Nacido en Palma de Mallorca hacia 1232 en el seno de una rica y noble familia, Ramon Llull (en castellano Raimundo Lulio) formó parte de la corte de los reyes Jaime I y Jaime II de Aragón. En julio de 1263 un sesgo repentino en su vida hizo de él un exaltado misionero de la fe de Cristo y, sin duda, el místico más importante del Medievo europeo. Hacia 1275, al dejar para siempre la corte aragonesa, escribió el Libro de la orden de caballería. Dividido en siete partes «a semejanza de los siete planetas», este opúsculo, verdadero manual del buen caballero cristiano, influyó decisivamente en el Libro del cavallero et del escudero de Don Juan Manuel y conoció, debido a su belleza y brevedad, una rápida difusión.
Ramon Llull (c. 1232 - c. 1315), T.O.S.F. (Anglicised Raymond Lully in Latin Raimundus or Raymundus Lullus or Lullius; in Castillan Raimundo Lulio, in Portuguese Raimundo Lulio) was a Majorcan writer and philosopher, logician and a Franciscan tertiary. He is credited with writing the first major work of Catalan literature. Recently surfaced manuscripts show him to have anticipated by several centuries prominent work on elections theory. He is also considered a pioneer of computation theory, especially given his influence on Gottfried Leibniz.
Within the Franciscan Order he is honored as a martyr. He was beatified in 1857 by Pope Pius IX and his feast day was assigned to 30 June and is celebrated by the Third Order of St. Francis.
«Buen amigo —dijo el caballero— la regla y la orden de caballería están en este libro, en el que leo algunas veces para que me haga recordar la gracia y la merced que Dios me ha hecho en este mundo» (Prólogo, 11).
Había leído fragmentos, pero no el libro entero. Es una obrita interesante para entender la concepción de la caballería en una sociedad marcada por la desigualdad y la violencia. Porque, si la despojamos de toda su grandeza espiritual, viene a ser eso: la legitimación del privilegio nobiliario y el embellecimiento de la brutalidad guerrera. Tal y como dice en la sinopsis, es «el verdadero manual del caballero cristiano» y tuvo una rápida difusión por toda Europa, asentando el modelo caballeresco que culminó en los tiempos bajomedievales y los comienzos de la Edad Moderna.
Toda la obra tiene un claro sentido ejemplarizante y crítico, por tanto, con la degradación moral del caballero. Me han gustado especialmente las partes quinta y sexta, correspondientes a la simbología del armamento del caballero y las costumbres que debe tener. Se enumeran las siete virtudes, «sendas y caminos de la celestial gloria perdurable», y el autor reflexiona sobre ellas con más o menos profundidad.
A mi modo de ver, hay puntos que incitan al dilema porque son algo contradictorios. Entre el servicio a su señor y la condena de sus excesos, ¿qué debe pesar más para el caballero? Si la orden es la más alta razón a la que debe avenirse, ¿ha de humillarse la lealtad a los pies de un corrupto? Si el señor es cruel con su pueblo —al que directamente, dice Lulio, el caballero no debe servir y lo tacha de «malvado»—, eso es injusto. Por tanto, es contrario a la orden. ¿Por quién alzar la espada?
Del mismo texto se puede extraer: «es costumbre de la orden de caballería que [...] acuda en socorro y en ayuda de aquellos que le son inferiores en honra y en fuerza» (II, 19). Es principal servir al que no tiene y sufre los abusos de los poderosos. O, dicho de otra manera, al que carece de privilegios. Por mucha claridad discursiva que tengan, las directrices dadas al caballero caen continuamente en un dilema. Paradójico.
Lógicamente, la obra se concibió para justificar un orden vertical e inalterable, pero, al margen de su intención didáctica condicionada por la época, no dejan de sorprenderme estos huecos teóricos. Más que controversias, diría que son caminos abiertos a la interpretación individual y eso me parece bastante llamativo en una obra de este estilo. Si el señor se aparta de la caballería, es deber del caballero apartarse de su servicio: «el rey o el príncipe que deshace en sí mismo la orden de caballero [...] también [la] deshace en los caballeros que le están sometidos» (II, 14).
En conclusión, y hay que recordarlo, la virtud del caballero no reside en lealtad a cosa ni ser mundanos, sino en el servicio al Señor imperecedero. Y, por Él, en la entrega a la causa de los desvalidos.
Esperaba más en cuanto a su contenido. Realmente, tan sólo el V y VI capítulo son realmente rescatables, y algunas partes sueltas de los demás. En cuanto a verdaderas lecciones de caballería, resulta escueto y bastante superficial, y buena parte del libro se resume en argumentos circulares. "Ser un buen caballero es hacer aquello que resulte propio de la orden de caballería", sin que se especifique qué es ese algo. Aun con todo, se llevará dos estrellas, porque, por lo menos, es breve, se lee rápido y lo poco rescatable, es interesante.
El único capítulo que me parece bueno es el 5° del significado que tienen las armas del caballero. El 1° sobre el principio de caballería y el 2° sobre las 7 virtudes del caballero son decentes, el resto sobra. Que en el capítulo de las 4 virtudes cardinales y las 3 teologales no dedique ni un parrafo a hablar de la virtud de la justicia es criminal. Le regalo las 3 estrellas porque es la portada menos fea de Alianza que tengo.