Al observar al individuo posmoderno, podríamos afirmar que, de todas las transformaciones que sufre, una de las más, relevantes es su pérdida de narratividad, la dificultad cada vez más agudizada para contarse a sí mismo y elaborar un relato. Un mal que, pese a su afectación común, sufren en mayor medida quienes han nacido en la era digital.
Entre la filosofía y el psicoanálisis, y a partir del estudio de los nuevos fenómenos culturales, Lola López Mondéjar despliega en Sin relato una cartografía de esta jibarización de la capacidad narrativa. Una atrofia asociada a la dificultad no solo para poner en palabras el pensamiento, sino a un déficit del pensamiento mismo, y de la imaginación.
En el capitalismo de la atención, donde está siempre rodeado de estímulos, el ciudadano parece abocado a convertirse en un yo mínimo, sin apenas autoconciencia y, paradójicamente, desatento, incapaz de conversar, de rozarse, de comprender al otro.
Y si la incapacidad de trasladar al lenguaje nuestras experiencias nos vacía de ellas, nos uniformiza y nos convierte en analfabetos afectivos, en ciudadanos acríticos e individualistas, la pregunta que surge en este inciso y extraordinario ensayo es: ¿somos hoy menos humanos?
Es psicoanalista y escritora. Conferenciante invitada en distintas universidades y asociaciones psicoanalíticas españolas y extranjeras, ha publicado ensayos y obras de ficción. Entre las últimas destacan las novelas Miamor desgraciado, La primera vez queno te quiero, Cada noche, cada noche, y los libros de relatos El pensamientomudo de los peces, Lazos de sangre y Qué mundo tan maravilloso. En Anagrama ha publicado Invulnerablese invertebrados: «Ensayo de un pensamiento riguroso y una coherencia admirables, de una escritura que se desenvuelve con facilidad, elocuente, asistida por referencias y citas indispensables» (Javier Sáez de Ibarra, Zenda); «Bebe de la que para mí es sin duda la tradición psicoanalítica más rica, aquella que se entrevera con el análisis sociológico, filosófico y epocal» (Santi Fernández Patón, elDiario.es). Sus artículos se publican en diversos medios nacionales.
No suelo escribir reseñas, pero esté libro, es tal despropósito, que me siento obligado a hacerlo.
Vamos a ir por partes, en primer lugar, la reflexión es un constante ataque a la juventud. Todo es un: "ahora estáis todo el día con el móvil, y por lo tanto no hacéis X" Toda la argumentación del ensayo es así. Da igual el tema que este tratando o el matiz que quiera explicar. ¿Los motivos? Para otro día.
De ahí nace el segundo problema: ¿Por qué estamos sin relato? Pues porque los jóvenes miran el móvil, se hacen selfis y hablan por WhatsApp o por Discord. No por un sistema que te obligue o lleve a ese punto, un cambio en el estilo de vida o cualquier otra cosa que te puedas imaginar. Es todo un: "os habéis metido en Internet y os habéis quedado tontos." Que haya un sistema capitalista que te obligue a vivir de una manera determinada, a ella le da igual. Es cierto que lo cita y lo tiene en cuenta, pero le da igual. Está muy bien citar a Sennett, Adorno o Benjamin, pero parece o que no los entiende o que cuando estos autores apuntan cosas que no le gustan, los ignora y va a otra cosa. Sennett nos dice que la precariedad lleva a los individuos a tener el carácter destruido y no son capaces de vivir siendo felices. LO DICE EL PROPIO TITULO DEL ENSAYO DE SENNETT, ella lo cita, y prefiere decir que el problema no es el capitalismo, sino que el chaval mira mucho tik tok y de mayor quiere ser tik toker... como si esto no fuera un debate que pasa en cada generación con los cambios de modo de vida que tienen el pasar de los años.
Esto lleva al tercer problema, muchísimas citas que no llevan a nada. No es que cite mucho, es que te bombardea. Para que luego muchos de los puntos, se base en créeme, mi experiencia como psicóloga me ha hecho llegar a esas conclusiones. Esto se ve muy bien cuando se inventa ejemplos, de tenemos a X persona que le pasa esto. En esos momentos es cuando se ve a la perfección todos los puntos que llevó comentado hasta aquí.
El tercer punto conlleva un cuarto, apuntando en otra reseña de esta web, el libro tiene un hilo conductor difuso. Antes de nada, el libro se mantiene siempre en el mismo tema, la cosa no va por ahí, va que ciertas partes son... un poco porque sí. Me explico mejor, en ciertas ocasiones, la autora empieza argumentar, y a lo largo de la reflexión, la misma acaba diluyéndose y yendo a otros lugares que no aportan o simplemente no se acaban de entender a qué vienen.
Un quinto punto es la equivocación de ciertos términos. Por poner ejemplos, entiende como sinónimos técnica y tecnología, los influencers los acaba entendiendo como líderes de secta... Entre otros muchos más.
Para acabar, el mismo final de la obra es característico de lo que ella misma crítica o señala. En vez de entender, los nuevos modos de vida y sus consecuencias como la pérdida de la narratividad (hecho que pasa y por eso, la existencia de este libro) acaba llevándolo a un elogio de un modo de vida a día hoy impensable para la gran mayoría, no tanto por gusto como ella deja insinuado. Claro que hay gente que quiere vivir a la luz de las velas mientras su vecina, la cual es amable y hogareña le invite a cenar, sin embargo, la juventud que tanto señala y critica, vive por suerte en un piso de alquiler que le quita el 90% del sueldo, en dónde su vecino es un extranjero diferente cada dos semanas, porque el edificio está siendo comprado para ser Airbnb, lo cual hace que el alquiler donde viva a lo mejor para el año siguiente se coma el 110% de su sueldo, echándole de la ciudad donde se crio. En ese caos de vida, ese joven decide comprar un libro para entender que es lo que está pasando con la sociedad en dónde vive, se encuentre este libro: Premio ensayo de anagrama 2024, obra que le echa la culpa porque en vez de ir a la calle a tomar una cerveza con sus amigos (cosa que no puede hacer porque tiene que elegir comer o salir de casa con esos amigos) decide de forma pactada verse una película por videollamada con sus colegas, ya que esa decisión, según la autora, le hace tener relaciones huecas y ser menos sujeto y, además tener atrofiada las capacidades narrativas.
Lo irónico de esto, y con esto finalizó, es que mientras se le echa a la juventud la culpa de la situación de Internet y sus consecuencias. Las juntas directivas y gobiernos que deberían regular, y su vez se benefician de estos problemas son personas de grandes edades que en vez de comprender a las nuevas generaciones, prefieren culparles de todos los males. Por qué está muy bien hablar y avisar del problema de las Fake News, y como estos pueden generar conflictos(cosa que hace bien el ensayo), pero si no te fijas que el mayor exponente de esto y por ende el mayor beneficiado, ha sido un empresario de más de 70 años que ha vuelto a ser elegido presidente de su país... a lo mejor el problema no es solo de la juventud, sino que el adulto no ha querido mirar sus propios problemas, evitando así, su propia fricción y culpa.
Las primeras 120 páginas, en las que cita a autores referentes y sus teorías, introduce conceptos clave y sienta las bases, son estupendas. Después se va por otros derroteros; a veces adopta un tono como de alegato desesperanzado (cegado, en ocasiones, por el prejuicio de la edad, a mi juicio; critica las redes sociales partiendo sólo de sus efectos exteriores, de lo que ella observa en sus pacientes, nunca de su centro, y aunque el lector comparta la crítica es inevitable darse cuenta, si se es joven, de que está hablando desde fuera de Internet, nunca entró de verdad), otras me recordaba un poco a una señora que, tratando de salir del supermercado, va recorriendo diferentes pasillos hasta encontrar la salida. Ya el libro no retoma nunca la lucidez del principio, sino que se va enroscando sobre sí mismo, repitiendo la misma tesis sin alcanzar conclusiones. Podría tener mejor estructura y más esperanza, pero me ha ayudado mucho a ordenar ideas, a ponerle nombre a las cosas que rondaban por mi cabeza y a abrir nuevas direcciones de pensamiento (he apuntado varios títulos con los que continuar reflexionando sobre el tema). Es innegable que existe una crisis creciente de la subjetividad y la capacidad narrativa y necesitamos de pensadores atentos, como López Mondéjar, que nos adviertan de ello y nos apunten en la dirección adecuada, aunque lo hagan con miedo, aunque lo hagan sin esperanza. La esperanza, tal vez, pueda aportarla el lector. Si es joven no le quedará otra.
Me siento estafada : esperaba más de este ensayo premio Anagrama. Mal escrito, un argumento simple que no se profundiza, si no que se citan autores que han reflexionado sobre el tema pero sin un hilo conductor claro, que contribuye a cierta confusión. Algunas formulaciones hacen su prosa poco fluida. Me ha hecho falta escuchar más la voz propia de la autora, y menos citas y referencias. ¿Qué propones tú? ¿Cómo continuas lo que otros han pensado gracias a tu experiencia? Es un libro muy superficial cuya única idea está ya expuesta en el título. Decepción.
Partiendo de la base de que esto es un ensayo de opinión, hay que coger la información aquí plasmada con las pinzas del sesgo ideológico de la autora; es decir, con su subjetividad (importante, teniendo en cuenta el contenido de dicha obra y cómo esta nos anima a formarnos nuestra propia opinión). Sin embargo, cualquier persona con un mínimo de capacidad de análisis y crítica por lo que lo rodea (esto es: el mundo que habitamos) puede apreciar la verdad descrita entre estas páginas sobre el más que cuestionable estado de nuestra sociedad actual y, por tanto, yo puedo decir (también desde mi propia subjetividad) que, mayoritariamente, considero que los temas se han tratado y plasmado con acierto.
Dicho esto, pienso que el libro es demasiado extenso para la simpleza del tema central: la deriva (o pérdida) de la subjetividad (criterio propio) y la falta de narratividad (reflexión, introspección, expresión, comunicación) de un yo a causa de una homogeneización del individuo hegemónica y del control sistemático al que este se ve abocado a causa de la publicidad que manejan las empresas a través de medios digitales masivos y que nos conduce, con indiscutible inevitabilidad, a una atrofia psíquica, falta de atención, estrés y otros problemas de salud mental y física.
Pese a que este se plantea al inicio de forma muy específica y rica, pues se sustenta en teorías de psicoanálisis, filosofía y psicología, y a que lo interesante del libro es que ramifica los porqués de este asunto y los aborda desde distintos puntos de vista sociopolíticos y culturales que pueden dar explicación a nuestros comportamientos automáticos y carentes de iniciativa y a cómo estos dejan de ser nuestros por decisión y acción para pasar a ser la respuesta a impulsos alterdirigidos, hacia la mitad de la obra la narrativa empieza a flojear bastante y el ensayo se va por derroteros de mucha menos sustancia que los asuntos de los capítulos iniciales. Se le da constantemente vueltas a la misma idea, pero disuelta, y se entremezcla, en el medio y final, con muchos otros temas de actualidad que, si bien relevantes, desvían la atención del tema central de la obra (remito al título). Tampoco hay payoff; pues, ¿qué hacemos ante esta falta de narratividad propia?, ¿qué propuestas se pueden plantear para combatir esta crisis de la subjetividad? (Sí: pensar, no pasarnos el día con el móvil en la mano, negarnos a ser productos, usar la cabeza, etc.; acciones bastante lógicas, al fin y al cabo, pero ¿y cómo van a despertar los demás?) Vamos, que lo que queda al cierre es un poso amargo de pesimismo y de derrota... o de cuasitranquilidad al saber que, al menos, yo soy consciente de las cosas, aunque no lo sea mucha de la gente que me rodea.
En general, este ensayo, más que abrirme los ojos a nuestra realidad, ha confirmado y respaldado muchas de mis percepciones sobre el mundo; aunque no niego que me haya descubierto nuevos autores y enseñado alguna que otra cosa. Por esto, para mí su valor recae en las numerosas propuestas y referencias de interés que aporta sobre las opiniones expuestas y en las cuales tengo intención de indagar. Sin entrar o no en si es un ensayo merecedor de un premio editorial, estimo que puede ser útil para el público general por las reflexiones que deja, pero del cual me habría gustado llevarme algo más.
Un libro muy estimulante sobre las consecuencias negativas de la omnipresencia de la vida digitalizada, que influye en nuestros procesos cognitivos. Aunque no estoy de acuerdo con algunas interpretaciones, valoro mucho el desarrollo lógico de los argumentos y la capacidad de la autora de observar nuestra realidad críticamente. Precisamente , me parece que escasean las visiones críticas sobre los efectos de las posibilidades digitales contemporáneas. Además, la autora logra conjugar apreciaciones desde varias disciplinas (humanísticas, sociales y hasta médicas) para llegar a sus reflexiones. Realmente disfruté este libro.
Lola expone de forma amena cómo la falta de atención y la personalidad narcisista son algunos de los aspectos detrás de lo que ella llama personas huecas. Estas características, se verían reforzadas por la lógica extractivista de las plataformas más utilizadas en el entorno digital que nos agota mental y físicamente. ¿El resultado? Personas incapaces de dar sentido a una historia de vida y, por lo tanto, no ser capaces de dar sentido a nuestro malestar. Especialmente relevante en un periodo donde la salud mental parece estar en boca de todos. Lola señala la incapacidad de relatarse a la vez que ofrece un relato que recorre la historia hasta la actualidad a través de diferentes autores del mundo del cine, la literatura, el psicoanálisis, las neurociencias, etc.
Desde mi punto de vista, demoniza demasiado el entorno virtual. Creo que cuando habla de los peligros asociados a la lógica de los dispositivos tecnológicos, se refiere en realidad a ciertas plataformas que ocupan una parte de lo que es internet o lo virtual. Me parece que a veces simplifica demasiado y acaba exponiendo algo parecido a decir que lo digital y el uso que hace la juventud es malo y lo analógico de antes es bueno.
Por ejemplo, expone que la formación de la identidad es posible a través de dar sentido a lo que nos ocurre. Al poder unir linealmente un pasado, un presente y un futuro. Sin embargo, la tecnología digital no nos daría el tiempo para hacer precisamente esto. Aunque comparto que el bombardeo de estímulos es sofocante y puede dificultar la integración de información, también pienso que Internet nos ha dado la oportunidad de precisamente crear activamente nuestra identidad de formas como nunca antes pudimos.
Pienso, en el uso del primer Facebook, el antiguo Fotolog o el actual Instagram, así como nuestra propia galería de fotos y vídeos, colección de notas y todas nuestras conversaciones registradas en nuestro teléfono. Espacios virtuales donde decides qué fotos expones y guardas y, por lo tanto, recuerdas y qué fotos no publicas y borras y, por lo tanto, olvidas. Este archivo curado contribuye a tu historia de vida y a definir quién quieres ser.
Lo recomiendo, sobre todo, si aún no has leído nada sobre el cansancio, el individualismo y su relación con la tecnología digital. Lola hace un repaso de muchos pensadores sobre estos temas y añade conceptos e ideas de cada uno que son inspiración para seguir profundizando.
Chicas, no sé…me ha hecho pensar mucho y eso ya le otorga cinco estrellas. A ratos puede resultar denso, y algunos capítulos me han resultado más interesantes que otros, pero esto no desmerece el contenido global. Durante la lectura he estado continuamente reflexionando, escribiendo en los márgenes, delirando, mandando capturas a todos mis conocidos (creo que he mandado mínimo 5 capturas a 10 personas distintas) y leyendo en alto extractos a mi pareja. Para mí ha sido un grato viaje.
Me gusta la crítica al modelo socioeconómico contemporáneo, pero se pasa de moralista con respecto a la juventud actual y los mecanismos psicológicos que, según dice, está desarrollando.
La "caída de los grandes relatos" y el "deseo mimético" me huelen a rancio. Los grandes relatos han sido sustituidos por otros, al igual que el deseo mimético antes existía pero con respecto a otros ideales.
Las "personas huecas" han existido siempre. Afirmar que otras generaciones eran más "racionales" y tenían una mayor capacidad para narrarse, cuando gran parte de la población era analfabeta hasta hace dos generaciones y la educación estaba reservada para las élites burguesas, me parece simplemente un atrevimiento y una idealización del pasado bastante hueca.
en el aspecto formal habría agradecido más concisión y orden enlas ideas , pero el contenido –aunque angustiante– me ha interesado mucho: una argumentación desde varios ámbitos (filosofía, literatura, psicología, medicina) de cómo el sistema económico y la digitalización bestial en la que vivimos afecta a los que se han considerado los rasgos que nos hacen humanos: la capacidad de atención, de escucha y diálogo, de empatía y de crear historias sobre lo que nos acontece y sobre nosotros mismos
Recurre en demasía al psicoanálisis para mi gusto, y trata ciertos temas de forma problemática e innecesaria. Aún así, lo recomiendo por su rabiosa actualidad.
He leído algunas críticas negativas sobre este ensayo que señalan la falta de concisión, la ausencia de un hilo conductor claro, el devaneo o cierto carácter fragmentario (parecieran tener como referencia el artículo académico estándar del actual microcosmos hiperproductor universitario). Imagino entonces que estos autores usarían los ensayos de Montaigne como papel higiénico, y que les causaría urticaria leer cualquier libro que no se mantuviera dentro de las rigidísimas fronteras que separan los diversos géneros (no digo ya literarios) discursivos.
Tampoco comprendo cuando se acusa a la autora de criticar de manera fulminante o de culpabilizar a los jóvenes (ese soniquete: "estáis todo el rato con el móvil y por eso os estáis volviendo tontos"), es como si no se hubiera leído el ensayo. Se analiza un estado de cosas, y sus consecuencias en las personas y en el mundo, aludiendo de manera continua al sistema que sustenta y promueve ese estado de cosas, y considerando a esa juventud (y no solo a la juventud), de hecho, más como víctima de ese sistema capitalista violento, de un centro de poder que, como ocurre en Kafka, es intocable, inaccesible y omnipotente.
Es cierto que es un texto quizá excesivamente extenso para lo circunscrito del tema (aunque abordar esos subtemas que crecían como ramas de ese tronco central me ha resultado muy enriquecedor), que hay muchas y constantes referencias a otros textos o autores, y que, en proporción, el contenido "autorial" es proporcionalmente inferior. El ensayo es un género indefinible, y en este caso, se ha partido de una idea que se ha ido desarrollando con el apoyo de trabajos previos que ayudan a comprender qué se ha pensado antes sobre el tema, construyendo sobre estos textos anteriores. Claro que no ofrece una solución infalible. No sé hasta qué punto eso es posible, ni creo que algo así deba ser exigido al autor de un ensayo. Invita a la reflexión y al cuestionamiento, lo cual, creo, es suficientemente valioso.
Puedo comprender, e incluso compartir, algunas de las críticas que he ido leyendo. Solo me rechinan comentarios demasiado categóricos sin tonos de gris. Por lo general, me parece un texto esclarecedor que hace pensar, cuestionarse ciertos hábitos, tomar consciencia de aquello por lo que somos atravesados diariamente y de manera pasiva. Es un libro que recomendaría a compañeros de oficio, profesores de educación secundaria (y primaria también, claro), que reconocerán en el texto de Lola López Mondéjar situaciones cotidianas que se dan en las clases, en los pasillos de los institutos, en las calles de los pueblos y las ciudades y en las redes sociales. Creo que nos puede ayudar a entender a los adolescentes y a nosotros mismos y a priorizar determinados aprendizajes en el aula (el pensamiento crítico, la comprensión lectora, la expresión, la imaginación, la empatía).
Esperaba mucha más propuesta y menos reflexiones manidas. Aun así, puedo recomendarlo. Se me queda corto de poner a bailar a ciertos autores a los que cita sin contraparte...
"Se trata, pues, de volver a una fricción que reduzca nuestra omnipotencia y nuestra fantasía de invulnerabilidad y enfrentarnos a la materialidad de las cosas, a la opacidad de los otros, que nos imponen límites, nos generan conflictos, traumas benéficos y ricos en aprendizaje; volver a la conversación y al reconocimiento de nuestra interdependencia".
Hace ya unas semanas que asistí a una conferencia de Lola López Mondéjar sobre la relación con las nuevas tecnologías y el vaciamiento comunicativo de la sociedad actual. "Sin relato" es un ensayo que puede usarse como una navaja suiza en nuestro día a día. Han sido dos semanas de lectura pausada ante un texto que requería pensamiento y reflexión en las propuestas que ofrece tanto a nivel individual como social sobre la deriva tecnológica y que estamos desprotegidos si acaso más los niños y la juventud. Así que me ha sido de una utilidad total para mi vida, gracias a la librería Libros Prohibidos por traer a Lola a Úbeda.
Existen varios rituales para cerrar el año y dar comienzo a uno nuevo, entre ellos iniciar el novísimo periodo haciendo las cosas que deseamos se perpetúen en el tiempo, así como esa primera ficha de dominó que detona a las demás para cumplir el objetivo.
Si ese es el caso, entonces este 2025 va a ser fantástico desde el punto de vista literario. Ya que el libro con el que transité la frontera del calendario fue una epifanía.
Lola López Mondejar es psicóloga y escritora, por lo que se lee en su libro Sin Relato (que le valió el premio Anagrama de ensayo), parece que ambas actividades las desarrolla con soltura. En este ensayo de un poco más de trescientas páginas, desmenuza los cambios sociales e individuales que la humanidad ha experimentado durante el proceso de digitalización de la realidad. Si bien la disertación se enfoca en el impacto de los teléfonos inteligentes, hace patente que esta debacle inicia tempranamente, con la disponibilidad de las computadoras personales, e incluso de manera primigenia con el desarrollo de Internet.
Este tema para nada novedoso, ya que, así como la auto ficción lo es para la novela, en el ensayo, el impacto tecnológico en la sociedad está en gran auge.
El aspecto que lo diferencia, entre varios, son la aproximación del ser humano como un ente histórico, más allá de una visión transversal. Analiza detalladamente cómo uno de los cambios más importantes fue, el paso de cuestionarnos sobre “¿quiénes somos?” a “¿qué somos?”, aspecto trascendental que conlleva a una apreciación heurística de los individuos, utiliza así el relato para ejemplificar cómo esta serie de sucesos explican quiénes somos, así como en la novela le dan vida a los personajes. Y como contraejemplo, qué es lo que pasa cuando nos vamos quedando sin relato, cuando la inmediatez es el único dios del tiempo que conocemos.
A consecuencia de esta pérdida de relato, surgen seres que sacralizan lo efímero, llegando al extremo con la estultofilia o la pasión por la ignorancia. Involucrando no solo el analfabetismo técnico-científico, sino también el cultural y espiritual.
Finalmente toca algunos tópicos un poco más disonantes a modo de antítesis, que buscan abrir algunas puertas de salida a tan asfixiante escenario.
Es sin duda el texto que más he subrayado en años, y por la premura lo compré en formato digital, pero a la menor provocación lo adquiriré en formato físico, ya que seguro lo releeré en el futuro.
Pocas veces he estado tan enfadada con un libro. Lamentable.
Se trata de un ensayo vacío.
Hay una demagagogia absoluta en muchos conceptos.
La alabanza suprema al psicoanálisis a cualquier precio. En este caso frente a la crítica de Adorno, no fundamentada, solo alegando lo bien que lo ha hecho Freud y el psicoanálisis que ha abierto muchos campos, nada que ver con lo que criticaba realmente Adorno, aunque ella lo mencione en anteriormente.
Hay una banalización de la película de Paul B. Preciado y por ende pasando por alto todo el pensamiento, discurso y lucha del mismo. No solo de él, también de pensadorxs como Judith Butler, Virgine Despentes.. Que claramente no ha leído esta escritora, ni tiene intención de hacerlo, pero sí de bien criticar la película.
La absoluta ignoracia del historicismo de los tatuajes, su relacioncon la espiritualidad y sus significado...
Me da pena que no sea lea entre líneas la poca profundidad de este libro, no hace falta sumergirse en el mucho para ver la evidencia de pensamiento crítico fundamentado con la que está escrito.
Por mucho que la falta de narrativa personal a causa de la era digital en la que vivimos, sea el hilo conductor de este ensayo, se queda completamente opacado por la falta de rigurosidad con la que apela a muchísimos temas a los que hace referencia en el mismo.
Creo que para poder hablar de cieros temas, hay que por lo menos tener una mínima cultura de los mismos, y entonces ahí, hacer la crítica y justificación de ese pensamiento.
Me genera profunda lástima ver a lo que se premia y se le pone muchas veces el foco.
Se refleja un claro feminismo rancio y un pensamiento absolutamente conservador poco disfrazado y apropiándose de ser todo lo contrario.
Comienzo la reseña con un extracto del propio ensayo: “La información que recibimos de la infosfera es tanta que desborda la plasticidad de nuestro cerebro, que se insensibiliza como forma de afrontarla.” Pues así me he sentido yo leyendo este libro. Tras un arranque brillante, la autora comienza a disparar una sucesión de datos, investigaciones y citas de otros autores que, si bien están relacionados con el tema del capítulo en el que se engloban, parecen configurados sin orden ni concierto, resultando un compendio confuso y recargado, lo que distorsiona su mensaje.
Todo ello aderezado con mucha, mucha ideología, y varias experiencias (no sé si llamarlo experiencias, lo más indicado sería denominarlo anécdotas) personales como esa en la que escucha a dos hombres que se quejan de que el gobierno da una paga a los homosexuales mientras van en bici. No tengo muy claro qué quiere señalar con estas anécdotas, más allá de usarlas como ejemplo (¿veis, veis?) de sus propias ideas políticas. Una auténtica defensora de la ideología de género, crítica con la actitud de los jóvenes actuales y que no duda en mojarse en otros temas controvertidos como el cambio climático y la ecoansiedad que le produce. La autora está tan segura de que su posición es la correcta que no duda en hacérselo saber al lector.
Para defender en su ensayo que el pensamiento crítico es el que ayuda a vertebrarnos, veo demasiadas certezas en su discurso.
Creo q es muy interesante pensar sobre la sobreexposición a constante información y la hiperconectividad q satura y nos impide digerir nada, saltando d una experiencia a otra sin ningún impacto cognitivo ni emocional, y las consecuencias q esto inevitablemente tiene en nuestra forma d entender nuestra propio mundo interior, nuestra capacidad d empatía y relación con le otre, nuestra forma de habitar el mundo... Con todo creo q la autora cae en muchas ocasiones en sobresimplificar todo esto a las redes sociales sobre todo hablando d ellas como si fuese solo Manolita q se levanta y se pone a mirar instagram y no todo un aparato inmenso q nos bombardea constantemente participemos más voluntariamente de ello o menos. Tb habla mucho en términos d "los jóvenes de ahora..." cd creo q esto es un problema viejo, q quizas se acelera, como todos, pero viejo. Es bastante culpabilizador en ese sentido como si fuera elección d une las condiciones d vida q le han sido dadas y fuese tan fácil como simplemente elegir llevar una vida menos digital. Como citan en el propio libro: "los síntomas juveniles hablan de su época y muestran con su dolor el dolor indecible de los que tienen que heredar un mundo que no les gusta" "para que ellos dejen de dañarse, deberíamos dejar de dañar, también y en consecuencia, el mundo que heredarán"!!!! Es muy interesante diría desde el punto d vista psicológico pero no hace un buen análisis d las causas d toda la movida En fin... la maquinita
Hubo un momento con la llegada de la posmodernidad en la que se hablaba de la pérdida de los grandes relatos, en vez de mejorar esa situación se ha ido agravando con el tiempo. No se trata solo que hayamos perdido nuestras referencias culturales o históricas sino que hemos perdido nuestra capacidad para conversar. Mucho más desde que las pantallas coparon nuestras vidas ahondando en aquello que Walter Benjamin hablaba como "percepción distraída". No parece que exista para todo ello capacidad de recuperación. Al igual que sucede con la narración la escucha se ha perdido casi por completo. En un mundo que premia la individualidad no somos capaces de escuchar lo que "el otro" del que tal vez podemos aprender tiene que decirnos, en un narcisismo que parece definir cada uno de nuestros pasos. Ya no se cuentan historias sino anécdotas. La atención o más bien el déficit de atención se diagnostica por doquier porque la multitarea impide que estemos centrados. Pero distraídos por las pantallas estamos perdiendo también otra de las capacidades principales del ser humano, la de imaginar y construir de esta manera nuestra propia historia, aunque no sea verdadera. La pregunta crucial sería, con todo este jaleo que nos rodea ¿Hay tiempo para los afectos?
Un libro con unas premisas apasionantes y muy actuales, con grandes referentes y una aportación de obras citadas que le convierte en un buen punto de arranque para entrar en el estudio de la deshumanización del individuo bajo diferentes perspectivas y revelando así diferentes consecuencias de un mismo fenómeno. Tiene momentos espléndidos y se agradece tanto enmarcar la situación actual de esa destrucción de la subjetividad y de la capacidad de narrarse el individuo a sí mismo desde orígenes que se remontan al comienzo de la modernidad, como aportar referencias a hechos y autores de poco más de dos años. que nos hablan de la actualidad y del desarrollo hoy en día de esta virtualización de la realidad y ciborfijación del conocimiento, mientras el ser humano se convierte en un ser pasivo, consumidor compulsivo de pantallas, que ofrece sus datos sin ningún tipo de defensa para su explotación por parte del neocapitalismo globalizante tecnológico. Quizá al final la autora se repita, y no quiere (y más o menos así lo reconoce de forma explícita en el mismo texto) salir de una mirada negativa y contemplar perspectivas de integración y creación de una realidad posible que impliquen, no un fin apocalíptico, sino un cambio de paradigma.
Sin relato propone una reflexión sobre la pérdida de la capacidad narrativa en la era del capitalismo de la atención. Lola López Mondéjar combina referencias filosóficas y psicoanalíticas para describir un fenómeno contemporáneo: la dificultad de articular experiencia y lenguaje en un contexto saturado de estímulos. El resultado es un ensayo inquietante, que conecta la disolución del relato personal con una atrofia del pensamiento y la imaginación.
La autora observa con lucidez cómo el sujeto actual, permanentemente expuesto a pantallas y flujos de información, se convierte en un “yo mínimo”, incapaz de elaborar sentido o reconocerse en los otros. La escritura es clara, rigurosa y sostenida por una sólida base teórica. En sus mejores momentos, el libro recuerda a Byung-Chul Han o a Christopher Lasch, pero con un tono más íntimo y clínico.
Su principal debilidad reside en cierta reiteración argumental. El diagnóstico —preciso y pertinente— se formula desde el comienzo y se repite con variaciones menores. Falta una exploración más amplia de las posibles salidas o resistencias frente a la atrofia que describe. Aun así, Sin relato ofrece una lectura necesaria sobre el vaciamiento afectivo y la crisis de sentido en la cultura contemporánea.
En Sin relato, Lola López Mondéjar sostiene que vivimos una época marcada por la imposibilidad de construir relatos personales, como si la subjetividad contemporánea estuviera rota en su núcleo. Sin embargo, su diagnóstico parte sobre todo de experiencias clínicas individuales y de una percepción personal del presente, que luego proyecta como si fueran verdades compartidas por toda una generación. Ese salto de lo íntimo a lo universal —sin el respaldo de una investigación más amplia ni de una mirada realmente plural— debilita la fuerza de su tesis. El ensayo adopta un tono alarmista, casi catastrofista, que más que invitar a pensar, parece pedir asentimiento desde la culpa o la nostalgia. Se vislumbra una desconfianza hacia lo contemporáneo —especialmente hacia las formas actuales de expresión y relación— que termina rozando el sensacionalismo. Más que una reflexión abierta, el texto funciona como un diagnóstico cerrado que, paradójicamente, no deja espacio para nuevos relatos.
Tiene consideraciones interesantes en torno al efecto nocivo que tienen las redes sociales en la construcción de una identidad propia y en nuestra capacidad de atención, narración y empatía, pero francamente no puedo darle más que 3 estrellas por la manera desordenada en la que se exponen esas ideas y sobre todo por el ataque que se hace a las identidades trans (sobre todo las personas trans adolescentes que según la autora simplemente están deseando encajar miméticamente) y sobre la noción de que la lucha identitaria está fragmentando a la izquierda. Ideas ampliamente neoliberales y hegemónicas ante las cuales este libro, supuestamente, debería estar en contra.
Un libro necesario para resituarse en este mundo, partiendo de una perspectiva narrativa (o de la ausencia de la misma) para hacer un poquito de autocrítica y revisar nuestro contexto y los problemas que derivan del mismo. Está lleno de referencias si quieres extender el estudio en temas más particulares. No percibo un rechazo virulento a la sociedad actual o al uso de redes sociales/tecnología (como he leído en algún comentario), más bien es un cuestionamiento y yo estoy de acuerdo: esto es lo que tenemos, cómo lo gestionamos.
Ya lo dijo Sylvia Plath: “What I fear most, I think, is the death of the imagination."
¿Qué nos está pasando cuando perdemos la capacidad para fabular?
"¿Está la sobrexposición a las pantallas robando nuestra capacidad simbólica e imaginativa?, ¿está colonizando nuestro mundo interior con imágenes prestadas, inventadas por otros y no por nuestra propia imaginación? La respuesta que aventuro es afirmativa."
Selfies en vez de diarios y poemas Identidades adhesivas Las palabras sobran Y luego resulta que faltan.
- Estamos dejando de pensar de manera crítica, como seres individuales. - Nos hemos visto invadidos en nuestro fuero interno por un capitalismo que solo nos quiere como producto. - La tecnología nos ha llenado de velocidad y apenas sabemos qué pensamos ahora mismo. - Y, sobre todo, el no dejar espacio a la duda, el no tolerar la fricción frente a los límites del otro, el contacto directo… nos estamos alejando de la humanidad.
Este ensayo me ha dado mucho que pensar. Lo que no se usa, se atrofia.