Tarde o temprano recoge los catorce poemarios publicados por el autor a lo largo de más de cincuenta años dedicados a la poesía. Desde el primer libro, Los elementos de la noche (1958-1962), en el que se perciben ecos del simbolismo, hasta los poemas en prosa del más reciente, La edad de las tinieblas (2009), el poeta recorre un largo camino en el que va desprendiéndose de lo accesorio en busca de una mayor pureza y originalidad, un trayecto en el que sin duda el tercer libro, No me preguntes cómo pasa el tiempo (1964-1968), marca un punto de inflexión no sólo por su desnudez y su apertura a lo coloquial, sino también por su carga social y moral. La perduración del instante, la meditación sobre el pasado y el fluir del tiempo, la preocupación por el sufrimiento, el testimonio de la frágil historia personal enfrentada a la terrible Gran Historia, se expresan a lo largo de su obra con un estilo conversacional y antirretórico en ocasiones, pero también en monólogos dramáticos o epigramas, en invectivas satíricas o elegías por un mundo que desaparece, en haikús o en largos poemas narrativos. En todas esas formas brilla un poeta extraordinario. Como dijo Carlos Monsiváis de él,«en su poesía Pacheco ajusta sus dones melancólicos, su pesimismo que es resistencia al autoengaño, su fijación del sitio de la crueldad en el mundo, su poderío aforístico, su amor por el sonido del idioma... Pacheco no duda: lo que le importa es el diálogo entre autores y lectores, la actitud democrática del yo poético».
José Emilio Pacheco Berny fue un poeta y ensayista mexicano nacido en Ciudad de México en 1939.
Empezó a brillar desde muy joven en el panorama cultural mexicano, gracias a su dominio de las formas clásicas y modernas y al enfoque universal de su poesía.
Además de poeta y prosista se ha consagrado también como eximio traductor, trabajando como director y editor de colecciones bibliográficas y diversas publicaciones y suplementos culturales. Ha sido docente universitario e investigador al servicio de entidades gubernamentales.
Entre sus galardones se cuentan: Premio Nacional de Poesía, Premio Nacional de Periodismo Literario, Premio Xavier Villaurrutia, Premio Magda Donato, Premio José Asunción Silva en 1996,el Premio Octavio Paz en el año 2003, el Premio Federico García Lorca 2005, el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda en 2004, la XVIII edición del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2009 y el Premio Cervantes en 2009.
De su obra poética se destacan: «Los elementos de la noche» en 1963, «El reposo del fuego» en 1966, «No me preguntes cómo pasa el tiempo» en 1969, «Irás y no volverás» en 1973, «Islas a la deriva» en 1976, «Desde entonces» en 1980, «Trabajos en el mar» en 1983, y «El silencio de la luna» poemas de 1985 1996.
Falleció el 26 de Enero de 2014 en su ciudad natal. Le sobrevive su esposa, la periodista Cristina Pacheco.
José Emilio Pacheco escribe sobre la escritura, el olvido, la derrota, la muerte. Escribe sobre México, y el hambre, y los animales, y la naturaleza. Escribe sobre la tecnología, y la soledad, y la televisión, y las masacres. Sobre el amor, también, y sobre el machismo, y sobre el imperialismo y las bombas atómicas.
José Emilio Pacheco escribe sobre casi cualquier cosa. Su rango de temas es de una amplitud desconcertante. Leerlo en esta antología-casi-total es tirarse de cabezas a un universo, con la certeza de encontrar en él todo tipo de ritmos, latidos, y enfoques. Se me hace imposible intentar un resumen de lo específico, perdonarán, entonces, que me limite a murmurar generalidades y decantar mi admiración en los párrafos siguientes.
Lo primero que me gusta de la poesía de Pacheco es su pesimismo. Heredero de la derrota latinoamericana (la masacre de la conquista española que nos deja sólo el español para maldecirlos, siguiendo el ejemplo del Calibán de Shakespeare), su obra no va de valores universales y confianza en ese habitar el mundo donde se reconfortan los exiliados desde Diógenes hasta Walt Whitman. En Pacheco hay una herida, un despojo latente, y con ello todo un espectro de constelaciones afines: hay rabia en sus poemas, y burla, y decepción.
Luego, a esa herida primera nunca superada, se suma la lucidez de mirar el cambio de siglo con desconfianza frente a sus promesas. Aquí, el poeta es el niño que se ríe de la desnudez del emperador. La tecnología, los avances de la ciencia, la edad de oro de la democracia, el monopolio capitalista, la globalización; todos los elementos de la panacea moderna son mirados con recelo, frente a sus supuestos beneficios opone Pacheco, con una poesía prosaica de secreta complejidad, el imparable avance de la muerte y el olvido, y, más grave aún, la solapada instalación del aislamiento como ley de vida.
Es el aislamiento (no la soledad) el mayor demonio a exorcizar con su poesía: Pacheco parece señalar el dolor del hombre en su falta de vínculos: desligado de los mitos, alejado de la fe, huérfano frente a la naturaleza y apartado de los demás, la falible criatura humana no puede, entonces, sino insistir en el error del odio y la guerra, destruyendo con desparpajo todo aquello que siente imposible de reparar.
¿Hay esperanza en Pacheco? El poeta canta a los animales y a la naturaleza, pide perdón en nombre de la especie por la destrucción que representamos (se adelanta así a la ecopoesía contemporánea, con el beneficio de que su escritura, desprovista de buenaondismo, consigue superar el nivel panfletario sabiendo a la belleza como principal objetivo), condena los imperios y la gloria construida sobre siglos de hambre. Escribe con humor, con sencillez, con cierta inocencia, incluso, sobreviviente a las tragedias nucleares, los genocidios y las sequías. Reitero la pregunta, ¿hay, entonces, esperanza en Pacheco?
Mejor: hay combate, y nosotros, lectores, podemos con suerte repetir su grito de batalla:
DESPEDIDA
Fracasé. Fue mi culpa. Lo reconozco. Pero en manera alguna pido perdón o indulgencia: Eso me pasa por intentar lo imposible
En la poesía de JEP puedes encontrar de todo: poemas al país, poemas a un amigo, poemas a la patria, poemas al mundo, poemas a la escritura, etc. Muy pocos son poemas hacia el amor o poemas hechos para la conquista de una mujer, sin embargo en mucho de ellos puedes sentir el amor a la vida, hacia los amigos y por supuesto hacia la literatura.
¿Vale la pena comprarlo y leerlo? Definitivamente si.
Una poesía del tiempo, renuente a descifrarlo, solo atenta a su discurrir. Un primer poema sobre la noche (“Sitiado entre dos noches...”, 1957), un último poema sobre el alba (“Hace milagros este amanecer....” 2009), y un último verso que deja abierta la puerta al día: “Lo único de verdad nuestro es el día que comienza”. Y en medio de todo eso la mirada que se va cansando, no de mirar sino de llamar al pensamiento. Pocos poetas hicieron tanto proponiéndose tan poco.
No todos los poemas en este volumen son bellos, pero cada uno destila astucia. Si leiste view with a grain of sand, leete al menos algunos poemas de pacheco. Y que le den el Nobel de una vez, que ya es hora...