Virginia vive en el campo con su familia, rodeada de animales y plantas. La convivencia con la perra Laika, la rana Renée, el hurón Hugo o el pájaro Grip es tan natural como con cualquiera de sus hermanos. Los animales parecen ser un miembro más de la familia.
Pero ese verano, Virginia descubre algo muy especial: una cabaña en un árbol en la que van apareciendo libros de forma misteriosa. ¿Quién los deja ahí? ¿Por qué?
Esta es una novela amable y reconfortante. Es de corte juvenil, ideal para leerla a los niños y no tan niños, pues realmente la historia tiene tanta luz que haría brillar el día de cualquiera.
Todo comienza cuando Virginia, la mayor de cuatro hermanos, encuentra una cabaña en un árbol, en la que además, poco a poco, van apareciendo libros. Algo que no sólo hará que tanto ella y sus hermanos despierten el interés por la lectura, sino que creará un vínculo muy especial con su padre.
¡Qué preciosidad de libro! No sólo por sus ilustraciones, de la mano de Adolfo Serra, sino por la historia que lleva dentro, tan entrañable y bonita. La novela está contada en primera persona, desde el punto de vista de nuestra protagonista. Hacemos un viaje por sus memorias de la infancia, desde aquel día en el que encontraron la cabaña en el robledo, y como sólo creció su interés por los libros y la escritura.
Es un libro sobre libros, que va directo al corazoncito de cualquier escritor que se precie. Una clara demostración de que “libro juvenil” no es más que una etiqueta, que se pueden leer aún si ya no eres tan joven. A veces tomar este billete para viajar a nuestra infancia no es otra cosa sino volver a lo que fuimos, y en ocasiones, volvemos a revivir, dentro de los personajes, aquellos maravillosos años.
me ha parecido un libro precioso y durante toda la lectura he pensado que a una versión de mí misma más pequeña le habría fascinado (y le habría cambiado la vida)
Una historia infantil con toques no tan infantiles que me pareció bonita y fomenta la lectura y anima a escribir. Algunas cosas me parecieron flojillas. Bastante inspirador, muy rápido de leer.
Me ha gustado bastante cómo está narrado, aunque no es un libro para lectores muy jóvenes. Pese a ser infantil lo veo para a partir de diez años más o menos.
Me encanta que sea un homenaje a los libros, y que trate de despertar esa curiosidad por ellos. El problema es que a veces se ha detenido demasiado en los detalles de las historias, o en sus argumentos, y se ha olvidado de que el propio autor está contando una historia con voz propia.
Es un buen homenaje a los libros, a las historias clásicas de aventuras, a recordar cómo nos puede hacer sentir un libro, pero le ha faltado algo más. Una trama más sólida que los típicos recuerdos de cuando eras niño y las historias que recuerdas de entonces.
Eso sí, me ha gustado cómo está escrito y me ha emocionado.