«O flâneur é — foi? — um atributo das cidades. Das metrópoles. Não o contrário. Não é o homem que caminha a cidade, é a cidade que, entre a multidão dos seus deuses, inventou uma imagem, um semi-deus da marcha. Não se diferencia assim tanto, afinal, dos músicos do metro ou dos taxi-drivers. O flâneur não parece ter consciência do que faz, do que é. Entrega-se, como um agente, como um médium, como uma marioneta, para que o espírito da cidade o arraste pelas suas ruas.»
Edgardo Scott nació en Lanús, provincia de Buenos Aires, en 1978. Fue fundador e integrante del Grupo Alejandría, que en 2005 inició en Buenos Aires el movimiento de lecturas y ciclos literarios en narrativa. Publicó No basta que mires, no basta que creas (nouvelle, 2008), Los refugios (cuentos, 2010), El exceso (novela, 2012), y Caminantes. Flâneurs, paseantes, vagabundos, peregrinos (ensayo, 2017). Es traductor y editor de Clubcinco editores. Colabora con artículos de crítica literaria en el diario La Nación, el blog de Eterna cadencia, y las revistas Otra parte e Inrockuptibles. Actualmente vive en Francia.
Me parece que ha sido bello ir a través de una serie de reflexiones sobre caminar, pasear, peregrinar y los referentes artísticos que se han dedicado a esos temas. Sin embargo, y aunque el autor mencionara en la introducción la brevedad de este estudio, me ha faltado más profundización en las opiniones vertidas. También debo decir que el diseño del libro es hermoso y cuenta con ilustraciones que potencian las sensaciones que los pasajes buscan transmitir.
Caminantes es uno de esos libros que se disfrutan de comienzo a fin. Y decir fin es atreverse a mucho, porque es un libro que queda abierto a seguir pensando y repensando el tema. Mismo el autor comentó que es un libro que podría ampliarse en ediciones posteriores, ya que la gente no dejará de caminar y cada vez aparecen mas tipos de caminantes.
En la medida en que el filósofo alemán Karl Gottlob Schelle aclara que el paseo se trata de una construcción cultural, Caminantes de Edgardo Scott funciona como un diccionario. ¿Qué diferencia los andares de flâneurs, paseantes, runners, vagabundos y peregrinos?
"Los vagabundos son los caminantes mas oscuros y solitarios. A veces, inaccesibles. Errantes. Su marcha pareciera sustraerse al sentido. Los zombies son vagabundos. Los cirujas son vagabundos. Los mendigos, los linyeras, los crotos. Pero sobre todo los hombres que solo quieren errar. Hombres que buscan perderse; que rechazan todo destino, todo rumbo. ¿Una forma de vida? Mejor una forma de experiencia. No hay trayecto ni ruta. Impulsos. Cambios. El camino de los vagabundos es incierto, confuso, balbuceante. Pero también es único y original."
Edgardo Scott traza en fragmentos (como debe ser) vidas de caminantes, flaneurs, escritores, paseantes, maleantes, vagabundos, dandys, turistas, crotos y todo ser humano cuya condición sea desplazarse de un lugar a otro. Recordándome mucho a las teorías del desplazamiento de @acrobatadelcamino (los que no lo siguen, se están perdiendo una banda de cosas, les aviso) este librito retrata, en el paseo a través de sus hojas, una historia de las bondades del bipedismo.
Entretenido. Muy buenas referencias, en especial las literarias. Te dan ganas de priorizar algunos de la lista interminable de los por leer. sin embargo, nos llamó la atención que entre las abundantes citas no estuviera el Wanderlust de Solnit -una referencia ineludible desde nuestro punto de vista. De cualquier manera, lo recomendamos. Muy buena lectura para la playa o el camping.
Creo que no sabía exactamente qué me iba a encontrar, y al estar leyendo al mismo tiempo "Wanderlust", de Rebecca Solnit, me esperaba algo más sistemático, como es aquel libro. Pero no deja de tener unas líneas hermosas, y presenta a varios autores que no conocía.
Hay un tipo de prosa ensayística muy poética que intenta hilar sutilmente un universo lector particular para dejar constancia de su trayecto. Hablo de autores como Pascal Quignard, por ejemplo, sobre el que el mismo Scott escribe o como María Negroni, por poner sólo dos ejemplos. Siempre he amado ese tipo de ensayística, pero siento que últimamente está muy munida. Siento por ejemplo que este libro no le hace ninguna buena propaganda y que, lo peor de todo, me quita las ganas de leer por lo pronto más ensayos de este tipo. Es decir, a estas alturas al parecer se ha vuelto muy fácil identificar cierta afectación estilistica de este tipo de escritura, volviéndola hasta torpe, lo que contrasta fuertemente con su intención de origen. Si bien hay pasajes interesantes en el libro, y por eso le doy al menos tres estrellas, en general siento que hay una necesidad de nombrar obras y autores sin más, sin una identificación más profunda con los textos comentados. De nuevo, sí hay ciertos pasajes más sensibles que otros, pero también hay algunos bastante torpes y de poco interés. Por ejemplo yo tenía la esperanza de que la parte de los walkmans fuera novedosa y añadiera algo a este tipo de ensayística, pero al final me quedé con la sensación de que Scott sólo se dedicó a buscar canciones en su playlist que llevaran en el título alguna referencia al acto de locomoción. Lo que da como resultado un sinfín de referencias más o menos rebuscadas que apenas se defienden por sí solas.
Este cuaderno de apuntes sobre paseantes, peregrinos, flâneurs y vagabundos puede leerse como un índice de escritores y libros sobre eso mismo, una caminata por la biblioteca que acaba siendo una vuelta por algunos de los más conocidos paseos de Stevenson, Baudelaire o Sebald, pero también (alerta de ruina si tenéis abierto Iberlibro) de Néstor Sánchez, María Soni Cristoff o Carlos Correas, seguramente menos transitados fuera de Argentina.
Pero me quedo con el paseo que los resume todos, el del paisaje interior hecho de visiones del propio paseante. Cuenta Scott que contaba Fondebrider que “caminaba y, mientras lo hacía y se cruzaba a distinta gente, sentía que tenía él la cara de esos rostros fugitivos, de esos rostros con los que se iba cruzando por la calle. Fondebrider recuerda la angustia: algunos rostros eran feos, horribles, de modo que prefería caminar con la cabeza gacha para evitar la identificación, pero tarde o temprano volvía a suceder. Su tranquilidad o su alivio (…) sólo acontecía al llegar y mirarse de nuevo en el fiel espejo protector de casa”.
“Como el niño que en los días grises del verano se pone a juntar caracoles y después los despliega sobre una mesa, y los coloca en frascos diferentes, y los etiqueta y observa. Para mirar sin ver. Para contemplar y contemplarse, en un breve e íntimo ritual de adoración y despedida de la playa. O sobre todo del océano.” Así tal cual me quedo con los frascos para poderlos contemplar y degustar. Ahora quienes caminan a mi lado los observaré diferente, buscaré clasificarlos, y mi caminar, ese también este libro lo ha cambiado. Una maravilla!
El paseo es la forma más ilusa, más irreal y fantasiosa de la marcha. Pasear es levitar. Los paseantes no tocan el suelo. Se elevan, pero no vuelan: sobrevuelan, planean. La digresión, los meandros de la cabeza son el dibujo de sus pasos. Y si bien la realidad —la convención— puede elegir bellos paisajes, cuadros vivos para convocar, sugerir, invocar el paseo, el paisaje, el escenario del paseante es ante todo un paisaje interior. Un paisaje hecho de visiones. Un paisaje lleno de visiones.
Ensayo cortito sobre el deleite que es una caminata desinteresada y gratuita, llena de referencias de grandes mentes de todo tipo que dedican unas palabras sobre el tema en su obra, sin ningún tipo de hilo conductor y que no he entendido nada en general por ignorancia y desconocimiento pleno de dichas alusiones.
Una selección y visión personal de clásicos sobre el caminar, con grandes hallazgos personales. Un librito que leer poco a poco para espolear las propias visiones sobre el tema, y reafirmarse en el amor por caminar.
Un lindo ensayo sobre los diferentes tipos de caminar. Un poco una guía de lectura según el tipo de caminante que uno sea. Si te gusta este leer el arte de perderse de Solnic.