las causas de este pretendido periodo reaccionario en el que vivimos, la autora parece proporcionar un marco ideológico a una parte de la nueva izquierda postmoderna. Y, como no puede ser de otra forma, partiendo del enemigo abstracto que sirve lo mismo para un roto que para un descosido -es decir, el neoliberalismo-, apunta a todo lo que se mueve enfrente, excluyendo por completo cualquier mínima autocrítica. El libro, sin duda, habría ganado en ecuanimidad y profundidad de haber mirado la autora también intramuros.
Como recurso argumental, la autora abusa de la exageración de la maldad ajena. Esa crítica hiperselectiva puede ser efectiva literariamente, pero desde el punto de vista filosófico, vuelve frágil la denuncia, por mucho que en ocasiones acierte al poner el dedo en la llaga. Es inevitable pensar que el diagnóstico fue previamente dictado por el marco ideológico y que cierta demagogia se ha disfrazado de aparente lucidez. Cuando el resultado del ensayo, la síntesis, parece ya determinada de antemano, no estamos ante un trabajo filosófico, sino ante un ejercicio de sofisma lírico, muy bien vestido, pero poco abierto al pensamiento. Así que un discurso que se presenta como emancipador acaba fijando la ortodoxia emocional e intelectual de su tribu, esa nueva izquierda “posmo”, donde cualquier disidencia es tratada como herejía, confundiendo pensamiento con militancia. Cuando todo lo que no encaja en su relato es tachado de “reaccionario”, “melancólico”, “machista”, “incel”, “oscuro”, y un largo etcétera, incluyendo veladamente a las feministas “clásicas”, no hay espacio para el pensamiento, solo para la militancia activa.
Al prescindir por completo del universalismo, anulando cualquier autocrítica, lo que podría haber sido una herramienta transformadora se convierte en un filtro moralista y sectario que solo acepta los matices cuando sirven a su narrativa. Es ahí donde el pensamiento se degrada convirtiéndose en catecismo con estética literaria.
Por otro lado, las referencias finales a Proust parecen algo forzadas y se introducen de manera abrupta en el contexto del resto de la obra. Hay una sensación permanente en el libro de que se trata de capítulos a veces mal vertebrados los unos con los otros. ¿Obedecen las referencias proustianas a un intento de revestir el texto de intelectualismo y profundidad? ¿Qué hubiese pensado Marcel? Por un lado, si hubo un melancólico de los tiempos aristocráticos, aunque al final se redimiera, fue él, que incluso en su primer párrafo ya cita la referencia de la rivalidad entre Francisco I y Carlos V como temática del libro que está leyendo.
En resumidas cuentas. Clara Ramas es brillante cuando se enfrenta a Marx, cuando opera como exégeta crítica con base teórica sólida. Sin embargo, cuando se lanza a hacer política sentimental con ropaje filosófico, cae en el mismo pozo que tanto critica: la construcción de un enemigo monolítico que la aleja de su propio mundo ideal perdido y que al tiempo le sirve para reforzar la identidad propia y tribal, un narcisismo disfrazado de empatía universal, y la incapacidad de ver el barro en la propia casa mientras se grita contra el lodazal ajeno. Si no puedes imaginar que quizás los tuyos son tan melancólicos como aquellos a los que denuncias, no estás filosofando, estás reclutando adeptos. Es una pena, porque la autora escribe con talento, pero, en mi opinión, le fallan la óptica y el propósito.
En resumen. Un libro para su tribu. Por mi parte, me quedo con la frase de Ortega y Gasset "Ser de izquierdas, como ser de derechas, es una de las infinitas formas que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de hemiplejía moral."
Antes que nada, quiero indicar que Marcel Proust es mi referencia vital por excelencia. Acudí a este libro de Clara Ramas esperando encontrar un ensayo sobre el mundo proustiano, pero solo ocupa una parte residual del estudio, en concreto, las últimas 40 o 50 páginas.
De la autora leí hace unos meses su edición sobre El 18 de brumario de Karl Marx y he de decir que tanto su prólogo como su traducción y, por supuesto, el contenido de Karl Marx, me parecieron sublimes, brillantes, agudos e inteligentes. Sin embargo, no puedo decir lo mismo de este trabajo, a pesar de que Clara Ramas escribe con sensibilidad y estilo. En un intento de diseccionar cómo ciertos sectores de la sociedad caen en distintas formas de nostalgia paralizante -una especie de melancolía política reaccionaria agresiva y dominante- la autora enhebra una serie de capítulos en los que salta de un tema a otro de manera a veces un tanto arbitraria, para terminar con una interpretación de cómo Proust puede ayudarnos a superar esa nostalgia. Hasta ahí, todo bien. Estilísticamente, sus referencias son los opúsculos de autores como Byung-Chul Han o Slavoj Žižek, filósofos que diseccionan en pequeños trabajos los males de la postmodernidad con rigor y sensibilidad.
Sin embargo, en este trabajo en concreto, ya desde la primera página hasta la última no he podido abandonar en ningún momento la sospecha de estar más ante una predicadora que ante una filósofa. Es cierto que se resiste a señalar directamente, pero no hay que ser muy listo para entender de quién habla. Más que analizar las causas de este pretendido periodo reaccionario en el que vivimos, la autora parece proporcionar un marco ideológico a una parte de la nueva izquierda postmoderna. Y, como no puede ser de otra forma, partiendo del enemigo abstracto que sirve lo mismo para un roto que para un descosido -es decir, el neoliberalismo-, apunta a todo lo que se mueve enfrente, excluyendo por completo cualquier mínima autocrítica. El libro, sin duda, habría ganado en ecuanimidad y profundidad de haber mirado la autora también intramuros.
Como recurso argumental, la autora abusa de la exageración de la maldad ajena. Esa crítica hiperselectiva puede ser efectiva literariamente, pero desde el punto de vista filosófico, vuelve frágil la denuncia, por mucho que en ocasiones acierte al poner el dedo en la llaga. Es inevitable pensar que el diagnóstico fue previamente dictado por el marco ideológico y que cierta demagogia se ha disfrazado de aparente lucidez. Cuando el resultado del ensayo, la síntesis, parece ya determinada de antemano, no estamos ante un trabajo filosófico, sino ante un ejercicio de sofisma lírico, muy bien vestido, pero poco abierto al pensamiento. Así que un discurso que se presenta como emancipador acaba fijando la ortodoxia emocional e intelectual de su tribu, esa nueva izquierda “posmo”, donde cualquier disidencia es tratada como herejía, confundiendo pensamiento con militancia. Cuando todo lo que no encaja en su relato es tachado de “reaccionario”, “melancólico”, “machista”, “incel”, “oscuro”, y un largo etcétera, incluyendo veladamente a las feministas “clásicas”, no hay espacio para el pensamiento, solo para la militancia activa.
Al prescindir por completo del universalismo, anulando cualquier autocrítica, lo que podría haber sido una herramienta transformadora se convierte en un filtro moralista y sectario que solo acepta los matices cuando sirven a su narrativa. Es ahí donde el pensamiento se degrada convirtiéndose en catecismo con estética literaria.
Por otro lado, las referencias finales a Proust parecen algo forzadas y se introducen de manera abrupta en el contexto del resto de la obra. Hay una sensación permanente en el libro de que se trata de capítulos a veces mal vertebrados los unos con los otros. ¿Obedecen las referencias proustianas a un intento de revestir el texto de intelectualismo y profundidad? ¿Qué hubiese pensado Marcel? Por un lado, si hubo un melancólico de los tiempos aristocráticos, aunque al final se redimiera, fue él, que incluso en su primer párrafo ya cita la referencia de la rivalidad entre Francisco I y Carlos V como temática del libro que está leyendo.
En resumidas cuentas. Clara Ramas es brillante cuando se enfrenta a Marx, cuando opera como exégeta crítica con base teórica sólida. Sin embargo, cuando se lanza a hacer política sentimental con ropaje filosófico, cae en el mismo pozo que tanto critica: la construcción de un enemigo monolítico que la aleja de su propio mundo ideal perdido y que al tiempo le sirve para reforzar la identidad propia y tribal, un narcisismo disfrazado de empatía universal, y la incapacidad de ver el barro en la propia casa mientras se grita contra el lodazal ajeno. Si no puedes imaginar que quizás los tuyos son tan melancólicos como aquellos a los que denuncias, no estás filosofando, estás reclutando adeptos. Es una pena, porque la autora escribe con talento, pero, en mi opinión, le fallan la óptica y el propósito.
En resumen. Un libro para su tribu. Por mi parte, me quedo con la frase de Ortega y Gasset "Ser de izquierdas, como ser de derechas, es una de las infinitas formas que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de hemiplejía moral."
August 21, 2024
Correcto, sin más.
En lo formal me ha dado la sensación de estar leyendo varios escritos independientes zurcidos por una idea muy liviana.
Diseccionando el libro, tras un primer capítulo de presentación, pasamos a 4 capítulos conceptualmente duros en los que Clara explica en clave psicoanalítica que es eso de la melancolía y por qué y para qué se tiene. Ojo, esta parte es bastante técnica, y está más cerca de un Lacan que de un Zizek.
Después, y a modo de bisagra, se llega al capítulo 6, que para mí es el mejor del libro, y que sirve para recoger todo lo anterior y tratar de pasar de la filosofía a la sociología, ya que le siguen cinco capítulos, para mí los más flojos y tendenciosos en los que se trata de aplicar, de aquella manera, los conceptos aprendidos (Edad Dorada, Objeto, Melancololía, así con mayúsculas) a una situación actual que para mí está mal entendida.
En estos capítulos se concreta que, de todas, la mayor y peor melancolía es la del género, y se ataca a los Incel como el peor resquicio de los melancólicos.
Me parece de un reduccionismo y una parcialidad absoluta, ya que se hace mucho énfasis en el plural femenino para definir lo correcto (nosotras), nada que objetar, mientras que los melancólicos siempre son eso, melacolicOs, nada de inclusividad aquí.
Como si en las filas rojipardas, en las tradwife,o en el cotaggecore no hubiera una lista de mujeres al menos tan amplia como de hombres, y como si la carcundia y lo reaccionario fuera solo una cosa de ellos.
Una vez pasan estos cinco capítulos, ciertamente desconcertantes (pasar del concepto de pérdida de Lacan a hablar de pajilleros Incel me parece un zoom brutal, casi mareante), llega un final en tono poético, tratando de recuperar el punto en el que se empezó (una lectura muy bonita e interesante de Proust) y se añaden dos capítulos muy abstractos, con un toque, casi, de happy ending, aunque poco explicado (algo así como abracemos el presente mirando al pasado y reconstruyéndolo, no anhelndolo).
En general el libro es aprovechable, claro, y está muy bien escrito, pero me voy con la sensación de que está compuesto de retales, de que hay partes que son peajes ideológicos que pagar metidos con calzador, y de que se queda un poco a medias en todo.
También es cierto que ha hecho que me ponga a leer a Proust, y solo por eso ya habría merecido la pena.
En lo formal me ha dado la sensación de estar leyendo varios escritos independientes zurcidos por una idea muy liviana.
Diseccionando el libro, tras un primer capítulo de presentación, pasamos a 4 capítulos conceptualmente duros en los que Clara explica en clave psicoanalítica que es eso de la melancolía y por qué y para qué se tiene. Ojo, esta parte es bastante técnica, y está más cerca de un Lacan que de un Zizek.
Después, y a modo de bisagra, se llega al capítulo 6, que para mí es el mejor del libro, y que sirve para recoger todo lo anterior y tratar de pasar de la filosofía a la sociología, ya que le siguen cinco capítulos, para mí los más flojos y tendenciosos en los que se trata de aplicar, de aquella manera, los conceptos aprendidos (Edad Dorada, Objeto, Melancololía, así con mayúsculas) a una situación actual que para mí está mal entendida.
En estos capítulos se concreta que, de todas, la mayor y peor melancolía es la del género, y se ataca a los Incel como el peor resquicio de los melancólicos.
Me parece de un reduccionismo y una parcialidad absoluta, ya que se hace mucho énfasis en el plural femenino para definir lo correcto (nosotras), nada que objetar, mientras que los melancólicos siempre son eso, melacolicOs, nada de inclusividad aquí.
Como si en las filas rojipardas, en las tradwife,o en el cotaggecore no hubiera una lista de mujeres al menos tan amplia como de hombres, y como si la carcundia y lo reaccionario fuera solo una cosa de ellos.
Una vez pasan estos cinco capítulos, ciertamente desconcertantes (pasar del concepto de pérdida de Lacan a hablar de pajilleros Incel me parece un zoom brutal, casi mareante), llega un final en tono poético, tratando de recuperar el punto en el que se empezó (una lectura muy bonita e interesante de Proust) y se añaden dos capítulos muy abstractos, con un toque, casi, de happy ending, aunque poco explicado (algo así como abracemos el presente mirando al pasado y reconstruyéndolo, no anhelndolo).
En general el libro es aprovechable, claro, y está muy bien escrito, pero me voy con la sensación de que está compuesto de retales, de que hay partes que son peajes ideológicos que pagar metidos con calzador, y de que se queda un poco a medias en todo.
También es cierto que ha hecho que me ponga a leer a Proust, y solo por eso ya habría merecido la pena.
August 9, 2024
Si no te dejas llevar, eres un melancólico. Es decir, un reaccionario lowkey. Acéptalo o, si no, te psicoanalizo sin piedad. Es lo que viene a decir esta rapsodia cargada de nombres propios, que reitera y reitera capítulo a capítulo. Desde socialdemócratas hasta conspiranoicos antivacunas, fanáticos del cottagecore, pasando por anarcocapitalistas o rojipardos (¿qué leches es esto último?: Stalin, supongo. Siempre es Stalin), todos unidos en un mismo suspiro rancio. Y como buen discurso con tono oracular, se le da de fábula el bautizar nuevas realidades a la vez que las pone en duda. Aunque, realmente, solo hay que darse un paseo por 4chan para saber dónde está el ojo de Sauron.
Lo que más me gusta de este tipo de tesis es que son imposibles del más mínimo ejercicio de confirmación. ¡Perdón!, justo eso viene a demostrar que el nihilismo imposibilita corroborar nada. ¡No lo intentes, maldito nostálgico! Por eso hay que dejarse llevar, mecerse en esa nada es lo que parece más útil, porque lo que aparece es la nada, la nada que crece y crece y crece y crece. No hay mayor demostración que esta de que el libro está en lo cierto. ¡Ay, del mundo, que se nos escapa entre los dedos! No oséis cerrar la mano y tampoco mirar por el espejo, vosotros, taxistas de retrovisor, pues solo quedará aire, humo, sombra, nada. Acelerad, acelerad sin miedo. Solo hay que dejarse llevar, ¡o tampoco! Y, sin embargo, con qué rotundidad afirma la autora. Se ve que su discurso es lo único verdaderamente real en este erial de lo Real. ¡Qué suerte, qué envidia tener una voz que retumba en el desierto!
Por eso, siempre recomiendo leer este tipo de libros en clave poética, como un largo poema en prosa salpimentado con citas. Se disfrutan más, si es que acaso el disfrute no es ya algo del pasado. Mucho cuidado. Disfrutamos porque, aunque el disfrute está muerto, nos aferramos nostálgicamente a su cadáver. Ejercemos la más soez de las formas narcisistas, la imposibilidad de desalojar analmente el placer. Somos incapaces de fijar un nuevo objeto de amor. Por eso, y según cómo, disfrutar es reaccionario. ¡Retiro lo dicho!
Lo que más me gusta de este tipo de tesis es que son imposibles del más mínimo ejercicio de confirmación. ¡Perdón!, justo eso viene a demostrar que el nihilismo imposibilita corroborar nada. ¡No lo intentes, maldito nostálgico! Por eso hay que dejarse llevar, mecerse en esa nada es lo que parece más útil, porque lo que aparece es la nada, la nada que crece y crece y crece y crece. No hay mayor demostración que esta de que el libro está en lo cierto. ¡Ay, del mundo, que se nos escapa entre los dedos! No oséis cerrar la mano y tampoco mirar por el espejo, vosotros, taxistas de retrovisor, pues solo quedará aire, humo, sombra, nada. Acelerad, acelerad sin miedo. Solo hay que dejarse llevar, ¡o tampoco! Y, sin embargo, con qué rotundidad afirma la autora. Se ve que su discurso es lo único verdaderamente real en este erial de lo Real. ¡Qué suerte, qué envidia tener una voz que retumba en el desierto!
Por eso, siempre recomiendo leer este tipo de libros en clave poética, como un largo poema en prosa salpimentado con citas. Se disfrutan más, si es que acaso el disfrute no es ya algo del pasado. Mucho cuidado. Disfrutamos porque, aunque el disfrute está muerto, nos aferramos nostálgicamente a su cadáver. Ejercemos la más soez de las formas narcisistas, la imposibilidad de desalojar analmente el placer. Somos incapaces de fijar un nuevo objeto de amor. Por eso, y según cómo, disfrutar es reaccionario. ¡Retiro lo dicho!
August 31, 2025
“El tiempo perdido” es un buen libro. Voy a repetirlo: “El tiempo perdido” es un buen libro.
Describe de manera brillante la genealogía del pensamiento reaccionario que no deja de ganar adeptos en las sociedades occidentales de este momento histórico, vinculándolo con el concepto psicoanalítico de la melancolía.
De hecho, es un buen “compañero” de “El malestar en la cultura”. Desde mi ignorancia me atrevo a decir que tanto la melancolía como el progreso o empuje cultural civilizatorio son el detonante e impulso del pujante movimiento reaccionario.
Lo que no acabo de ver es si al fin y al cabo, el magnífico trabajo de Clara Ramas no deja de ser un ejercicio filosófico-literario con escasa proyección práctica. De hecho -y ruego que me perdone la autora- el último capítulo y las conclusiones tienen un triste sabor a “libro de autoayuda”. Es decir, no veo que el análisis pueda coadyuvar en la concreción de una acción que permita revertir el proceso involutivo que vivimos y que no sólo me preocupa a mí, sino que como queda reflejado en el texto, también preocupa mucho la ensayista.
Es seguro que la intención de Clara Ramas es plasmar en su texto lo que ha dejado escrito. Ni más, ni menos. Pero lo bien cierto es que, aunque conozcamos las pulsiones o emociones humanas que fundamentan el pensamiento reaccionario, éste no podrá ser combatido con el levantamiento del velo que plantea el libro. Para plantarle cara habrá que acudir, como siempre, a Gramsci y plantear una batalla en términos culturales que permitan reelaborar a las personas las verdaderas causas de su malestar en estas épocas de cambio acelerado del proceso de acumulación capitalista.
Describe de manera brillante la genealogía del pensamiento reaccionario que no deja de ganar adeptos en las sociedades occidentales de este momento histórico, vinculándolo con el concepto psicoanalítico de la melancolía.
De hecho, es un buen “compañero” de “El malestar en la cultura”. Desde mi ignorancia me atrevo a decir que tanto la melancolía como el progreso o empuje cultural civilizatorio son el detonante e impulso del pujante movimiento reaccionario.
Lo que no acabo de ver es si al fin y al cabo, el magnífico trabajo de Clara Ramas no deja de ser un ejercicio filosófico-literario con escasa proyección práctica. De hecho -y ruego que me perdone la autora- el último capítulo y las conclusiones tienen un triste sabor a “libro de autoayuda”. Es decir, no veo que el análisis pueda coadyuvar en la concreción de una acción que permita revertir el proceso involutivo que vivimos y que no sólo me preocupa a mí, sino que como queda reflejado en el texto, también preocupa mucho la ensayista.
Es seguro que la intención de Clara Ramas es plasmar en su texto lo que ha dejado escrito. Ni más, ni menos. Pero lo bien cierto es que, aunque conozcamos las pulsiones o emociones humanas que fundamentan el pensamiento reaccionario, éste no podrá ser combatido con el levantamiento del velo que plantea el libro. Para plantarle cara habrá que acudir, como siempre, a Gramsci y plantear una batalla en términos culturales que permitan reelaborar a las personas las verdaderas causas de su malestar en estas épocas de cambio acelerado del proceso de acumulación capitalista.
January 9, 2025
Parece que la melancolía está de moda o tal vez, como dice Slavoj Zizek, es el síntoma del siglo XXI. Hay numerosos libros que se han dedicado a este tema en los últimos tiempos. Clara Ramas lo analiza desde un punto de vista que tiene que ver con la política, con el aprovechamiento que algunos hacen de la nostalgia para explicar que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Pero eso no es cierto. Ante la inseguridad actual muchos buscan en el pasado un ámbito de protección del que ahora no disponen.
Y muchos jóvenes están viviendo lo que Mark Fisher llamaba la "lenta cancelación del futuro", es decir se van dando cuenta como poco a poco ellos van a vivir peor que lo que lo hicieron sus padres o bien que las promesas que les hicieron no se cumplen o no pueden cumplirse. Lo que esperaban se ha transformado en contratos precarios y una vergonzosa supervivencia para un sistema que puede repartir de una manera más equitativa.
La melancolía es una emoción que puede superarse, el problema viene si se cronifica y se convierte en una depresión ante la falta de perspectiva. Tiene que ver con el pasado, pero no con uno mejor, sino uno donde hay una imagen que se repite, un recuerdo que te atormenta y un estado del que no quieres salir porque supone un tiempo que no quieres que avance.
El libro de Clara Ramas nos ayuda a aclarar y explica muchos de los aspectos que acabamos de comentar.
Pero eso no es cierto. Ante la inseguridad actual muchos buscan en el pasado un ámbito de protección del que ahora no disponen.
Y muchos jóvenes están viviendo lo que Mark Fisher llamaba la "lenta cancelación del futuro", es decir se van dando cuenta como poco a poco ellos van a vivir peor que lo que lo hicieron sus padres o bien que las promesas que les hicieron no se cumplen o no pueden cumplirse. Lo que esperaban se ha transformado en contratos precarios y una vergonzosa supervivencia para un sistema que puede repartir de una manera más equitativa.
La melancolía es una emoción que puede superarse, el problema viene si se cronifica y se convierte en una depresión ante la falta de perspectiva. Tiene que ver con el pasado, pero no con uno mejor, sino uno donde hay una imagen que se repite, un recuerdo que te atormenta y un estado del que no quieres salir porque supone un tiempo que no quieres que avance.
El libro de Clara Ramas nos ayuda a aclarar y explica muchos de los aspectos que acabamos de comentar.
January 12, 2025
«Así, recobrar el tiempo perdido no es refundar la Edad Dorada. El origen es una herida de la que jamás se vuelve. Solo queda amar las cicatrices. Solo hay una forma de salvación. No es la Comunidad, no es la Naturaleza, no es la Patria. Es solo una: aprender a hablar de nuevo. Aprender a decir. Aprender a escribir. Aprender, en suma, también, a envejecer.
Todos buscamos el París que nos inventamos: pero eso significa que podemos reencontrarlo hasta el infinito. Los retratos familiares en la pared saltan “con gracia de gacela” hacia delante y hacia atrás. Aprender a envejecer es despedir la melancolía y reconocer que el mundo no está hecho para nosotros. Aprender a envejecer es la única salvaguarda frente al nihilismo negro de la melancolía. Reclamo esta manera de estar enamorada. Y para siempre, bellas ruinas. Para siempre: “Tú y Yo del dios bellas ruinas”».
Todos buscamos el París que nos inventamos: pero eso significa que podemos reencontrarlo hasta el infinito. Los retratos familiares en la pared saltan “con gracia de gacela” hacia delante y hacia atrás. Aprender a envejecer es despedir la melancolía y reconocer que el mundo no está hecho para nosotros. Aprender a envejecer es la única salvaguarda frente al nihilismo negro de la melancolía. Reclamo esta manera de estar enamorada. Y para siempre, bellas ruinas. Para siempre: “Tú y Yo del dios bellas ruinas”».
December 22, 2024
4'5 es buenísimo
"que envejecer es
aceptar con serenidad que todo se pierde siempre; que lo valioso en las cosas es
el deseo y el amor que nosotros proyectamos sobre ellas; que los verdaderos
paraísos son los que, como la infancia, no podemos traer al presente, los paraísos
perdidos; que lo único que podemos recobrar es el tiempo perdido, recordarlo y,
en el mejor de los casos, con alegre desapego, cuidado y serenidad, hacer justicia
a lo que amamos y redescubrirlo cada día como si fuera la primera vez"
Dejo esta cita, pero podría dejar muchas más. Los capítulos 4 y 5 han sido un subrayar constante. Tiene argumentos muy potentes pero es que además está muy bellamente escrito.
"que envejecer es
aceptar con serenidad que todo se pierde siempre; que lo valioso en las cosas es
el deseo y el amor que nosotros proyectamos sobre ellas; que los verdaderos
paraísos son los que, como la infancia, no podemos traer al presente, los paraísos
perdidos; que lo único que podemos recobrar es el tiempo perdido, recordarlo y,
en el mejor de los casos, con alegre desapego, cuidado y serenidad, hacer justicia
a lo que amamos y redescubrirlo cada día como si fuera la primera vez"
Dejo esta cita, pero podría dejar muchas más. Los capítulos 4 y 5 han sido un subrayar constante. Tiene argumentos muy potentes pero es que además está muy bellamente escrito.
December 10, 2025
"Hay una cierta forma de ceguera, propia del melancólico, que consiste en pretender mirar solo a la cosa, sin reparar en cómo lo mirado está mediado por nuestra forma de mirar"
"Los melancólicos son los posmodernos definitivos, pues son ellos los que creen ciegamente en el poder performativo de la re-producción: creen que pueden producir artificialmente lo que una vez fue natural o dado, si es que acaso alguna vez lo fue. Creen que un gesto voluntarista puede sustituir el sedimento decantado de la presunta autenticidad de una tradición (...) creen que la palabra puede producir los efectos que ella nombra"
"Los melancólicos son los posmodernos definitivos, pues son ellos los que creen ciegamente en el poder performativo de la re-producción: creen que pueden producir artificialmente lo que una vez fue natural o dado, si es que acaso alguna vez lo fue. Creen que un gesto voluntarista puede sustituir el sedimento decantado de la presunta autenticidad de una tradición (...) creen que la palabra puede producir los efectos que ella nombra"
August 14, 2024
Otro producto de la gran cosecha de 2024.
A tenor de la obra de Proust que ha supuesto una gran influencia para ella, la autora reflexiona sobre la melancolia, en ocasiones indistinguible de la nostalgia. Hila su punto de vista desde el concepto de Edad Dorada para retratar a todas esas personas que viven enfadadas con el presente, que no consiguen entender los tiempos en los que viven y que no comprenden que su ideal es eso, un ideal que no existe ni existió nunca. Muy enriquecedor, incluso en la discrepancia en ocasiones
A tenor de la obra de Proust que ha supuesto una gran influencia para ella, la autora reflexiona sobre la melancolia, en ocasiones indistinguible de la nostalgia. Hila su punto de vista desde el concepto de Edad Dorada para retratar a todas esas personas que viven enfadadas con el presente, que no consiguen entender los tiempos en los que viven y que no comprenden que su ideal es eso, un ideal que no existe ni existió nunca. Muy enriquecedor, incluso en la discrepancia en ocasiones
June 25, 2024
Ensayo apreciable aunque sólo sea por su original acercamiento al contexto sociopolítico actual vertebrado por ideas como la nostalgia de una Edad de Oro inexistente, los movimientos sociales tradicionalistas y su estética o el retrofuturismo. Aunque no se compartan sus argumentos, y es mi caso, es loable la forma de exponerlos y su intento de respaldarlos con marcos teóricos y autores reconocidos.
October 9, 2024
En esta época crepuscular de revisionismos, ¿qué podemos salvar aún? ¿Qué nos puede salvar? No. Esas no son las preguntas. De la mano de Marcel Proust y su intento de comprender y dar sentido a la vida a través del relato. Ni volver a lo de antes ni al paraíso perdido ni recrear el tiempo perdido, pero sí amar las cicatrices y las ruinas. Quizás de lo que nunca fue. Y aprender a vivir entre ellas. Con un nuevo lenguaje.
January 18, 2025
Un buen texto para pensar los problemas de nuestros tiempos tan melancólicos. La autora hace un fueete hincapié en la inexistencia de esos mundos perdidos añorados y de las consecuencias reaccionarias de actuar esperando volver a esos tiempos. Al final el tiempo perdido representa la busqueda del sentido a la hora de vivir y esa es la posiblidad política para combatir la desesperanza y el nihilismo actual.
May 28, 2025
Llevaba tiempo con muchas ganas de leerlo y no me ha decepcionado: es pedagógico, expone argumentos que por lo menos yo no conocía y no abusa de citas que entorpezcan la lectura. Me ha venido genial para salir un poco del pensamiento de que antes era más feliz (mentira), pero lo recomiendo también para refutar el rollito de que la vida en otras épocas era mejor y hay que volver a ellas. Además, Clara escribe muy bien.
Regalo de papá.
Regalo de papá.
March 27, 2025
En verdad el final se me hace un poco cuesta arriba (se nota que la autora es profe de filosofía) pero simplemente porque no me esperaba que las ultimas reflexiones fueran a tirar por donde efectivamente tiran. Es un libro precioso, que hay que leer en estos tiempos y que va a hacer que me lea a Proust (pensaba que era el inventor de algún medicamento)
June 4, 2025
“Debemos ser infieles, y no fieles, si queremos guardar la tradición. (…) Solo quizá, cuando todo este perdido y se asume como perdido, solo entonces, quizás, adviene la posibilidad de salvación”.
Este párrafo creo que se complementa en cierto modo con una frase de Jaurés. Solo esa es la manera de tomar la llama de nuestros antepasados. Los melancólicos guardan y adoran solo las cenizas.
Este párrafo creo que se complementa en cierto modo con una frase de Jaurés. Solo esa es la manera de tomar la llama de nuestros antepasados. Los melancólicos guardan y adoran solo las cenizas.
Displaying 1 - 30 of 44 reviews